1 Subió, pues, Abram de Egipto al Neguev, él y su mujer con todo lo que poseía; y con él, Lot. 2 Y Abram era muy rico en ganado, en plata y en oro. 3 Y anduvo en sus jornadas desde el Neguev hasta Betel, al lugar donde su tienda había estado al principio, entre Betel y Hai, 4 al lugar del altar que antes había hecho allí; y allí Abram invocó el nombre del SEÑOR. 5 Y también Lot, que andaba con Abram, tenía ovejas, vacas y tiendas. 6 Y la tierra no podía sostenerlos para que habitaran juntos, porque sus posesiones eran tantas que ya no podían habitar juntos. 7 Hubo, pues, contienda entre los pastores del ganado de Abram y los pastores del ganado de Lot. Y el cananeo y el ferezeo habitaban entonces en aquella tierra. 8 Y Abram dijo a Lot: Te ruego que no haya contienda entre nosotros, ni entre mis pastores y tus pastores, porque somos hermanos. 9 ¿No está toda la tierra delante de ti? Te ruego que te separes de mí: si vas a la izquierda, yo iré a la derecha; y si a la derecha, yo iré a la izquierda. 10 Y alzó Lot los ojos y vio todo el valle del Jordán, el cual estaba bien regado por todas partes (esto fue antes de que el SEÑOR destruyera a Sodoma y Gomorra) como el huerto del SEÑOR, como la tierra de Egipto rumbo a Zoar. 11 Y escogió Lot para sí todo el valle del Jordán; y viajó Lot hacia el oriente. Así se separaron el uno del otro. 12 Abram se estableció en la tierra de Canaán, en tanto que Lot se estableció en las ciudades del valle, y fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma. 13 Y los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra el SEÑOR en gran manera. 14 Y el SEÑOR dijo a Abram después que Lot se había separado de él: Alza ahora los ojos y mira desde el lugar donde estás hacia el norte, el sur, el oriente y el occidente, 15 pues toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre. 16 Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; de manera que si alguien puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia podrá contarse. 17 Levántate, recorre la tierra a lo largo y a lo ancho de ella, porque a ti te la daré. 18 Entonces Abram mudó su tienda, y vino y habitó en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí un altar al SEÑOR.
1 Y aconteció en los días de Amrafel, rey de Sinar, Arioc, rey de Elasar, Quedorlaomer, rey de Elam, y Tidal, rey de Goim, 2 que éstos hicieron guerra a Bera, rey de Sodoma, y a Birsa, rey de Gomorra, a Sinab, rey de Adma, a Semeber, rey de Zeboim, y al rey de Bela, es decir, Zoar. 3 Todos éstos vinieron como aliados al valle de Sidim, es decir, el mar Salado. 4 Doce años habían servido a Quedorlaomer, pero en el año trece se rebelaron. 5 Y en el año catorce, Quedorlaomer y los reyes que estaban con él, vinieron y derrotaron a los refaítas en Astarot Karnaim, a los zuzitas en Ham, a los emitas en Save-quiriataim, 6 y a los horeos en el monte de Seir hasta El-parán, que está junto al desierto. 7 Entonces volvieron a En-mispat, es decir, Cades, y conquistaron todo el territorio de los amalecitas, y también a los amorreos que habitaban en Hazezon-tamar. 8 Y salió el rey de Sodoma, con el rey de Gomorra, el rey de Adma, el rey de Zeboim y el rey de Bela, es decir, Zoar, y presentaron batalla contra ellos en el valle de Sidim: 9 esto es, contra Quedorlaomer, rey de Elam, Tidal, rey de Goim, Amrafel, rey de Sinar, y Arioc, rey de Elasar; cuatro reyes contra cinco. 10 Y el valle de Sidim estaba lleno de pozos de asfalto; y el rey de Sodoma y el de Gomorra huyeron y cayeron allí. Y los demás huyeron a los montes. 11 Entonces tomaron todos los bienes de Sodoma y Gomorra y todas sus provisiones, y se fueron. 12 Y tomaron también a Lot, sobrino de Abram, con todas sus posesiones, pues él habitaba en Sodoma, y partieron. 13 Y uno de los que escaparon vino y se lo hizo saber a Abram el hebreo, que habitaba en el encinar de Mamre el amorreo, hermano de Escol y hermano de Aner, y éstos eran aliados de Abram. 14 Al oír Abram que su pariente había sido llevado cautivo, movilizó a sus hombres adiestrados nacidos en su casa, trescientos dieciocho, y salió en su persecución hasta Dan. 15 Y por la noche, él, con sus siervos, organizó sus fuerzas contra ellos, y los derrotó y los persiguió hasta Hoba, que está al norte de Damasco. 16 Y recobró todos sus bienes, también a su pariente Lot con sus posesiones, y también a las mujeres y a la gente. 17 A su regreso después de derrotar a Quedorlaomer y a los reyes que estaban con él, salió a su encuentro el rey de Sodoma en el valle de Save, es decir, el valle del Rey. 18 Entonces Melquisedec, rey de Salem, sacó pan y vino; él era sacerdote del Dios Altísimo. 19 Y lo bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador del cielo y de la tierra; 20 y bendito sea el Dios Altísimo que entregó a tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram el diezmo de todo. 21 Y el rey de Sodoma dijo a Abram: Dame las personas y toma para ti los bienes. 22 Y Abram dijo al rey de Sodoma: He jurado al SEÑOR, Dios Altísimo, creador del cielo y de la tierra, 23 que no tomaré ni un hilo ni una correa de zapato, ni ninguna cosa tuya, para que no digas: "Yo enriquecí a Abram." 24 Nada tomaré, excepto lo que los jóvenes han comido y la parte de los hombres que fueron conmigo: Aner, Escol y Mamre. Ellos tomarán su parte.
1 Después de estas cosas la palabra del SEÑOR vino a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram, yo soy un escudo para ti; tu recompensa será muy grande. 2 Y Abram dijo: Oh Señor DIOS, ¿qué me darás, puesto que yo estoy sin hijos, y el heredero de mi casa es Eliezer de Damasco? 3 Dijo además Abram: He aquí, no me has dado descendencia, y uno nacido en mi casa es mi heredero. 4 Pero he aquí que la palabra del SEÑOR vino a él, diciendo: Tu heredero no será éste, sino uno que saldrá de tus entrañas, él será tu heredero. 5 Lo llevó fuera, y le dijo: Ahora mira al cielo y cuenta las estrellas, si te es posible contarlas. Y le dijo: Así será tu descendencia. 6 Y Abram creyó en el SEÑOR, y El se lo reconoció por justicia. 7 Y le dijo: Yo soy el SEÑOR que te saqué de Ur de los caldeos, para darte esta tierra para que la poseas. 8 Y él le dijo: Oh Señor DIOS, ¿cómo puedo saber que la poseeré? 9 El le respondió: Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón. 10 El le trajo todos éstos y los partió por la mitad, y puso cada mitad enfrente de la otra; mas no partió las aves. 11 Y las aves de rapiña descendían sobre los animales sacrificados, pero Abram las ahuyentaba. 12 Y sucedió que a la puesta del sol un profundo sueño cayó sobre Abram, y he aquí que el terror de una gran oscuridad cayó sobre él. 13 Y Dios dijo a Abram: Ten por cierto que tus descendientes serán extranjeros en una tierra que no es suya, donde serán esclavizados y oprimidos cuatrocientos años. 14 Mas yo también juzgaré a la nación a la cual servirán, y después saldrán de allí con grandes riquezas. 15 Tú irás a tus padres en paz; y serás sepultado en buena vejez. 16 Y en la cuarta generación ellos regresarán acá, porque hasta entonces no habrá llegado a su colmo la iniquidad de los amorreos. 17 Y aconteció que cuando el sol ya se había puesto, hubo densas tinieblas, y he aquí, apareció un horno humeante y una antorcha de fuego que pasó por entre las mitades de los animales. 18 En aquel día el SEÑOR hizo un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia he dado esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates: 19 los ceneos, los cenezeos, los cadmoneos, 20 los heteos, los ferezeos, los refaítas, 21 los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos.
1 Ese mismo día salió Jesús de la casa y se sentó a la orilla del mar. 2 Y se congregaron junto a El grandes multitudes, por lo que subió a una barca y se sentó; y toda la multitud estaba de pie en la playa. 3 Y les habló muchas cosas en parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar; 4 y al sembrar, parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron. 5 Otra parte cayó en pedregales donde no tenía mucha tierra; y enseguida brotó porque no tenía profundidad de tierra; 6 pero cuando salió el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. 7 Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron. 8 Y otra parte cayó en tierra buena y dio<***> fruto, algunas semillas a ciento por uno, otras a sesenta y otras a treinta. 9 El que tiene oídos, que oiga. 10 Y acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas en parábolas? 11 Y respondiendo El, les dijo: Porque a vosotros se os ha concedido conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no se les ha concedido. 12 Porque a cualquiera que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia; pero a cualquiera que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. 13 Por eso les hablo en parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. 14 Y en ellos se cumple la profecía de Isaías que dice: "AL OIR OIREIS, Y NO ENTENDEREIS; Y VIENDO VEREIS, Y NO PERCIBIREIS; 15 PORQUE EL CORAZON DE ESTE PUEBLO SE HA VUELTO INSENSIBLE Y CON DIFICULTAD OYEN CON SUS OIDOS; Y SUS OJOS HAN CERRADO, NO SEA QUE VEAN CON LOS OJOS, Y OIGAN CON LOS OIDOS, Y ENTIENDAN CON EL CORAZON, Y SE CONVIERTAN, Y YO LOS SANE." 16 Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen. 17 Porque en verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron. 18 Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. 19 A todo el que oye la palabra del reino y no la entiende, el maligno viene y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es aquel en quien se sembró la semilla junto al camino. 20 Y aquel en quien se sembró la semilla en pedregales, éste es el que oye la palabra y enseguida la recibe con gozo; 21 pero no tiene raíz profunda en sí mismo, sino que sólo es temporal, y cuando por causa de la palabra viene la aflicción o la persecución, enseguida tropieza y cae. 22 Y aquel en quien se sembró la semilla entre espinos, éste es el que oye la palabra, mas las preocupaciones del mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se queda sin fruto. 23 Pero aquel en quien se sembró la semilla en tierra buena, éste es el que oye la palabra y la entiende, éste sí da fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta y otro a treinta. 24 Jesús les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos puede compararse a un hombre que sembró buena semilla en su campo. 25 Pero mientras los hombres dormían, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. 26 Cuando el trigo brotó y produjo grano, entonces apareció también la cizaña. 27 Y los siervos del dueño fueron y le dijeron: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo, pues, tiene cizaña?" 28 El les dijo: "Un enemigo ha hecho esto". Y los siervos le dijeron<***>: "¿Quieres, pues, que vayamos y la recojamos?" 29 Pero él dijo<***>: "No, no sea que al recoger la cizaña, arranquéis el trigo junto con ella. 30 "Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega; y al tiempo de la siega diré a los segadores: 'Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla, pero el trigo recogedlo en mi granero.'" 31 Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo, 32 y que de todas las semillas es la más pequeña; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de modo que LAS AVES DEL CIELO vienen y ANIDAN EN SUS RAMAS. 33 Les dijo otra parábola: El reino de los cielos es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina hasta que todo quedó fermentado. 34 Todo esto habló Jesús en parábolas a las multitudes, y nada les hablaba sin parábola, 35 para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta, cuando dijo: ABRIRE MI BOCA EN PARABOLAS; HABLARE DE COSAS OCULTAS DESDE LA FUNDACION DEL MUNDO. 36 Entonces dejó a la multitud y entró en la casa. Y se le acercaron sus discípulos, diciendo: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. 37 Y respondiendo El, dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre, 38 y el campo es el mundo; y la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del maligno; 39 y el enemigo que la sembró es el diablo, y la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. 40 Por tanto, así como la cizaña se recoge y se quema en el fuego, de la misma manera será en el fin del mundo. 41 El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que son piedra de tropiezo y a los que hacen iniquidad; 42 y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes. 43 Entonces LOS JUSTOS RESPLANDECERAN COMO EL SOL en el reino de su Padre. El que tiene oídos, que oiga. 44 El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo. 45 El reino de los cielos también es semejante a un mercader que busca perlas finas, 46 y al encontrar una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró. 47 El reino de los cielos también es semejante a una red barredera que se echó en el mar, y recogió peces de toda clase; 48 y cuando se llenó, la sacaron a la playa; y se sentaron y recogieron los peces buenos en canastas, pero echaron fuera los malos. 49 Así será en el fin del mundo; los ángeles saldrán, y sacarán a los malos de entre los justos, 50 y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes. 51 ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos le dijeron<***>: Sí. 52 Y El les dijo: Por eso todo escriba que se ha convertido en un discípulo del reino de los cielos es semejante al dueño de casa que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas. 53 Y sucedió que cuando Jesús terminó estas parábolas, se fue de allí. 54 Y llegando a su pueblo, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que se maravillaban y decían: ¿Dónde obtuvo éste esta sabiduría y estos poderes milagrosos? 55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo , José, Simón y Judas? 56 ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿Dónde, pues, obtuvo éste todas estas cosas? 57 Y se escandalizaban a causa de El. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa. 58 Y no hizo muchos milagros allí a causa de la incredulidad de ellos.
1 Por aquel tiempo, Herodes el tetrarca oyó la fama de Jesús, 2 y dijo a sus sirvientes: Este es Juan el Bautista. El ha resucitado de entre los muertos, y por eso es que poderes milagrosos actúan en él. 3 Porque Herodes había prendido a Juan, lo había atado y puesto en la cárcel por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe; 4 porque Juan le decía: No te es lícito tenerla. 5 Y aunque Herodes quería matarlo, tenía miedo al pueblo, porque consideraban a Juan como un profeta. 6 Pero cuando llegó el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó ante ellos y agradó a Herodes. 7 Por lo cual le prometió con juramento darle lo que ella pidiera. 8 Ella, instigada por su madre, dijo<***>: Dame aquí, en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista. 9 Y aunque el rey se entristeció, a causa de sus juramentos y de sus invitados, ordenó que se la dieran; 10 y mandó decapitar a Juan en la cárcel. 11 Y trajeron su cabeza en una bandeja y se la dieron a la muchacha, y ella se la llevó a su madre. 12 Los discípulos de Juan llegaron y recogieron el cuerpo y lo sepultaron; y fueron y se lo comunicaron a Jesús. 13 Al oírlo Jesús, se retiró de allí en una barca, solo, a un lugar desierto; y cuando las multitudes lo supieron, le siguieron a pie desde las ciudades. 14 Y al desembarcar, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos y sanó a sus enfermos. 15 Al atardecer se le acercaron los discípulos, diciendo: El lugar está desierto y la hora es ya avanzada; despide, pues, a las multitudes para que vayan a las aldeas y se compren alimentos. 16 Pero Jesús les dijo: No hay necesidad de que se vayan; dadles vosotros de comer. 17 Entonces ellos le dijeron<***>: No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces. 18 El les dijo: Traédmelos acá. 19 Y ordenando a la muchedumbre que se recostara sobre la hierba, tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo los alimentos, y partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la multitud. 20 Y comieron todos y se saciaron. Y recogieron lo que sobró de los pedazos: doce cestas llenas. 21 Y los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. 22 Enseguida hizo que los discípulos subieran a la barca y fueran delante de El a la otra orilla, mientras El despedía a la multitud. 23 Después de despedir a la multitud, subió al monte a solas para orar; y al anochecer, estaba allí solo. 24 Pero la barca estaba ya a muchos estadios de tierra, y era azotada por las olas, porque el viento era contrario. 25 Y a la cuarta vigilia de la noche , Jesús vino a ellos andando sobre el mar. 26 Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, y decían: ¡Es un fantasma! Y de miedo, se pusieron a gritar. 27 Pero enseguida Jesús les habló, diciendo: Tened ánimo, soy yo; no temáis. 28 Respondiéndole Pedro, dijo: Señor, si eres tú, mándame que vaya a ti sobre las aguas. 29 Y El dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, caminó sobre las aguas, y fue hacia Jesús. 30 Pero viendo la fuerza del viento tuvo miedo, y empezando a hundirse gritó, diciendo: ¡Señor, sálvame! 31 Y al instante Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo<***>: Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste? 32 Cuando ellos subieron a la barca, el viento se calmó. 33 Entonces los que estaban en la barca le adoraron, diciendo: En verdad eres Hijo de Dios. 34 Terminada la travesía, bajaron a tierra en Genesaret. 35 Y cuando los hombres de aquel lugar reconocieron a Jesús, enviaron a decirlo por toda aquella comarca de alrededor y le trajeron todos los que tenían algún mal. 36 Y le rogaban que les dejara tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que lo tocaban quedaban curados.
1 Entonces se acercaron<***> a Jesús algunos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: 2 ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Pues no se lavan las manos cuando comen pan. 3 Y respondiendo El, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios a causa de vuestra tradición? 4 Porque Dios dijo: "HONRA A tu PADRE Y A tu MADRE," y: "QUIEN HABLE MAL DE su PADRE O DE su MADRE, QUE MUERA." 5 Pero vosotros decís: "Cualquiera que diga a su padre o a su madre: 'Es ofrenda a Dios todo lo mío con que pudieras ser ayudado', 6 no necesitará más honrar a su padre o a su madre." Y así invalidasteis la palabra de Dios por causa de vuestra tradición. 7 ¡Hipócritas! Bien profetizó Isaías de vosotros cuando dijo: 8 "ESTE PUEBLO CON LOS LABIOS ME HONRA, PERO SU CORAZON ESTA MUY LEJOS DE MI. 9 "MAS EN VANO ME RINDEN CULTO, ENSEÑANDO COMO DOCTRINAS PRECEPTOS DE HOMBRES." 10 Y llamando junto a sí a la multitud, les dijo: Oíd y entended: 11 no es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre. 12 Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron<***>: ¿Sabes que los fariseos se escandalizaron cuando oyeron tus palabras? 13 Pero El contestó y dijo: Toda planta que mi Padre celestial no haya plantado, será desarraigada. 14 Dejadlos; son ciegos guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo. 15 Respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos la parábola. 16 Y El dijo: ¿También vosotros estáis aún faltos de entendimiento? 17 ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al estómago y luego se elimina? 18 Pero lo que sale de la boca proviene del corazón, y eso es lo que contamina al hombre. 19 Porque del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias. 20 Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero comer sin lavarse las manos no contamina al hombre. 21 Saliendo Jesús de allí, se retiró a la región de Tiro y de Sidón. 22 Y he aquí, una mujer cananea que había salido de aquella comarca, comenzó a gritar, diciendo: Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí; mi hija está terriblemente endemoniada. 23 Pero El no le respondió palabra. Y acercándose sus discípulos, le rogaban, diciendo: Atiéndela, pues viene gritando tras nosotros. 24 Y respondiendo El, dijo: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 25 Pero acercándose ella, se postró ante El, diciendo: ¡Señor, socórreme! 26 Y El respondió y dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echárselo a los perrillos. 27 Pero ella dijo: Sí, Señor; pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. 28 Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Oh mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas. Y su hija quedó sana desde aquel momento. 29 Y pasando Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea, y subiendo al monte, se sentó allí. 30 Y vinieron a El grandes multitudes trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos y los pusieron a sus pies y El los sanó; 31 de modo que la muchedumbre se maravilló al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban restaurados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel. 32 Entonces Jesús, llamando junto a sí a sus discípulos, les dijo: Tengo compasión de la multitud, porque hace ya tres días que están conmigo y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos sin comer, no sea que desfallezcan en el camino. 33 Y los discípulos le dijeron<***>: ¿Dónde conseguiríamos nosotros en el desierto tantos panes para saciar a una multitud tan grande? 34 Jesús entonces les dijo<***>: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos respondieron: Siete, y unos pocos pececillos. 35 Y El mandó a la multitud que se recostara en el suelo; 36 y tomó los siete panes y los peces; y después de dar gracias, los partió y empezó a darlos a los discípulos, y los discípulos a las multitudes. 37 Y comieron todos y se saciaron; y recogieron de lo que sobró de los pedazos, siete canastas llenas. 38 Los que comieron fueron cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. 39 Y después de despedir a la muchedumbre, subió a la barca y fue a la región de Magadán.
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