1 El rey Asuero impuso tributo sobre la tierra y sobre las costas del mar. 2 Y todos los actos de su autoridad y poder, y todo el relato de la grandeza de Mardoqueo, con que el rey le engrandeció, ¿no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Media y Persia? 3 Porque el judío Mardoqueo era el segundo después del rey Asuero, grande entre los judíos y estimado por la multitud de sus hermanos, el cual buscó el bien de su pueblo y procuró el bienestar de toda su gente .
1 Hubo un hombre en la tierra de Uz llamado Job; y era aquel hombre intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal. 2 Y le nacieron siete hijos y tres hijas. 3 Su hacienda era de siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas y muchísima servidumbre; y era aquel hombre el más grande de todos los hijos del oriente. 4 Sus hijos solían ir y hacer un banquete en la casa de cada uno por turno, e invitaban a sus tres hermanas para que comieran y bebieran con ellos. 5 Y sucedía que cuando los días del banquete habían pasado, Job enviaba por ellos y los santificaba, y levantándose temprano, ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque Job decía: Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones. Así hacía Job siempre. 6 Hubo un día cuando los hijos de Dios vinieron a presentarse delante del SEÑOR, y Satanás vino también entre ellos. 7 Y el SEÑOR dijo a Satanás: ¿De dónde vienes? Entonces Satanás respondió al SEÑOR, y dijo: De recorrer la tierra y de andar por ella. 8 Y el SEÑOR dijo a Satanás: ¿Te has fijado en mi siervo Job? Porque no hay ninguno como él sobre la tierra, hombre intachable y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. 9 Respondió Satanás al SEÑOR: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? 10 ¿No has hecho tú una valla alrededor de él, de su casa y de todo lo que tiene, por todos lados? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus posesiones han aumentado en la tierra. 11 Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, verás si no te maldice en tu misma cara. 12 Entonces el SEÑOR dijo a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu poder; pero no extiendas tu mano sobre él. Y Satanás salió de la presencia del SEÑOR. 13 Y aconteció que un día en que sus hijos y sus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en la casa del hermano mayor, 14 vino un mensajero a Job y dijo: Los bueyes estaban arando y las asnas paciendo junto a ellos, 15 y los sabeos atacaron y se los llevaron. También mataron a los criados a filo de espada; sólo yo escapé para contártelo. 16 Mientras estaba éste hablando, vino otro y dijo: Fuego de Dios cayó del cielo y quemó las ovejas y a los criados y los consumió; sólo yo escapé para contártelo. 17 Mientras estaba éste hablando, vino otro y dijo: Los caldeos formaron tres cuadrillas y atacaron los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada; sólo yo escapé para contártelo. 18 Mientras estaba éste hablando, vino otro y dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en la casa de su hermano mayor, 19 y he aquí, vino un gran viento del otro lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, y ésta cayó sobre los jóvenes y murieron; sólo yo escapé para contártelo. 20 Entonces Job se levantó, rasgó su manto, se rasuró la cabeza, y postrándose en tierra, adoró, 21 y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El SEÑOR dio y el SEÑOR quitó; bendito sea el nombre del SEÑOR. 22 En todo esto Job no pecó ni culpó a Dios.
1 Y sucedió que un día cuando los hijos de Dios vinieron a presentarse delante del SEÑOR, vino también Satanás entre ellos para presentarse delante del SEÑOR. 2 Y el SEÑOR dijo a Satanás: ¿De dónde vienes? Entonces Satanás respondió al SEÑOR, y dijo: De recorrer la tierra y de andar por ella. 3 Y el SEÑOR dijo a Satanás: ¿Te has fijado en mi siervo Job? Porque no hay otro como él sobre la tierra, hombre intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Y él todavía conserva su integridad, aunque tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa. 4 Respondió Satanás al SEÑOR, y dijo: ¡Piel por piel! Sí, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. 5 Sin embargo, extiende ahora tu mano y toca su hueso y su carne, verás si no te maldice en tu misma cara. 6 Y el SEÑOR dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; pero guarda su vida. 7 Satanás salió de la presencia del SEÑOR, e hirió a Job con llagas malignas desde la planta del pie hasta la coronilla. 8 Y Job tomó un tiesto para rascarse mientras estaba sentado entre las cenizas. 9 Entonces su mujer le dijo: ¿Aún conservas tu integridad? Maldice a Dios y muérete. 10 Pero él le dijo: Como habla cualquier mujer necia, has hablado. ¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal? En todo esto Job no pecó con sus labios. 11 Cuando tres amigos de Job, Elifaz temanita, Bildad suhita y Zofar naamatita, oyeron de todo este mal que había venido sobre él, vinieron cada uno de su lugar, pues se habían puesto de acuerdo para ir juntos a condolerse de él y a consolarlo. 12 Y cuando alzaron los ojos desde lejos y no lo reconocieron, levantaron sus voces y lloraron. Cada uno de ellos rasgó su manto y esparcieron polvo hacia el cielo sobre sus cabezas. 13 Entonces se sentaron en el suelo con él por siete días y siete noches sin que nadie le dijera una palabra, porque veían que su dolor era muy grande.
1 Después abrió Job su boca y maldijo el día de su nacimiento. 2 Y Job dijo: 3 Perezca el día en que yo nací, y la noche que dijo: "Un varón ha sido concebido." 4 Sea ese día tinieblas, no lo tome en cuenta Dios desde lo alto, ni resplandezca sobre él la luz. 5 Apodérense de él tinieblas y densa oscuridad, pósese sobre él una nube, llénelo de terror la negrura del día. 6 Y en cuanto a aquella noche, apodérense de ella las tinieblas; que no se alegre entre los días del año, ni se cuente en el número de los meses. 7 He aquí, sea estéril aquella noche, no entren en ella gritos de júbilo. 8 Maldíganla los que maldicen el día, los que están listos para despertar a Leviatán. 9 Oscurézcanse las estrellas de su alba; que espere la luz mas no la tenga, que tampoco vea el rayar de la aurora; 10 porque no cerró las puertas del vientre de mi madre, ni escondió la aflicción de mis ojos. 11 ¿Por qué no morí yo al nacer, o expiré al salir del vientre? 12 ¿Por qué me recibieron las rodillas, y para qué los pechos que me dieron de mamar? 13 Porque ahora yo yacería tranquilo; dormiría, y entonces tendría descanso 14 con los reyes y los consejeros de la tierra, que reedificaron ruinas para sí; 15 o con príncipes que tenían oro, que llenaban sus casas de plata. 16 O como aborto desechado, yo no existiría, como los niños que nunca vieron la luz. 17 Allí los impíos cesan de airarse, y allí reposan los cansados. 18 Juntos reposan los prisioneros; no oyen la voz del capataz. 19 Allí están los pequeños y los grandes, y el esclavo es libre de su señor. 20 ¿Por qué se da luz al que sufre, y vida al amargado de alma; 21 a los que ansían la muerte, pero no llega, y cavan por ella más que por tesoros; 22 que se alegran sobremanera, y se regocijan cuando encuentran el sepulcro? 23 ¿Por qué dar luz al hombre cuyo camino está escondido, y a quien Dios ha cercado? 24 Porque al ver mi alimento salen mis gemidos, y mis clamores se derraman como agua. 25 Pues lo que temo viene sobre mí, y lo que me aterroriza me sucede. 26 No tengo reposo ni estoy tranquilo, no descanso, sino que me viene turbación.
1 Entonces respondió Elifaz temanita, y dijo: 2 Si alguien osara hablarte, ¿te pondrías impaciente? Pero ¿quién puede abstenerse de hablar? 3 He aquí, tú has exhortado a muchos, y las manos débiles has fortalecido. 4 Al que tropezaba tus palabras han levantado, y las rodillas débiles has robustecido. 5 Pero ahora que te ha llegado a ti, te impacientas; te toca a ti, y te desalientas. 6 ¿No es tu temor a Dios tu confianza, y la integridad de tus caminos tu esperanza? 7 Recuerda ahora, ¿quién siendo inocente ha perecido jamás? ¿O dónde han sido destruidos los rectos? 8 Por lo que yo he visto, los que aran iniquidad y los que siembran aflicción, eso siegan. 9 Por el aliento de Dios perecen, y por la explosión de su ira son consumidos. 10 El rugido del león, el bramido de la fiera y los dientes de los leoncillos son quebrantados. 11 El león perece por falta de presa, y los cachorros de la leona se dispersan. 12 Una palabra me fue traída furtivamente, y mi oído percibió un susurro de ella. 13 Entre pensamientos inquietantes de visiones nocturnas, cuando el sueño profundo cae sobre los hombres, 14 me sobrevino un espanto, un temblor que hizo estremecer todos mis huesos. 15 Entonces un espíritu pasó cerca de mi rostro, y el pelo de mi piel se erizó. 16 Se detuvo, pero no pude reconocer su aspecto; una figura estaba delante de mis ojos, hubo silencio, después oí una voz: 17 "¿Es el mortal justo delante de Dios? ¿Es el hombre puro delante de su Hacedor? 18 "El no confía ni aún en sus siervos; y a sus ángeles atribuye errores. 19 "¡Cuánto más a los que habitan en casas de barro, cuyos cimientos están en el polvo, que son aplastados como la polilla! 20 "Entre la mañana y la tarde son hechos pedazos; sin que nadie se dé cuenta, perecen para siempre. 21 "¿No les es arrancada la cuerda de su tienda? Mueren, mas sin sabiduría."
1 Llama ahora, ¿habrá quién te responda? ¿Y a cuál de los santos te volverás? 2 Porque el enojo mata al insensato, y la ira da muerte al necio. 3 Yo he visto al insensato echar raíces, y al instante maldije su morada. 4 Sus hijos no tienen seguridad alguna, aun en la puerta son oprimidos , y no hay quien los libre. 5 Su cosecha devoran los hambrientos, la toman aun de entre los espinos, y el intrigante ansía su riqueza. 6 Porque la aflicción no viene del polvo, ni brota el infortunio de la tierra; 7 porque el hombre nace para la aflicción, como las chispas vuelan hacia arriba. 8 Pero yo buscaría a Dios, y delante de Dios presentaría mi causa; 9 El hace cosas grandes e inescrutables, maravillas sin número. 10 El da la lluvia sobre la faz de la tierra, y envía las aguas sobre los campos. 11 Para poner en alto a los humildes, y a los que lloran levantarlos a lugar seguro, 12 El frustra las tramas de los astutos, para que sus manos no tengan éxito. 13 El prende a los sabios en su propia astucia, y el consejo de los sagaces pronto se frustra. 14 De día tropiezan con las tinieblas, y a mediodía andan a tientas como de noche. 15 Pero El salva al pobre de la espada, de sus bocas y de la mano del poderoso. 16 El desamparado, pues, tiene esperanza, y la injusticia tiene que cerrar su boca. 17 He aquí, cuán bienaventurado es el hombre a quien Dios reprende; no desprecies, pues, la disciplina del Todopoderoso. 18 Porque El inflige dolor, y da alivio; El hiere, y sus manos también sanan. 19 De seis aflicciones te librará, y en siete no te tocará el mal. 20 En el hambre te salvará de la muerte, y en la guerra del poder de la espada. 21 Estarás a cubierto del azote de la lengua, y no temerás la violencia cuando venga. 22 De la violencia y del hambre te reirás, y no temerás a las fieras de la tierra. 23 Pues con las piedras del campo harás tu alianza, y las fieras del campo estarán en paz contigo. 24 Y sabrás que tu tienda está segura, porque visitarás tu morada y no temerás pérdida alguna. 25 También sabrás que tu descendencia será numerosa, y tus vástagos como la hierba de la tierra. 26 En pleno vigor llegarás al sepulcro, como se hacinan las gavillas a su tiempo. 27 He aquí, esto lo hemos examinado, y así es; óyelo, y conócelo para tu bien.
1 Entonces respondió Job y dijo: 2 ¡Oh, si pudiera pesarse mi sufrimiento, y ponerse en la balanza junto con mi calamidad! 3 Porque pesarían ahora más que la arena de los mares: por eso mis palabras han sido precipitadas. 4 Porque las flechas del Todopoderoso están clavadas en mí, cuyo veneno bebe mi espíritu, y contra mí se juntan los terrores de Dios. 5 ¿Rebuzna el asno montés junto a su hierba, o muge el buey junto a su forraje? 6 ¿Se come sin sal lo insípido, o hay gusto en la clara del huevo? 7 Mi alma se niega a tocar estas cosas; son para mí alimento repugnante. 8 ¡Quién me diera que mi petición se cumpliera, que Dios me concediera mi anhelo, 9 que Dios consintiera en aplastarme, que soltara su mano y acabara conmigo! 10 Mas aún es mi consuelo, y me regocijo en el dolor sin tregua, que no he negado las palabras del Santo. 11 ¿Cuál es mi fuerza, para que yo espere, y cuál es mi fin, para que yo resista? 12 ¿Es mi fuerza la fuerza de las piedras, o es mi carne de bronce? 13 ¿Es que mi ayuda no está dentro de mí, y está alejado de mí todo auxilio? 14 Para el abatido, debe haber compasión de parte de su amigo; no sea que abandone el temor del Todopoderoso. 15 Mis hermanos han obrado engañosamente como un torrente, como las corrientes de los arroyos que se desvanecen, 16 que a causa del hielo están turbios y en los que la nieve se derrite. 17 Cuando se quedan sin agua, están silenciosos, cuando hace calor, desaparecen de su lugar. 18 Serpentean las sendas de su curso, se evaporan en la nada y perecen. 19 Las caravanas de Temán los buscaron, los viajeros de Sabá contaban con ellos. 20 Quedaron frustrados porque habían confiado, llegaron allí y fueron confundidos. 21 Ciertamente, así sois vosotros ahora, veis algo aterrador y os espantáis. 22 ¿Acaso he dicho: "Dadme algo", "De vuestra riqueza ofrecedme un soborno", 23 "Libradme de la mano del adversario", o: "Rescatadme de la mano de los tiranos"? 24 Instruidme, y yo callaré; mostradme en qué he errado. 25 ¡Cuán dolorosas son las palabras sinceras! Pero ¿qué prueba vuestro argumento? 26 ¿Pensáis censurar mis palabras, cuando las palabras del desesperado se las lleva el viento? 27 Aun echaríais suerte sobre los huérfanos, y especularíais con vuestro amigo. 28 Y ahora, tratad de mirarme y ved si miento en vuestra cara. 29 Desistid, por favor; que no haya injusticia; sí, desistid; en ello está aún mi justicia. 30 ¿Acaso hay injusticia en mi lengua? ¿No puede mi paladar discernir calamidades?
1 ¿No está el hombre obligado a trabajar sobre la tierra? ¿No son sus días como los días de un jornalero? 2 Como esclavo que suspira por la sombra, y como jornalero que espera con ansias su paga, 3 así me han dado en herencia meses inútiles, y noches de aflicción me han asignado. 4 Cuando me acuesto, digo: "¿Cuándo me levantaré?" Pero la noche sigue, y estoy dando vueltas continuamente hasta el amanecer. 5 Mi carne está cubierta de gusanos y de una costra de tierra; mi piel se endurece y supura. 6 Mis días pasan más veloces que la lanzadera, y llegan a su fin sin esperanza. 7 Recuerda que mi vida es un soplo, mis ojos no volverán a ver el bien. 8 El ojo del que me ve no me verá más; tus ojos estarán sobre mí, pero yo no existiré. 9 Como una nube se desvanece y pasa, así el que desciende al Seol no subirá; 10 no volverá más a su casa, ni su lugar lo verá más. 11 Por tanto, no refrenaré mi boca, hablaré en la angustia de mi espíritu, me quejaré en la amargura de mi alma. 12 ¿Soy yo el mar, o un monstruo marino, para que me pongas guardia? 13 Si digo: "Mi cama me consolará, mi lecho atenuará mi queja", 14 entonces tú me asustas con sueños y me aterrorizas con visiones; 15 mi alma, pues, escoge la asfixia, la muerte, en lugar de mis dolores. 16 Languidezco; no he de vivir para siempre. Déjame solo, pues mis días son un soplo. 17 ¿Qué es el hombre para que lo engrandezcas, para que te preocupes por él, 18 para que lo examines cada mañana, y a cada momento lo pongas a prueba? 19 ¿Nunca apartarás de mí tu mirada, ni me dejarás solo hasta que trague mi saliva? 20 ¿He pecado? ¿Qué te he hecho a ti, oh guardián de los hombres? ¿Por qué has hecho de mí tu blanco, de modo que soy una carga para mí mismo? 21 Entonces, ¿por qué no perdonas mi transgresión y quitas mi iniquidad? Porque ahora dormiré en el polvo; y tú me buscarás, pero ya no existiré.
1 Entonces respondió Bildad suhita, y dijo: 2 ¿Hasta cuándo hablarás estas cosas, y serán viento impetuoso las palabras de tu boca? 3 ¿Acaso tuerce Dios la justicia o tuerce el Todopoderoso lo que es justo? 4 Si tus hijos pecaron contra El, entonces El los entregó al poder de su transgresión. 5 Si tú buscaras a Dios e imploraras la misericordia del Todopoderoso, 6 si fueras puro y recto, ciertamente El se despertaría ahora en tu favor y restauraría tu justa condición. 7 Aunque tu principio haya sido insignificante, con todo, tu final aumentará sobremanera. 8 Pregunta, te ruego, a las generaciones pasadas, y considera las cosas escudriñadas por sus padres. 9 Porque nosotros somos de ayer y nada sabemos, pues nuestros días sobre la tierra son como una sombra. 10 ¿No te instruirán ellos y te hablarán, y de sus corazones sacarán palabras? 11 ¿Puede crecer el papiro sin cenagal? ¿Puede el junco crecer sin agua? 12 Estando aún verde y sin cortar, con todo, se seca antes que cualquier otra planta. 13 Así son las sendas de todos los que se olvidan de Dios, y la esperanza del impío perecerá, 14 porque es frágil su confianza, y una tela de araña su seguridad. 15 Confía en su casa, pero ésta no se sostiene; se aferra a ella, pero ésta no perdura. 16 Crece con vigor delante del sol, y sus renuevos brotan sobre su jardín. 17 Sus raíces se entrelazan sobre un montón de rocas; vive en una casa de piedras. 18 Si se le arranca de su lugar, éste le negará, diciendo: "Nunca te vi." 19 He aquí, este es el gozo de su camino; y del polvo brotarán otros. 20 He aquí, Dios no rechaza al íntegro, ni sostiene a los malhechores. 21 Aún ha de llenar de risa tu boca, y tus labios de gritos de júbilo. 22 Los que te odian serán cubiertos de verguenza, y la tienda de los impíos no existirá más.
1 Entonces respondió Job y dijo: 2 En verdad yo sé que es así, pero ¿cómo puede un hombre ser justo delante de Dios? 3 Si alguno quisiera contender con El, no podría contestarle ni una vez entre mil. 4 Sabio de corazón y robusto de fuerzas, ¿quién le ha desafiado sin sufrir daño? 5 El es el que remueve los montes, y éstos no saben cómo cuando los vuelca en su furor; 6 el que sacude la tierra de su lugar, y sus columnas tiemblan; 7 el que manda al sol que no brille, y pone sello a las estrellas; 8 el que solo extiende los cielos, y holla las olas del mar; 9 el que hace la Osa, el Orión y las Pléyades, y las cámaras del sur; 10 el que hace grandes cosas, inescrutables, y maravillas sin número. 11 Si El pasara junto a mí, no le vería; si me pasara adelante, no le percibiría. 12 Si El arrebatara algo, ¿quién le estorbaría? Quién podrá decirle: "¿Qué haces?" 13 Dios no retirará su ira; debajo de El se abaten los que ayudan a Rahab. 14 ¿Cómo puedo yo responderle, y escoger mis palabras delante de El? 15 Porque aunque yo tuviera razón, no podría responder; tendría que implorar la misericordia de mi juez. 16 Si yo llamara y El me respondiera, no podría creer que escuchara mi voz. 17 Porque El me quebranta con tempestad, y sin causa multiplica mis heridas. 18 No me permite cobrar aliento, sino que me llena de amarguras. 19 Si es cuestión de poder, he aquí, El es poderoso; y si es cuestión de justicia, ¿quién le citará? 20 Aunque soy justo, mi boca me condenará; aunque soy inocente , El me declarará culpable. 21 Inocente soy, no hago caso de mí mismo, desprecio mi vida. 22 Todo es lo mismo, por tanto digo: "El destruye al inocente y al malvado." 23 Si el azote mata de repente, El se burla de la desesperación del inocente. 24 La tierra es entregada en manos de los impíos; El cubre el rostro de sus jueces; si no es El, ¿quién será? 25 Mis días son más ligeros que un corredor; huyen, no ven el bien. 26 Se deslizan como barcos de juncos, como águila que se arroja sobre su presa. 27 Aunque yo diga: "Olvidaré mi queja, cambiaré mi triste semblante y me alegraré", 28 temeroso estoy de todos mis dolores, sé que tú no me absolverás. 29 Si soy impío, ¿para qué, pues, esforzarme en vano? 30 Si me lavara con nieve y limpiara mis manos con lejía, 31 aun así me hundirías en la fosa, y mis propios vestidos me aborrecerían. 32 Porque El no es hombre como yo, para que le responda, para que juntos vengamos a juicio. 33 No hay árbitro entre nosotros, que ponga su mano sobre ambos. 34 Que El quite de mí su vara, y no me espante su terror. 35 Entonces yo hablaré y no le temeré; porque en mi opinión yo no soy así.
1 Hastiado estoy de mi vida: daré rienda suelta a mi queja, hablaré en la amargura de mi alma. 2 Le diré a Dios: "No me condenes, hazme saber por qué contiendes conmigo. 3 "¿Es justo para ti oprimir, rechazar la obra de tus manos, y mirar con favor los designios de los malos? 4 "¿Acaso tienes tú ojos de carne, o ves como el hombre ve? 5 "¿Son tus días como los días de un mortal, o tus años como los años del hombre, 6 para que andes averiguando mi culpa, y buscando mi pecado? 7 "Según tu conocimiento ciertamente no soy culpable; sin embargo no hay salvación de tu mano. 8 "Tus manos me formaron y me hicieron, ¿y me destruirás? 9 "Acuérdate ahora que me has modelado como a barro, ¿y me harás volver al polvo? 10 "¿No me derramaste como leche, y como queso me cuajaste? 11 "¿No me vestiste de piel y de carne, y me entretejiste con huesos y tendones? 12 "Vida y misericordia me has concedido, y tu cuidado ha guardado mi espíritu. 13 "Sin embargo, tienes escondidas estas cosas en tu corazón, yo sé que esto está dentro de ti: 14 si pecara, me lo tomarías en cuenta, y no me absolverías de mi culpa. 15 "Si soy malvado, ¡ay de mí!, y si soy justo, no me atrevo a levantar la cabeza. Estoy harto de deshonra y consciente de mi aflicción. 16 "Si mi cabeza se levantara, como león me cazarías, y mostrarías tu poder contra mí. 17 "Renuevas tus pruebas contra mí, y te ensañas conmigo; tropas de relevo vienen contra mí. 18 "¿Por qué, pues, me sacaste de la matriz? ¡Ojalá que hubiera muerto y nadie me hubiera visto! 19 "Sería como si no hubiera existido, llevado del vientre a la sepultura." 20 ¿No dejará El en paz mis breves días? Apártate de mí para que me consuele un poco 21 antes que me vaya, para no volver, a la tierra de tinieblas y sombras profundas; 22 tierra tan lóbrega como las mismas tinieblas, de sombras profundas, sin orden, y donde la luz es como las tinieblas.
1 Entonces respondió Zofar naamatita, y dijo: 2 ¿Quedará sin respuesta esa multitud de palabras, y será absuelto el que mucho habla? 3 ¿Harán tus jactancias callar a los hombres? ¿Harás escarnio sin que nadie te reprenda? 4 Pues has dicho: "Mi enseñanza es pura, y soy inocente ante tus ojos." 5 Mas, ¡quién diera que Dios hablara, abriera sus labios contra ti 6 y te declarara los secretos de la sabiduría!; porque la verdadera sabiduría tiene dos lados. Sabrías entonces que Dios olvida parte de tu iniquidad. 7 ¿Descubrirás tú las profundidades de Dios? ¿Descubrirás los límites del Todopoderoso? 8 Altos son como los cielos; ¿qué harás tú? Más profundos son que el Seol; ¿qué puedes tú saber? 9 Más extensa que la tierra es su dimensión, y más ancha que el mar. 10 Si El pasa, o encierra, o convoca una asamblea, ¿quién podrá estorbarle? 11 Porque El conoce a los hombres falsos, y ve la iniquidad sin investigar. 12 Y el hombre tonto se hará inteligente cuando el pollino de un asno montés nazca hombre. 13 Si diriges bien tu corazón y extiendes a El tu mano, 14 si en tu mano hay iniquidad y la alejas de ti y no permites que la maldad more en tus tiendas, 15 entonces, ciertamente levantarás tu rostro sin mancha, estarás firme y no temerás. 16 Porque olvidarás tu aflicción, como aguas que han pasado la recordarás. 17 Tu vida será más radiante que el mediodía, y hasta la oscuridad será como la mañana. 18 Entonces confiarás, porque hay esperanza, mirarás alrededor y te acostarás seguro. 19 Descansarás y nadie te atemorizará, y muchos procurarán tu favor. 20 Pero los ojos de los malvados languidecerán, y no habrá escape para ellos; su esperanza es dar su último suspiro.
1 Entonces respondió Job, y dijo: 2 En verdad que sois el pueblo, y con vosotros morirá la sabiduría. 3 Pero yo también tengo inteligencia como vosotros, no soy inferior a vosotros. ¿Y quién no sabe esto? 4 Soy motivo de burla para mis amigos, el que clamó a Dios, y El le respondió. Motivo de burla es el justo e intachable. 5 El que está en holgura desprecia la calamidad, como cosa preparada para aquellos cuyos pies resbalan. 6 Las tiendas de los destructores prosperan, y los que provocan a Dios están seguros, a quienes Dios ha dado el poder que tienen. 7 Y ahora pregunta a las bestias, y que ellas te enseñen, y a las aves de los cielos, y que ellas te informen. 8 O habla a la tierra y que ella te instruya, y que los peces del mar te lo declaren. 9 ¿Quién entre todos ellos no sabe que la mano del SEÑOR ha hecho esto, 10 que en su mano está la vida de todo ser viviente, y el aliento de toda carne de hombre? 11 ¿No distingue el oído las palabras como el paladar prueba la comida? 12 En los ancianos está la sabiduría, y en largura de días el entendimiento. 13 En El están la sabiduría y el poder, y el consejo y el entendimiento son suyos. 14 He aquí, El derriba, y no se puede reedificar; aprisiona a un hombre, y no hay liberación. 15 He aquí, El retiene las aguas, y todo se seca, y las envía e inundan la tierra. 16 En El están la fuerza y la prudencia, suyos son el engañado y el engañador. 17 El hace que los consejeros anden descalzos, y hace necios a los jueces. 18 Rompe las cadenas de los reyes y ata sus lomos con cuerda. 19 Hace que los sacerdotes anden descalzos y derriba a los que están seguros. 20 Priva del habla a los hombres de confianza y quita a los ancianos el discernimiento. 21 Vierte desprecio sobre los nobles y afloja el cinto de los fuertes. 22 Revela los misterios de las tinieblas y saca a la luz la densa oscuridad. 23 Engrandece las naciones, y las destruye; ensancha las naciones, y las dispersa. 24 Priva de inteligencia a los jefes de la gente de la tierra y los hace vagar por un yermo sin camino; 25 andan a tientas en tinieblas, sin luz, y los hace tambalearse como ebrios.
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