1 Entonces respondió Bildad suhita, y dijo: 2 Dominio y pavor pertenecen al que establece la paz en sus alturas. 3 ¿Tienen número sus ejércitos? ¿Y sobre quién no se levanta su luz? 4 ¿Cómo puede un hombre, pues, ser justo con Dios? ¿O cómo puede ser limpio el que nace de mujer? 5 Si aun la luna no tiene brillo y las estrellas no son puras a sus ojos, 6 ¡cuánto menos el hombre, esa larva, y el hijo del hombre, ese gusano!
1 Entonces respondió Job, y dijo: 2 ¡Qué ayuda eres para el débil! ¡Cómo has salvado al brazo sin fuerza! 3 ¡Qué consejos has dado al que no tiene sabiduría, y qué útil conocimiento has dado en abundancia! 4 ¿A quién has proferido palabras, y de quién es el espíritu que habló en ti? 5 Las sombras tiemblan bajo las aguas y sus habitantes. 6 Desnudo está el Seol ante El, y el Abadón no tiene cobertura. 7 El extiende el norte sobre el vacío, y cuelga la tierra sobre la nada. 8 Envuelve las aguas en sus nubes, y la nube no se rompe bajo ellas. 9 Oscurece la faz de la luna llena, y extiende sobre ella su nube. 10 Ha trazado un círculo sobre la superficie de las aguas, en el límite de la luz y las tinieblas. 11 Las columnas del cielo tiemblan, y se espantan ante su reprensión. 12 Al mar agitó con su poder, y a Rahab quebrantó con su entendimiento. 13 Con su soplo se limpian los cielos; su mano ha traspasado la serpiente huidiza. 14 He aquí, estos son los bordes de sus caminos; ¡y cuán leve es la palabra que de El oímos! Pero su potente trueno, ¿quién lo puede comprender?
1 Entonces Job continuó su discurso y dijo: 2 ¡Vive Dios, que ha quitado mi derecho, y el Todopoderoso, que ha amargado mi alma! 3 Porque mientras haya vida en mí, y el aliento de Dios esté en mis narices, 4 mis labios, ciertamente, no hablarán injusticia, ni mi lengua proferirá engaño. 5 Lejos esté de mí que os dé la razón; hasta que muera, no abandonaré mi integridad. 6 Me aferraré a mi justicia y no la soltaré. Mi corazón no reprocha ninguno de mis días. 7 Sea como el impío mi enemigo, y como el injusto mi adversario. 8 Porque, ¿cuál es la esperanza del impío cuando es cortado, cuando Dios reclama su alma? 9 ¿Oirá Dios su clamor, cuando venga sobre él la angustia? 10 ¿Se deleitará en el Todopoderoso? ¿Invocará a Dios en todo tiempo? 11 Os instruiré en el poder de Dios; no ocultaré lo que concierne al Todopoderoso. 12 He aquí, todos vosotros lo habéis visto; ¿por qué, entonces, obráis neciamente? 13 Esta es la porción de parte de Dios para el hombre impío, y la herencia que los tiranos reciben del Todopoderoso. 14 Aunque sean muchos sus hijos, están destinados a la espada, y sus vástagos no se saciarán de pan. 15 Sus sobrevivientes serán sepultados a causa de la plaga, y sus viudas no podrán llorar. 16 Aunque amontone plata como polvo, y prepare vestidos abundantes como el barro; 17 él los puede preparar, pero el justo los vestirá, y el inocente repartirá la plata. 18 Edifica su casa como tela de araña, o como choza que el guarda construye. 19 Rico se acuesta, pero no volverá a serlo; abre sus ojos, y ya no hay nada. 20 Le alcanzan los terrores como una inundación; de noche le arrebata un torbellino. 21 Se lo lleva el viento solano, y desaparece, pues como torbellino lo arranca de su lugar. 22 Sin compasión se arrojará contra él; ciertamente él tratará de huir de su poder. 23 Batirán palmas por su ruina, y desde su propio lugar le silbarán.
1 Ciertamente hay una mina para la plata, y un lugar donde se refina el oro. 2 El hierro se saca de la tierra, y de la piedra se funde el cobre. 3 El hombre pone fin a las tinieblas, y hasta los límites más remotos escudriña la roca que está en lobreguez y densa oscuridad. 4 Abren minas lejos de lo habitado, olvidado por el pie; suspendidos se balancean lejos de los hombres. 5 De la tierra viene el alimento, y abajo está revuelta como por fuego. 6 Sus piedras son yacimientos de zafiros, y su polvo contiene oro. 7 Senda que ave de rapiña no conoce, ni que ojo de halcón ha alcanzado a ver; 8 las orgullosas bestias no la han pisado, ni el fiero león ha pasado por ella. 9 Pone el hombre su mano en el pedernal; vuelca de raíz los montes. 10 Abre canales en las rocas, y su ojo ve todo lo preciado. 11 Detiene los arroyos para que no corran, y saca a luz lo oculto. 12 Mas la sabiduría, ¿dónde se hallará? ¿Y dónde está el lugar de la inteligencia? 13 No conoce el hombre su valor, ni se halla en la tierra de los vivientes. 14 El abismo dice: "No está en mí"; y el mar dice: "No está conmigo." 15 No se puede dar oro puro por ella, ni peso de plata por su precio. 16 No puede evaluarse con oro de Ofir, ni con ónice precioso, ni zafiro. 17 No la pueden igualar ni el oro ni el vidrio, ni se puede cambiar por artículos de oro puro. 18 Coral y cristal ni se mencionen; la adquisición de la sabiduría es mejor que las perlas. 19 El topacio de Etiopía no puede igualarla, ni con oro puro se puede evaluar. 20 ¿De dónde, pues, viene la sabiduría? ¿Y dónde está el lugar de la inteligencia? 21 Está escondida de los ojos de todos los vivientes, y oculta a todas las aves del cielo. 22 El Abadón y la muerte dicen: "Con nuestros oídos hemos oído su fama." 23 Dios entiende el camino de ella, y conoce su lugar. 24 Porque El contempla los confines de la tierra, y ve todo bajo los cielos. 25 Cuando El dio peso al viento y determinó las aguas por medida; 26 cuando puso límite a la lluvia y camino para el rayo, 27 entonces El la vio y la declaró, la estableció y también la escudriñó. 28 Y dijo al hombre: "He aquí, el temor del Señor es sabiduría, y apartarse del mal, inteligencia."
1 Y reanudó Job su discurso, y dijo: 2 ¡Quién me diera volver a ser como en meses pasados, como en los días en que Dios velaba sobre mí; 3 cuando su lámpara resplandecía sobre mi cabeza, y a su luz caminaba yo en las tinieblas; 4 como era yo en los días de mi juventud , cuando el favor de Dios estaba sobre mi tienda; 5 cuando el Todopoderoso estaba aún conmigo, y mis hijos en derredor mío; 6 cuando en leche se bañaban mis pies, y la roca me derramaba ríos de aceite! 7 Cuando yo salía a la puerta de la ciudad, cuando en la plaza tomaba mi asiento, 8 me veían los jóvenes y se escondían, y los ancianos se levantaban y permanecían en pie. 9 Los príncipes dejaban de hablar y ponían la mano sobre su boca; 10 la voz de los nobles se apagaba, y la lengua se les pegaba al paladar. 11 Porque el oído que oía me llamaba bienaventurado, y el ojo que veía daba testimonio de mí; 12 porque yo libraba al pobre que clamaba, y al huérfano que no tenía quien le ayudara. 13 Venía sobre mí la bendición del que estaba a punto de perecer, y el corazón de la viuda llenaba de gozo. 14 De justicia me vestía, y ella me cubría; como manto y turbante era mi derecho. 15 Ojos era yo para el ciego, y pies para el cojo. 16 Padre era para los necesitados, y examinaba la causa que no conocía. 17 Quebraba los colmillos del impío, y de sus dientes arrancaba la presa. 18 Entonces pensaba: "En mi nido moriré, y multiplicaré mis días como la arena. 19 "Mi raíz se extiende hacia las aguas, y el rocío se posa de noche en mi rama. 20 "Conmigo es siempre nueva mi gloria, y mi arco en mi mano se renueva." 21 Me escuchaban y esperaban, y guardaban silencio para oír mi consejo. 22 Después de mis palabras no hablaban de nuevo, y sobre ellos caía gota a gota mi discurso. 23 Me esperaban como a la lluvia, y abrían su boca como a lluvia de primavera. 24 Yo les sonreía cuando ellos no creían, y no abatían la luz de mi rostro. 25 Les escogía el camino y me sentaba como jefe, y moraba como rey entre las tropas, como el que consuela a los que lloran.
1 Pero ahora se burlan de mí los que son más jóvenes que yo, a cuyos padres no consideraba yo dignos de poner con los perros de mi ganado. 2 En verdad, la fuerza de sus manos ¿de qué me servía? Había desaparecido de ellos el vigor. 3 De miseria y hambre estaban extenuados; roían la tierra seca de noche en desierto y desolación; 4 arrancaban malvas junto a los matorrales, y raíz de retama era su alimento. 5 De la comunidad fueron expulsados, gritaban contra ellos como contra un ladrón. 6 Moraban en valles de terror, en las cuevas de la tierra y de las peñas. 7 Entre los matorrales clamaban; bajo las ortigas se reunían. 8 Necios, sí, hijos sin nombre, echados a latigazos de la tierra. 9 Y ahora he venido a ser su escarnio, y soy para ellos refrán. 10 Me aborrecen y se alejan de mí, y no se retraen de escupirme a la cara. 11 Por cuanto El ha aflojado la cuerda de su arco y me ha afligido, se han quitado el freno delante de mí. 12 A mi derecha se levanta el populacho , arrojan lazos a mis pies y preparan contra mí sus caminos de destrucción. 13 Arruinan mi senda, a causa de mi destrucción se benefician, nadie los detiene. 14 Como por ancha brecha vienen, en medio de la tempestad siguen rodando. 15 Contra mí se vuelven los terrores, como el viento persiguen mi honor, y como nube se ha disipado mi prosperidad. 16 Y ahora en mí se derrama mi alma; se han apoderado de mí días de aflicción. 17 De noche El traspasa mis huesos dentro de mí, y los dolores que me roen no descansan. 18 Una gran fuerza deforma mi vestidura, me aprieta como el cuello de mi túnica. 19 El me ha arrojado al lodo, y soy como el polvo y la ceniza. 20 Clamo a ti, y no me respondes; me pongo en pie, y no me prestas atención. 21 Te has vuelto cruel conmigo, con el poder de tu mano me persigues. 22 Me alzas al viento, me haces cabalgar en él, y me deshaces en la tempestad. 23 Pues sé que a la muerte me llevarás, a la casa de reunión de todos los vivientes. 24 Sin embargo ¿no extiende la mano el que está en un montón de ruinas, cuando clama en su calamidad? 25 ¿No he llorado por aquél cuya vida es difícil? ¿No se angustió mi alma por el necesitado? 26 Cuando esperaba yo el bien, vino el mal, cuando esperaba la luz, vino la oscuridad. 27 Por dentro me hierven las entrañas, y no puedo descansar; me vienen al encuentro días de aflicción. 28 Ando enlutado, sin consuelo; me levanto en la asamblea y clamo. 29 He venido a ser hermano de chacales, y compañero de avestruces. 30 Mi piel se ennegrece sobre mí, y mis huesos se queman por la fiebre. 31 Se ha convertido en duelo mi arpa, y mi flauta en voz de los que lloran.
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