1 Por tanto, cuando el Señor supo que los fariseos habían oído que El hacía y bautizaba más discípulos que Juan 2 (aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos), 3 salió de Judea y partió otra vez para Galilea. 4 Y tenía que pasar por Samaria. 5 Llegó<***>, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la parcela de tierra que Jacob dio a su hijo José; 6 y allí estaba el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo. Era como la hora sexta. 7 Una mujer de Samaria vino<***> a sacar agua, y Jesús le dijo<***>: Dame de beber. 8 Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. 9 Entonces la mujer samaritana le dijo<***>: ¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (Porque los judíos no tienen tratos con los samaritanos.) 10 Respondió Jesús y le dijo: Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a El, y El te hubiera dado agua viva. 11 Ella le dijo<***>: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? 12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo del cual bebió él mismo, y sus hijos, y sus ganados? 13 Respondió Jesús y le dijo: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, 14 pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna. 15 La mujer le dijo<***>: Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla. 16 El le dijo<***>: Ve, llama a tu marido y ven acá. 17 Respondió la mujer y le dijo: No tengo marido. Jesús le dijo<***>: Bien has dicho: "No tengo marido", 18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad. 19 La mujer le dijo<***>: Señor, me parece que tú eres profeta. 20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar. 21 Jesús le dijo<***>: Mujer, créeme; la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22 Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. 23 Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. 24 Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad. 25 La mujer le dijo<***>: Sé que el Mesías viene (el que es llamado Cristo); cuando El venga nos declarará todo. 26 Jesús le dijo<***>: Yo soy, el que habla contigo. 27 En esto llegaron sus discípulos y se admiraron de que hablara con una mujer, pero ninguno le preguntó: ¿Qué tratas de averiguar? o: ¿Por qué hablas con ella? 28 Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo<***> a los hombres: 29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿No será éste el Cristo? 30 Y salieron de la ciudad e iban a El. 31 Mientras tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. 32 Pero El les dijo: Yo tengo para comer una comida que vosotros no sabéis. 33 Los discípulos entonces se decían entre sí: ¿Le habrá traído alguien de comer? 34 Jesús les dijo<***>: Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra. 35 ¿No decís vosotros: "Todavía faltan cuatro meses, y después viene la siega"? He aquí, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos que ya están blancos para la siega. 36 Ya el segador recibe salario y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra se regocije juntamente con el que siega. 37 Porque en este caso el dicho es verdadero: "Uno es el que siembra y otro el que siega." 38 Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado; otros han trabajado y vosotros habéis entrado en su labor. 39 Y de aquella ciudad, muchos de los samaritanos creyeron en El por la palabra de la mujer que daba testimonio, diciendo: El me dijo todo lo que yo he hecho. 40 De modo que cuando los samaritanos vinieron a El, le rogaban que se quedara con ellos; y se quedó allí dos días. 41 Y muchos más creyeron por su palabra, 42 y decían a la mujer: Ya no creemos por lo que tú has dicho, porque nosotros mismos le hemos oído, y sabemos que éste es en verdad el Salvador del mundo. 43 Después de los dos días, salió de allí para Galilea. 44 Porque Jesús mismo dio testimonio de que a un profeta no se le honra en su propia tierra. 45 Así que cuando llegó a Galilea, los galileos le recibieron, pues habían visto todo lo que hizo en Jerusalén durante la fiesta; porque ellos también habían ido a la fiesta. 46 Entonces vino otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había allí cierto oficial del rey cuyo hijo estaba enfermo en Capernaúm. 47 Cuando él oyó que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a su encuentro y le suplicaba que bajara y sanara a su hijo, porque estaba al borde de la muerte. 48 Jesús entonces le dijo: Si no veis señales y prodigios, no creeréis. 49 El oficial del rey le dijo<***>: Señor, baja antes de que mi hijo muera. 50 Jesús le dijo<***>: Vete, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo y se fue. 51 Y mientras bajaba, sus siervos le salieron al encuentro y le dijeron que su hijo vivía. 52 Entonces les preguntó a qué hora había empezado a mejorar. Y le respondieron: Ayer a la hora séptima se le quitó la fiebre. 53 El padre entonces se dio cuenta que fue a la hora en que Jesús le dijo: Tu hijo vive. Y creyó él y toda su casa. 54 Esta fue la segunda señal que Jesús hizo cuando fue de Judea a Galilea.
1 El SEÑOR habló a Moisés en las llanuras de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó, diciendo: 2 Manda a los hijos de Israel que de la herencia de su posesión den a los levitas ciudades en que puedan habitar; también daréis a los levitas tierras de pasto alrededor de las ciudades. 3 Y las ciudades serán suyas para habitar; y sus tierras de pasto serán para sus animales, para sus ganados y para todas sus bestias. 4 Las tierras de pasto de las ciudades que daréis a los levitas se extenderán desde la muralla de la ciudad hacia afuera mil codos alrededor. 5 Mediréis también afuera de la ciudad, al lado oriental dos mil codos, al lado sur dos mil codos, al lado occidental dos mil codos, y al lado norte dos mil codos, con la ciudad en el centro. Esto será de ellos como tierras de pasto para las ciudades. 6 Las ciudades que daréis a los levitas serán las seis ciudades de refugio, las que daréis para que el homicida huya a ellas; además de ellas les daréis cuarenta y dos ciudades. 7 Todas las ciudades que daréis a los levitas serán cuarenta y ocho ciudades, junto con sus tierras de pasto. 8 En cuanto a las ciudades que daréis de la posesión de los hijos de Israel, tomaréis más del más grande y tomaréis menos del más pequeño; cada uno dará algunas de sus ciudades a los levitas en proporción a la posesión que herede. 9 Luego el SEÑOR habló a Moisés, diciendo: 10 Habla a los hijos de Israel, y diles: "Cuando crucéis el Jordán a la tierra de Canaán, 11 escogeréis para vosotros ciudades para que sean vuestras ciudades de refugio, a fin de que pueda huir allí el homicida que haya matado a alguna persona sin intención. 12 "Las ciudades serán para vosotros como refugio del vengador, para que el homicida no muera hasta que comparezca delante de la congregación para juicio. 13 "Las ciudades que daréis serán vuestras seis ciudades de refugio. 14 "Daréis tres ciudades al otro lado del Jordán y tres ciudades en la tierra de Canaán; serán ciudades de refugio. 15 "Estas seis ciudades serán por refugio para los hijos de Israel, y para el forastero y para el peregrino entre ellos, para que huya allí cualquiera que sin intención mate a una persona. 16 "Pero si lo hirió con un objeto de hierro, y murió, es un asesino; al asesino ciertamente se le dará muerte. 17 "Y si lo hirió con una piedra en la mano, por la cual pueda morir, y muere, es un asesino; al asesino ciertamente se le dará muerte. 18 "O si lo golpeó con un objeto de madera en la mano, por lo cual pueda morir, y muere, es un asesino; al asesino ciertamente se le dará muerte. 19 "El vengador de sangre, él mismo dará muerte al asesino; le dará muerte cuando se encuentre con él. 20 "Y si lo empujó con odio, o le arrojó algo mientras lo acechaba, y murió, 21 o si lo hirió con la mano en enemistad, y murió, al que lo hirió ciertamente se le dará muerte; es un asesino. El vengador de sangre dará muerte al asesino cuando se encuentre con él. 22 "Pero si lo empujó súbitamente sin enemistad, o le arrojó algo sin acecharlo, 23 o tiró cualquier piedra que pudo matarlo, y sin ver que le cayó encima, murió, no siendo su enemigo ni procurando herirlo, 24 entonces la congregación juzgará entre el homicida y el vengador de la sangre conforme a estas ordenanzas. 25 "Y la congregación librará al homicida de la mano del vengador de sangre, y la congregación lo restaurará a la ciudad de refugio a la cual huyó; y vivirá en ella hasta la muerte del sumo sacerdote que fue ungido con óleo santo. 26 "Pero si el homicida sale en cualquier tiempo de los límites de la ciudad de refugio a la cual pudo huir, 27 y el vengador de sangre lo halla fuera de los límites de la ciudad de refugio, y el vengador de sangre mata al homicida, no será culpable de sangre, 28 porque el homicida debió haber permanecido en la ciudad de refugio hasta la muerte del sumo sacerdote. Pero después de la muerte del sumo sacerdote, el homicida volverá a su tierra. 29 "Estas cosas serán por norma de derecho para vosotros por vuestras generaciones en todas vuestras moradas. 30 "Si alguno mata a una persona, al asesino se le dará muerte ante la evidencia de testigos, pero a ninguna persona se le dará muerte por el testimonio de un solo testigo. 31 "Además, no tomaréis rescate por la vida de un asesino que es culpable de muerte, sino que de cierto se le dará muerte; 32 y no tomaréis rescate por el que ha huido a la ciudad de refugio para que vuelva y habite en la tierra antes de la muerte del sacerdote. 33 "Así que no contaminaréis la tierra en que estáis; porque la sangre contamina la tierra, y no se puede hacer expiación por la tierra, por la sangre derramada en ella, excepto mediante la sangre del que la derramó. 34 "Y no contaminaréis la tierra en que habitáis, en medio de la cual yo moro, pues yo, el SEÑOR, habito en medio de los hijos de Israel."
1 Sed imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo. 2 Os alabo porque en todo os acordáis de mí y guardáis las tradiciones con firmeza, tal como yo os las entregué. 3 Pero quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios. 4 Todo hombre que cubre su cabeza mientras ora o profetiza, deshonra su cabeza. 5 Pero toda mujer que tiene la cabeza descubierta mientras ora o profetiza, deshonra su cabeza; porque se hace una con la que está rapada. 6 Porque si la mujer no se cubre la cabeza, que también se corte el cabello; pero si es deshonroso para la mujer cortarse el cabello, o raparse, que se cubra. 7 Pues el hombre no debe cubrirse la cabeza, ya que él es la imagen y gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del hombre. 8 Porque el hombre no procede de la mujer, sino la mujer del hombre; 9 pues en verdad el hombre no fue creado a causa de la mujer, sino la mujer a causa del hombre. 10 Por tanto, la mujer debe tener un símbolo de autoridad sobre la cabeza, por causa de los ángeles. 11 Sin embargo, en el Señor, ni la mujer es independiente del hombre, ni el hombre independiente de la mujer. 12 Porque así como la mujer procede del hombre, también el hombre nace de la mujer; y todas las cosas proceden de Dios. 13 Juzgad vosotros mismos: ¿es propio que la mujer ore a Dios con la cabeza descubierta? 14 ¿No os enseña la misma naturaleza que si el hombre tiene el cabello largo le es deshonra, 15 pero que si la mujer tiene el cabello largo le es una gloria? Pues a ella el cabello le es dado por velo. 16 Pero si alguno parece ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni la tienen las iglesias de Dios. 17 Pero al daros estas instrucciones, no os alabo, porque no os congregáis para lo bueno, sino para lo malo. 18 Pues, en primer lugar, oigo que cuando os reunís como iglesia hay divisiones entre vosotros; y en parte lo creo. 19 Porque es necesario que entre vosotros haya bandos, a fin de que se manifiesten entre vosotros los que son aprobados. 20 Por tanto, cuando os reunís, esto ya no es comer la cena del Señor, 21 porque al comer, cada uno toma primero su propia cena; y uno pasa hambre y otro se embriaga. 22 ¿Qué? ¿No tenéis casas para comer y beber? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios y avergonzáis a los que nada tienen? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabaré. 23 Porque yo recibí del Señor lo mismo que os he enseñado: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, 24 y después de dar gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que es para vosotros; haced esto en memoria de mí. 25 De la misma manera tomó también la copa después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto cuantas veces la bebáis en memoria de mí. 26 Porque todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor proclamáis hasta que El venga. 27 De manera que el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor. 28 Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba de la copa. 29 Porque el que come y bebe sin discernir correctamente el cuerpo del Señor, come y bebe juicio para sí. 30 Por esta razón hay muchos débiles y enfermos entre vosotros, y muchos duermen . 31 Pero si nos juzgáramos a nosotros mismos, no seríamos juzgados. 32 Pero cuando somos juzgados, el Señor nos disciplina para que no seamos condenados con el mundo. 33 Así que, hermanos míos, cuando os reunáis para comer, esperaos unos a otros. 34 Si alguno tiene hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio. Los demás asuntos los arreglaré cuando vaya.
1 Todos los que están bajo yugo como esclavos, consideren a sus propios amos como dignos de todo honor, para que el nombre de Dios y nuestra doctrina no sean blasfemados. 2 Y los que tienen amos que son creyentes, no les falten el respeto, porque son hermanos, sino sírvanles aún mejor, ya que son creyentes y amados los que se benefician de su servicio. Enseña y predica estos principios. 3 Si alguno enseña una doctrina diferente y no se conforma a las sanas palabras, las de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, 4 está envanecido y nada entiende, sino que tiene un interés morboso en discusiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, 5 y constantes rencillas entre hombres de mente depravada, que están privados de la verdad, que suponen que la piedad es un medio de ganancia. 6 Pero la piedad, en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento. 7 Porque nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él. 8 Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos. 9 Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. 10 Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores. 11 Pero tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la perseverancia y la amabilidad. 12 Pelea la buena batalla de la fe; echa mano de la vida eterna a la cual fuiste llamado, y de la que hiciste buena profesión en presencia de muchos testigos. 13 Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato, 14 que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, 15 la cual manifestará a su debido tiempo el bienaventurado y único Soberano, el Rey de reyes y Señor de señores; 16 el único que tiene inmortalidad y habita en luz inaccesible; a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A El sea la honra y el dominio eterno. Amén. 17 A los ricos en este mundo, enséñales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, el cual nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos. 18 Enséñales que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, generosos y prontos a compartir, 19 acumulando para sí el tesoro de un buen fundamento para el futuro, para que puedan echar mano de lo que en verdad es vida. 20 Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, y evita las palabrerías vacías y profanas, y las objeciones de lo que falsamente se llama ciencia, 21 la cual profesándola algunos, se han desviado de la fe. La gracia sea con vosotros.
1 Y reanudó Job su discurso, y dijo: 2 ¡Quién me diera volver a ser como en meses pasados, como en los días en que Dios velaba sobre mí; 3 cuando su lámpara resplandecía sobre mi cabeza, y a su luz caminaba yo en las tinieblas; 4 como era yo en los días de mi juventud , cuando el favor de Dios estaba sobre mi tienda; 5 cuando el Todopoderoso estaba aún conmigo, y mis hijos en derredor mío; 6 cuando en leche se bañaban mis pies, y la roca me derramaba ríos de aceite! 7 Cuando yo salía a la puerta de la ciudad, cuando en la plaza tomaba mi asiento, 8 me veían los jóvenes y se escondían, y los ancianos se levantaban y permanecían en pie. 9 Los príncipes dejaban de hablar y ponían la mano sobre su boca; 10 la voz de los nobles se apagaba, y la lengua se les pegaba al paladar. 11 Porque el oído que oía me llamaba bienaventurado, y el ojo que veía daba testimonio de mí; 12 porque yo libraba al pobre que clamaba, y al huérfano que no tenía quien le ayudara. 13 Venía sobre mí la bendición del que estaba a punto de perecer, y el corazón de la viuda llenaba de gozo. 14 De justicia me vestía, y ella me cubría; como manto y turbante era mi derecho. 15 Ojos era yo para el ciego, y pies para el cojo. 16 Padre era para los necesitados, y examinaba la causa que no conocía. 17 Quebraba los colmillos del impío, y de sus dientes arrancaba la presa. 18 Entonces pensaba: "En mi nido moriré, y multiplicaré mis días como la arena. 19 "Mi raíz se extiende hacia las aguas, y el rocío se posa de noche en mi rama. 20 "Conmigo es siempre nueva mi gloria, y mi arco en mi mano se renueva." 21 Me escuchaban y esperaban, y guardaban silencio para oír mi consejo. 22 Después de mis palabras no hablaban de nuevo, y sobre ellos caía gota a gota mi discurso. 23 Me esperaban como a la lluvia, y abrían su boca como a lluvia de primavera. 24 Yo les sonreía cuando ellos no creían, y no abatían la luz de mi rostro. 25 Les escogía el camino y me sentaba como jefe, y moraba como rey entre las tropas, como el que consuela a los que lloran.
1 Yo dije: Guardaré mis caminos, para no pecar con mi lengua; guardaré mi boca como con mordaza, mientras el impío esté en mi presencia. 2 Enmudecí y callé; guardé silencio aun acerca de lo bueno, y se agravó mi dolor. 3 Ardía mi corazón dentro de mí; mientras meditaba, se encendió el fuego; entonces dije con mi lengua: 4 SEÑOR, hazme saber mi fin, y cuál es la medida de mis días, para que yo sepa cuán efímero soy. 5 He aquí, tú has hecho mis días muy breves, y mi existencia es como nada delante de ti; ciertamente todo hombre, aun en la plenitud de su vigor, es sólo un soplo. (Selah) 6 Sí, como una sombra anda el hombre; ciertamente en vano se afana; acumula riquezas, y no sabe quién las recogerá. 7 Y ahora, Señor, ¿qué espero? En ti está mi esperanza. 8 Líbrame de todas mis transgresiones; no me hagas la burla de los necios. 9 Mudo me he quedado, no abro la boca, porque tú eres el que ha obrado. 10 Quita de mí tu plaga; por la dureza de tu mano estoy pereciendo. 11 Con castigos corriges al hombre por su iniquidad; como la polilla, consumes lo que es más precioso para él; ciertamente, todo hombre es sólo un soplo. (Selah) 12 Escucha mi oración, oh SEÑOR, y presta oído a mi clamor; no guardes silencio ante mis lágrimas; porque extranjero soy junto a ti, peregrino, como todos mis padres. 13 Aparta de mí tu mirada, para poder alegrarme, antes de que me vaya de aquí, y ya no exista.
1 El hombre que después de mucha reprensión endurece la cerviz, de repente será quebrantado sin remedio. 2 Cuando los justos aumentan, el pueblo se alegra; pero cuando el impío gobierna, el pueblo gime. 3 El que ama la sabiduría alegra a su padre, pero el que anda con rameras malgasta su fortuna. 4 El rey con la justicia afianza la tierra, pero el hombre que acepta soborno la destruye. 5 El hombre que adula a su prójimo tiende una red ante sus pasos. 6 El hombre malo es atrapado en la transgresión, pero el justo canta y se regocija. 7 El justo se preocupa por la causa de los pobres, pero el impío no entiende tal preocupación . 8 Los escarnecedores agitan la ciudad, pero los sabios alejan la ira. 9 Cuando un sabio tiene controversia con un necio, éste se enoja o se ríe, y no hay sosiego. 10 Los hombres sanguinarios odian al intachable, pero los rectos se preocupan por su alma. 11 El necio da rienda suelta a su ira, pero el sabio la reprime. 12 Si un gobernante presta atención a palabras mentirosas, todos sus servidores se vuelven impíos. 13 El pobre y el opresor tienen esto en común: el SEÑOR da la luz a los ojos de ambos. 14 El rey que juzga con verdad a los pobres afianzará su trono para siempre. 15 La vara y la reprensión dan sabiduría, pero el niño consentido averguenza a su madre. 16 Cuando aumentan los impíos, aumenta la transgresión, pero los justos verán su caída. 17 Corrige a tu hijo y te dará descanso, y dará alegría a tu alma. 18 Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena, pero bienaventurado es el que guarda la ley. 19 Un siervo no se corrige sólo con palabras; aunque entienda, no responderá. 20 ¿Ves a un hombre precipitado en sus palabras? Más esperanza hay para el necio que para él. 21 El que mima a su siervo desde la niñez, al final lo tendrá por hijo. 22 El hombre airado suscita rencillas, y el hombre violento abunda en transgresiones. 23 El orgullo del hombre lo humillará, pero el de espíritu humilde obtendrá honores. 24 El que se asocia con un ladrón aborrece su propia vida; oye la imprecación, pero no dice nada. 25 El temor al hombre es un lazo, pero el que confía en el SEÑOR estará seguro. 26 Muchos buscan el favor del gobernante, pero del SEÑOR viene la justicia para el hombre. 27 Abominación para los justos es el inicuo, y abominación para el impío el recto en su camino.
1 Sucedió después de esto que murió el rey de los hijos de Amón, y su hijo Hanún reinó en su lugar. 2 Y David dijo: Seré bondadoso con Hanún, hijo de Nahas, tal como su padre fue bondadoso conmigo. Envió, pues, David algunos de sus siervos para consolarlo por la muerte de su padre. Pero cuando los siervos de David llegaron a la tierra de los amonitas, 3 los príncipes de los amonitas dijeron a Hanún su señor: ¿Crees tú que David está honrando a tu padre porque te ha enviado consoladores? ¿No te ha enviado David sus siervos para reconocer la ciudad, para espiarla y conquistarla? 4 Entonces Hanún tomó a los siervos de David, les rasuró la mitad de la barba, les cortó los vestidos por la mitad hasta las caderas, y los despidió. 5 Cuando le avisaron a David, envió a encontrarlos, porque los hombres estaban sumamente avergonzados. Y el rey les dijo: Quedaos en Jericó hasta que os crezca la barba, y después volved. 6 Al ver los hijos de Amón que se habían hecho odiosos a David, los hijos de Amón mandaron a tomar a sueldo a los arameos de Bet-rehob y a los arameos de Soba, veinte mil soldados de a pie, y del rey de Maaca mil hombres, y de Is-tob doce mil hombres. 7 Cuando David se enteró, envió a Joab y a todo el ejército de los valientes. 8 Y los hijos de Amón salieron y se pusieron en orden de batalla a la entrada de la ciudad, mientras que los arameos de Soba y de Rehob y los hombres de Is-tob y de Maaca estaban aparte en el campo. 9 Viendo Joab que se le presentaba batalla por el frente y por la retaguardia, escogió de entre todos los mejores hombres de Israel, y los puso en orden de batalla contra los arameos. 10 Al resto del pueblo lo colocó al mando de su hermano Abisai y lo puso en orden de batalla contra los hijos de Amón. 11 Y dijo: Si los arameos son demasiado fuertes para mí, entonces tú me ayudarás, y si los hijos de Amón son demasiado fuertes para ti, entonces vendré en tu ayuda. 12 Esfuérzate, y mostrémonos valientes por amor a nuestro pueblo y por amor a las ciudades de nuestro Dios; y que el SEÑOR haga lo que le parezca bien. 13 Entonces se acercó Joab con el pueblo que estaba con él para pelear contra los arameos, y éstos huyeron delante de él. 14 Cuando los hijos de Amón vieron que los arameos huían, ellos también huyeron delante de Abisai y entraron en la ciudad. Entonces Joab se volvió de pelear contra los hijos de Amón y vino a Jerusalén. 15 Al ver los arameos que habían sido derrotados por Israel, volvieron a concentrarse. 16 Hadad-ezer mandó sacar a los arameos que estaban al otro lado del río y fueron a Helam; y Sobac, jefe del ejército de Hadad-ezer, iba al frente de ellos. 17 Cuando se dio aviso a David, éste reunió a todo Israel, cruzó el Jordán y llegó a Helam. Los arameos se pusieron en orden de batalla para enfrentarse a David, y pelearon contra él. 18 Pero los arameos huyeron delante de Israel, y David mató a setecientos hombres de los carros de los arameos, y a cuarenta mil hombres de a caballo, e hirió a Sobac, jefe de su ejército, el cual murió allí. 19 Cuando todos los reyes, siervos de Hadad-ezer, vieron que habían sido derrotados por Israel, hicieron la paz con Israel y le sirvieron. Y los arameos tuvieron temor de ayudar más a los hijos de Amón.
1 ¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mis prados!declara el SEÑOR. 2 Por tanto, así dice el SEÑOR, Dios de Israel, acerca de los pastores que apacientan a mi pueblo: Vosotros habéis dispersado mis ovejas y las habéis ahuyentado, y no os habéis ocupado de ellas; he aquí, yo me ocuparé de vosotros por la maldad de vuestras obrasdeclara el SEÑOR. 3 Yo mismo reuniré el remanente de mis ovejas de todas las tierras adonde las he echado, y las haré volver a sus pastos; y crecerán y se multiplicarán. 4 Pondré sobre ellas pastores que las apacentarán, y nunca más tendrán temor, ni se aterrarán, ni faltará ningunadeclara el SEÑOR 5 He aquí, vienen díasdeclara el SEÑOR en que levantaré a David un Renuevo justo; y El reinará como rey, actuará sabiamente, y practicará el derecho y la justicia en la tierra. 6 En sus días será salvo Judá, e Israel morará seguro; y este es su nombre por el cual será llamado: "El SEÑOR, justicia nuestra." 7 Por tanto, he aquí, vienen díasdeclara el SEÑORcuando no dirán más: "Vive el SEÑOR, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra de Egipto", 8 sino: "Vive el SEÑOR que hizo subir y trajo a los descendientes de la casa de Israel de la tierra del norte y de todas las tierras adonde los había echado"; y habitarán en su propio suelo. 9 En cuanto a los profetas: quebrantado está mi corazón dentro de mí, tiemblan todos mis huesos; estoy como un ebrio, como un hombre a quien domina el vino, por causa del SEÑOR y por causa de sus santas palabras. 10 Porque la tierra está llena de adúlteros; porque a causa de la maldición se ha enlutado la tierra, se han secado los pastos del desierto. Pues es mala la carrera de ellos y su poderío no es recto. 11 Porque tanto el profeta como el sacerdote están corrompidos; aun en mi casa he hallado su maldaddeclara el SEÑOR. 12 Por tanto, su camino será para ellos como resbaladeros; a las tinieblas serán empujados y caerán en ellas; porque traeré sobre ellos calamidad el año de su castigodeclara el SEÑOR. 13 Además, entre los profetas de Samaria he visto algo ofensivo: profetizaban en nombre de Baal y extraviaban a mi pueblo Israel. 14 También entre los profetas de Jerusalén he visto algo horrible: cometían adulterio y andaban en mentiras; fortalecían las manos de los malhechores, sin convertirse ninguno de su maldad. Se me han vuelto todos ellos como Sodoma, y sus habitantes como Gomorra 15 Por tanto, así dice el SEÑOR de los ejércitos acerca de los profetas: "He aquí, les daré de comer ajenjo y les daré de beber agua envenenada, porque de los profetas de Jerusalén ha salido la corrupción por toda la tierra." 16 Así dice el SEÑOR de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan. Ellos os conducen hacia lo vano; os cuentan la visión de su propia fantasía, no de la boca del SEÑOR. 17 Dicen de continuo a los que me desprecian: "El SEÑOR ha dicho: 'Tendréis paz'"; y a todo el que anda en la terquedad de su corazón dicen: "No vendrá calamidad sobre vosotros." 18 Pero ¿quién ha estado en el consejo del SEÑOR, y vio y oyó su palabra? ¿Quién ha prestado atención a su palabra y la ha escuchado? 19 He aquí, la tempestad del SEÑOR ha salido con furor, un torbellino impetuoso descargará sobre la cabeza de los impíos 20 No se apartará la ira del SEÑOR hasta que haya realizado y llevado a cabo los propósitos de su corazón. En los postreros días lo entenderéis claramente. 21 Yo no envié a esos profetas, pero ellos corrieron; no les hablé, mas ellos profetizaron 22 Pero si ellos hubieran estado en mi consejo, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y les habrían hecho volver de su mal camino y de la maldad de sus obras. 23 ¿Soy yo un Dios de cercadeclara el SEÑOR y no un Dios de lejos? 24 ¿Podrá alguno esconderse en escondites de modo que yo no lo vea?declara el SEÑOR. ¿No lleno yo los cielos y la tierra?declara el SEÑOR. 25 He oído lo que dicen los profetas que profetizan mentira en mi nombre, diciendo: "¡He tenido un sueño, he tenido un sueño!" 26 ¿Hasta cuándo? ¿Qué hay en los corazones de los profetas que profetizan la mentira, de los profetas que proclaman el engaño de su corazón, 27 que tratan de que mi pueblo se olvide de mi nombre con los sueños que se cuentan unos a otros, tal como sus padres olvidaron mi nombre a causa de Baal? 28 El profeta que tenga un sueño, que cuente su sueño, pero el que tenga mi palabra, que hable mi palabra con fidelidad. ¿Qué tiene que ver la paja con el grano?declara el SEÑOR. 29 ¿No es mi palabra como fuegodeclara el SEÑORy como martillo que despedaza la roca? 30 Por tanto, he aquí, estoy contra los profetasdeclara el SEÑORque se roban mis palabras el uno al otro. 31 He aquí, estoy contra los profetasdeclara el SEÑORque usan sus lenguas y dicen: "El SEÑOR declara." 32 He aquí, estoy contra los que profetizan sueños falsosdeclara el SEÑORy los cuentan y hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y sus presunciones, cuando yo no los envié ni les di órdenes, ni son de provecho alguno para este pueblodeclara el SEÑOR. 33 Y cuando te pregunte este pueblo, o el profeta, o sacerdote, diciendo: "¿Cuál es la profecía del SEÑOR?", les dirás: "¿Cuál profecía?" El SEÑOR declara: "Yo os abandonaré." 34 Y al profeta, al sacerdote o al pueblo que diga: "Profecía del SEÑOR", traeré castigo sobre tal hombre y sobre su casa. 35 Así diréis cada uno a su prójimo y cada uno a su hermano: "¿Qué ha respondido el SEÑOR? ¿Qué ha hablado el SEÑOR?" 36 Y no os acordaréis más de la profecía del SEÑOR, porque la palabra de cada uno le será por profecía, pues habéis pervertido las palabras del Dios viviente, del SEÑOR de los ejércitos, nuestro Dios 37 Así dirás al profeta: "¿Qué te ha respondido el SEÑOR? ¿Qué ha hablado el SEÑOR?" 38 Pero si decís: "¡Profecía del SEÑOR!", entonces así dice el SEÑOR: "Por cuanto habéis dicho esta palabra: '¡Profecía del SEÑOR!', habiendo yo enviado a deciros: 'No digáis: "¡Profecía del SEÑOR!'"" 39 por tanto, he aquí, ciertamente me olvidaré de vosotros y os echaré de mi presencia, junto con la ciudad que os di a vosotros y a vuestros padres; 40 y pondré sobre vosotros oprobio eterno y humillación eterna que nunca será olvidada.
1 Y cierto día Pedro y Juan subían al templo a la hora novena , la de la oración. 2 Y había un hombre, cojo desde su nacimiento, al que llevaban y ponían diariamente a la puerta del templo llamada la Hermosa, para que pidiera limosna a los que entraban al templo. 3 Este, viendo a Pedro y a Juan que iban a entrar al templo, les pedía limosna. 4 Entonces Pedro, junto con Juan, fijando su vista en él, le dijo: ¡Míranos! 5 Y él los miró atentamente, esperando recibir algo de ellos. 6 Pero Pedro dijo: No tengo plata ni oro, mas lo que tengo, te doy: en el nombre de Jesucristo el Nazareno, ¡anda ! 7 Y asiéndolo de la mano derecha, lo levantó; al instante sus pies y tobillos cobraron fuerza, 8 y de un salto se puso en pie y andaba. Entró al templo con ellos caminando, saltando y alabando a Dios. 9 Todo el pueblo lo vio andar y alabar a Dios, 10 y reconocieron que era el mismo que se sentaba a la puerta del templo, la Hermosa, a pedir limosna, y se llenaron de asombro y admiración por lo que le había sucedido. 11 Y estando él asido de Pedro y de Juan, todo el pueblo, lleno de asombro, corrió al pórtico llamado de Salomón, donde ellos estaban. 12 Al ver esto Pedro, dijo al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto, o por qué nos miráis así, como si por nuestro propio poder o piedad le hubiéramos hecho andar? 13 El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y repudiasteis en presencia de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad. 14 Mas vosotros repudiasteis al Santo y Justo, y pedisteis que se os concediera un asesino, 15 y disteis muerte al Autor de la vida, al que Dios resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. 16 Y por la fe en su nombre, es el nombre de Jesús lo que ha fortalecido a este hombre a quien veis y conocéis; y la fe que viene por medio de El, le ha dado esta perfecta sanidad en presencia de todos vosotros. 17 Y ahora, hermanos, yo sé que obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros gobernantes. 18 Pero Dios ha cumplido así lo que anunció de antemano por boca de todos los profetas: que su Cristo debería padecer. 19 Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que tiempos de refrigerio vengan de la presencia del Señor, 20 y El envíe a Jesús, el Cristo designado de antemano para vosotros, 21 a quien el cielo debe recibir hasta el día de la restauración de todas las cosas, acerca de lo cual Dios habló por boca de sus santos profetas desde tiempos antiguos. 22 Moisés dijo: EL SEÑOR DIOS OS LEVANTARA UN PROFETA COMO YO DE VUESTROS HERMANOS; A EL PRESTAREIS ATENCION en todo cuanto os diga. 23 Y sucederá que todo el que no preste atención a aquel profeta, será totalmente destruido de entre el pueblo. 24 Y asimismo todos los profetas que han hablado desde Samuel y sus sucesores en adelante, también anunciaron estos días. 25 Vosotros sois los hijos de los profetas y del pacto que Dios hizo con vuestros padres, al decir a Abraham: Y EN TU SIMIENTE SERAN BENDITAS TODAS LAS FAMILIAS DE LA TIERRA. 26 Para vosotros en primer lugar, Dios, habiendo resucitado a su Siervo, le ha enviado para que os bendiga, a fin de apartar a cada uno de vosotros de vuestras iniquidades.
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