1 Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias, pues cercano está tu nombre; los hombres declaran tus maravillas. 2 Cuando yo escoja el tiempo oportuno, seré yo quien juzgará con equidad. 3 Tiemblan la tierra y todos sus moradores, mas yo sostengo sus columnas. (Selah) 4 Dije a los orgullosos: No os jactéis; y a los impíos: No alcéis la frente; 5 no levantéis en alto vuestra frente; no habléis con orgullo insolente. 6 Porque ni del oriente ni del occidente, ni del desierto viene el enaltecimiento; 7 sino que Dios es el juez; a uno humilla y a otro ensalza. 8 Porque hay un cáliz en la mano del SEÑOR, y el vino fermenta, lleno de mixtura, y de éste El sirve; ciertamente lo sorberán hasta las heces y lo beberán todos los impíos de la tierra. 9 Pero yo lo anunciaré para siempre; cantaré alabanzas al Dios de Jacob. 10 Quebraré todos los cuernos de los impíos, pero el poderío del justo será ensalzado.
1 Dios es conocido en Judá; grande es su nombre en Israel. 2 En Salem está su tabernáculo , y en Sion su morada. 3 Allí quebró las saetas encendidas del arco, el escudo, la espada y las armas de guerra. (Selah) 4 Resplandeciente eres, más majestuoso que los montes de caza. 5 Fueron despojados los fuertes de corazón; durmieron su sueño, y ninguno de los guerreros pudo usar sus manos. 6 A tu reprensión, oh Dios de Jacob, auriga y caballo cayeron en profundo sueño. 7 Tú, sólo tú, has de ser temido; ¿y quién podrá estar en pie en tu presencia en el momento de tu ira? 8 Hiciste oír juicio desde los cielos; temió la tierra y enmudeció 9 al levantarse Dios para juzgar, para salvar a todos los humildes de la tierra. (Selah) 10 Pues el furor del hombre te alabará; con un residuo de furor te ceñirás. 11 Haced votos al SEÑOR vuestro Dios, y cumplidlos; todos los que están alrededor de El traigan presentes al que debe ser temido. 12 El cortará el espíritu de los príncipes; temido es por los reyes de la tierra.
1 Mi voz se eleva a Dios, y a El clamaré; mi voz se eleva a Dios, y El me oirá. 2 En el día de mi angustia busqué al Señor; en la noche mi mano se extendía sin cansarse; mi alma rehusaba ser consolada. 3 Me acuerdo de Dios, y me siento turbado; me lamento, y mi espíritu desmaya. (Selah) 4 Has mantenido abiertos mis párpados; estoy tan turbado que no puedo hablar. 5 He pensado en los días pasados, en los años antiguos. 6 De noche me acordaré de mi canción; en mi corazón meditaré; y mi espíritu inquiere. 7 ¿Rechazará el Señor para siempre, y no mostrará más su favor? 8 ¿Ha cesado para siempre su misericordia? ¿Ha terminado para siempre su promesa? 9 ¿Ha olvidado Dios tener piedad, o ha retirado con su ira su compasión? (Selah) 10 Entonces dije: Este es mi dolor: que la diestra del Altísimo ha cambiado. 11 Me acordaré de las obras del SEÑOR; ciertamente me acordaré de tus maravillas antiguas. 12 Meditaré en toda tu obra, y reflexionaré en tus hechos. 13 Santo es, oh Dios, tu camino; ¿qué dios hay grande como nuestro Dios? 14 Tú eres el Dios que hace maravillas, has hecho conocer tu poder entre los pueblos. 15 Con tu brazo has redimido a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José. (Selah) 16 Las aguas te vieron, oh Dios, te vieron las aguas y temieron, los abismos también se estremecieron. 17 Derramaron aguas las nubes, tronaron los nubarrones, también tus saetas centellearon por doquier. 18 La voz de tu trueno estaba en el torbellino, los relámpagos iluminaron al mundo, la tierra se estremeció y tembló. 19 En el mar estaba tu camino, y tus sendas en las aguas inmensas, y no se conocieron tus huellas. 20 Como rebaño guiaste a tu pueblo por mano de Moisés y de Aarón.
1 ¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? 2 ¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? 3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 4 Por tanto, hemos sido sepultados con El por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. 5 Porque si hemos sido unidos a El en la semejanza de su muerte, ciertamente lo seremos también en la semejanza de su resurrección, 6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con El, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; 7 porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado. 8 Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con El, 9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, no volverá a morir; ya la muerte no tiene dominio sobre El. 10 Porque por cuanto El murió, murió al pecado de una vez para siempre; pero en cuanto vive, vive para Dios. 11 Así también vosotros, consideraos muertos para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús. 12 Por tanto, no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal para que no obedezcáis sus lujurias; 13 ni presentéis los miembros de vuestro cuerpo al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. 14 Porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros, pues no estáis bajo la ley sino bajo la gracia. 15 ¿Entonces qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ningún modo! 16 ¿No sabéis que cuando os presentáis a alguno como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia? 17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, os hicisteis obedientes de corazón a aquella forma de doctrina a la que fuisteis entregados; 18 y habiendo sido libertados del pecado, os habéis hecho siervos de la justicia. 19 Hablo en términos humanos, por causa de la debilidad de vuestra carne. Porque de la manera que presentasteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y a la iniquidad, para iniquidad, así ahora presentad vuestros miembros como esclavos a la justicia, para santificación. 20 Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres en cuanto a la justicia. 21 ¿Qué fruto teníais entonces en aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de esas cosas es muerte. 22 Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como resultado la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
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