1 Entonces Josué llamó a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés, 2 y les dijo: Habéis guardado todo lo que Moisés, siervo del SEÑOR, os mandó, y habéis escuchado mi voz en todo lo que os mandé. 3 Hasta el día de hoy no habéis abandonado a vuestros hermanos durante este largo tiempo, sino que habéis cuidado de guardar el mandamiento del SEÑOR vuestro Dios. 4 Y ahora, el SEÑOR vuestro Dios ha dado descanso a vuestros hermanos, como El les había dicho; volved, pues, e id a vuestras tiendas, a la tierra de vuestra posesión que Moisés, siervo del SEÑOR, os dio al otro lado del Jordán. 5 Solamente guardad cuidadosamente el mandamiento y la ley que Moisés, siervo del SEÑOR, os mandó, de amar al SEÑOR vuestro Dios, andar en todos sus caminos, guardar sus mandamientos y de allegarse a El y servirle con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma. 6 Y Josué los bendijo y los despidió, y se fueron a sus tiendas. 7 Moisés había dado a la media tribu de Manasés una posesión en Basán, pero a la otra media tribu Josué dio una posesión entre sus hermanos hacia el occidente, al otro lado del Jordán. Y cuando Josué los mandó a sus tiendas, los bendijo, 8 y les dijo: Volved a vuestras tiendas con grandes riquezas, con mucho ganado, con plata, oro, bronce, hierro y con muchos vestidos; repartid con vuestros hermanos el botín de vuestros enemigos. 9 Y los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés, volvieron y se separaron de los hijos de Israel en Silo, que está en la tierra de Canaán, para ir a la tierra de Galaad, a la tierra de su posesión la cual ellos habían poseído, conforme al mandato del SEÑOR por medio de Moisés. 10 Y cuando llegaron a la región del Jordán que está en la tierra de Canaán, los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés, edificaron allí un altar junto al Jordán, un altar de aspecto grande. 11 Y los hijos de Israel oyeron decir: He aquí, los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés han edificado un altar en el límite de la tierra de Canaán, en la región del Jordán, en el lado que pertenece a los hijos de Israel. 12 Al oír esto los hijos de Israel, toda la congregación de los hijos de Israel se reunió en Silo para subir a pelear contra ellos. 13 Entonces los hijos de Israel enviaron a los hijos de Rubén, a los hijos de Gad y a la media tribu de Manasés, en la tierra de Galaad, a Finees, hijo del sacerdote Eleazar, 14 y con él a diez jefes, un jefe por cada casa paterna de cada tribu de Israel; cada uno de ellos era cabeza de la casa de sus padres entre los millares de Israel. 15 Y vinieron a los hijos de Rubén, a los hijos de Gad y a la media tribu de Manasés, a la tierra de Galaad, y les hablaron, diciendo: 16 Así dice toda la congregación del SEÑOR: "¿Qué infidelidad es ésta que habéis cometido contra el Dios de Israel, apartándoos hoy de seguir al SEÑOR, edificándoos un altar, y rebelándoos hoy contra el SEÑOR? 17 "¿No nos es suficiente la iniquidad de Peor, de la cual no nos hemos limpiado hasta hoy, a pesar de que vino una plaga sobre la congregación del SEÑOR, 18 para que también vosotros os apartéis hoy de seguir al SEÑOR? Y sucederá que si hoy os rebeláis contra el SEÑOR, mañana El se enojará con toda la congregación de Israel. 19 "Mas si la tierra de vuestra posesión es inmunda, entonces pasad a la tierra de la posesión del SEÑOR, donde está el tabernáculo del SEÑOR, y tomad posesión entre nosotros. Pero no os rebeléis contra el SEÑOR, ni os rebeléis contra nosotros edificándoos un altar aparte del altar del SEÑOR nuestro Dios. 20 "¿No fue infiel Acán, hijo de Zera, en cuanto al anatema, y vino la ira sobre toda la congregación de Israel? Y aquel hombre no pereció solo en su iniquidad." 21 Entonces los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés respondieron, y dijeron a las cabezas de las familias de Israel: 22 ¡El Poderoso Dios, el SEÑOR, el Poderoso Dios, el SEÑOR! El lo sabe; que Israel mismo lo sepa. Si fue rebelión, o una infidelidad contra el SEÑOR, que no nos salve hoy. 23 Si nos hemos edificado un altar para apartarnos de seguir al SEÑOR, o para ofrecer holocausto u ofrenda de cereal sobre él, o para ofrecer en él sacrificios de ofrendas de paz, que el SEÑOR mismo nos lo demande. 24 En verdad, hemos hecho esto más bien por temor, diciendo: "El día de mañana vuestros hijos pudieran decir a nuestros hijos: '¿Qué tenéis que ver vosotros con el SEÑOR, Dios de Israel? 25 'Porque el SEÑOR ha puesto el Jordán por límite entre nosotros y vosotros, hijos de Rubén e hijos de Gad; vosotros no tenéis parte con el SEÑOR.' Así vuestros hijos podrían hacer que nuestros hijos dejaran de temer al SEÑOR." 26 Por tanto, dijimos: "Construyamos ahora un altar, no para holocaustos ni para sacrificios, 27 sino para que sea testigo entre nosotros y vosotros, y entre nuestras generaciones después de nosotros, que hemos de cumplir el servicio del SEÑOR delante de El con nuestros holocaustos, con nuestros sacrificios y con nuestras ofrendas de paz, para que en el día de mañana vuestros hijos no digan a nuestros hijos: 'No tenéis porción en el SEÑOR.'" 28 Nosotros, pues, dijimos: "Sucederá el día de mañana, que si nos dicen esto a nosotros o a nuestras generaciones, entonces diremos: 'Ved la réplica del altar del SEÑOR que nuestros padres edificaron, no para holocaustos ni para sacrificios, sino más bien como testigo entre nosotros y vosotros.'" 29 Lejos esté de nosotros que nos rebelemos contra el SEÑOR y nos apartemos de seguir hoy al SEÑOR, construyendo un altar para holocaustos, para ofrenda de cereal o para sacrificios, aparte del altar del SEÑOR nuestro Dios que está frente a su tabernáculo . 30 Y cuando el sacerdote Finees y los principales de la congregación, es decir, las cabezas de las familias de Israel que estaban con él, oyeron las palabras que dijeron los hijos de Rubén, los hijos de Gad y los hijos de Manasés, les pareció bien. 31 Y Finees, hijo del sacerdote Eleazar, dijo a los hijos de Rubén, a los hijos de Gad y a los hijos de Manasés: Hoy sabemos que el SEÑOR está en medio de nosotros, porque no habéis cometido esta infidelidad contra el SEÑOR; ahora habéis librado a los hijos de Israel de la mano del SEÑOR. 32 Entonces Finees, hijo del sacerdote Eleazar, y los jefes, dejaron a los hijos de Rubén y a los hijos de Gad, y regresaron de la tierra de Galaad a la tierra de Canaán, a los hijos de Israel, y les dieron respuesta. 33 Y la respuesta agradó a los hijos de Israel; y los hijos de Israel bendijeron a Dios, y no hablaron más de subir a pelear contra ellos para destruir la tierra en que habitaban los hijos de Rubén y los hijos de Gad. 34 Y los hijos de Rubén y los hijos de Gad llamaron al altar Testigo; pues dijeron: Es testigo entre nosotros de que el SEÑOR es Dios.
1 Entonces respondió Job, y dijo: 2 Aun hoy mi queja es rebelión; su mano es pesada no obstante mi gemido. 3 ¡Quién me diera saber dónde encontrarle, para poder llegar hasta su trono ! 4 Expondría ante El mi causa, llenaría mi boca de argumentos 5 Aprendería yo las palabras que El me respondiera, y entendería lo que me dijera. 6 ¿Contendería El conmigo con la grandeza de su poder? No, ciertamente me prestaría atención. 7 Allí el justo razonaría con El, y yo sería librado para siempre de mi Juez. 8 He aquí, me adelanto, y El no está allí, retrocedo, pero no le puedo percibir; 9 cuando se manifiesta a la izquierda, no le distingo, se vuelve a la derecha, y no le veo. 10 Pero El sabe el camino que tomo; cuando me haya probado, saldré como el oro. 11 Mi pie ha seguido firme en su senda, su camino he guardado y no me he desviado. 12 Del mandamiento de sus labios no me he apartado, he atesorado las palabras de su boca más que mi comida. 13 Pero El es único, ¿y quién le hará cambiar? Lo que desea su alma, eso hace. 14 Porque El hace lo que está determinado para mí, y muchos decretos como éstos hay con El 15 Por tanto, me espantaría ante su presencia; cuando lo pienso, siento terror de El. 16 Es Dios el que ha hecho desmayar mi corazón, y el Todopoderoso el que me ha perturbado; 17 pero no me hacen callar las tinieblas, ni la densa oscuridad que me cubre.
1 Y el SEÑOR dijo a Moisés: Lábrate dos tablas de piedra como las anteriores, y yo escribiré sobre las tablas las palabras que estaban en las primeras tablas que tú quebraste. 2 Prepárate, pues, para la mañana, y sube temprano al monte Sinaí, y allí preséntate a mí en la cumbre del monte. 3 Y que no suba nadie contigo, ni se vea a nadie en todo el monte; ni siquiera ovejas ni bueyes pasten delante de ese monte. 4 Moisés, pues, labró dos tablas de piedra como las anteriores, se levantó muy de mañana y subió al monte Sinaí, como el SEÑOR le había mandado, llevando en su mano las dos tablas de piedra. 5 Y el SEÑOR descendió en la nube y estuvo allí con él, mientras éste invocaba el nombre del SEÑOR. 6 Entonces pasó el SEÑOR por delante de él y proclamó: El SEÑOR, el SEÑOR, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad; 7 el que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, y que no tendrá por inocente al culpable; el que castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación. 8 Y Moisés se apresuró a inclinarse a tierra y adoró, 9 y dijo: Si ahora, Señor, he hallado gracia ante tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros, aunque el pueblo sea de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y tómanos por posesión tuya. 10 Y Dios contestó: He aquí, voy a hacer un pacto. Delante de todo tu pueblo haré maravillas que no se han hecho en toda la tierra ni en ninguna de las naciones; y todo el pueblo en medio del cual habitas verá la obra del SEÑOR, porque es cosa temible la que haré por medio de ti. 11 Observa lo que te mando hoy: he aquí, yo echo de delante de ti al amorreo, al cananeo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo. 12 Cuídate de no hacer pacto con los habitantes de la tierra adonde vas, no sea que esto se convierta en tropezadero en medio de ti; 13 sino que derribaréis sus altares y quebraréis sus pilares sagrados y cortaréis sus Aseras , 14 pues no adorarás a ningún otro dios, ya que el SEÑOR, cuyo nombre es Celoso, es Dios celoso; 15 no sea que hagas pacto con los habitantes de aquella tierra, y cuando se prostituyan con sus dioses y les ofrezcan sacrificios, alguien te invite y comas de su sacrificio; 16 y tomes de sus hijas para tus hijos, y ellas se prostituyan con sus dioses, y hagan que también tus hijos se prostituyan con los dioses de ellas. 17 No te harás dioses de fundición. 18 Guardarás la fiesta de los panes sin levadura. Según te he mandado, por siete días comerás panes sin levadura en el tiempo señalado en el mes de Abib, porque en el mes de Abib saliste de Egipto. 19 Todo primer nacido de matriz me pertenece, y de todo ganado tuyo, el primer nacido de vaca y de oveja, que sea macho. 20 Redimirás con una oveja el primer nacido de asno; y si no lo redimes, quebrarás su cerviz. Redimirás a todo primogénito de tus hijos; y nadie se presentará ante mí con las manos vacías. 21 Seis días trabajarás, mas en el séptimo día descansarás; aun en el tiempo de arar y de segar, descansarás. 22 También celebrarás la fiesta de las semanas, es decir, los primeros frutos de la siega del trigo, y la fiesta de la cosecha al final del año. 23 Tres veces al año se presentarán todos tus varones delante de DIOS, el Señor, Dios de Israel. 24 Porque yo expulsaré a las naciones de tu presencia y ensancharé tus fronteras, y nadie codiciará tu tierra cuando subas tres veces al año a presentarte delante del SEÑOR tu Dios. 25 No ofrecerás la sangre de mi sacrificio con pan leudado, ni se dejará nada del sacrificio de la fiesta de la Pascua hasta la mañana. 26 Traerás a la casa del SEÑOR tu Dios las primicias de los primeros frutos de tu tierra. No cocerás el cabrito en la leche de su madre. 27 Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: Escríbete estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho un pacto contigo y con Israel. 28 Y Moisés estuvo allí con el SEÑOR cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan ni bebió agua. Y escribió en las tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos. 29 Y aconteció que cuando Moisés descendía del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, Moisés no sabía que la piel de su rostro resplandecía por haber hablado con Dios. 30 Y al ver Aarón y todos los hijos de Israel a Moisés, he aquí, la piel de su rostro resplandecía; y tuvieron temor de acercarse a él. 31 Entonces Moisés los llamó, y Aarón y todos los jefes de la congregación volvieron a él; y Moisés les habló. 32 Y después se acercaron todos los hijos de Israel, y él les mandó que hicieran todo lo que el SEÑOR había hablado con él en el monte Sinaí. 33 Cuando Moisés acabó de hablar con ellos, puso un velo sobre su rostro. 34 Pero siempre que Moisés entraba a la presencia del SEÑOR para hablar con El, se quitaba el velo hasta que salía; y siempre que salía y decía a los hijos de Israel lo que se le había mandado, 35 los hijos de Israel veían que la piel del rostro de Moisés resplandecía. Y Moisés volvía a ponerse el velo sobre su rostro hasta que entraba a hablar con Dios.
1 Profecía sobre el desierto del mar . Como se lanzan los torbellinos en el Neguev, así viene el invasor del desierto, de una tierra temible. 2 Una visión dura me ha sido mostrada: el pérfido obra pérfidamente, y el destructor destruye. Sube, Elam; sitia, Media. He puesto fin a todo gemir que ella ha causado. 3 Por esta razón mis lomos están llenos de angustia; dolores se han apoderado de mí como dolores de mujer de parto. Estoy tan confundido que no oigo, tan aterrado que no veo. 4 Desvaría mi mente, el espanto me sobrecoge; el anochecer que anhelaba se me convirtió en terror. 5 Ponen la mesa, extienden el mantel, comen, beben. ¡Levantaos, capitanes, engrasad los escudos!, 6 porque así me ha dicho el Señor: Ve, pon centinela que dé aviso de lo que vea. 7 Cuando vea hombres montados, jinetes de dos en dos, filas de asnos, filas de camellos, que preste mucha atención, muchísima atención. 8 Entonces el centinela gritó: Oh Señor, de día estoy yo continuamente en la atalaya, y todas las noches permanezco en mi puesto de guardia. 9 He aquí, vienen hombres montados, jinetes de dos en dos. Y uno respondió, y dijo: Cayó, cayó Babilonia, y todas las imágenes de sus dioses están destrozadas sobre la tierra. 10 ¡Oh mi pueblo trillado y afligido de mi era! Lo que he oído del SEÑOR de los ejércitos, Dios de Israel, os doy a conocer. 11 Profecía sobre Edom. Alguien sigue llamándome desde Seir: Centinela, ¿qué hora es de la noche? Centinela, ¿qué hora es de la noche? 12 El centinela responde: Viene la mañana y también la noche. Si queréis preguntar, preguntad; volved otra vez. 13 Profecía sobre Arabia. En las espesuras de Arabia pasad la noche, caravanas de dedanitas. 14 Traed agua para el sediento, habitantes de la tierra de Tema, salid con pan al encuentro del fugitivo. 15 Porque han huido ante las espadas, ante la espada desnuda, ante el arco tendido y ante la violencia de la batalla. 16 Pues así me ha dicho el Señor: En un año, como lo contaría un jornalero, terminará todo el esplendor de Cedar; 17 y del resto del número de los arqueros, los poderosos de los hijos de Cedar, quedarán pocos, porque ha hablado el SEÑOR, Dios de Israel.
1 Y aconteció que mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo, habiendo recorrido las regiones superiores, llegó a Efeso y encontró a algunos discípulos, 2 y les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le respondieron: No, ni siquiera hemos oído si hay un Espíritu Santo. 3 Entonces él dijo: ¿En qué bautismo, pues, fuisteis bautizados? Ellos contestaron: En el bautismo de Juan. 4 Y Pablo dijo: Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en aquel que vendría después de él, es decir, en Jesús. 5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. 6 Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y hablaban en lenguas y profetizaban. 7 Eran en total unos doce hombres. 8 Entró Pablo en la sinagoga, y por tres meses continuó hablando denodadamente, discutiendo y persuadiéndoles acerca del reino de Dios. 9 Pero cuando algunos se endurecieron y se volvieron desobedientes hablando mal del Camino ante la multitud, Pablo se apartó de ellos llevándose a los discípulos, y discutía diariamente en la escuela de Tirano. 10 Esto continuó por dos años, de manera que todos los que vivían en Asia oyeron la palabra del Señor, tanto judíos como griegos. 11 Y Dios hacía milagros extraordinarios por mano de Pablo, 12 de tal manera que incluso llevaban pañuelos o delantales de su cuerpo a los enfermos, y las enfermedades los dejaban y los malos espíritus se iban de ellos. 13 Pero también algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, trataron de invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os ordeno por Jesús, a quien Pablo predica. 14 Y siete hijos de un tal Esceva, uno de los principales sacerdotes judíos, eran los que hacían esto. 15 Pero el espíritu malo respondió, y les dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo, pero vosotros, ¿quiénes sois? 16 Y el hombre en quien estaba el espíritu malo se lanzó sobre ellos, y los dominó y pudo más que ellos, de manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos. 17 Y supieron esto todos los habitantes de Efeso, tanto judíos como griegos; y el temor se apoderó de todos ellos, y el nombre del Señor Jesús era exaltado. 18 También muchos de los que habían creído continuaban viniendo, confesando y declarando las cosas que practicaban. 19 Y muchos de los que practicaban la magia, juntando sus libros, los quemaban a la vista de todos; calcularon su precio y hallaron que llegaba a cincuenta mil piezas de plata . 20 Así crecía poderosamente y prevalecía la palabra del Señor. 21 Pasadas estas cosas, Pablo decidió en el espíritu ir a Jerusalén después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: Después que haya estado allí, debo visitar también Roma. 22 Y habiendo enviado a Macedonia a dos de sus ayudantes, Timoteo y Erasto, él se quedó en Asia por algún tiempo. 23 Por aquel tiempo se produjo un alboroto no pequeño por motivo del Camino. 24 Porque cierto platero que se llamaba Demetrio, que labraba templecillos de plata de Diana y producía no pocas ganancias a los artífices, 25 reunió a éstos junto con los obreros de oficios semejantes, y dijo: Compañeros, sabéis que nuestra prosperidad depende de este comercio. 26 Y veis y oís que no sólo en Efeso, sino en casi toda Asia, este Pablo ha persuadido a una gran cantidad de gente, y la ha apartado, diciendo que los dioses hechos con las manos no son dioses verdaderos. 27 Y no sólo corremos el peligro de que nuestro oficio caiga en descrédito, sino también de que el templo de la gran diosa Diana se considere sin valor, y que ella, a quien adora toda Asia y el mundo entero, sea despojada de su grandeza. 28 Cuando oyeron esto, se llenaron de ira, y gritaban, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios! 29 Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se precipitaron en el teatro, arrastrando consigo a Gayo y a Aristarco, los compañeros de viaje de Pablo, que eran de Macedonia. 30 Cuando Pablo quiso ir a la asamblea, los discípulos no se lo permitieron. 31 También algunos de los asiarcas , que eran amigos de Pablo, enviaron a él y repetidamente le rogaron que no se aventurara a presentarse en el teatro. 32 Así que unos gritaban una cosa y otros otra, porque había confusión en la asamblea, y la mayoría no sabía por qué razón se habían reunido. 33 Y algunos de la multitud dedujeron que se trataba de Alejandro, puesto que los judíos lo habían empujado hacia adelante. Entonces Alejandro, haciendo señal de silencio con la mano, quería hacer su defensa ante la asamblea. 34 Mas cuando se dieron cuenta de que era judío, un clamor se levantó de todos ellos, gritando como por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios! 35 Entonces el secretario , después de calmar a la multitud, dijo<***>: Ciudadanos de Efeso, ¿hay acaso algún hombre que no sepa que la ciudad de los efesios es guardiana del templo de la gran Diana y de la imagen que descendió del cielo? 36 Puesto que estos hechos son innegables, debéis guardar calma y no hacer nada precipitadamente. 37 Porque habéis traído a estos hombres que ni roban templos, ni blasfeman a nuestra diosa. 38 Así pues, si Demetrio y los artífices que están con él tienen queja contra alguno, los tribunales están abiertos y los procónsules dispuestos; presenten sus acusaciones unos contra otros. 39 Pero si demandáis algo más que esto, se decidirá en asamblea legítima. 40 Porque ciertamente corremos peligro de ser acusados de sedición en relación con lo acontecido hoy, ya que no existe causa justificada para esto, y por ello no podremos explicar este alboroto. 41 Y habiendo dicho esto, despidió la asamblea.
1 Porque sabemos que si la tienda terrenal que es nuestra morada, es destruida, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manos, eterna en los cielos. 2 Pues, en verdad, en esta morada gemimos, anhelando ser vestidos con nuestra habitación celestial; 3 y una vez vestidos, no seremos hallados desnudos. 4 Porque asimismo, los que estamos en esta tienda, gemimos agobiados, pues no queremos ser desvestidos, sino vestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. 5 Y el que nos preparó para esto mismo es Dios, quien nos dio el Espíritu como garantía. 6 Por tanto, animados siempre y sabiendo que mientras habitamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor 7 (porque por fe andamos, no por vista); 8 pero cobramos ánimo y preferimos más bien estar ausentes del cuerpo y habitar con el Señor. 9 Por eso, ya sea presentes o ausentes, ambicionamos serle agradables. 10 Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno sea recompensado por sus hechos estando en el cuerpo, de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea malo. 11 Por tanto, conociendo el temor del Señor, persuadimos a los hombres, pero a Dios somos manifiestos, y espero que también seamos manifiestos en vuestras conciencias. 12 No nos recomendamos otra vez a vosotros, sino que os damos oportunidad de estar orgullosos de nosotros, para que tengáis respuesta para los que se jactan en las apariencias y no en el corazón. 13 Porque si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros. 14 Pues el amor de Cristo nos apremia, habiendo llegado a esta conclusión: que uno murió por todos, por consiguiente, todos murieron; 15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. 16 De manera que nosotros de ahora en adelante ya no conocemos a nadie según la carne; aunque hemos conocido a Cristo según la carne, sin embargo, ahora ya no le conocemos así. 17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas. 18 Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 19 a saber, que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación. 20 Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; en nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios! 21 Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El.
1 Palabra fiel es ésta: Si alguno aspira al cargo de obispo, buena obra desea hacer. 2 Un obispo debe ser, pues, irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, de conducta decorosa, hospitalario, apto para enseñar, 3 no dado a la bebida, no pendenciero, sino amable, no contencioso, no avaricioso. 4 Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad 5 (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?); 6 no un recién convertido, no sea que se envanezca y caiga en la condenación en que cayó el diablo. 7 Debe gozar también de una buena reputación entre los de afuera de la iglesia, para que no caiga en descrédito y en el lazo del diablo. 8 De la misma manera, también los diáconos deben ser dignos, de una sola palabra, no dados al mucho vino, ni amantes de ganancias deshonestas, 9 sino guardando el misterio de la fe con limpia conciencia. 10 Que también éstos sean sometidos a prueba primero, y si son irreprensibles, que entonces sirvan como diáconos. 11 De igual manera, las mujeres deben ser dignas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo. 12 Que los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus propias casas. 13 Pues los que han servido bien como diáconos obtienen para sí una posición honrosa y gran confianza en la fe que es en Cristo Jesús. 14 Te escribo estas cosas, esperando ir a ti pronto, 15 pero en caso que me tarde, te escribo para que sepas cómo debe conducirse uno en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y sostén de la verdad. 16 E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: El fue manifestado en la carne, vindicado en el Espíritu, contemplado por ángeles, proclamado entre las naciones, creído en el mundo, recibido arriba en gloria.
1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. 2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, entonces tuvo hambre. 3 Y acercándose el tentador, le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. 4 Pero El respondiendo, dijo: Escrito está: "NO SOLO DE PAN VIVIRA EL HOMBRE, SINO DE TODA PALABRA QUE SALE DE LA BOCA DE DIOS." 5 Entonces el diablo le llevó<***> a la ciudad santa, y le puso sobre el pináculo del templo, 6 y le dijo<***>: Si eres Hijo de Dios, lánzate abajo, pues escrito está: "A SUS ANGELES TE ENCOMENDARA", y: "EN LAS MANOS TE LLEVARAN, NO SEA QUE TU PIE TROPIECE EN PIEDRA." 7 Jesús le dijo: También está escrito: "NO TENTARAS AL SEÑOR TU DIOS." 8 Otra vez el diablo le llevó<***> a un monte muy alto, y le mostró<***> todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrándote me adoras. 10 Entonces Jesús le dijo<***>: ¡Vete, Satanás! Porque escrito está: "AL SEÑOR TU DIOS ADORARAS, Y SOLO A EL SERVIRAS." 11 El diablo entonces le dejó<***>; y he aquí, ángeles vinieron y le servían. 12 Cuando El oyó que Juan había sido encarcelado, se retiró a Galilea; 13 y saliendo de Nazaret, fue y se estableció en Capernaúm, que está junto al mar, en la región de Zabulón y de Neftalí; 14 para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías, cuando dijo: 15 ¡TIERRA DE ZABULON Y TIERRA DE NEFTALI, CAMINO DEL MAR, AL OTRO LADO DEL JORDAN, GALILEA DE LOS GENTILES! 16 EL PUEBLO ASENTADO EN TINIEBLAS VIO UNA GRAN LUZ, Y A LOS QUE VIVIAN EN REGION Y SOMBRA DE MUERTE, UNA LUZ LES RESPLANDECIO. 17 Desde entonces Jesús comenzó a predicar y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. 18 Y andando junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, echando una red al mar, porque eran pescadores. 19 Y les dijo<***>: Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres. 20 Entonces ellos, dejando al instante las redes, le siguieron. 21 Y pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo , hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con su padre Zebedeo, remendando sus redes, y los llamó. 22 Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron. 23 Y Jesús iba por toda Galilea, enseñando en sus sinagogas y proclamando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. 24 Y se extendió su fama por toda Siria; y traían a El todos los que estaban enfermos, afectados con diversas enfermedades y dolores, endemoniados, epilépticos y paralíticos; y El los sanaba. 25 Y le siguieron grandes multitudes de Galilea, Decápolis, Jerusalén y Judea, y del otro lado del Jordán.
1 Cuando te sientes a comer con un gobernante, considera bien lo que está delante de ti, 2 y pon cuchillo a tu garganta, si eres hombre de mucho apetito. 3 No desees sus manjares, porque es alimento engañoso. 4 No te fatigues en adquirir riquezas, deja de pensar en ellas 5 Cuando pones tus ojos en ella, ya no está. Porque la riqueza ciertamente se hace alas, como águila que vuela hacia los cielos. 6 No comas el pan del egoísta, ni desees sus manjares; 7 pues como piensa dentro de sí, así es. El te dice: Come y bebe, pero su corazón no está contigo. 8 Vomitarás el bocado que has comido, y malgastarás tus cumplidos. 9 No hables a oídos del necio, porque despreciará la sabiduría de tus palabras. 10 No muevas el lindero antiguo, ni entres en la heredad de los huérfanos, 11 porque su Redentor es fuerte; El defenderá su causa contra ti. 12 Aplica tu corazón a la instrucción y tus oídos a las palabras del conocimiento. 13 No escatimes la disciplina del niño; aunque lo castigues con vara, no morirá. 14 Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol 15 Hijo mío, si tu corazón es sabio, mi corazón también se me alegrará; 16 y se regocijarán mis entrañas cuando tus labios hablen lo que es recto. 17 No envidie tu corazón a los pecadores, antes vive siempre en el temor del SEÑOR; 18 porque ciertamente hay un futuro, y tu esperanza no será cortada. 19 Escucha, hijo mío, y sé sabio, y dirige tu corazón por el buen camino 20 No estés con los bebedores de vino, ni con los comilones de carne, 21 porque el borracho y el glotón se empobrecerán, y la somnolencia se vestirá de harapos 22 Escucha a tu padre, que te engendró, y no desprecies a tu madre cuando envejezca. 23 Compra la verdad y no la vendas, adquiere sabiduría, instrucción e inteligencia. 24 El padre del justo se regocijará en gran manera, y el que engendra un sabio se alegrará en él. 25 Alégrense tu padre y tu madre, y regocíjese la que te dio a luz. 26 Dame, hijo mío, tu corazón, y que tus ojos se deleiten en mis caminos. 27 Porque fosa profunda es la ramera, y pozo angosto es la mujer desconocida. 28 Ciertamente como ladrón acecha, y multiplica los infieles entre los hombres. 29 ¿De quién son los ayes? ¿De quién las tristezas? ¿De quién las contiendas? ¿De quién las quejas? ¿De quién las heridas sin causa? ¿De quién los ojos enrojecidos? 30 De los que se demoran mucho con el vino, de los que van en busca de vinos mezclados. 31 No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece en la copa; entra suavemente, 32 pero al final como serpiente muerde, y como víbora pica. 33 Tus ojos verán cosas extrañas, y tu corazón proferirá perversidades. 34 Y serás como el que se acuesta en medio del mar, o como el que se acuesta en lo alto de un mástil. 35 Y dirás: me hirieron, pero no me dolió; me golpearon, pero no lo sentí. Cuando despierte, volveré a buscar más.
1 Levantaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? 2 Mi socorro viene del SEÑOR, que hizo los cielos y la tierra. 3 No permitirá que tu pie resbale; no se adormecerá el que te guarda. 4 He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel. 5 El SEÑOR es tu guardador; el SEÑOR es tu sombra a tu mano derecha. 6 El sol no te herirá de día, ni la luna de noche. 7 El SEÑOR te protegerá de todo mal; El guardará tu alma. 8 El SEÑOR guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre.
No Venda Mi Información Personal (CA Solamente)   California - Aviso de la CCPA