(Nota del Editor: El siguiente extracto fue tomado de Sentado con Cristo: Vivir libres en una Cultura de Comparaciones, 2015 por Heather Holleman. Usado con el permiso de Moody Publishers.)

Segunda pregunta: ¿Viviré la vida que Dios me pide?

Cuando lucho contra el deseo de una vida diferente –o si escucho una canción tentadora llevándome a un asiento diferente en otra mesa, me hago esta pregunta: ¿Viviré la vida que Dios quiere?

¿Lo haré? ¿Incluso si significa que sea fea? ¿Incluso si significa que sea anónima, sin logros ni prestigio? ¿Incluso si significa que sea pobre?

Incluso si…

Pauso. Estoy debatiendo conmigo misma. Estoy enlistando “cada sí” que pueda imaginar. Veo a ese ser falso mirándome. ¿Podría decirle a Jesús en ese momento que Él tiene el derecho de hacer lo que quiera con mi vida porque le pertenece a él? ¿Incluso si significa sufrimiento, pérdida o dolor? ¿Incluso si significa cederlo todo? ¿Puedo ceder mi vida? ¿Qué debería creer como verdadero de Dios para hacer esto?

¿Él me ama? ¿Quiere lo mejor para mí? ¿Puedo confiar en Él? Me conozco a mí misma: me aferro a mi vida, a mis planes y a lo que mis ideas de la felicidad apuntan. No sé cómo estar, como Pablo, “crucificado con cristo” (Gálatas 2:20). No sé cómo “perder mi vida” para encontrarla (Mateo 16:25). La pregunta, “¿Viviré la vida que Dios quiere?” me lleva en camino a la rendición.

Por fe y con el poder el Espíritu Santo, grito, “¡Sí, señor?”

Cuando acuerdo vivir la vida que Dios quiere, puedo respirar de nuevo. Soy ese pequeño niño con la roca en su pecho que finalmente encuentra la casa invernadero .

Puedes tener tus propios “sí”. Ahora mismo puedes temer que seguir a Jesús con todo tu corazón y permitirle que dirija tu vida significará sufrimiento o pérdida, Podrías dudar el poder de Dios de la bondad. Podrás luchar con la duda de si Dios puede o no proteger tu vida, aguardar tus sueños y cuidarte a ti y a tus seres queridos.

Lucho con los mismos miedos.

Me siento en la mesa con Jesús y lo miro. Escojo creer en Su amor y bondad. Escojo creer en Su poder. Considero todo lo que sé acerca de Él—Su amor, Su poder, Su bondad, Su autoridad, Su soberanía, Su santidad, Su sabiduría, y Su piedad, y me ofrezco a mí mismo como un “sacrificio vivo, santo y complaciente a Dios” (Romanos 12:1). Veo la verdad de Colosenses 3:3-4 donde Pablo escribe “tu moriste, y tu vida ahora está oculta con Cristo en Dios. Cuando Cristo que es tu vida, aparezca, entonces tú aparecerás con él en gloria.

Cristo ahora es mi vida, nací otra vez como “creación nueva” (2 Corintios 5:17). Me permito estar crucificada con Cristo, ahora estoy santificada en un nuevo tipo de muerte hermosa del ser, una muerte santa en el Señor. Aquí, rindo mi vida a Cristo y le dejo controlar y dirigir todo. Le digo a Jesús todo, --todos los “y si” que temo— y le digo que Él posee mi vida porque tengo un precio (1 Corintios 6:20) de su sangre derramada.

Me ofrezco.

Viviré la vida que Dios me pida. Es una declaración de mi voluntad y una actitud de mi corazón y mente de vivir en rendición. Es una muerte preciosa y profunda del ser que craquea la cáscara para que la verdad pueda emerger. Cuando estoy posicionado en este lugar –sabiendo que Jesús es mejor que todo y tengo la voluntad de vivir la vida que Dios quiere –comienzo a considerar mi vida desde la perspectiva de la santidad personal. Permanezco sentado con Cristo en los reinos Celestiales, y hago la siguiente pregunta…

Este artículo es parte de una serie de tres preguntas, Pregunta Uno: ¿Conocer a Jesús es mejor que nada?, y Pregunta 3: ¿Hay algo en mi vida que no complace a Dios?

Heather Holleman, PhD, es la autora de Sentado con Cristo: Vivir libres en una Cultura de Comparaciones. Ella es portavoz, escritora e instructora universitaria y sirve en el equipo e Comunes en Facultades con Cru. Heather vive en Pennsylvania con su esposo y sus dos hijas. Para aprender más acerca de Heather visítala en http://livewithflair.blogspot.com