1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. 2 Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo quita; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto. 3 Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. 4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer. 6 Si alguno no permanece en mí, es echado fuera como un sarmiento y se seca; y los recogen, los echan al fuego y se queman. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así probéis que sois mis discípulos. 9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea perfecto. 12 Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, así como yo os he amado. 13 Nadie tiene un amor mayor que éste: que uno dé su vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. 15 Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído de mi Padre. 16 Vosotros no me escogisteis a mí, sino que yo os escogí a vosotros, y os designé para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. 17 Esto os mando: que os améis los unos a los otros. 18 Si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a mí antes que a vosotros. 19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia. 20 Acordaos de la palabra que yo os dije: "Un siervo no es mayor que su señor." Si me persiguieron a mí, también os perseguirán a vosotros; si guardaron mi palabra, también guardarán la vuestra. 21 Pero todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió. 22 Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado, pero ahora no tienen excusa por su pecado. 23 El que me odia a mí, odia también a mi Padre. 24 Si yo no hubiera hecho entre ellos las obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y me han odiado a mí y también a mi Padre. 25 Pero han hecho esto para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: "ME ODIARON SIN CAUSA." 26 Cuando venga el Consolador, a quien yo enviaré del Padre, es decir, el Espíritu de verdad que procede del Padre, El dará testimonio de mí, 27 y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio.
1 Entonces Dios dijo a Moisés: Sube hacia el SEÑOR, tú y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel, y adoraréis desde lejos. 2 Sin embargo, Moisés se acercará solo al SEÑOR, y ellos no se acercarán, ni el pueblo subirá con él. 3 Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras del SEÑOR y todas las ordenanzas; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que el SEÑOR ha dicho. 4 Y Moisés escribió todas las palabras del SEÑOR. Levantándose muy de mañana, edificó un altar al pie del monte, con doce columnas por las doce tribus de Israel. 5 Y envió jóvenes de los hijos de Israel, que ofrecieron holocaustos y sacrificaron novillos como ofrendas de paz al SEÑOR. 6 Moisés tomó la mitad de la sangre y la puso en vasijas, y la otra mitad de la sangre la roció sobre el altar. 7 Luego tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, y ellos dijeron: Todo lo que el SEÑOR ha dicho haremos y obedeceremos. 8 Entonces Moisés tomó la sangre y la roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que el SEÑOR ha hecho con vosotros, según todas estas palabras. 9 Y subió Moisés con Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; 10 y vieron al Dios de Israel, y debajo de sus pies había como un embaldosado de zafiro, tan claro como el mismo cielo. 11 Mas El no extendió su mano contra los príncipes de los hijos de Israel; y ellos vieron a Dios y comieron y bebieron. 12 Y el SEÑOR dijo a Moisés: Sube hasta mí, al monte, y espera allí, y te daré las tablas de piedra con la ley y los mandamientos que he escrito para instrucción de ellos. 13 Y se levantó Moisés con Josué su ayudante, y subió Moisés al monte de Dios, 14 y dijo a los ancianos: Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros. Y he aquí, Aarón y Hur están con vosotros; el que tenga algún asunto legal, acuda a ellos. 15 Entonces subió Moisés al monte, y la nube cubrió el monte. 16 Y la gloria del SEÑOR reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día, Dios llamó a Moisés de en medio de la nube. 17 A los ojos de los hijos de Israel la apariencia de la gloria del SEÑOR era como un fuego consumidor sobre la cumbre del monte. 18 Y entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches.
1 Sed imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo. 2 Os alabo porque en todo os acordáis de mí y guardáis las tradiciones con firmeza, tal como yo os las entregué. 3 Pero quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios. 4 Todo hombre que cubre su cabeza mientras ora o profetiza, deshonra su cabeza. 5 Pero toda mujer que tiene la cabeza descubierta mientras ora o profetiza, deshonra su cabeza; porque se hace una con la que está rapada. 6 Porque si la mujer no se cubre la cabeza, que también se corte el cabello; pero si es deshonroso para la mujer cortarse el cabello, o raparse, que se cubra. 7 Pues el hombre no debe cubrirse la cabeza, ya que él es la imagen y gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del hombre. 8 Porque el hombre no procede de la mujer, sino la mujer del hombre; 9 pues en verdad el hombre no fue creado a causa de la mujer, sino la mujer a causa del hombre. 10 Por tanto, la mujer debe tener un símbolo de autoridad sobre la cabeza, por causa de los ángeles. 11 Sin embargo, en el Señor, ni la mujer es independiente del hombre, ni el hombre independiente de la mujer. 12 Porque así como la mujer procede del hombre, también el hombre nace de la mujer; y todas las cosas proceden de Dios. 13 Juzgad vosotros mismos: ¿es propio que la mujer ore a Dios con la cabeza descubierta? 14 ¿No os enseña la misma naturaleza que si el hombre tiene el cabello largo le es deshonra, 15 pero que si la mujer tiene el cabello largo le es una gloria? Pues a ella el cabello le es dado por velo. 16 Pero si alguno parece ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni la tienen las iglesias de Dios. 17 Pero al daros estas instrucciones, no os alabo, porque no os congregáis para lo bueno, sino para lo malo. 18 Pues, en primer lugar, oigo que cuando os reunís como iglesia hay divisiones entre vosotros; y en parte lo creo. 19 Porque es necesario que entre vosotros haya bandos, a fin de que se manifiesten entre vosotros los que son aprobados. 20 Por tanto, cuando os reunís, esto ya no es comer la cena del Señor, 21 porque al comer, cada uno toma primero su propia cena; y uno pasa hambre y otro se embriaga. 22 ¿Qué? ¿No tenéis casas para comer y beber? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios y avergonzáis a los que nada tienen? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabaré. 23 Porque yo recibí del Señor lo mismo que os he enseñado: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, 24 y después de dar gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que es para vosotros; haced esto en memoria de mí. 25 De la misma manera tomó también la copa después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto cuantas veces la bebáis en memoria de mí. 26 Porque todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor proclamáis hasta que El venga. 27 De manera que el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor. 28 Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba de la copa. 29 Porque el que come y bebe sin discernir correctamente el cuerpo del Señor, come y bebe juicio para sí. 30 Por esta razón hay muchos débiles y enfermos entre vosotros, y muchos duermen . 31 Pero si nos juzgáramos a nosotros mismos, no seríamos juzgados. 32 Pero cuando somos juzgados, el Señor nos disciplina para que no seamos condenados con el mundo. 33 Así que, hermanos míos, cuando os reunáis para comer, esperaos unos a otros. 34 Si alguno tiene hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio. Los demás asuntos los arreglaré cuando vaya.
1 Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia a vosotros y paz. 2 Siempre damos gracias a Dios por todos vosotros, haciendo mención de vosotros en nuestras oraciones; 3 teniendo presente sin cesar delante de nuestro Dios y Padre vuestra obra de fe, vuestro trabajo de amor y la firmeza de vuestra esperanza en nuestro Señor Jesucristo; 4 sabiendo, hermanos amados de Dios, su elección de vosotros, 5 pues nuestro evangelio no vino a vosotros solamente en palabras, sino también en poder y en el Espíritu Santo y con plena convicción; como sabéis qué clase de personas demostramos ser entre vosotros por amor a vosotros. 6 Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, habiendo recibido la palabra, en medio de mucha tribulación, con el gozo del Espíritu Santo, 7 de manera que llegasteis a ser un ejemplo para todos los creyentes en Macedonia y en Acaya. 8 Porque saliendo de vosotros, la palabra del Señor ha resonado, no sólo en Macedonia y Acaya, sino que también por todas partes vuestra fe en Dios se ha divulgado, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada. 9 Pues ellos mismos cuentan acerca de nosotros, de la acogida que tuvimos por parte de vosotros, y de cómo os convertisteis de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero, 10 y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de entre los muertos, es decir, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera.
1 He aquí todo esto han visto mis ojos, lo ha escuchado y entendido mi oído. 2 Lo que vosotros sabéis yo también lo sé; no soy menos que vosotros. 3 Pero quiero hablar al Todopoderoso, y deseo argumentar con Dios. 4 Mas vosotros sois forjadores de mentiras; todos vosotros sois médicos inútiles. 5 ¡Quién diera que guardarais completo silencio y se convirtiera esto en vuestra sabiduría! 6 Oíd, os ruego, mi razonamiento, y prestad atención a los argumentos de mis labios. 7 ¿Hablaréis por Dios lo que es injusto y diréis por El lo que es engañoso? 8 ¿Mostraréis por El parcialidad? ¿Contenderéis por Dios? 9 ¿Os irá bien cuando El os escudriñe, o le engañaréis como se engaña a un hombre? 10 Ciertamente El os reprenderá si en secreto mostráis parcialidad. 11 ¿No os llenará de temor su majestad, y no caerá sobre vosotros su terror? 12 Vuestras máximas son proverbios de ceniza, vuestras defensas son defensas de barro. 13 Callad delante de mí para que pueda hablar yo; y venga sobre mí lo que venga. 14 ¿Por qué me he de quitar la carne con mis dientes, y poner mi vida en mis manos? 15 Aunque El me mate, en El esperaré; pero defenderé mis caminos delante de El. 16 El también será mi salvación, porque un impío no comparece en su presencia. 17 Escuchad atentamente mis palabras, y que mi declaración llene vuestros oídos. 18 He aquí ahora, yo he preparado mi causa; sé que seré justificado. 19 ¿Quién contenderá conmigo?, porque entonces me callaría y moriría. 20 Sólo dos cosas no hagas conmigo, y no me esconderé de tu rostro: 21 retira de mí tu mano, y tu terror no me espante. 22 Entonces llama, y yo responderé; o déjame hablar, y respóndeme tú. 23 ¿Cuántas son mis iniquidades y pecados? Hazme conocer mi rebelión y mi pecado. 24 ¿Por qué escondes tu rostro y me consideras tu enemigo? 25 ¿Harás que tiemble una hoja llevada por el viento, o perseguirás a la paja seca? 26 Pues escribes contra mí cosas amargas, y me haces responsable de las iniquidades de mi juventud. 27 Pones mis pies en el cepo, y vigilas todas mis sendas; pones límite a las plantas de mis pies, 28 mientras me deshago como cosa podrida, como vestido comido de polilla.
1 ¡Aleluya! Daré gracias al SEÑOR con todo mi corazón, en la compañía de los rectos y en la congregación. 2 Grandes son las obras del SEÑOR, buscadas por todos los que se deleitan en ellas. 3 Esplendor y majestad es su obra, y su justicia permanece para siempre. 4 Ha hecho sus maravillas para ser recordadas; clemente y compasivo es el SEÑOR. 5 Ha dado alimento a los que le temen; recordará su pacto para siempre. 6 Ha hecho conocer a su pueblo el poder de sus obras, al darle la heredad de las naciones. 7 Las obras de sus manos son verdad y justicia, fieles todos sus preceptos. 8 Son afirmados para siempre jamás, ejecutados con fidelidad y rectitud. 9 El ha enviado redención a su pueblo, ha ordenado su pacto para siempre; santo y temible es su nombre. 10 El principio de la sabiduría es el temor del SEÑOR; buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; su alabanza permanece para siempre.
1 El hijo sabio acepta la disciplina de su padre, pero el escarnecedor no escucha la reprensión. 2 Del fruto de su boca el hombre comerá el bien, pero el deseo de los pérfidos es la violencia. 3 El que guarda su boca, preserva su vida; el que mucho abre sus labios, termina en ruina. 4 El alma del perezoso desea, pero nada consigue, mas el alma de los diligentes queda satisfecha. 5 El justo aborrece la falsedad, mas el impío causa repugnancia y verguenza. 6 La justicia guarda al íntegro en su camino, mas la maldad trastorna al pecador. 7 Hay quien pretende ser rico, y nada tiene; hay quien pretende ser pobre, y tiene una gran fortuna. 8 El rescate de la vida de un hombre está en sus riquezas, pero el pobre no oye amenazas. 9 La luz de los justos brilla alegremente, pero la lámpara de los impíos se apaga. 10 Por la soberbia sólo viene la contienda, mas con los que reciben consejos está la sabiduría. 11 La fortuna obtenida con fraude disminuye, pero el que la recoge con trabajo la aumenta. 12 La esperanza que se demora enferma el corazón, pero el deseo cumplido es árbol de vida. 13 El que desprecia la palabra pagará por ello, pero el que teme el mandamiento será recompensado. 14 La enseñanza del sabio es fuente de vida, para apartarse de los lazos de la muerte. 15 El buen entendimiento produce favor, mas el camino de los pérfidos es duro. 16 Todo hombre prudente obra con conocimiento, pero el necio ostenta necedad. 17 El mensajero perverso cae en la adversidad, pero el enviado fiel trae sanidad. 18 Pobreza y verguenza vendrán al que menosprecia la instrucción , mas el que acepta la reprensión será honrado. 19 Deseo cumplido es dulzura para el alma, pero abominación para los necios es apartarse del mal. 20 El que anda con sabios será sabio, mas el compañero de los necios sufrirá daño. 21 A los pecadores los persigue el mal, pero los justos serán recompensados con el bien. 22 El hombre bueno deja herencia a los hijos de sus hijos, pero la riqueza del pecador está reservada para el justo. 23 El barbecho de los pobres tiene mucho de comer, pero es barrido por la injusticia. 24 El que escatima la vara odia a su hijo, mas el que lo ama lo disciplina con diligencia. 25 El justo come hasta saciar su alma, pero el vientre de los impíos sufre escasez.
1 Estos, pues, son los reyes de la tierra a quienes los hijos de Israel derrotaron, y cuya tierra poseyeron al otro lado del Jordán, hacia el oriente, desde el valle del Arnón hasta el monte Hermón, y todo el Arabá hacia el oriente: 2 Sehón, rey de los amorreos, que habitaba en Hesbón y gobernaba desde Aroer, que está al borde del valle del Arnón, el medio del valle y la mitad de Galaad, y hasta el arroyo de Jaboc, límite de los hijos de Amón; 3 y el Arabá hasta el mar de Cineret hacia el oriente, y hasta el mar de Arabá, el mar Salado, al oriente hacia Bet-jesimot, y al sur, al pie de las laderas del Pisga; 4 y el territorio de Og, rey de Basán, uno de los que quedaba de los refaítas, que habitaba en Astarot y en Edrei, 5 y gobernaba en el monte Hermón, en Salca y en todo Basán, hasta los límites del gesureo y del maacateo, y la mitad de Galaad, hasta el límite de Sehón, rey de Hesbón. 6 A éstos Moisés, siervo del SEÑOR, y los hijos de Israel los derrotaron; y Moisés, siervo del SEÑOR, dio su tierra en posesión a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés. 7 Estos, pues, son los reyes de la tierra que Josué y los hijos de Israel derrotaron al otro lado del Jordán, hacia el occidente, desde Baal-gad en el valle del Líbano hasta el monte Halac que se levanta hacia Seir; y Josué dio la tierra en posesión a las tribus de Israel según sus divisiones, 8 en la región montañosa, en las tierras bajas, en el Arabá, en las laderas, en el desierto y en el Neguev; de los heteos, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos: 9 el rey de Jericó, uno; el rey de Hai, que está al lado de Betel, uno; 10 el rey de Jerusalén, uno; el rey de Hebrón, uno; 11 el rey de Jarmut, uno; el rey de Laquis, uno; 12 el rey de Eglón, uno; el rey de Gezer, uno; 13 el rey de Debir, uno; el rey de Geder, uno; 14 el rey de Horma, uno; el rey de Arad, uno; 15 el rey de Libna, uno; el rey de Adulam, uno; 16 el rey de Maceda, uno; el rey de Betel, uno; 17 el rey de Tapúa, uno; el rey de Hefer, uno; 18 el rey de Afec, uno; el rey de Sarón, uno; 19 el rey de Madón, uno; el rey de Hazor, uno; 20 el rey de Simron-merón, uno; el rey de Acsaf, uno; 21 el rey de Taanac, uno; el rey de Meguido, uno; 22 el rey de Cedes, uno; el rey de Jocneam del Carmelo, uno; 23 el rey de Dor, en las alturas de Dor, uno; el rey de Goim en Gilgal, uno; 24 el rey de Tirsa, uno. Treinta y un reyes en total.
1 Y brotará un retoño del tronco de Isaí, y un vástago de sus raíces dará fruto. 2 Y reposará sobre El el Espíritu del SEÑOR, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del SEÑOR. 3 Se deleitará en el temor del SEÑOR, y no juzgará por lo que vean sus ojos, ni sentenciará por lo que oigan sus oídos; 4 sino que juzgará al pobre con justicia, y fallará con equidad por los afligidos de la tierra; herirá la tierra con la vara de su boca, y con el soplo de sus labios matará al impío. 5 La justicia será ceñidor de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura. 6 El lobo morará con el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito; el becerro, el leoncillo y el animal doméstico andarán juntos , y un niño los conducirá. 7 La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas, y el león, como el buey, comerá paja. 8 El niño de pecho jugará junto a la cueva de la cobra, y el niño destetado extenderá su mano sobre la guarida de la víbora. 9 No dañarán ni destruirán en todo mi santo monte, porque la tierra estará llena del conocimiento del SEÑOR, como las aguas cubren el mar. 10 Acontecerá en aquel día que las naciones acudirán a la raíz de Isaí, que estará puesta como señal para los pueblos, y será gloriosa su morada. 11 Entonces acontecerá en aquel día que el Señor ha de recobrar de nuevo con su mano, por segunda vez, al remanente de su pueblo que haya quedado de Asiria, de Egipto, de Patros, de Cus, de Elam, de Sinar, de Hamat y de las islas del mar. 12 Alzará un estandarte ante las naciones, reunirá a los desterrados de Israel, y juntará a los dispersos de Judá de los cuatro confines de la tierra. 13 Entonces se disipará la envidia de Efraín, y los que hostigan a Judá serán exterminados; Efraín no envidiará a Judá, y Judá no hostigará a Efraín. 14 Y ellos se lanzarán sobre el costado de los filisteos al occidente, juntos despojarán a los hijos del oriente; Edom y Moab estarán bajo su dominio, y los hijos de Amón les estarán sujetos. 15 Y el SEÑOR destruirá la lengua del mar de Egipto; agitará su mano sobre el río con su viento abrasador, lo partirá en siete arroyos y hará que se pueda pasar en sandalias. 16 Y habrá una calzada desde Asiria para el remanente que quede de su pueblo, así como la hubo para Israel el día que subieron de la tierra de Egipto.
1 Saulo, respirando todavía amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote, 2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos que pertenecieran al Camino, tanto hombres como mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén. 3 Y sucedió que mientras viajaba, al acercarse a Damasco, de repente resplandeció en su derredor una luz del cielo; 4 y al caer a tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 5 Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y El respondió: Yo soy Jesús a quien tú persigues; 6 levántate , entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. 7 Los hombres que iban con él se detuvieron atónitos, oyendo la voz, pero sin ver a nadie. 8 Saulo se levantó del suelo, y aunque sus ojos estaban abiertos, no veía nada; y llevándolo por la mano, lo trajeron a Damasco. 9 Y estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió. 10 Había en Damasco cierto discípulo llamado Ananías; y el Señor le dijo en una visión: Ananías. Y él dijo: Heme aquí, Señor. 11 Y el Señor le dijo: Levántate y ve a la calle que se llama Derecha, y pregunta en la casa de Judas por un hombre de Tarso llamado Saulo, porque, he aquí, está orando, 12 y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista. 13 Pero Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuanto mal ha hecho a tus santos en Jerusalén, 14 y aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. 15 Pero el Señor le dijo: Ve, porque él me es un instrumento escogido, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, de los reyes y de los hijos de Israel; 16 porque yo le mostraré cuánto debe padecer por mi nombre. 17 Ananías fue y entró en la casa, y después de poner las manos sobre él, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo. 18 Al instante cayeron de sus ojos como unas escamas, y recobró la vista; y se levantó y fue bautizado. 19 Tomó alimentos y cobró fuerzas. Y por varios días estuvo con los discípulos que estaban en Damasco. 20 Y enseguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas, diciendo: El es el Hijo de Dios. 21 Y todos los que lo escuchaban estaban asombrados y decían: ¿No es éste el que en Jerusalén destruía a los que invocaban este nombre, y el que había venido aquí con este propósito: para llevarlos atados ante los principales sacerdotes? 22 Pero Saulo seguía fortaleciéndose y confundiendo a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que este Jesús es el Cristo. 23 Después de muchos días, los judíos tramaron deshacerse de él, 24 pero su conjura llegó al conocimiento de Saulo. Y aun vigilaban las puertas día y noche con el intento de matarlo; 25 pero sus discípulos lo tomaron de noche y lo sacaron por una abertura en la muralla, bajándolo en una canasta. 26 Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; y todos le temían, no creyendo que era discípulo. 27 Pero Bernabé lo tomó y lo presentó a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto al Señor en el camino, y que El le había hablado, y cómo en Damasco había hablado con valor en el nombre de Jesús. 28 Y estaba con ellos moviéndose libremente en Jerusalén, hablando con valor en el nombre del Señor. 29 También hablaba y discutía con los judíos helenistas; mas éstos intentaban matarlo. 30 Pero cuando los hermanos lo supieron, lo llevaron a Cesarea, y de allí lo enviaron a Tarso. 31 Entretanto la iglesia gozaba de paz por toda Judea, Galilea y Samaria, y era edificada; y andando en el temor del Señor y en la fortaleza del Espíritu Santo, seguía creciendo. 32 Y mientras Pedro viajaba por todas aquellas regiones, vino también a los santos que vivían en Lida. 33 Allí encontró a un hombre llamado Eneas, que había estado postrado en cama por ocho años, porque estaba paralítico. 34 Y Pedro le dijo: Eneas, Jesucristo te sana; levántate y haz tu cama. Y al instante se levantó. 35 Todos los que vivían en Lida y en Sarón lo vieron, y se convirtieron al Señor. 36 Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita (que traducido al griego es Dorcas); esta mujer era rica en obras buenas y de caridad que hacía continuamente. 37 Y sucedió que en aquellos días se enfermó y murió; y lavado su cuerpo, lo pusieron en un aposento alto. 38 Como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, al oír que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, rogándole: No tardes en venir a nosotros. 39 Entonces Pedro se levantó y fue con ellos. Cuando llegó lo llevaron al aposento alto, y todas las viudas lo rodearon llorando, mostrando todas las túnicas y ropas que Dorcas solía hacer cuando estaba con ellas. 40 Mas Pedro, haciendo salir a todos, se arrodilló y oró, y volviéndose al cadáver, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó. 41 Y él le dio la mano y la levantó; y llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva. 42 Y esto se supo en todo Jope, y muchos creyeron en el Señor. 43 Y Pedro se quedó en Jope muchos días con un tal Simón, curtidor.
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