1 ¡Oh SEÑOR, cómo se han multiplicado mis adversarios! Muchos se levantan contra mí. 2 Muchos dicen de mi alma: Para él no hay salvación en Dios. (Selah ) 3 Mas tú, SEÑOR, eres escudo en derredor mío, mi gloria, y el que levanta mi cabeza. 4 Con mi voz clamé al SEÑOR, y El me respondió desde su santo monte. (Selah) 5 Yo me acosté y me dormí; desperté, pues el SEÑOR me sostiene. 6 No temeré a los diez millares de enemigos que se han puesto en derredor contra mí. 7 ¡Levántate, SEÑOR! ¡Sálvame, Dios mío! Porque tú hieres a todos mis enemigos en la mejilla; rompes los dientes de los impíos. 8 La salvación es del SEÑOR. ¡Sea sobre tu pueblo tu bendición! (Selah)
1 Hermanos y padres, escuchad mi defensa que ahora presento ante vosotros. 2 Cuando oyeron que se dirigía a ellos en el idioma hebreo, observaron aún más silencio; y él dijo<***>: 3 Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, educado bajo Gamaliel en estricta conformidad a la ley de nuestros padres, siendo tan celoso de Dios como todos vosotros lo sois hoy. 4 Y perseguí este Camino hasta la muerte, encadenando y echando en cárceles tanto a hombres como a mujeres, 5 de lo cual pueden testificar el sumo sacerdote y todo el concilio de los ancianos. También de ellos recibí cartas para los hermanos, y me puse en marcha para Damasco con el fin de traer presos a Jerusalén también a los que estaban allá, para que fueran castigados. 6 Y aconteció que cuando iba de camino, estando ya cerca de Damasco, como al mediodía, de repente una luz muy brillante fulguró desde el cielo a mi derredor, 7 y caí al suelo, y oí una voz que me decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" 8 Y respondí: "¿Quién eres, Señor?" Y El me dijo: "Yo soy Jesús el Nazareno, a quien tú persigues." 9 Y los que estaban conmigo vieron la luz, ciertamente, pero no comprendieron la voz del que me hablaba. 10 Y yo dije: "¿Qué debo hacer, Señor?" Y el Señor me dijo: "Levántate y entra a Damasco; y allí se te dirá todo lo que se ha ordenado que hagas." 11 Pero como yo no veía por causa del resplandor de aquella luz, los que estaban conmigo me llevaron de la mano y entré a Damasco. 12 Y uno llamado Ananías, hombre piadoso según las normas de la ley, y de quien daban buen testimonio todos los judíos que vivían allí, 13 vino a mí, y poniéndose a mi lado, me dijo: "Hermano Saulo, recibe la vista." En ese mismo instante alcé los ojos y lo miré. 14 Y él dijo: "El Dios de nuestros padres te ha designado para que conozcas su voluntad, y para que veas al Justo y oigas palabra de su boca. 15 "Porque testigo suyo serás a todos los hombres de lo que has visto y oído. 16 "Y ahora, ¿por qué te detienes? Levántate y sé bautizado, y lava tus pecados invocando su nombre." 17 Y aconteció que cuando regresé a Jerusalén y me hallaba orando en el templo, caí en un éxtasis, 18 y vi al Señor que me decía: "Apresúrate y sal pronto de Jerusalén porque no aceptarán tu testimonio acerca de mí." 19 Y yo dije: "Señor, ellos saben bien que en una sinagoga tras otra, yo encarcelaba y azotaba a los que creían en ti. 20 "Y cuando se derramaba la sangre de tu testigo Esteban, allí estaba también yo dando mi aprobación, y cuidando los mantos de los que lo estaban matando." 21 Pero El me dijo: "Ve, porque te voy a enviar lejos, a los gentiles." 22 Lo oyeron hasta que dijo esto, y entonces alzaron sus voces y dijeron: ¡Quita de la tierra a ese individuo! No se le debe permitir que viva. 23 Como ellos vociferaban, y arrojaban sus mantos, y echaban polvo al aire, 24 el comandante ordenó que lo llevaran al cuartel, diciendo que debía ser sometido a azotes para saber la razón por qué gritaban contra él de aquella manera. 25 Cuando lo estiraron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba allí: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haberle hecho juicio? 26 Al oír esto el centurión, fue al comandante y le avisó, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es romano. 27 Vino el comandante a Pablo y le dijo: Dime, ¿eres romano? Y él dijo: Sí. 28 Y el comandante respondió: Yo adquirí esta ciudadanía por una gran cantidad de dinero. Y Pablo dijo: Pero yo soy ciudadano de nacimiento. 29 Entonces los que iban a someterlo a azotes, al instante lo soltaron; y también el comandante tuvo temor cuando supo que Pablo era romano, y porque lo había atado con cadenas. 30 Al día siguiente, queriendo saber con certeza la causa por la cual los judíos lo acusaban, lo soltó, y ordenó a los principales sacerdotes y a todo el concilio que se reunieran; y llevando a Pablo, lo puso ante ellos.
1 Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Hermanos, hasta este día yo he vivido delante de Dios con una conciencia perfectamente limpia. 2 Y el sumo sacerdote Ananías ordenó a los que estaban junto a él, que lo golpearan en la boca. 3 Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Te sientas tú para juzgarme conforme a la ley, y violas la ley ordenando que me golpeen? 4 Los que estaban allí observando, dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios injurias 5 Y Pablo dijo: No sabía, hermanos, que él era el sumo sacerdote; porque escrito está: NO HABLARAS MAL DE UNA DE LAS AUTORIDADES DE TU PUEBLO. 6 Entonces Pablo, dándose cuenta de que una parte eran saduceos y otra fariseos, alzó la voz en el concilio: Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos; se me juzga a causa de la esperanza de la resurrección de los muertos. 7 Cuando dijo esto, se produjo un altercado entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió. 8 Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu, mas los fariseos creen todo esto. 9 Se produjo entonces un gran alboroto; y levantándose algunos de los escribas del grupo de los fariseos, discutían acaloradamente, diciendo: No encontramos nada malo en este hombre; pero ¿y si un espíritu o un ángel le ha hablado? 10 Y al surgir un gran altercado, el comandante tuvo temor de que Pablo fuera despedazado por ellos, y ordenó que las tropas descendieran, lo sacaran de entre ellos a la fuerza y lo llevaran al cuartel. 11 A la noche siguiente se le apareció el Señor y le dijo: Ten ánimo, porque como has testificado fielmente de mi causa en Jerusalén, así has de testificar también en Roma. 12 Cuando se hizo de día, los judíos tramaron una conspiración y se comprometieron bajo juramento, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubieran matado a Pablo. 13 Y los que tramaron esta conjura eran más de cuarenta, 14 los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nos hemos comprometido bajo solemne juramento a no probar nada hasta que hayamos matado a Pablo 15 Ahora pues, vosotros y el concilio, avisad al comandante para que lo haga comparecer ante vosotros, como si quisierais hacer una investigación más minuciosa para resolver su caso; nosotros por nuestra parte estamos listos para matarlo antes de que llegue. 16 Pero el hijo de la hermana de Pablo se enteró de la emboscada, y fue y entró al cuartel, y dio aviso a Pablo. 17 Y Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven al comandante, porque tiene algo que informarle. 18 El entonces, tomándolo consigo, lo condujo al comandante, y le dijo<***>: Pablo, el preso, me llamó y me pidió que te trajera a este joven, pues tiene algo que decirte. 19 Y el comandante, tomándolo de la mano, y llevándolo aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que me tienes que informar 20 Y él respondió: Los judíos se han puesto de acuerdo en pedirte que mañana lleves a Pablo al concilio con el pretexto de hacer una indagación más a fondo sobre él. 21 Pero no les prestes atención, porque más de cuarenta hombres de ellos, que se han comprometido bajo juramento a no comer ni beber hasta que lo hayan matado, esperan emboscados; ya están listos esperando promesa de parte tuya 22 Entonces el comandante dejó ir al joven, encomendándole: No digas a nadie que me has informado de estas cosas. 23 Y llamando a dos de los centuriones, dijo: Preparad doscientos soldados para la hora tercera de la noche , con setenta jinetes y doscientos lanceros, para que vayan a Cesarea. 24 Debían preparar también cabalgaduras para Pablo, y llevarlo a salvo al gobernador Félix. 25 Y el comandante escribió una carta en estos términos: 26 Claudio Lisias, al excelentísimo gobernador Félix: Salud. 27 Cuando este hombre fue arrestado por los judíos, y estaba a punto de ser muerto por ellos, al saber que era romano, fui con las tropas y lo rescaté. 28 Y queriendo cerciorarme de la causa por la cual lo acusaban, lo llevé a su concilio 29 y hallé que lo acusaban sobre cuestiones de su ley, pero no de ningún cargo que mereciera muerte o prisión. 30 Cuando se me informó de que había una conjura en contra del hombre, te lo envié enseguida, instruyendo también a sus acusadores que presenten los cargos contra él delante de ti . 31 Así que los soldados, de acuerdo con las órdenes que tenían, tomaron a Pablo y lo llevaron de noche a Antípatris. 32 Y al día siguiente regresaron al cuartel dejando que los de a caballo siguieran con él, 33 los cuales, después de llegar a Cesarea y de entregar la carta al gobernador, le presentaron también a Pablo. 34 Cuando la leyó, preguntó de qué provincia era; y al enterarse de que era de Cilicia, 35 dijo: Te oiré cuando estén presentes también tus acusadores. Y mandó que lo guardaran en el Pretorio de Herodes.
1 Cuando clamo, respóndeme, oh Dios de mi justicia. En la angustia me has aliviado; ten piedad de mí, escucha mi oración. 2 Hijos de hombres, ¿hasta cuándo cambiaréis mi honra en deshonra? ¿Hasta cuándo amaréis la vanidad y buscaréis la mentira? (Selah) 3 Sabed, pues, que el SEÑOR ha apartado al piadoso para sí; el SEÑOR oye cuando a El clamo. 4 Temblad, y no pequéis; meditad en vuestro corazón sobre vuestro lecho, y callad. (Selah) 5 Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en el SEÑOR. 6 Muchos dicen: ¿Quién nos mostrará el bien? ¡Alza, oh SEÑOR, sobre nosotros la luz de tu rostro! 7 Alegría pusiste en mi corazón, mayor que la de ellos cuando abundan su grano y su mosto. 8 En paz me acostaré y así también dormiré; porque sólo tú, SEÑOR, me haces habitar seguro. flauta. Salmo de David.
1 Escucha mis palabras, oh SEÑOR; considera mi lamento. 2 Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque es a ti a quien oro. 3 Oh SEÑOR, de mañana oirás mi voz; de mañana presentaré mi oración a ti, y con ansias esperaré. 4 Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el mal no mora contigo. 5 Los que se jactan no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad. 6 Destruyes a los que hablan falsedad; el SEÑOR abomina al hombre sanguinario y engañador. 7 Mas yo, por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa; me postraré en tu santo templo con reverencia. 8 SEÑOR, guíame en tu justicia por causa de mis enemigos; allana delante de mí tu camino. 9 Porque no hay sinceridad en lo que dicen; destrucción son sus entrañas, sepulcro abierto es su garganta; con su lengua hablan lisonjas. 10 Tenlos por culpables, oh Dios; ¡que caigan por sus mismas intrigas! Echalos fuera por la multitud de sus transgresiones, porque se rebelan contra ti. 11 Pero alégrense todos los que en ti se refugian; para siempre canten con júbilo, porque tú los proteges; regocíjense en ti los que aman tu nombre. 12 Porque tú, oh SEÑOR, bendices al justo, como con un escudo lo rodeas de tu favor.
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