1 Levantaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? 2 Mi socorro viene del SEÑOR, que hizo los cielos y la tierra. 3 No permitirá que tu pie resbale; no se adormecerá el que te guarda. 4 He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel. 5 El SEÑOR es tu guardador; el SEÑOR es tu sombra a tu mano derecha. 6 El sol no te herirá de día, ni la luna de noche. 7 El SEÑOR te protegerá de todo mal; El guardará tu alma. 8 El SEÑOR guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre.
1 Yo me alegré cuando me dijeron: Vamos a la casa del SEÑOR. 2 Plantados están nuestros pies dentro de tus puertas, oh Jerusalén. 3 Jerusalén, que está edificada como ciudad compacta, bien unida, 4 a la cual suben las tribus, las tribus del SEÑOR, (lo cual es ordenanza para Israel) para alabar el nombre del SEÑOR. 5 Porque allí se establecieron tronos para juicio, los tronos de la casa de David. 6 Orad por la paz de Jerusalén: Sean prosperados los que te aman. 7 Haya paz dentro de tus muros, y prosperidad en tus palacios. 8 Por amor de mis hermanos y de mis amigos diré ahora: Sea la paz en ti. 9 Por amor de la casa del SEÑOR nuestro Dios procuraré tu bien.
1 Ati levanto mis ojos, ¡oh tú que reinas en los cielos! 2 He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de su señor, como los ojos de la sierva a la mano de su señora, así nuestros ojos miran al SEÑOR nuestro Dios hasta que se apiade de nosotros. 3 Ten piedad de nosotros, oh SEÑOR, ten piedad de nosotros, porque muy hartos estamos de desprecio. 4 Harta en extremo está nuestra alma del escarnio de los que están en holgura, y del desprecio de los soberbios.
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