4 Sea ese día tinieblas, no lo tome en cuenta Dios desde lo alto, ni resplandezca sobre él la luz. 5 Apodérense de él tinieblas y densa oscuridad, pósese sobre él una nube, llénelo de terror la negrura del día. 6 Y en cuanto a aquella noche, apodérense de ella las tinieblas; que no se alegre entre los días del año, ni se cuente en el número de los meses. 7 He aquí, sea estéril aquella noche, no entren en ella gritos de júbilo. 8 Maldíganla los que maldicen el día, los que están listos para despertar a Leviatán. 9 Oscurézcanse las estrellas de su alba; que espere la luz mas no la tenga, que tampoco vea el rayar de la aurora; 10 porque no cerró las puertas del vientre de mi madre, ni escondió la aflicción de mis ojos. 11 ¿Por qué no morí yo al nacer, o expiré al salir del vientre? 12 ¿Por qué me recibieron las rodillas, y para qué los pechos que me dieron de mamar? 13 Porque ahora yo yacería tranquilo; dormiría, y entonces tendría descanso 14 con los reyes y los consejeros de la tierra, que reedificaron ruinas para sí; 15 o con príncipes que tenían oro, que llenaban sus casas de plata. 16 O como aborto desechado, yo no existiría, como los niños que nunca vieron la luz. 17 Allí los impíos cesan de airarse, y allí reposan los cansados. 18 Juntos reposan los prisioneros; no oyen la voz del capataz. 19 Allí están los pequeños y los grandes, y el esclavo es libre de su señor. 20 ¿Por qué se da luz al que sufre, y vida al amargado de alma; 21 a los que ansían la muerte, pero no llega, y cavan por ella más que por tesoros; 22 que se alegran sobremanera, y se regocijan cuando encuentran el sepulcro? 23 ¿Por qué dar luz al hombre cuyo camino está escondido, y a quien Dios ha cercado? 24 Porque al ver mi alimento salen mis gemidos, y mis clamores se derraman como agua. 25 Pues lo que temo viene sobre mí, y lo que me aterroriza me sucede. 26 No tengo reposo ni estoy tranquilo, no descanso, sino que me viene turbación.
1 Entonces respondió Elifaz temanita, y dijo: 2 Si alguien osara hablarte, ¿te pondrías impaciente? Pero ¿quién puede abstenerse de hablar? 3 He aquí, tú has exhortado a muchos, y las manos débiles has fortalecido. 4 Al que tropezaba tus palabras han levantado, y las rodillas débiles has robustecido. 5 Pero ahora que te ha llegado a ti, te impacientas; te toca a ti, y te desalientas. 6 ¿No es tu temor a Dios tu confianza, y la integridad de tus caminos tu esperanza? 7 Recuerda ahora, ¿quién siendo inocente ha perecido jamás? ¿O dónde han sido destruidos los rectos? 8 Por lo que yo he visto, los que aran iniquidad y los que siembran aflicción, eso siegan. 9 Por el aliento de Dios perecen, y por la explosión de su ira son consumidos. 10 El rugido del león, el bramido de la fiera y los dientes de los leoncillos son quebrantados. 11 El león perece por falta de presa, y los cachorros de la leona se dispersan. 12 Una palabra me fue traída furtivamente, y mi oído percibió un susurro de ella. 13 Entre pensamientos inquietantes de visiones nocturnas, cuando el sueño profundo cae sobre los hombres, 14 me sobrevino un espanto, un temblor que hizo estremecer todos mis huesos. 15 Entonces un espíritu pasó cerca de mi rostro, y el pelo de mi piel se erizó. 16 Se detuvo, pero no pude reconocer su aspecto; una figura estaba delante de mis ojos, hubo silencio, después oí una voz: 17 "¿Es el mortal justo delante de Dios? ¿Es el hombre puro delante de su Hacedor? 18 "El no confía ni aún en sus siervos; y a sus ángeles atribuye errores. 19 "¡Cuánto más a los que habitan en casas de barro, cuyos cimientos están en el polvo, que son aplastados como la polilla! 20 "Entre la mañana y la tarde son hechos pedazos; sin que nadie se dé cuenta, perecen para siempre. 21 "¿No les es arrancada la cuerda de su tienda? Mueren, mas sin sabiduría."
1 Llama ahora, ¿habrá quién te responda? ¿Y a cuál de los santos te volverás? 2 Porque el enojo mata al insensato, y la ira da muerte al necio. 3 Yo he visto al insensato echar raíces, y al instante maldije su morada. 4 Sus hijos no tienen seguridad alguna, aun en la puerta son oprimidos , y no hay quien los libre. 5 Su cosecha devoran los hambrientos, la toman aun de entre los espinos, y el intrigante ansía su riqueza. 6 Porque la aflicción no viene del polvo, ni brota el infortunio de la tierra; 7 porque el hombre nace para la aflicción, como las chispas vuelan hacia arriba. 8 Pero yo buscaría a Dios, y delante de Dios presentaría mi causa; 9 El hace cosas grandes e inescrutables, maravillas sin número. 10 El da la lluvia sobre la faz de la tierra, y envía las aguas sobre los campos. 11 Para poner en alto a los humildes, y a los que lloran levantarlos a lugar seguro, 12 El frustra las tramas de los astutos, para que sus manos no tengan éxito. 13 El prende a los sabios en su propia astucia, y el consejo de los sagaces pronto se frustra. 14 De día tropiezan con las tinieblas, y a mediodía andan a tientas como de noche. 15 Pero El salva al pobre de la espada, de sus bocas y de la mano del poderoso. 16 El desamparado, pues, tiene esperanza, y la injusticia tiene que cerrar su boca. 17 He aquí, cuán bienaventurado es el hombre a quien Dios reprende; no desprecies, pues, la disciplina del Todopoderoso. 18 Porque El inflige dolor, y da alivio; El hiere, y sus manos también sanan. 19 De seis aflicciones te librará, y en siete no te tocará el mal. 20 En el hambre te salvará de la muerte, y en la guerra del poder de la espada. 21 Estarás a cubierto del azote de la lengua, y no temerás la violencia cuando venga. 22 De la violencia y del hambre te reirás, y no temerás a las fieras de la tierra.
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