Dios Sabe...Cuando Me Estoy Hundiendo Parte 2 - Aventuras en la Historia Sagrada - La Semana del 10 de Abril

Dios Sabe...Cuando Me Estoy Hundiendo - Parte 2

El barco en el que viajaba Pablo como prisionero naufragó y todos los pasajeros llegaron a la playa a salvo. Cuando los pasajeros, la tripulación, los prisioneros y los soldados se amontonaron en la playa, se dieron cuenta de que estaban en la isla de Malta. Los isleños les dieron una cordial bienvenida. Encendieron un gran fuego para que los inesperados visitantes se secaran y no tuvieran frío. Pablo ayudó a juntar ramas secas y al echarlas en el fuego, y una víbora se le prendió en la mano. Los isleños estaban espantados. "Ha de ser un homicida," dijeron. "¡Se escapó del mar, pero la justicia no lo dejará vivir!"

Pablo sacudió la víbora echándola al fuego. Todos observaban. Esperaban que Pablo cayera muerto, o que al menos se hinchara en agonía por la mordedura de la víbora venenosa. Nada sucedió. Ahora los naturales murmuraban, "Es un dios." Esto dio paso a que Pablo les hablara del Dios verdadero.

Publio, el hombre principal de la isla, invitó a su casa a Pablo y a sus amigos. Allí, Pablo oró a Dios para que sanara al padre de Publio, que estaba enfermo. Dios lo sanó. Cuando otros enfermos supieron de esto, vinieron y también a ellos Dios les restauró su salud. De esta manera, muchos aprendieron acerca de Jesús y creyeron en Él. Dios usó un desastre para traer bendición.

Tres meses después, cuando los viajeros por fin se embarcaron en otro barco, los naturales agradecidos les dieron regalos y todo lo necesario para su viaje.

Arribo en Roma

Por fin, los viajeros llegaron a Italia. La noticia se esparció rápidamente entre los Cristianos. "¡Pablo ha llegado a Italia! ¡Es un prisionero! ¡Viene a comparecer ante César!

Con corazón triste, Pablo emprendió su camino a Roma. Encadenado a su soldado, se preguntaba si este viaje daría frutos. Por muchos años, su esperanza era traer la verdad de Dios a Roma, la capital del mundo. Pero no soñó que fuera de esta manera - prisionero.

Por el camino, los Cristianos corrían a saludar a Pablo. Le dijeron cuánto significaba él para ellos, cuán agradecidos estaban de que él hubiera compartido la esperanza y el gozo de la vida Cristiana. Pablo dio gracias a Dios y tomó ánimo. Se acordó que pertenecía a la familia mundial de hijos de Dios.

En Roma, se le permitió a Pablo quedarse en una casa rentada por él. Estaba encadenado a un soldado todo el tiempo, pero la gente podía visitarlo. Por dos años presentó la verdad diariamente "predicando el reino de Dios y enseñando las cosas pertenecientes al Señor Jesucristo con toda confianza sin que nadie se lo prohibiera." En casi 30 años, las buenas nuevas del Cristianismo habían atravesado desde Jerusalén hasta Roma, el centro del mundo. 

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