1 Y aconteció que cuando Jesús entró en casa de uno de los principales de los fariseos un día de reposo para comer pan, ellos le estaban observando cuidadosamente. 2 Y allí, frente a El, estaba un hombre hidrópico. 3 Y dirigiéndose Jesús, a los intérpretes de la ley y a los fariseos, les habló diciendo: ¿Es lícito sanar en el día de reposo, o no? 4 Pero ellos guardaron silencio. Y El, tomándolo de la mano, lo sanó y lo despidió. 5 Y a ellos les dijo: ¿A quién de vosotros se le cae un hijo o un buey en un hoyo un día de reposo, y no lo saca inmediatamente? 6 Y no pudieron responderle a esto. 7 Y comenzó a referir una parábola a los invitados, cuando advirtió cómo escogían los lugares de honor a la mesa, diciéndoles: 8 Cuando seas invitado por alguno a un banquete de bodas, no tomes el lugar de honor, no sea que él haya invitado a otro más distinguido que tú, 9 y viniendo el que te invitó a ti y a él, te diga: "Dale el lugar a éste"; y entonces, avergonzado, tengas que irte al último lugar. 10 Sino que cuando seas invitado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando llegue el que te invitó, te diga: "Amigo, ven más adelante"; entonces serás honrado delante de todos los que se sientan a la mesa contigo. 11 Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille será ensalzado. 12 Y dijo también al que le había convidado: Cuando ofrezcas una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos, no sea que ellos a su vez también te conviden y tengas ya tu recompensa. 13 Antes bien, cuando ofrezcas un banquete, llama a pobres, mancos, cojos, ciegos, 14 y serás bienaventurado, ya que ellos no tienen para recompensarte; pues tú serás recompensado en la resurrección de los justos. 15 Cuando uno de los que estaban sentados con El a la mesa oyó esto, le dijo: ¡Bienaventurado todo el que coma pan en el reino de Dios! 16 Pero El le dijo: Cierto hombre dio una gran cena, e invitó a muchos; 17 y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los que habían sido invitados: "Venid, porque ya todo está preparado." 18 Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: "He comprado un terreno y necesito ir a verlo; te ruego que me excuses." 19 Y otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos; te ruego que me excuses." 20 También otro dijo: "Me he casado, y por eso no puedo ir." 21 Cuando el siervo regresó, informó de todo esto a su señor. Entonces, enojado el dueño de la casa, dijo a su siervo: "Sal enseguida por las calles y callejones de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los ciegos y los cojos." 22 Y el siervo dijo: "Señor, se ha hecho lo que ordenaste, y todavía hay lugar." 23 Entonces el señor dijo al siervo: "Sal a los caminos y por los cercados, y oblígalos a entrar para que se llene mi casa. 24 "Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron invitados probará mi cena." 25 Grandes multitudes le acompañaban; y El, volviéndose, les dijo: 26 Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. 27 El que no carga su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. 28 Porque, ¿quién de vosotros, deseando edificar una torre, no se sienta primero y calcula el costo, para ver si tiene lo suficiente para terminarla? 29 No sea que cuando haya echado los cimientos y no pueda terminar, todos los que lo vean comiencen a burlarse de él, 30 diciendo: "Este hombre comenzó a edificar y no pudo terminar." 31 ¿O qué rey, cuando sale al encuentro de otro rey para la batalla, no se sienta primero y delibera si con diez mil hombres es bastante fuerte como para enfrentarse al que viene contra él con veinte mil? 32 Y si no, cuando el otro todavía está lejos, le envía una delegación y pide condiciones de paz. 33 Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo. 34 Por tanto, buena es la sal, pero si también la sal ha perdido su sabor, ¿con qué será sazonada? 35 No es útil ni para la tierra ni para el muladar; la arrojan fuera. El que tenga oídos para oír, que oiga.
1 Quién me diera que mi cabeza se hiciera aguas, y mis ojos fuente de lágrimas, para que yo llorara día y noche por los muertos de la hija de mi pueblo. 2 Quién me diera en el desierto un albergue de caminantes, para dejar a mi pueblo y alejarme de ellos. Porque todos ellos son adúlteros, una asamblea de traidores. 3 Tienden su lengua como su arco; la mentira y no la verdad prevalece en la tierra; porque de mal en mal proceden, y a mí no me conocendeclara el SEÑOR. 4 Guárdese cada uno de su prójimo, y no confíe en ningún hermano; porque todo hermano obra con engaño, y todo prójimo anda calumniando. 5 Cada uno engaña a su prójimo, y no habla la verdad, han enseñado sus lenguas a hablar mentiras; se afanan por cometer iniquidad. 6 Tu morada está en medio del engaño; por causa del engaño rehúsan conocermedeclara el SEÑOR. 7 Por tanto, así dice el SEÑOR de los ejércitos: He aquí, los refinaré y los probaré, porque ¿qué más puedo hacer con la hija de mi pueblo? 8 Saeta mortífera es su lengua, engaño habla; con su boca habla cada uno de paz a su prójimo, pero dentro de sí le tiende emboscada. 9 Por estas cosas ¿no los castigaré?declara el SEÑOR. De una nación como ésta ¿no se vengará mi alma? 10 Alzad por los montes lloro y lamentación, y una elegía por los pastos del desierto, porque han sido desolados; nadie pasa por ellos, ni se oye el bramido del ganado; desde las aves del cielo hasta las bestias han huido, se han ido. 11 Haré de Jerusalén un montón de ruinas, una guarida de chacales, y de las ciudades de Judá una desolación, sin habitante. 12 ¿Quién es el hombre sabio que entienda esto? ¿A quién ha hablado la boca del SEÑOR que pueda declararlo? ¿Por qué está arruinado el país, desolado como un desierto sin que nadie pase por él? 13 Respondió el SEÑOR: Porque han abandonado mi ley que puse delante de ellos, y no han obedecido mi voz ni andado conforme a ella, 14 sino que han andado tras la terquedad de sus corazones y tras los baales, tal como sus padres les enseñaron. 15 Por tanto, así dice el SEÑOR de los ejércitos, el Dios de Israel: He aquí, yo daré de comer ajenjo a este pueblo y le daré de beber agua envenenada. 16 Los esparciré entre las naciones que no conocieron ni ellos ni sus padres, y enviaré tras ellos la espada hasta aniquilarlos. 17 Así dice el SEÑOR de los ejércitos: Considerad, llamad a las plañideras, que vengan; enviad por las más hábiles, que vengan, 18 que se apresuren y eleven una lamentación por nosotros, para que derramen lágrimas nuestros ojos y fluya agua de nuestros párpados. 19 Porque voz de lamentación se oye desde Sion: "¡Cómo hemos sido arrasados! En gran manera estamos avergonzados, porque tenemos que abandonar la tierra, porque han derribado nuestras moradas." 20 Oíd, pues, mujeres, la palabra del SEÑOR, y reciba vuestro oído la palabra de su boca; enseñad la lamentación a vuestras hijas y la endecha cada una a su vecina. 21 Porque la muerte ha subido por nuestras ventanas, ha entrado en nuestros palacios, exterminando a los niños de las calles, a los jóvenes de las plazas. 22 Di: Así declara el SEÑOR: "Los cadáveres de los hombres caerán como estiércol sobre la faz del campo, y como gavillas tras el segador, y no habrá quien las recoja." 23 Así dice el SEÑOR: No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; 24 mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues yo soy el SEÑOR que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas cosas me complazcodeclara el SEÑOR. 25 He aquí, vienen díasdeclara el SEÑORen que castigaré a todo el que esté circuncidado sólo en la carne: 26 a Egipto, a Judá, a los hijos de Amón, a Moab y a todos los que se rapan las sienes, a los que habitan en el desierto; porque todas las naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón.
1 Entonces respondió Elifaz temanita, y dijo: 2 ¿Debe responder un sabio con hueca sabiduría y llenarse de viento solano? 3 ¿Debe argumentar con razones inútiles o con palabras sin provecho? 4 Ciertamente, tú rechazas el temor, e impides la meditación delante de Dios. 5 Porque tu iniquidad enseña a tu boca, y escoges el lenguaje de los astutos. 6 Tu propia boca, y no yo, te condena, y tus propios labios testifican contra ti. 7 ¿Fuiste tú el primer hombre en nacer, o fuiste dado a luz antes que las colinas? 8 ¿Oyes tú el secreto de Dios, y retienes para ti la sabiduría? 9 ¿Qué sabes tú que nosotros no sepamos? ¿Qué entiendes tú que nosotros no entendamos? 10 También entre nosotros hay canosos y ancianos de más edad que tu padre. 11 ¿Te parecen poco los consuelos de Dios, y la palabra hablada a ti con dulzura? 12 ¿Por qué te arrebata el corazón, y por qué centellean tus ojos, 13 para volver tu espíritu contra Dios y dejar salir de tu boca tales palabras? 14 ¿Qué es el hombre para que sea puro, o el nacido de mujer para que sea justo? 15 He aquí, Dios no confía en sus santos, y ni los cielos son puros ante sus ojos; 16 ¡cuánto menos el hombre, un ser abominable y corrompido, que bebe como agua la iniquidad! 17 Yo te mostraré, escúchame, y te contaré lo que he visto; 18 lo que los sabios han dado a conocer, sin ocultar nada de sus padres; 19 a ellos solos se les dio la tierra, y ningún extranjero pasó entre ellos. 20 Todos sus días el impío se retuerce de dolor, y contados están los años reservados para el tirano. 21 Ruidos de espanto hay en sus oídos, mientras está en paz, el destructor viene sobre él. 22 El no cree que volverá de las tinieblas, y que está destinado para la espada. 23 Vaga en busca de pan, diciendo: "¿Dónde está?" Sabe que es inminente el día de las tinieblas. 24 La ansiedad y la angustia lo aterran, lo dominan como rey dispuesto para el ataque; 25 porque él ha extendido su mano contra Dios, y se porta con soberbia contra el Todopoderoso. 26 Corre contra El con cuello erguido, con su escudo macizo; 27 porque ha cubierto su rostro de grosura, se le han hecho pliegues de grasa sobre sus lomos, 28 y ha vivido en ciudades desoladas, en casas inhabitables, destinadas a convertirse en ruinas. 29 No se enriquecerá, ni sus bienes perdurarán, ni su espiga se inclinará a tierra. 30 No escapará de las tinieblas, secará la llama sus renuevos, y por el soplo de su boca desaparecerá. 31 Que no confíe en la vanidad, engañándose a sí mismo, pues vanidad será su recompensa. 32 Antes de su tiempo se cumplirá, y la hoja de su palmera no reverdecerá. 33 Dejará caer su agraz como la vid, y como el olivo arrojará su flor. 34 Porque estéril es la compañía de los impíos, y el fuego consume las tiendas del corrupto. 35 Conciben malicia, dan a luz iniquidad, y en su mente traman engaño.
1 Entonces David se dijo: Ahora bien, voy a perecer algún día por la mano de Saúl. Lo mejor para mí es huir a la tierra de los filisteos. Saúl se cansará, y no me buscará más en todo el territorio de Israel, y escaparé de su mano. 2 Se levantó, pues, David y se pasó con los seiscientos hombres que estaban con él a Aquis, hijo de Maoc, rey de Gat. 3 Y moró David con Aquis en Gat, él y sus hombres, cada cual con los de su casa; David con sus dos mujeres Ahinoam jezreelita, y Abigail la de Carmel, viuda de Nabal. 4 Y le dieron la noticia a Saúl que David había huido a Gat, y no lo buscó más. 5 Y David dijo a Aquis: Si he hallado ahora gracia ante tus ojos, que me den un lugar en una de las aldeas en el campo para que habite allí; pues, ¿por qué ha de morar tu siervo contigo en la ciudad real? 6 Aquis le dio Siclag aquel día; por eso Siclag ha pertenecido a los reyes de Judá hasta hoy. 7 El número de los días que David habitó en el territorio de los filisteos fue un año y cuatro meses. 8 Y subieron David y sus hombres e hicieron incursiones contra los gesuritas, los gezritas y los amalecitas; porque ellos eran los habitantes de la tierra desde tiempos antiguos, según se va a Shur, hasta la tierra de Egipto. 9 David atacaba el territorio, y no dejaba con vida hombre ni mujer, y se llevaba las ovejas, el ganado, los asnos, los camellos y la ropa. Entonces regresaba y venía a Aquis. 10 Y Aquis decía: ¿Dónde atacasteis hoy? Y David respondía: Contra el Neguev de Judá, contra el Neguev de Jerameel y contra el Neguev de los ceneos. 11 David no dejaba con vida hombre ni mujer para traer a Gat, diciendo: No sea que nos descubran, diciendo: "Así ha hecho David, y así ha sido su costumbre todo el tiempo que ha morado en el territorio de los filisteos." 12 Aquis confiaba en David diciendo: En verdad que se ha hecho odioso a su pueblo Israel y será mi servidor para siempre.
1 Después de pasar por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. 2 Y Pablo, según su costumbre, fue a ellos y por tres días de reposo discutió con ellos basándose en las Escrituras, 3 explicando y presentando evidencia de que era necesario que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos, y diciendo: Este Jesús, a quien yo os anuncio, es el Cristo. 4 Algunos de ellos creyeron, y se unieron a Pablo y a Silas, juntamente con una gran multitud de griegos temerosos de Dios y muchas de las mujeres principales. 5 Pero los judíos, llenos de envidia, llevaron algunos hombres malvados de la plaza pública, organizaron una turba y alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. 6 Al no encontrarlos, arrastraron a Jasón y a algunos de los hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Esos que han trastornado al mundo han venido acá también; 7 y Jasón los ha recibido, y todos ellos actúan contra los decretos del César, diciendo que hay otro rey, Jesús. 8 Y alborotaron a la multitud y a las autoridades de la ciudad que oían esto. 9 Pero después de recibir una fianza de Jasón y de los otros, los soltaron. 10 Enseguida los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas a Berea, los cuales, al llegar, fueron a la sinagoga de los judíos. 11 Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así. 12 Por eso muchos de ellos creyeron, así como también un buen número de griegos, hombres y mujeres de distinción. 13 Pero cuando los judíos de Tesalónica supieron que la palabra de Dios había sido proclamada por Pablo también en Berea, fueron también allá para agitar y alborotar a las multitudes. 14 Entonces los hermanos inmediatamente enviaron a Pablo para que fuera hasta el mar; pero Silas y Timoteo se quedaron allí. 15 Los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas; y después de recibir órdenes de que Silas y Timoteo se unieran a él lo más pronto posible, partieron. 16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía dentro de él al contemplar la ciudad llena de ídolos. 17 Así que discutía en la sinagoga con los judíos y con los gentiles temerosos de Dios, y diariamente en la plaza con los que estuvieran presentes. 18 También disputaban con él algunos de los filósofos epicúreos y estoicos. Y algunos decían: ¿Qué quiere decir este palabrero? Y otros: Parece ser un predicador de divinidades extrañasporque les predicaba a Jesús y la resurrección. 19 Lo tomaron y lo llevaron al Areópago, diciendo: ¿Podemos saber qué es esta nueva enseñanza que proclamas? 20 Porque te oímos decir cosas extrañas; por tanto, queremos saber qué significan. 21 (Pues todos los atenienses y los extranjeros de visita allí, no pasaban el tiempo en otra cosa sino en decir o en oír algo nuevo.) 22 Entonces Pablo poniéndose en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, percibo que sois muy religiosos en todo sentido. 23 Porque mientras pasaba y observaba los objetos de vuestra adoración, hallé también un altar con esta inscripción: AL DIOS DESCONOCIDO. Pues lo que vosotros adoráis sin conocer, eso os anuncio yo. 24 El Dios que hizo el mundo y todo lo que en él hay, puesto que es Señor del cielo y de la tierra, no mora en templos hechos por manos de hombres, 25 ni es servido por manos humanas, como si necesitara de algo, puesto que El da a todos vida y aliento y todas las cosas; 26 y de uno hizo todas las naciones del mundo para que habitaran sobre toda la faz de la tierra, habiendo determinado sus tiempos señalados y los límites de su habitación, 27 para que buscaran a Dios, si de alguna manera, palpando, le hallen, aunque no está lejos de ninguno de nosotros; 28 porque en El vivimos, nos movemos y existimos, así como algunos de vuestros mismos poetas han dicho: "Porque también nosotros somos linaje suyo." 29 Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la naturaleza divina sea semejante a oro, plata o piedra, esculpidos por el arte y el pensamiento humano. 30 Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan, 31 porque El ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos. 32 Y cuando oyeron de la resurrección de los muertos, algunos se burlaban, pero otros dijeron: Te escucharemos otra vez acerca de esto. 33 Entonces Pablo salió de entre ellos. 34 Pero algunos se unieron a él y creyeron, entre los cuales estaban Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y otros con ellos.
1 Cuando el cananeo, el rey de Arad, que habitaba en el Neguev, oyó que Israel subía por el camino de Atarim , peleó contra Israel y le tomó algunos prisioneros. 2 Entonces Israel hizo un voto al SEÑOR y dijo: Si en verdad entregas a este pueblo en mis manos, yo destruiré por completo sus ciudades. 3 Y oyó el SEÑOR la voz de Israel y les entregó a los cananeos; y ellos los destruyeron por completo a ellos y a sus ciudades. Por eso se llamó a aquel lugar Horma . 4 Partieron del monte de Hor, por el camino del mar Rojo, para rodear la tierra de Edom, y el pueblo se impacientó por causa del viaje. 5 Y el pueblo habló contra Dios y Moisés: ¿Por qué nos habéis sacado de Egipto para morir en el desierto? Pues no hay comida ni agua, y detestamos este alimento tan miserable. 6 Y el SEÑOR envió serpientes abrasadoras entre el pueblo, y mordieron al pueblo, y mucha gente de Israel murió. 7 Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado, porque hemos hablado contra el SEÑOR y contra ti; intercede con el SEÑOR para que quite las serpientes de entre nosotros. Y Moisés intercedió por el pueblo. 8 Y el SEÑOR dijo a Moisés: Hazte una serpiente abrasadora y ponla sobre un asta; y acontecerá que cuando todo el que sea mordido la mire, vivirá. 9 Y Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre el asta; y sucedía que cuando una serpiente mordía a alguno, y éste miraba a la serpiente de bronce, vivía. 10 Después los hijos de Israel partieron y acamparon en Obot. 11 Y partieron de Obot y acamparon en Ije-abarim, en el desierto que está frente a Moab, al oriente. 12 De allí partieron y acamparon en el vallede Zered. 13 De allí partieron y acamparon al otro lado del Arnón, que está en el desierto y que sale del territorio de los amorreos, pues el Arnón es la frontera de Moab, entre Moab y los amorreos. 14 Por tanto se dice en el Libro de las Guerras del SEÑOR: Vaheb que está en Sufa y los arroyos del Arnón, 15 y la ladera de los arroyos que llega hasta el sitio de Ar y se apoya en la frontera de Moab. 16 Y de allí continuaron hasta Beer ; este es el pozo donde el SEÑOR le dijo a Moisés: Reúne al pueblo y les daré agua. 17 Entonces cantó Israel este cántico: ¡Salta, oh pozo! A él cantad. 18 El pozo que cavaron los jefes, que los nobles del pueblo hicieron con el cetro y con sus báculos. Y desde el desierto fueron a Mataná. 19 Y de Mataná a Nahaliel, y de Nahaliel a Bamot, 20 y de Bamot al valle que está en la tierra de Moab, en la cumbre del Pisga, que da al desierto. 21 Entonces Israel envió mensajeros a Sehón, rey de los amorreos, diciendo: 22 Déjame pasar por tu tierra. No nos desviaremos, ni por campos ni por viñedos, ni beberemos agua de pozo. Iremos por el camino real hasta que hayamos cruzado tus fronteras. 23 Pero Sehón no permitió a Israel pasar por su territorio. Y reunió Sehón a todo su pueblo y salió al encuentro de Israel en el desierto, y llegó a Jahaza y peleó contra Israel. 24 Pero Israel lo hirió a filo de espada y tomó posesión de su tierra desde el Arnón hasta el Jaboc, hasta la frontera con los hijos de Amón, porque Jazer era la frontera de los hijos de Amón. 25 Israel tomó todas estas ciudades, y habitó Israel en todas las ciudades de los amorreos, en Hesbón y en todas sus aldeas. 26 Porque Hesbón era la ciudad de Sehón, rey de los amorreos, quien había peleado contra el rey anterior de Moab y le había quitado de su mano toda su tierra, hasta el Arnón. 27 Por eso dicen los que usan proverbios: Venid a Hesbón. Sea edificada. Sea establecida la ciudad de Sehón. 28 Porque fuego salió de Hesbón, una llama del pueblo de Sehón; devoró a Ar de Moab, a los señores de las alturas del Arnón. 29 ¡Ay de ti, Moab! ¡Destruido eres, oh pueblo de Quemos! Ha dado a sus hijos como fugitivos y a sus hijas a la cautividad, a un rey amorreo, Sehón. 30 Mas nosotros los hemos arrojado; Hesbón está destruido hasta Dibón; después también asolamos hasta Nofa, la que llega hasta Medeba. 31 Así habitó Israel en la tierra de los amorreos. 32 Y Moisés envió a reconocer a Jazer, y tomaron sus villas y expulsaron a los amorreos que vivían allí. 33 Después se volvieron y subieron por el camino de Basán; y Og, rey de Basán, salió con todo su pueblo para presentarles batalla en Edrei. 34 Pero el SEÑOR dijo a Moisés: No le tengas miedo porque lo he entregado en tu mano, y a todo su pueblo y a su tierra; y harás con él como hiciste con Sehón, rey de los amorreos, el que habitaba en Hesbón. 35 Así que lo mataron a él, a sus hijos y a todo su pueblo, hasta que no le quedó remanente; y tomaron posesión de su tierra.
1 Y me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, 2 en medio de la calle de la ciudad. Y a cada lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce clases de fruto, dando su fruto cada mes; y las hojas del árbol eran para sanidad de las naciones. 3 Y ya no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará allí, y sus siervos le servirán. 4 Ellos verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. 5 Y ya no habrá más noche, y no tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y reinarán por los siglos de los siglos. 6 Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas; y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, envió a su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que pronto han de suceder. 7 He aquí, yo vengo pronto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro. 8 Yo, Juan, soy el que oyó y vio estas cosas. Y cuando oí y vi, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostró estas cosas. 9 Y me dijo<***>: No hagas eso; yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos los profetas y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios. 10 También me<***> dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. 11 Que el injusto siga haciendo injusticias, que el impuro siga siendo impuro, que el justo siga practicando la justicia, y que el que es santo siga guardándose santo. 12 He aquí, yo vengo pronto, y mi recompensa está conmigo para recompensar a cada uno según sea su obra. 13 Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin. 14 Bienaventurados los que lavan sus vestiduras para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas a la ciudad. 15 Afuera están los perros, los hechiceros, los inmorales, los asesinos, los idólatras y todo el que ama y practica la mentira. 16 Yo, Jesús, he enviado a mi ángel a fin de daros testimonio de estas cosas para las iglesias. Yo soy la raíz y la descendencia de David, el lucero resplandeciente de la mañana. 17 Y el Espíritu y la esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que desea, que tome gratuitamente del agua de la vida. 18 Yo testifico a todos los que oyen las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añade a ellas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro; 19 y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa descritos en este libro. 20 El que testifica de estas cosas dice: Sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús. 21 La gracia del Señor Jesús sea con todos. Amén.
1 La suave respuesta aparta el furor, mas la palabra hiriente hace subir la ira. 2 La lengua del sabio hace grato el conocimiento, pero la boca de los necios habla necedades. 3 En todo lugar están los ojos del SEÑOR, observando a los malos y a los buenos. 4 La lengua apacible es árbol de vida, mas la perversidad en ella quebranta el espíritu. 5 El necio rechaza la disciplina de su padre, mas el que acepta la reprensión es prudente. 6 En la casa del justo hay mucha riqueza, pero en las ganancias del impío hay turbación. 7 Los labios de los sabios esparcen conocimiento, pero no así el corazón de los necios. 8 El sacrificio de los impíos es abominación al SEÑOR, mas la oración de los rectos es su deleite. 9 Abominación al SEÑOR es el camino del impío, y El ama al que sigue la justicia. 10 La disciplina severa es para el que abandona el camino; el que aborrece la reprensión morirá. 11 El Seol y el Abadón están delante del SEÑOR, ¡cuánto más los corazones de los hombres! 12 El escarnecedor no ama al que lo reprende, ni se allegará a los sabios. 13 El corazón gozoso alegra el rostro, pero en la tristeza del corazón se quebranta el espíritu. 14 El corazón inteligente busca conocimiento, mas la boca de los necios se alimenta de necedades. 15 Todos los días del afligido son malos, pero el de corazón alegre tiene un banquete continuo. 16 Mejor es lo poco con el temor del SEÑOR, que gran tesoro y turbación con él. 17 Mejor es un plato de legumbres donde hay amor, que buey engordado y odio con él. 18 El hombre irascible suscita riñas, pero el lento para la ira apacigua contiendas. 19 El camino del perezoso es como un seto de espinos, mas la senda de los rectos es una calzada. 20 El hijo sabio alegra al padre, pero el hombre necio desprecia a su madre. 21 La necedad es alegría para el insensato, pero el hombre inteligente anda rectamente. 22 Sin consulta, los planes se frustran, pero con muchos consejeros, triunfan. 23 El hombre se alegra con la respuesta adecuada, y una palabra a tiempo, ¡cuán agradable es! 24 La senda de vida para el sabio es hacia arriba, para que se aparte del Seol que está abajo. 25 El SEÑOR derribará la casa de los soberbios, pero afianzará los linderos de la viuda. 26 Abominación al SEÑOR son los planes perversos, mas las palabras agradables son puras. 27 Perturba su casa el que tiene ganancias ilícitas, pero el que aborrece el soborno, vivirá. 28 El corazón del justo medita cómo responder, mas la boca de los impíos habla lo malo. 29 El SEÑOR está lejos de los impíos, pero escucha la oración de los justos. 30 La luz de los ojos alegra el corazón, y las buenas noticias fortalecen los huesos. 31 El oído que escucha las reprensiones de la vida, morará entre los sabios. 32 El que tiene en poco la disciplina se desprecia a sí mismo, mas el que escucha las reprensiones adquiere entendimiento. 33 El temor del SEÑOR es instrucción de sabiduría, y antes de la gloria está la humildad.
1 Ati, oh SEÑOR, elevo mi alma. 2 Dios mío, en ti confío; no sea yo avergonzado, que no se regocijen sobre mí mis enemigos. 3 Ciertamente ninguno de los que esperan en ti será avergonzado; sean avergonzados los que sin causa se rebelan. 4 SEÑOR, muéstrame tus caminos, y enséñame tus sendas. 5 Guíame en tu verdad y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti espero todo el día. 6 Acuérdate, oh SEÑOR, de tu compasión y de tus misericordias, que son eternas. 7 No te acuerdes de los pecados de mi juventud ni de mis transgresiones; acuérdate de mí conforme a tu misericordia, por tu bondad, oh SEÑOR. 8 Bueno y recto es el SEÑOR; por tanto, El muestra a los pecadores el camino. 9 Dirige a los humildes en la justicia, y enseña a los humildes su camino. 10 Todas las sendas del SEÑOR son misericordia y verdad para aquellos que guardan su pacto y sus testimonios. 11 Oh SEÑOR, por amor de tu nombre, perdona mi iniquidad, porque es grande. 12 ¿Quién es el hombre que teme al SEÑOR? El le instruirá en el camino que debe escoger. 13 En prosperidad habitará su alma, y su descendencia poseerá la tierra. 14 Los secretos del SEÑOR son para los que le temen, y El les dará a conocer su pacto. 15 De continuo están mis ojos hacia el SEÑOR, porque El sacará mis pies de la red. 16 Vuélvete a mí y tenme piedad, porque estoy solitario y afligido. 17 Las angustias de mi corazón han aumentado; sácame de mis congojas. 18 Mira mi aflicción y mis trabajos, y perdona todos mis pecados. 19 Mira mis enemigos, que son muchos, y con odio violento me detestan. 20 Guarda mi alma y líbrame; no sea yo avergonzado, porque en ti me refugio. 21 La integridad y la rectitud me preserven, porque en ti espero. 22 Oh Dios, redime a Israel de todas sus angustias.
1 Sométase toda persona a las autoridades que gobiernan; porque no hay autoridad sino de Dios, y las que existen, por Dios son constituidas. 2 Por consiguiente, el que resiste a la autoridad, a lo ordenado por Dios se ha opuesto; y los que se han opuesto, sobre sí recibirán condenación. 3 Porque los gobernantes no son motivo de temor para los de buena conducta, sino para el que hace el mal. ¿Deseas, pues, no temer a la autoridad? Haz lo bueno y tendrás elogios de ella, 4 pues es para ti un ministro de Dios para bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues ministro es de Dios, un vengador que castiga al que practica lo malo. 5 Por tanto, es necesario someterse, no sólo por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. 6 Pues por esto también pagáis impuestos, porque los gobernantes son servidores de Dios, dedicados precisamente a esto. 7 Pagad a todos lo que debáis; al que impuesto, impuesto; al que tributo, tributo; al que temor, temor; al que honor, honor. 8 No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley. 9 Porque esto: NO COMETERAS ADULTERIO, NO MATARAS, NO HURTARAS, NO CODICIARAS, y cualquier otro mandamiento, en estas palabras se resume: AMARAS A TU PROJIMO COMO A TI MISMO. 10 El amor no hace mal al prójimo; por tanto, el amor es el cumplimiento de la ley. 11 Y haced todo esto, conociendo el tiempo, que ya es hora de despertaros del sueño; porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando creímos. 12 La noche está muy avanzada, y el día está cerca. Por tanto, desechemos las obras de las tinieblas y vistámonos con las armas de la luz. 13 Andemos decentemente, como de día, no en orgías y borracheras, no en promiscuidad sexual y lujurias, no en pleitos y envidias; 14 antes bien, vestíos del Señor Jesucristo, y no penséis en proveer para las lujurias de la carne.
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