1 Y aconteció que un día de reposo Jesús pasaba por unos sembrados, y sus discípulos arrancaban y comían espigas, restregándolas entre las manos. 2 Pero algunos de los fariseos dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito en el día de reposo? 3 Respondiéndoles Jesús, dijo: ¿Ni siquiera habéis leído lo que hizo David cuando tuvo hambre, él y los que con él estaban; 4 cómo entró en la casa de Dios, y tomó y comió los panes consagrados, que a nadie es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y dio también a sus compañeros? 5 Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor del día de reposo. 6 Y en otro día de reposo entró en la sinagoga y enseñaba; y había allí un hombre que tenía la mano derecha seca. 7 Y los escribas y los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si sanaba en el día de reposo, a fin de encontrar de qué acusarle. 8 Pero El sabía lo que ellos estaban pensando, y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ven acá. Y él, levantándose, se le acercó. 9 Entonces Jesús les dijo: Yo os pregunto: ¿es lícito en el día de reposo hacer bien o hacer mal; salvar una vida o destruirla? 10 Y después de mirarlos a todos a su alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano quedó sana. 11 Pero ellos se llenaron de ira, y discutían entre sí qué podrían hacerle a Jesús. 12 En esos días El se fue al monte a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios. 13 Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y escogió doce de ellos, a los que también dio el nombre de apóstoles: 14 Simón, a quien también llamó Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo y Juan; Felipe y Bartolomé; 15 Mateo y Tomás; Jacobo, hijo de Alfeo, y Simón, al que llamaban el Zelote; 16 Judas, hijo de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser traidor. 17 Descendió con ellos y se detuvo en un lugar llano; y había una gran multitud de sus discípulos, y una gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, 18 que habían ido para oírle y para ser sanados de sus enfermedades; y los que eran atormentados por espíritus inmundos eran curados. 19 Y toda la multitud procuraba tocarle, porque de El salía un poder que a todos sanaba. 20 Volviendo su vista hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. 21 Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. 22 Bienaventurados sois cuando los hombres os aborrecen, cuando os apartan de sí, os colman de insultos y desechan vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. 23 Alegraos en ese día y saltad de gozo, porque he aquí, vuestra recompensa es grande en el cielo, pues sus padres trataban de la misma manera a los profetas. 24 Pero ¡ay de vosotros los ricos!, porque ya estáis recibiendo todo vuestro consuelo. 25 ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís!, porque os lamentaréis y lloraréis. 26 ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, porque de la misma manera trataban sus padres a los falsos profetas. 27 Pero a vosotros los que oís, os digo: amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecen; 28 bendecid a los que os maldicen; orad por los que os vituperan. 29 Al que te hiera en la mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, no le niegues tampoco la túnica. 30 A todo el que te pida, dale, y al que te quite lo que es tuyo, no se lo reclames. 31 Y así como queréis que los hombres os hagan, haced con ellos de la misma manera. 32 Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. 33 Si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. 34 Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir de ellos la misma cantidad. 35 Antes bien, amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad no esperando nada a cambio, y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque El es bondadoso para con los ingratos y perversos. 36 Sed misericordiosos, así como vuestro Padre es misericordioso. 37 No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. 38 Dad, y os será dado; medida buena, apretada, remecida y rebosante, vaciarán en vuestro regazo. Porque con la medida con que midáis, se os volverá a medir. 39 Les dijo también una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo? 40 Un discípulo no está por encima de su maestro; mas todo discípulo, después de que se ha preparado bien, será como su maestro. 41 ¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo? 42 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, déjame sacarte la mota que está en tu ojo", cuando tú mismo no ves la viga que está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo y entonces verás con claridad para sacar la mota que está en el ojo de tu hermano. 43 Porque no hay árbol bueno que produzca fruto malo, ni a la inversa, árbol malo que produzca fruto bueno. 44 Pues cada árbol por su fruto se conoce. Porque los hombres no recogen higos de los espinos, ni vendimian uvas de una zarza. 45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca. 46 ¿Y por qué me llamáis: "Señor, Señor", y no hacéis lo que yo digo? 47 Todo el que viene a mí y oye mis palabras y las pone en práctica, os mostraré a quién es semejante: 48 es semejante a un hombre que al edificar una casa, cavó hondo y echó cimiento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el torrente rompió contra aquella casa, pero no pudo moverla porque había sido bien construida. 49 Pero el que ha oído y no ha hecho nada, es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin echar cimiento; y el torrente rompió contra ella y al instante se desplomó, y fue grande la ruina de aquella casa.
1 Y aconteció que al cabo de dos años, Faraón tuvo un sueño; y he aquí, soñó que estaba de pie junto al Nilo. 2 Y de pronto, del Nilo subieron siete vacas de hermoso aspecto y gordas, y pacían en el carrizal. 3 Pero he aquí, otras siete vacas de mal aspecto y flacas subieron del Nilo detrás de ellas, y se pararon junto a las otras vacas a la orilla del Nilo; 4 y las vacas de mal aspecto y flacas devoraron las siete vacas de hermoso aspecto y gordas. Entonces Faraón despertó. 5 Se quedó dormido y soñó por segunda vez; y he aquí que siete espigas llenas y buenas crecían en una sola caña. 6 Y he aquí que siete espigas, menudas y quemadas por el viento solano, brotaron después de aquéllas. 7 Y las espigas menudas devoraron a las siete espigas gruesas y llenas. Entonces Faraón despertó, y he aquí, era un sueño. 8 Y sucedió que por la mañana su espíritu estaba turbado, y mandó llamar a todos los adivinos de Egipto, y a todos sus sabios. Y Faraón les contó sus sueños, pero no hubo quien se los pudiera interpretar a Faraón. 9 Entonces el jefe de los coperos habló a Faraón, diciendo: Quisiera hablar hoy de mis faltas. 10 Cuando Faraón se enojó con sus siervos y me puso bajo custodia en la casa del capitán de la guardia, a mí y al jefe de los panaderos, 11 él y yo tuvimos un sueño en una misma noche; cada uno de nosotros soñó según la interpretación de su propio sueño. 12 Y estaba allí con nosotros un joven hebreo, un siervo del capitán de la guardia; y se los contamos, y él nos interpretó los sueños. A cada uno interpretó su sueño. 13 Y aconteció que tal como nos lo había interpretado, así sucedió; a mí me restableció Faraón en mi puesto, pero al otro lo ahorcó. 14 Entonces Faraón mandó llamar a José, y lo sacaron del calabozo aprisa; y después de afeitarse y cambiarse sus vestidos, vino a Faraón. 15 Y Faraón dijo a José: He tenido un sueño y no hay quien lo interprete; y he oído decir de ti, que oyes un sueño y lo puedes interpretar. 16 José respondió a Faraón, diciendo: No está en mí; Dios dará a Faraón una respuesta favorable. 17 Entonces habló Faraón a José: En mi sueño, he aquí, yo estaba de pie a la orilla del Nilo. 18 Y vi siete vacas gordas y de hermoso aspecto que salieron del Nilo; y pacían en el carrizal. 19 Pero he aquí, otras siete vacas subieron detrás de ellas, pobres, de muy mal aspecto y flacas, de tal fealdad como yo nunca había visto en toda la tierra de Egipto. 20 Y las vacas flacas y feas devoraron las primeras siete vacas gordas. 21 Pero cuando las habían devorado, no se podía notar que las hubieran devorado; pues su aspecto era tan feo como al principio. Entonces me desperté. 22 Y he aquí, en mi sueño también vi que siete espigas llenas y buenas crecían en una sola caña. 23 Y he aquí que siete espigas marchitas, menudas y quemadas por el viento solano, brotaron después de aquéllas; 24 y las espigas menudas devoraron a las siete espigas buenas. Y se lo conté a los adivinos, pero no hubo quien me lo pudiera explicar. 25 Entonces José dijo a Faraón: Los dos sueños de Faraón son uno; Dios ha anunciado a Faraón lo que El va a hacer. 26 Las siete vacas buenas son siete años, y las siete espigas buenas son siete años; los dos sueños son uno. 27 Y las siete vacas flacas y feas que subieron detrás de ellas son siete años, y las siete espigas quemadas por el viento solano serán siete años de hambre. 28 Esto es lo que he dicho a Faraón: Dios ha mostrado a Faraón lo que va a hacer. 29 He aquí, vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto; 30 y después de ellos vendrán siete años de hambre, y se olvidará toda la abundancia en la tierra de Egipto; y el hambre asolará la tierra. 31 Y no se conocerá la abundancia en la tierra a causa del hambre que vendrá, que será muy severa. 32 Y en cuanto a la repetición del sueño a Faraón dos veces, quiere decir que el asunto está determinado por Dios, y Dios lo hará pronto. 33 Ahora pues, busque Faraón un hombre prudente y sabio, y póngalo sobre la tierra de Egipto. 34 Haga esto Faraón: nombre intendentes sobre el país y exija un quinto de la producción de la tierra de Egipto en los siete años de abundancia. 35 Y que ellos recojan todos los víveres de esos buenos años que vienen, y almacenen en las ciudades el grano para alimento bajo la autoridad de Faraón, y que lo protejan. 36 Y que los víveres sean una reserva para el país durante los siete años de hambre que ocurrirán en la tierra de Egipto, a fin de que el país no perezca durante el hambre. 37 Y la idea pareció bien a Faraón y a todos sus siervos. 38 Entonces Faraón dijo a sus siervos: ¿Podemos hallar un hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios? 39 Y Faraón dijo a José: Puesto que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay nadie tan prudente ni tan sabio como tú. 40 Tú estarás sobre mi casa, y todo mi pueblo obedecerá tus órdenes; solamente en el trono yo seré mayor que tú. 41 Faraón dijo también a José: Mira, te he puesto sobre toda la tierra de Egipto. 42 Y Faraón se quitó el anillo de sellar de su mano y lo puso en la mano de José; y lo vistió con vestiduras de lino fino y puso un collar de oro en su cuello. 43 Lo hizo montar en su segundo carro, y proclamaron delante de él: ¡Doblad la rodilla! Y lo puso sobre toda la tierra de Egipto. 44 Entonces Faraón dijo a José: Aunque yo soy Faraón, sin embargo, nadie levantará su mano ni su pie sin tu permiso en toda la tierra de Egipto. 45 Y Faraón llamó a José por el nombre de Zafnat-panea , y le dio por mujer a Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On . Y salió José por toda la tierra de Egipto. 46 José tenía treinta años cuando se presentó anteFaraón, rey de Egipto. Y salió José de la presencia de Faraón y recorrió toda la tierra de Egipto. 47 Y produjo la tierra a manos llenas durante los siete años de abundancia. 48 Y él recogió todo el fruto de estos siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto, y guardó el alimento en las ciudades; y guardó en cada ciudad el fruto de sus campos circunvecinos. 49 Así José almacenó grano en gran abundancia, como la arena del mar, hasta que dejó de medirlo porque no se podía medir. 50 Y le nacieron a José dos hijos antes de que llegaran los años de hambre, los que le dio a luz Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On. 51 Y al primogénito José le puso el nombre de Manasés , porque dijo: Dios me ha hecho olvidar todo mi trabajo y toda la casa de mi padre. 52 Y al segundo le puso el nombre de Efraín , porque dijo: Dios me ha hecho fecundo en la tierra de mi aflicción. 53 Cuando pasaron los siete años de abundancia que había habido en la tierra de Egipto, 54 y comenzaron a venir los siete años de hambre, tal como José había dicho, entonces hubo hambre en todas las tierras; pero en toda la tierra de Egipto había pan. 55 Cuando se sintió el hambre en toda la tierra de Egipto, el pueblo clamó a Faraón por pan; y Faraón dijo a todos los egipcios: Id a José, y haced lo que él os diga. 56 Y el hambre se extendió sobre toda la faz de la tierra. Entonces José abrió todos los graneros y vendió a los egipcios, pues el hambre era severa en la tierra de Egipto. 57 Y de todos los países venían a Egipto para comprar grano a José, porque el hambre era severa en toda la tierra.
1 Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, el cual se encontró con Abraham cuando éste regresaba de la matanza de los reyes, y lo bendijo, 2 y a quien Abraham le entregó el diezmo de todos los despojos, cuyo nombre significa primeramente rey de justicia, y luego también rey de Salem, esto es, rey de paz, 3 sin padre, sin madre, sin genealogía, no teniendo principio de días ni fin de vida, siendo hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote a perpetuidad. 4 Considerad, pues, la grandeza de este hombre a quien Abraham, el patriarca, dio el diezmo de lo mejor del botín. 5 Y en verdad los de los hijos de Leví que reciben el oficio de sacerdote, tienen mandamiento en la ley de recoger el diezmo del pueblo, es decir, de sus hermanos, aunque éstos son descendientes de Abraham. 6 Pero aquel cuya genealogía no viene de ellos, recibió el diezmo de Abraham y bendijo al que tenía las promesas. 7 Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor. 8 Aquí, ciertamente hombres mortales reciben el diezmo, pero allí, los recibe uno de quien se da testimonio de que vive. 9 Y, por decirlo así, por medio de Abraham aun Leví, que recibía diezmos, pagaba diezmos, 10 porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro. 11 Ahora bien, si la perfección era por medio del sacerdocio levítico (pues sobre esa base recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad había de que se levantara otro sacerdote según el orden de Melquisedec, y no designado según el orden de Aarón? 12 Porque cuando se cambia el sacerdocio, necesariamente ocurre también un cambio de la ley. 13 Pues aquel de quien se dicen estas cosas, pertenece a otra tribu, de la cual nadie ha servido en el altar. 14 Porque es evidente que nuestro Señor descendió de Judá, una tribu de la cual Moisés no dijo nada tocante a sacerdotes. 15 Y esto es aún más evidente, si a semejanza de Melquisedec se levanta otro sacerdote, 16 que ha llegado a serlo, no sobre la base de una ley de requisitos físicos, sino según el poder de una vida indestructible. 17 Pues de El se da testimonio: TU ERES SACERDOTE PARA SIEMPRE SEGUN EL ORDEN DE MELQUISEDEC. 18 Porque ciertamente, queda anulado el mandamiento anterior por ser débil e inútil 19 (pues la ley nada hizo perfecto), y se introduce una mejor esperanza, mediante la cual nos acercamos a Dios. 20 Y por cuanto no fue sin juramento, 21 pues en verdad ellos llegaron a ser sacerdotes sin juramento, pero El por un juramento del que le dijo: EL SEÑOR HA JURADO Y NO CAMBIARA: "TU ERES SACERDOTE PARA SIEMPRE ", 22 por eso, Jesús ha venido a ser fiador de un mejor pacto. 23 Los sacerdotes anteriores eran más numerosos porque la muerte les impedía continuar, 24 pero El conserva su sacerdocio inmutable puesto que permanece para siempre. 25 Por lo cual El también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de El se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos. 26 Porque convenía que tuviéramos tal sumo sacerdote: santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos, 27 que no necesita, como aquellos sumos sacerdotes, ofrecer sacrificios diariamente, primero por sus propios pecados y después por los pecados del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, cuando se ofreció a sí mismo. 28 Porque la ley designa como sumos sacerdotes a hombres débiles, pero la palabra del juramento, que vino después de la ley, designa al Hijo, hecho perfecto para siempre.
1 Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que han recibido una fe como la nuestra, mediante la justicia de nuestro Dios y Salvador, Jesucristo: 2 Gracia y paz os sean multiplicadas en el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor. 3 Pues su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 4 por medio de las cuales nos ha concedido sus preciosas y maravillosas promesas, a fin de que por ellas lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia. 5 Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; 6 al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad, 7 a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor. 8 Pues estas virtudes, al estar en vosotros y al abundar, no os dejarán ociosos ni estériles en el verdadero conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. 9 Porque el que carece de estas virtudes es ciego o corto de vista, habiendo olvidado la purificación de sus pecados pasados. 10 Así que, hermanos, sed tanto más diligentes para hacer firme vuestro llamado y elección de parte de Dios; porque mientras hagáis estas cosas nunca tropezaréis; 11 pues de esta manera os será concedida ampliamente la entrada al reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. 12 Por tanto, siempre estaré listo para recordaros estas cosas, aunque vosotros ya las sabéis y habéis sido confirmados en la verdad que está presente en vosotros. 13 Y considero justo, mientras esté en este cuerpo, estimularos recordándoos estas cosas, 14 sabiendo que mi separación del cuerpo terrenal es inminente, tal como me lo ha declarado nuestro Señor Jesucristo. 15 También yo procuraré con diligencia, que en todo tiempo, después de mi partida, podáis recordar estas cosas. 16 Porque cuando os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, no seguimos fábulas ingeniosamente inventadas, sino que fuimos testigos oculares de su majestad. 17 Pues cuando El recibió honor y gloria de Dios Padre, la majestuosa Gloria le hizo esta declaración: Este es mi Hijo amado en quien me he complacido; 18 y nosotros mismos escuchamos esta declaración, hecha desde el cielo cuando estábamos con El en el monte santo. 19 Y así tenemos la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en prestar atención como a una lámpara que brilla en el lugar oscuro, hasta que el día despunte y el lucero de la mañana aparezca en vuestros corazones. 20 Pero ante todo sabed esto, que ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal, 21 pues ninguna profecía fue dada jamás por un acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios .
1 Entonces Job respondió al SEÑOR, y dijo: 2 Yo sé que tú puedes hacer todas las cosas, y que ningún propósito tuyo puede ser estorbado. 3 "¿Quién es éste que oculta el consejo sin entendimiento?" Por tanto, he declarado lo que no comprendía, cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no sabía. 4 "Escucha ahora, y hablaré; te preguntaré y tú me instruirás." 5 He sabido de ti sólo de oídas, pero ahora mis ojos te ven. 6 Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y ceniza. 7 Y sucedió que después que el SEÑOR habló estas palabras a Job, el SEÑOR dijo a Elifaz temanita: Se ha encendido mi ira contra ti y contra tus dos amigos, porque no habéis hablado de mí lo que es recto, como mi siervo Job. 8 Ahora pues, tomad siete novillos y siete carneros, id a mi siervo Job y ofreced holocausto por vosotros, y mi siervo Job orará por vosotros. Porque ciertamente a él atenderé para no hacer con vosotros conforme a vuestra insensatez, porque no habéis hablado de mí lo que es recto, como mi siervo Job. 9 Y Elifaz temanita y Bildad suhita y Zofar naamatita fueron e hicieron tal como el SEÑOR les había dicho; y el SEÑOR aceptó a Job. 10 Y el SEÑOR restauró el bienestar de Job cuando éste oró por sus amigos; y el SEÑOR aumentó al doble todo lo que Job había poseído. 11 Entonces todos sus hermanos y todas sus hermanas y todos los que le habían conocido antes, vinieron a él y comieron pan con él en su casa; se condolieron de él y lo consolaron por todo el mal que el SEÑOR había traído sobre él. Cada uno le dio una moneda de plata, y cada uno un anillo de oro. 12 El SEÑOR bendijo los últimos días de Job más que los primeros; y tuvo catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas. 13 Y tuvo siete hijos y tres hijas. 14 Llamó a la primera Jemina, a la segunda Cesia y a la tercera Keren-hapuc. 15 Y en toda la tierra no se encontraban mujeres tan hermosas como las hijas de Job; y su padre les dio herencia entre sus hermanos. 16 Después de esto vivió Job ciento cuarenta años, y vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos, hasta cuatro generaciones. 17 Y murió Job, anciano y lleno de días.
1 Escucha, pueblo mío, mi enseñanza; inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. 2 En parábolas abriré mi boca; hablaré proverbios de la antiguedad, 3 que hemos oído y conocido, y que nuestros padres nos han contado. 4 No lo ocultaremos a sus hijos, sino que contaremos a la generación venidera las alabanzas del SEÑOR, su poder y las maravillas que hizo. 5 Porque El estableció un testimonio en Jacob, y puso una ley en Israel, la cual ordenó a nuestros padres que enseñaran a sus hijos; 6 para que la generación venidera lo supiera, aun los hijos que habían de nacer; y éstos se levantaran y lo contaran a sus hijos, 7 para que ellos pusieran su confianza en Dios, y no se olvidaran de las obras de Dios, sino que guardaran sus mandamientos; 8 y no fueran como sus padres, una generación porfiada y rebelde, generación que no preparó su corazón, y cuyo espíritu no fue fiel a Dios. 9 Los hijos de Efraín eran arqueros bien equipados, pero volvieron las espaldas el día de la batalla. 10 No guardaron el pacto de Dios, y rehusaron andar en su ley; 11 olvidaron sus obras, y los milagros que les había mostrado. 12 El hizo maravillas en presencia de sus padres, en la tierra de Egipto, en el campo de Zoán. 13 Dividió el mar y los hizo pasar, y contuvo las aguas como en un montón. 14 Después los guió de día con la nube, y toda la noche con un resplandor de fuego. 15 Partió las rocas en el desierto, y les dio agua tan abundante como las profundidades del océano; 16 hizo salir corrientes de la peña, e hizo descender aguas como ríos. 17 Pero aún siguieron pecando contra El, rebelándose contra el Altísimo en el desierto. 18 Y en sus corazones tentaron a Dios, pidiendo comida a su gusto. 19 Hablaron contra Dios, y dijeron: ¿Podrá Dios preparar mesa en el desierto? 20 He aquí, hirió la roca y brotaron aguas, y torrentes se desbordaron; ¿podrá también dar pan?, ¿proveerá carne para su pueblo? 21 Por tanto, al oírlo, el SEÑOR se indignó; un fuego se encendió contra Jacob, y aumentó también la ira contra Israel, 22 porque no creyeron en Dios, ni confiaron en su salvación. 23 Sin embargo, dio órdenes a las nubes arriba, y abrió las puertas de los cielos; 24 hizo llover sobre ellos maná para comer, y les dio comida del cielo. 25 Pan de ángeles comió el hombre; Dios les mandó comida hasta saciarlos. 26 Hizo soplar en el cielo el viento solano, y con su poder dirigió el viento del sur, 27 El hizo llover sobre ellos carne como polvo, aladas aves como la arena de los mares, 28 y las hizo caer en medio del campamento, alrededor de sus viviendas. 29 Comieron y quedaron bien saciados, y les concedió su deseo. 30 Antes de que hubieran satisfecho su deseo, mientras la comida aún estaba en su boca, 31 la ira de Dios se alzó contra ellos y mató a algunos de los más robustos, y subyugó a los escogidos de Israel. 32 A pesar de todo esto, todavía pecaron y no creyeron en sus maravillas. 33 El, pues, hizo terminar sus días en vanidad, y sus años en terror súbito. 34 Cuando los hería de muerte, entonces le buscaban, y se volvían y buscaban con diligencia a Dios; 35 se acordaban de que Dios era su roca, y el Dios Altísimo su Redentor. 36 Mas con su boca le engañaban, y con su lengua le mentían. 37 Pues su corazón no era leal para con El, ni eran fieles a su pacto. 38 Mas El, siendo compasivo, perdonaba sus iniquidades y no los destruía; muchas veces contuvo su ira, y no despertó todo su furor. 39 Se acordaba de que ellos eran carne, un soplo que pasa y no vuelve. 40 ¡Cuántas veces se rebelaron contra El en el desierto, y le entristecieron en las soledades! 41 Tentarona Dios una y otra vez, y afligieron al Santo de Israel. 42 No se acordaron de su poder, del día en que los redimió del adversario, 43 cuando hizo sus señales en Egipto, y sus prodigios en el campo de Zoán. 44 Convirtió en sangre sus ríos y sus corrientes, y no pudieron beber. 45 Envió entre ellos enjambres de moscas que los devoraban, y ranas que los destruían. 46 Entregó también sus cosechas al saltamontes, y el fruto de su trabajo a la langosta. 47 Con granizo destruyó sus vides, y sus sicómoros con escarcha. 48 Entregó también al granizo sus ganados, y sus rebaños a los rayos. 49 Envió sobre ellos el ardor de su ira, furia, indignación y angustia, un ejército de ángeles destructores. 50 Preparó senda para su ira; no eximió sus almas de la muerte, sino que entregó sus vidas a la plaga, 51 e hirió a todos los primogénitos en Egipto, las primicias de su virilidad en las tiendas de Cam. 52 Mas a su pueblo lo sacó como a ovejas, como a rebaño los condujo en el desierto; 53 los guió con seguridad, de modo que no temieron, pero el mar se tragó a sus enemigos. 54 Los trajo, pues, a su tierra santa, a esta tierra montañosa que su diestra había adquirido. 55 Y expulsó a las naciones de delante de ellos; las repartió con medida por herencia, e hizo habitar en sus tiendas a las tribus de Israel. 56 Empero ellos tentaron y provocaron al Dios Altísimo, y no guardaron sus testimonios, 57 sino que se volvieron atrás y fueron desleales como sus padres; se desviaron como arco engañoso. 58 Pues le provocaron con sus lugares altos, y despertaron sus celos con sus imágenes talladas. 59 Al oírlo Dios, se indignó, y aborreció a Israel en gran manera. 60 Abandonó la morada en Silo, la tienda que había levantado entre los hombres, 61 y entregó al cautiverio su poderío, y su gloria en manos del adversario. 62 Entregó también su pueblo a la espada, y se indignó contra su heredad. 63 El fuego consumió a sus jóvenes, y no tuvieron canciones de bodas sus doncellas. 64 Sus sacerdotes cayeron a espada, y sus viudas no pudieron llorar. 65 Entonces despertó el Señor como de un sueño, como guerrero vencido por el vino, 66 e hizo retroceder a sus adversarios, poniendo sobre ellos una afrenta perpetua. 67 Desechó también la tienda de José, y no escogió a la tribu de Efraín, 68 sino que escogió a la tribu de Judá, al monte Sion que El amaba. 69 Y edificó su santuario como las alturas, como la tierra que ha fundado para siempre. 70 Escogió también a David su siervo, lo tomó de entre los apriscos de las ovejas; 71 lo trajo de cuidar las ovejas con sus corderitos, para pastorear a Jacob, su pueblo, y a Israel, su heredad. 72 Y él los pastoreó según la integridad de su corazón, y los guió con la destreza de sus manos.
1 La balanza falsa es abominación al SEÑOR, pero el peso cabal es su deleite. 2 Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; pero con los humildes está la sabiduría. 3 La integridad de los rectos los guiará, mas la perversidad de los pérfidos los destruirá. 4 De nada sirven las riquezas el día de la ira, pero la justicia libra de la muerte. 5 La justicia del íntegro enderezará su camino, pero el impío caerá por su propia impiedad. 6 La justicia de los rectos los librará, mas los pérfidos en su codicia serán atrapados. 7 Cuando muere el hombre impío, su esperanza se acaba, y la expectación de los poderosos perece. 8 El justo es librado de tribulación, y el impío toma su lugar. 9 Con la boca el impío destruye a su prójimo, mas por el conocimiento los justos serán librados. 10 Con el bien de los justos, se regocija la ciudad, y cuando perecen los impíos, hay gritos de alegría. 11 Por la bendición de los rectos, se enaltece la ciudad, pero por la boca de los impíos, es derribada. 12 El que menosprecia a su prójimo carece de entendimiento, pero el hombre prudente guarda silencio. 13 El que anda en chismes revela secretos, pero el de espíritu leal oculta las cosas. 14 Donde no hay buen consejo, el pueblo cae, pero en la abundancia de consejeros está la victoria . 15 Ciertamente sufrirá el que sale fiador por un extraño, pero el que odia salir fiador está seguro. 16 La mujer agraciada alcanza honra, y los poderosos alcanzan riquezas. 17 El hombre misericordioso se hace bien a sí mismo, pero el cruel a sí mismo se hace daño. 18 El impío gana salario engañoso, pero el que siembra justicia recibe verdadera recompensa. 19 El que persiste en la justicia alcanzará la vida, y el que va en pos del mal, su propia muerte. 20 Los de corazón perverso son abominación al SEÑOR, pero los de camino intachable son su deleite. 21 Ciertamente el malvado no quedará sin castigo, mas la descendencia de los justos será librada. 22 Como anillo de oro en el hocico de un cerdo es la mujer hermosa que carece de discreción . 23 El deseo de los justos es sólo el bien, la esperanza de los malvados es la ira. 24 Hay quien reparte, y le es añadido más, y hay quien retiene lo que es justo, sólo para venir a menos. 25 El alma generosa será prosperada, y el que riega será también regado. 26 Al que retiene el grano, el pueblo lo maldecirá, pero habrá bendición sobre la cabeza del que lo vende. 27 El que con diligencia busca el bien, se procura favor, pero el que busca el mal, le vendrá. 28 El que confía en sus riquezas, caerá, pero los justos prosperarán como la hoja verde. 29 El que turba su casa, heredará viento, y el necio será siervo del sabio de corazón. 30 El fruto del justo es árbol de vida, y el que gana almas es sabio. 31 Si el justo es recompensado en la tierra, ¡cuánto más el impío y el pecador!
1 Aconteció que en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes, estando ya el vino delante de él, tomé el vino y se lo di al rey. Yo nunca había estado triste en su presencia, 2 y el rey me dijo: ¿Por qué está triste tu rostro? Tú no estás enfermo; eso no es más que tristeza de corazón. Entonces tuve mucho temor, 3 y dije al rey: Viva para siempre el rey. ¿Cómo no ha de estar triste mi rostro cuando la ciudad, lugar de los sepulcros de mis padres, está desolada y sus puertas han sido consumidas por el fuego? 4 El rey me dijo: ¿Qué es lo que pides? Entonces oré al Dios del cielo, 5 y respondí al rey: Si le place al rey, y si tu siervo ha hallado gracia delante de ti, envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, para que yo la reedifique. 6 Entonces el rey me dijo, estando la reina sentada junto a él: ¿Cuánto durará tu viaje, y cuándo volverás? Y le agradó al rey enviarme, y yo le di un plazo fijo. 7 Y dije al rey: Si le agrada al rey, que se me den cartas para los gobernadores de las provincias más allá del río , para que me dejen pasar hasta que llegue a Judá, 8 y una carta para Asaf, guarda del bosque del rey, a fin de que me dé madera para hacer las vigas de las puertas de la fortaleza que está junto al templo, para la muralla de la ciudad y para la casa a la cual iré. Y el rey me lo concedió, porque la mano bondadosa de mi Dios estaba sobre mí. 9 Fui entonces a los gobernadores de más allá del río y les entregué las cartas del rey. Y el rey había enviado conmigo oficiales del ejército y hombres de a caballo. 10 Cuando se enteraron Sanbalat horonita y Tobías el oficial amonita, les disgustó mucho que alguien hubiera venido a procurar el bienestar de los hijos de Israel. 11 Y llegué a Jerusalén y estuve allí tres días. 12 Y me levanté de noche, yo y unos pocos hombres conmigo, pero no informé a nadie lo que mi Dios había puesto en mi corazón que hiciera por Jerusalén, y no había ningún animal conmigo excepto el animal sobre el cual iba yo montado. 13 Salí de noche por la puerta del Valle hacia la fuente del Dragón y hacia la puerta del Muladar, inspeccionando las murallas de Jerusalén que estaban derribadas y sus puertas que estaban consumidas por el fuego. 14 Pasé luego hacia la puerta de la Fuente y hacia el estanque del Rey, pero no había lugar para que pasara mi cabalgadura. 15 Y subí de noche por el torrente e inspeccioné la muralla. Entonces entré de nuevo por la puerta del Valle y regresé. 16 Los oficiales no sabían adónde yo había ido ni qué había hecho, ni tampoco se lo había hecho saber todavía a los judíos, ni a los sacerdotes, ni a los nobles, ni a los oficiales, ni a los demás que hacían la obra. 17 Entonces les dije: Vosotros veis la mala situación en que estamos, que Jerusalén está desolada y sus puertas quemadas a fuego. Venid, reedifiquemos la muralla de Jerusalén para que ya no seamos un oprobio. 18 Y les conté cómo la mano de mi Dios había sido bondadosa conmigo, y también las palabras que el rey me había dicho. Entonces dijeron: Levantémonos y edifiquemos. Y esforzaron sus manos en la buena obra. 19 Pero cuando se enteraron Sanbalat horonita, Tobías el oficial amonita y Gesem el árabe, se burlaron de nosotros, nos despreciaron y dijeron: ¿Qué es esto que estáis haciendo? ¿Os rebeláis contra el rey? 20 Y yo les respondí, y les dije: El Dios del cielo nos dará éxito; por tanto, nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, pero vosotros no tenéis parte ni derecho ni memorial en Jerusalén.
1 Palabra del SEÑOR que vino a Sofonías, hijo de Cusi, hijo de Gedalías, hijo de Amarías, hijo de Ezequías, en los días de Josías, hijo de Amón, rey de Judá: 2 Eliminaré por completo todo de la faz de la tierradeclara el SEÑOR. 3 Eliminaré hombres y animales, eliminaré las aves del cielo y los peces del mar, y haré tropezar a los impíos; extirparé al hombre de la faz de la tierradeclara el SEÑOR. 4 Extenderé mi mano contra Judá y contra todos los habitantes de Jerusalén; cortaré de este lugar al remanente de Baal y los nombres de los ministros idólatras junto con sus sacerdotes; 5 a los que se postran en las terrazas ante el ejército del cielo, a los que se postran y juran por el SEÑOR y juran también por Milcom , 6 a los que han dejado de seguir al SEÑOR, y a los que no han buscado al SEÑOR ni le han consultado. 7 ¡Calla delante del Señor DIOS!, porque el día del SEÑOR está cerca, porque el SEÑOR ha preparado un sacrificio, ha consagrado a sus invitados. 8 Y sucederá que en el día del sacrificio del SEÑOR castigaré a los príncipes, a los hijos del rey y a todos los que visten ropa extranjera. 9 Aquel día castigaré a todos los que saltan sobre el umbral, a los que llenan la casa de su señor de violencia y de engaño. 10 Y habrá aquel díadeclara el SEÑOR gritos de auxilio desde la puerta del Pescado, y gemidos desde el segundo distrito, y gran estruendo desde las colinas. 11 Gemid, habitantes del Mortero , porque será silenciado todo el pueblo de Canaán , exterminados todos los que pesan plata. 12 Y sucederá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con lámparas, y castigaré a los hombres que reposan como el vino en sus heces, los que dicen en su corazón: "Ni bien ni mal hará el SEÑOR." 13 Sus riquezas se convertirán en despojos, y sus casas en desolación; edificarán casas, mas no las habitarán, plantarán viñas, mas no beberán su vino. 14 Cercano está el gran día del SEÑOR, cercano y muy próximo. El clamor del día del SEÑOR es amargo; allí gritará el guerrero. 15 Día de ira aquel día, día de congoja y de angustia, día de destrucción y desolación, día de tinieblas y lobreguez, día nublado y de densa oscuridad, 16 día de trompeta y grito de guerra contra las ciudades fortificadas y contra los torreones de las esquinas. 17 Traeré angustia sobre los hombres, y andarán como ciegos, porque han pecado contra el SEÑOR; su sangre será derramada como polvo, y su carne como estiércol. 18 Ni su plata ni su oro podrán librarlos en el día de la ira del SEÑOR, cuando por el fuego de su celo toda la tierra sea consumida; porque El hará una destrucción total y terrible de todos los habitantes de la tierra.
1 Mientras ellos hablaban al pueblo, se les echaron encima los sacerdotes, el capitán de la guardia del templo, y los saduceos, 2 indignados porque enseñaban al pueblo, y anunciaban en Jesús la resurrección de entre los muertos. 3 Les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, pues ya era tarde. 4 Pero muchos de los que habían oído el mensaje creyeron, llegando el número de los hombres como a cinco mil. 5 Y sucedió que al día siguiente se reunieron en Jerusalén sus gobernantes, ancianos y escribas; 6 estaban allí el sumo sacerdote Anás, Caifás, Juan y Alejandro, y todos los que eran del linaje de los sumos sacerdotes. 7 Y habiéndolos puesto en medio de ellos, les interrogaban: ¿Con qué poder, o en qué nombre, habéis hecho esto? 8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes y ancianos del pueblo , 9 si se nos está interrogando hoy por causa del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste ha sido sanado, 10 sabed todos vosotros, y todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos, por El, este hombre se halla aquí sano delante de vosotros. 11 Este Jesús es la PIEDRA DESECHADA por vosotros LOS CONSTRUCTORES, pero QUE HA VENIDO A SER LA PIEDRA ANGULAR. 12 Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos. 13 Al ver la confianza de Pedro y de Juan, y dándose cuenta de que eran hombres sin letras y sin preparación, se maravillaban, y reconocían que ellos habían estado con Jesús. 14 Y viendo junto a ellos de pie al hombre que había sido sanado, no tenían nada que decir en contra. 15 Pero habiéndoles ordenado salir fuera del concilio, deliberaban entre sí, 16 diciendo: ¿Qué haremos con estos hombres? Porque el hecho de que un milagro notable ha sido realizado por medio de ellos es evidente a todos los que viven en Jerusalén, y no podemos negarlo. 17 Mas a fin de que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen más a hombre alguno en este nombre. 18 Cuando los llamaron, les ordenaron no hablar ni enseñar en el nombre de Jesús. 19 Mas respondiendo Pedro y Juan, les dijeron: Vosotros mismos juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; 20 porque nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído. 21 Y ellos, después de amenazarlos otra vez, los dejaron ir (no hallando la manera de castigarlos) por causa del pueblo, porque todos glorificaban a Dios por lo que había acontecido; 22 porque el hombre en quien se había realizado este milagro de sanidad tenía más de cuarenta años. 23 Cuando quedaron en libertad, fueron a los suyos y les contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho. 24 Al oír ellos esto, unánimes alzaron la voz a Dios y dijeron: Oh, Señor, tú eres el que HICISTE EL CIELO Y LA TIERRA, EL MAR Y TODO LO QUE EN ELLOS HAY, 25 el que por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David, tu siervo, dijiste: ¿POR QUE SE ENFURECIERON LOS GENTILES , Y LOS PUEBLOS TRAMARON COSAS VANAS? 26 SE PRESENTARON LOS REYES DE LA TIERRA, Y LOS GOBERNANTES SE JUNTARON A UNA CONTRA EL SEÑOR Y CONTRA SU CRISTO. 27 Porque en verdad, en esta ciudad se unieron tanto Herodes como Poncio Pilato, juntamente con los gentiles y los pueblos de Israel, contra tu santo siervo Jesús, a quien tú ungiste, 28 para hacer cuanto tu mano y tu propósito habían predestinado que sucediera. 29 Y ahora, Señor, considera sus amenazas, y permite que tus siervos hablen tu palabra con toda confianza, 30 mientras extiendes tu mano para que se hagan curaciones, señales y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús. 31 Después que oraron, el lugar donde estaban reunidos tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban la palabra de Dios con valor. 32 La congregación de los que creyeron era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo lo que poseía, sino que todas las cosas eran de propiedad común. 33 Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia había sobre todos ellos. 34 No había, pues, ningún necesitado entre ellos, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían, traían el precio de lo vendido, 35 y lo depositaban a los pies de los apóstoles, y se distribuía a cada uno según su necesidad. 36 Y José, un levita natural de Chipre, a quien también los apóstoles llamaban Bernabé (que traducido significa hijo de consolación), 37 poseía un campo y lo vendió, y trajo el dinero y lo depositó a los pies de los apóstoles.
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