1 Entonces toda la asamblea de ellos se levantó, y llevaron a Jesús ante Pilato. 2 Y comenzaron a acusarle, diciendo: Hemos hallado que éste pervierte a nuestra nación, prohibiendo pagar impuesto al César, y diciendo que El mismo es Cristo, un rey. 3 Pilato entonces le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús respondiéndole, dijo: Tú lo dices. 4 Y Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la multitud: No encuentro delito en este hombre 5 Pero ellos insistían, diciendo: El alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí. 6 Cuando Pilato oyó esto, preguntó si el hombre era galileo. 7 Y al saber que Jesús pertenecía a la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que también estaba en Jerusalén en aquellos días. 8 Herodes, al ver a Jesús se alegró en gran manera, pues hacía mucho tiempo que quería verle por lo que había oído hablar de El, y esperaba ver alguna señal que El hiciera. 9 Y le interrogó extensamente, pero Jesús nada le respondió. 10 Los principales sacerdotes y los escribas también estaban allí, acusándole con vehemencia. 11 Entonces Herodes, con sus soldados, después de tratarle con desprecio y burlarse de El, le vistió con un espléndido manto y le envió de nuevo a Pilato. 12 Aquel mismo día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes habían estado enemistados el uno con el otro. 13 Entonces Pilato convocó a los principales sacerdotes, a los gobernantes y al pueblo, 14 y les dijo: Me habéis presentado a este hombre como uno que incita al pueblo a la rebelión, pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado ningún delito en este hombre de las acusaciones que hacéis contra El 15 Ni tampoco Herodes, pues nos lo ha remitido de nuevo; y he aquí que nada ha hecho que merezca la muerte. 16 Por consiguiente, después de castigarle, le soltaré. 17 Y tenía obligación de soltarles un preso en cada fiesta. 18 Pero todos ellos gritaron a una, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás! 19 (Este había sido echado en la cárcel por un levantamiento ocurrido en la ciudad, y por homicidio. 20 Pilato, queriendo soltar a Jesús, les volvió a hablar, 21 pero ellos continuaban gritando, diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale 22 Y él les dijo por tercera vez: ¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho éste? No he hallado en El ningún delito digno de muerte; por tanto, le castigaré y le soltaré. 23 Pero ellos insistían, pidiendo a grandes voces que fuera crucificado. Y sus voces comenzaron a predominar. 24 Entonces Pilato decidió que se les concediera su demanda. 25 Y soltó al que ellos pedían, al que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, pero a Jesús lo entregó a la voluntad de ellos. 26 Cuando le llevaban, tomaron a un cierto Simón de Cirene que venía del campo y le pusieron la cruz encima para que la llevara detrás de Jesús. 27 Y le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres que lloraban y se lamentaban por El. 28 Pero Jesús, volviéndose a ellas, dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos. 29 Porque he aquí, vienen días en que dirán: "Dichosas las estériles, y los vientres que nunca concibieron, y los senos que nunca criaron." 30 Entonces comenzarán A DECIR A LOS MONTES: "CAED SOBRE NOSOTROS"; Y A LOS COLLADOS: "CUBRIDNOS." 31 Porque si en el árbol verde hacen esto, ¿qué sucederá en el seco? 32 Y llevaban también a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos con El. 33 Cuando llegaron al lugar llamado "La Calavera ", crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. 34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y echaron suertes, repartiéndose entre sí sus vestidos. 35 Y el pueblo estaba allí mirando; y aun los gobernantes se mofaban de El, diciendo: A otros salvó; que se salve a sí mismo si este es el Cristo de Dios, su Escogido. 36 Los soldados también se burlaban de El, acercándose y ofreciéndole vinagre 37 y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. 38 Había también una inscripción sobre El, que decía: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS 39 Y uno de los malhechores que estaban colgados allí le lanzaba insultos, diciendo: ¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros! 40 Pero el otro le contestó, y reprendiéndole, dijo: ¿Ni siquiera temes tú a Dios a pesar de que estás bajo la misma condena? 41 Y nosotros a la verdad, justamente, porque recibimos lo que merecemos por nuestros hechos; pero éste nada malo ha hecho. 42 Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. 43 Entonces El le dijo: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso. 44 Era ya como la hora sexta , cuando descendieron tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena 45 al eclipsarse el sol. El velo del templo se rasgó en dos. 46 Y Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPIRITU. Y habiendo dicho esto, expiró. 47 Cuando el centurión vio lo que había sucedido, glorificaba a Dios, diciendo: Ciertamente, este hombre era inocente. 48 Y cuando todas las multitudes que se habían reunido para presenciar este espectáculo, al observar lo que había acontecido, se volvieron golpeándose el pecho. 49 Pero todos sus conocidos y las mujeres que le habían acompañado desde Galilea, estaban a cierta distancia viendo estas cosas. 50 Y había un hombre llamado José, miembro del concilio, varón bueno y justo 51 (el cual no había asentido al plan y al proceder de los demás) que era de Arimatea, ciudad de los judíos, y que esperaba el reino de Dios. 52 Este fue a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, 53 y bajándole, le envolvió en un lienzo de lino, y le puso en un sepulcro excavado en la roca donde nadie había sido puesto todavía. 54 Era el día de la preparación, y estaba para comenzar el día de reposo. 55 Y las mujeres que habían venido con El desde Galilea siguieron detrás, y vieron el sepulcro y cómo fue colocado el cuerpo. 56 Y cuando regresaron, prepararon especias aromáticas y perfumes. Y en el día de reposo descansaron según el mandamiento.
1 Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: Ve a Faraón y dile: "Así dice el SEÑOR: 'Deja ir a mi pueblo para que me sirva. 2 'Pero si te niegas a dejarlos ir, he aquí, heriré todo tu territorio con ranas. 3 'Y el Nilo se llenará de ranas, que subirán y entrarán en tu casa, en tu alcoba y sobre tu cama, y en las casas de tus siervos y en tu pueblo, en tus hornos y en tus artesas. 4 'Y subirán las ranas sobre ti, sobre tu pueblo y sobre todos tus siervos.'" 5 Dijo además el SEÑOR a Moisés: Di a Aarón: "Extiende tu mano con tu vara sobre los ríos, sobre los arroyos y sobre los estanques, y haz que suban ranas sobre la tierra de Egipto." 6 Y extendió Aarón su mano sobre las aguas de Egipto, y las ranas subieron y cubrieron la tierra de Egipto. 7 Y los magos hicieron lo mismo con sus encantamientos, e hicieron subir ranas sobre la tierra de Egipto. 8 Entonces Faraón llamó a Moisés y a Aarón, y dijo: Rogad al SEÑOR para que quite las ranas de mí y de mi pueblo, y yo dejaré ir al pueblo para que ofrezca sacrificios al SEÑOR. 9 Y Moisés dijo a Faraón: Dígnate decirme cuándo he de rogar por ti, por tus siervos y por tu pueblo, para que las ranas sean quitadas de ti y de tus casas y queden solamente en el río. 10 Y él respondió: Mañana. Entonces Moisés dijo: Sea conforme a tu palabra para que sepas que no hay nadie como el SEÑOR nuestro Dios. 11 Y las ranas se alejarán de ti, de tus casas, de tus siervos y de tu pueblo; sólo quedarán en el Nilo. 12 Entonces Moisés y Aarón salieron de la presencia de Faraón, y Moisés clamó al SEÑOR acerca de las ranas que El había puesto sobre Faraón. 13 Y el SEÑOR hizo conforme a la palabra de Moisés, y murieron las ranas de las casas, de los patios y de los campos. 14 Y las juntaron en montones, y la tierra se corrompió. 15 Pero al ver Faraón que había alivio, endureció su corazón y no los escuchó, tal como el SEÑOR había dicho. 16 Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: Di a Aarón: "Extiende tu vara y golpea el polvo de la tierra para que se convierta en piojos por toda la tierra de Egipto." 17 Y así lo hicieron; y Aarón extendió su mano con su vara, y golpeó el polvo de la tierra, y hubo piojos en hombres y animales. Todo el polvo de la tierra se convirtió en piojos por todo el país de Egipto. 18 Y los magos trataron de producir piojos con sus encantamientos, pero no pudieron; hubo, pues, piojos en hombres y animales. 19 Entonces los magos dijeron a Faraón: Este es el dedo de Dios. Pero el corazón de Faraón se endureció y no los escuchó, tal como el SEÑOR había dicho. 20 Y el SEÑOR dijo a Moisés: Levántate muy de mañana y ponte delante de Faraón cuando vaya al agua, y dile: "Así dice el SEÑOR: 'Deja ir a mi pueblo para que me sirva. 21 'Porque si no dejas ir a mi pueblo, he aquí, enviaré enjambres de insectos sobre ti, sobre tus siervos, sobre tu pueblo y dentro de tus casas; y las casas de los egipcios se llenarán de enjambres de insectos, y también el suelo sobre el cual están. 22 'Mas en aquel día yo pondré aparte la tierra de Gosén en la que mora mi pueblo, para que no haya allí enjambres de insectos, a fin de que sepas que yo, el SEÑOR, estoy en medio de la tierra; 23 y yo haré distinción entre mi pueblo y tu pueblo. Mañana tendrá lugar esta señal.'" 24 Y así lo hizo el SEÑOR. Y entraron grandes enjambres de insectos en la casa de Faraón y en las casas de sus siervos, y en todo el país de Egipto la tierra fue devastada a causa de los enjambres de insectos. 25 Entonces llamó Faraón a Moisés y a Aarón, y dijo: Id, ofreced sacrificio a vuestro Dios dentro del país. 26 Pero Moisés respondió: No conviene que lo hagamos así, porque es abominación para los egipcios lo que sacrificaremos al SEÑOR nuestro Dios. Si sacrificamos lo que es abominación para los egipcios delante de sus ojos, ¿no nos apedrearán? 27 Andaremos una distancia de tres días de camino en el desierto, y ofreceremos sacrificios al SEÑOR nuestro Dios, tal como El nos manda. 28 Y Faraón dijo: Os dejaré ir para que ofrezcáis sacrificio al SEÑOR vuestro Dios en el desierto, sólo que no vayáis muy lejos. Orad por mí. 29 Entonces dijo Moisés: He aquí, voy a salir de tu presencia y rogaré al SEÑOR que los enjambres de insectos se alejen mañana de Faraón, de sus siervos y de su pueblo; pero que Faraón no vuelva a obrar con engaño, no dejando ir al pueblo a ofrecer sacrificios al SEÑOR. 30 Y salió Moisés de la presencia de Faraón y oró al SEÑOR. 31 Y el SEÑOR hizo como Moisés le pidió, y quitó los enjambres de insectos de Faraón, de sus siervos y de su pueblo; no quedó ni uno solo. 32 Pero Faraón endureció su corazón también esta vez y no dejó salir al pueblo.
1 Digo entonces: ¿Acaso ha desechado Dios a su pueblo? ¡De ningún modo! Porque yo también soy israelita, descendiente de Abraham, de la tribu de Benjamín. 2 Dios no ha desechado a su pueblo, al cual conoció con anterioridad. ¿O no sabéis lo que dice la Escritura en el pasaje sobre Elías, cómo suplica a Dios contra Israel: 3 Señor, HAN DADO MUERTE A TUS PROFETAS, HAN DERRIBADO TUS ALTARES; Y YO SOLO HE QUEDADO Y ATENTAN CONTRA MI VIDA? 4 Pero, ¿qué le dice la respuesta divina?: Me HE RESERVADO SIETE MIL HOMBRES QUE NO HAN DOBLADO LA RODILLA A BAAL. 5 Y de la misma manera, también ha quedado en el tiempo presente un remanente conforme a la elección de la gracia de Dios. 6 Pero si es por gracia, ya no es a base de obras, de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra. 7 Entonces ¿qué? Aquello que Israel busca no lo ha alcanzado, pero los que fueron escogidos lo alcanzaron y los demás fueron endurecidos; 8 tal como está escrito: DIOS LES DIO UN ESPIRITU DE ESTUPOR, OJOS CON QUE NO VEN Y OIDOS CON QUE NO OYEN, HASTA EL DIA DE HOY. 9 Y David dice: SU BANQUETE SE CONVIERTA EN LAZO Y EN TRAMPA, Y EN PIEDRA DE TROPIEZO Y EN RETRIBUCION PARA ELLOS. 10 OSCUREZCANSE SUS OJOS PARA QUE NO PUEDAN VER, Y DOBLA SUS ESPALDAS PARA SIEMPRE. 11 Digo entonces: ¿Acaso tropezaron para caer? ¡De ningún modo! Pero por su transgresión ha venido la salvación a los gentiles, para causarles celos. 12 Y si su transgresión es riqueza para el mundo, y su fracaso es riqueza para los gentiles, ¡cuánto más será su plenitud! 13 Pero a vosotros hablo, gentiles. Entonces, puesto que yo soy apóstol de los gentiles, honro mi ministerio, 14 si en alguna manera puedo causar celos a mis compatriotas y salvar a algunos de ellos. 15 Porque si el excluirlos a ellos es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos? 16 Y si el primer pedazo de masa es santo, también lo es toda la masa; y si la raíz es santa, también lo son las ramas. 17 Pero si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo un olivo silvestre, fuiste injertado entre ellas y fuiste hecho participante con ellas de la rica savia de la raíz del olivo, 18 no seas arrogante para con las ramas; pero si eres arrogante, recuerda que tú no eres el que sustenta la raíz, sino la raíz la que te sustenta a ti. 19 Dirás entonces: Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado. 20 Muy cierto; fueron desgajadas por su incredulidad, pero tú por la fe te mantienes firme. No seas altanero, sino teme; 21 porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco a ti te perdonará. 22 Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; severidad para con los que cayeron, pero para ti, bondad de Dios si permaneces en su bondad; de lo contrario también tú serás cortado. 23 Y también ellos, si no permanecen en su incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para injertarlos de nuevo. 24 Porque si tú fuiste cortado de lo que por naturaleza es un olivo silvestre, y contra lo que es natural fuiste injertado en un olivo cultivado, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo? 25 Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis sabios en vuestra propia opinión: que a Israel le ha acontecido un endurecimiento parcial hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; 26 y así, todo Israel será salvo; tal como está escrito: EL LIBERTADOR VENDRA DE SION; APARTARA LA IMPIEDAD DE JACOB. 27 Y ESTE ES MI PACTO CON ELLOS, CUANDO YO QUITE SUS PECADOS. 28 En cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección de Dios, son amados por causa de los padres; 29 porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables. 30 Pues así como vosotros en otro tiempo fuisteis desobedientes a Dios, pero ahora se os ha mostrado misericordia por razón de la desobediencia de ellos, 31 así también ahora éstos han sido desobedientes, para que por la misericordia mostrada a vosotros, también a ellos ahora les sea mostrada misericordia. 32 Porque Dios ha encerrado a todos en desobediencia para mostrar misericordia a todos. 33 ¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! 34 Pues, ¿QUIEN HA CONOCIDO LA MENTE DEL SEÑOR?, ¿O QUIEN LLEGO A SER SU CONSEJERO?, 35 ¿O QUIEN LE HA DADO A EL PRIMERO PARA QUE SE LE TENGA QUE RECOMPENSAR? 36 Porque de El, por El y para El son todas las cosas. A El sea la gloria para siempre. Amén.
1 Después de esto, vi a cuatro ángeles de pie en los cuatro extremos de la tierra, deteniendo los cuatro vientos de la tierra, para que no soplara viento alguno, ni sobre la tierra ni sobre el mar ni sobre ningún árbol. 2 Y vi a otro ángel que subía de donde sale el sol y que tenía el sello del Dios vivo; y gritó a gran voz a los cuatro ángeles a quienes se les había concedido hacer daño a la tierra y al mar, 3 diciendo: No hagáis daño, ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que hayamos puesto un sello en la frente a los siervos de nuestro Dios. 4 Y oí el número de los que fueron sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel; 5 de la tribu de Judá fueron sellados doce mil; de la tribu de Rubén, doce mil; de la tribu de Gad, doce mil; 6 de la tribu de Aser, doce mil; de la tribu de Neftalí, doce mil; de la tribu de Manasés, doce mil; 7 de la tribu de Simeón, doce mil; de la tribu de Leví, doce mil; de la tribu de Isacar, doce mil; 8 de la tribu de Zabulón, doce mil; de la tribu de José, doce mil, y de la tribu de Benjamín fueron sellados doce mil. 9 Después de esto miré, y vi una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos. 10 Y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero. 11 Y todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono y alrededor de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, y cayeron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, 12 diciendo: ¡Amén! La bendición, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén. 13 Y uno de los ancianos habló diciéndome: Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido? 14 Y yo le respondí: Señor mío, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que vienen de la gran tribulación, y han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. 15 Por eso están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado en el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. 16 Ya no tendrán hambre ni sed, ni el sol los abatirá, ni calor alguno, 17 pues el Cordero en medio del trono los pastoreará y los guiará a manantiales de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.
1 He entrado en mi huerto, hermana mía, esposa mía; he recogido mi mirra con mi bálsamo. He comido mi panal y mi miel; he bebido mi vino y mi leche. Comed, amigos; bebed y embriagaos, oh amados. LA ESPOSA: 2 Yo dormía, pero mi corazón velaba, ¡Una voz! ¡Mi amado toca a la puerta! "Abreme, hermana mía, amada mía, paloma mía, perfecta mía, pues mi cabeza está empapada de rocío, mis cabellos empapados de la humedad de la noche." 3 Me he quitado la ropa, ¿cómo he de vestirme de nuevo? He lavado mis pies, ¿cómo los volveré a ensuciar? 4 Mi amado metió su mano por la abertura de la puerta, y se estremecieron por él mis entrañas. 5 Yo me levanté para abrir a mi amado; y mis manos destilaron mirra, y mis dedos mirra líquida, sobre los pestillos de la cerradura. 6 Abrí yo a mi amado, pero mi amado se había retirado, se había ido. Tras su hablar salió mi alma. Lo busqué, y no lo hallé; lo llamé, y no me respondió. 7 Me hallaron los guardas que rondan la ciudad, me golpearon y me hirieron; me quitaron de encima mi chal los guardas de las murallas. 8 Yo os conjuro, oh hijas de Jerusalén, si encontráis a mi amado, ¿qué le habéis de decir? Que estoy enferma de amor. EL CORO: 9 ¿Qué clase de amado es tu amado, oh la más hermosa de las mujeres? ¿Qué clase de amado es tu amado, que así nos conjuras? LA ESPOSA: 10 Mi amado es resplandeciente y rubio, distinguido entre diez mil. 11 Su cabeza es como oro, oro puro, sus cabellos, como racimos de dátiles, negros como el cuervo. 12 Sus ojos son como palomas junto a corrientes de agua, bañados en leche, colocados en su engaste. 13 Sus mejillas, como eras de bálsamo, como riberas de hierbas aromáticas; sus labios son lirios que destilan mirra líquida. 14 Sus manos, barras de oro engastadas de berilo; su vientre, marfil tallado recubierto de zafiros. 15 Sus piernas, columnas de alabastro asentadas sobre basas de oro puro; su aspecto, como el Líbano, gallardo como los cedros. 16 Su paladar, dulcísimo, y todo él, deseable. Este es mi amado y éste es mi amigo, hijas de Jerusalén. EL CORO:
1 Venid, cantemos con gozo al SEÑOR, aclamemos con júbilo a la roca de nuestra salvación. 2 Vengamos ante su presencia con acción de gracias; aclamémosle con salmos. 3 Porque Dios grande es el SEÑOR, y Rey grande sobre todos los dioses, 4 en cuya mano están las profundidades de la tierra; suyas son también las cumbres de los montes. 5 Suyo es el mar, pues El lo hizo, y sus manos formaron la tierra firme. 6 Venid, adoremos y postrémonos; doblemos la rodilla ante el SEÑOR nuestro Hacedor. 7 Porque El es nuestro Dios, y nosotros el pueblo de su prado y las ovejas de su mano. Si oís hoy su voz, 8 no endurezcáis vuestro corazón como en Meriba , como en el día de Masah en el desierto, 9 cuando vuestros padres me tentaron, me probaron, aunque habían visto mi obra. 10 Por cuarenta años me repugnó aquella generación, y dije: Es un pueblo que se desvía en su corazón y no conocen mis caminos. 11 Por tanto, juré en mi ira: Ciertamente no entrarán en mi reposo.
1 El impío huye sin que nadie lo persiga, mas los justos están confiados como un león. 2 Por la transgresión de la tierra, muchos son sus príncipes; pero por el hombre entendido y de conocimiento permanece estable. 3 El pobre que oprime a los humildes es como lluvia torrencial que no deja pan. 4 Los que abandonan la ley alaban a los impíos, pero los que guardan la ley luchan contra ellos. 5 Los hombres malvados no entienden de justicia, mas los que buscan al SEÑOR lo entienden todo. 6 Mejor es el pobre que anda en su integridad, que el que es torcido , aunque sea rico. 7 El que guarda la ley es hijo entendido, pero el que es compañero de glotones averguenza a su padre. 8 El que aumenta su riqueza por interés y usura, la recoge para el que se apiada de los pobres. 9 Al que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominación. 10 El que extravía a los rectos por el mal camino, en su propia fosa caerá; pero los íntegros heredarán el bien. 11 El rico es sabio ante sus propios ojos, mas el pobre que es entendido, lo sondea. 12 Cuando los justos triunfan, grande es la gloria, pero cuando los impíos se levantan, los hombres se esconden. 13 El que encubre sus pecados no prosperará, mas el que los confiesa y los abandona hallará misericordia. 14 Cuán bienaventurado es el hombre que siempre teme, pero el que endurece su corazón caerá en el infortunio. 15 Cual león rugiente y oso agresivo es el gobernante perverso sobre el pueblo pobre. 16 Al príncipe que es gran opresor le falta entendimiento, pero el que odia las ganancias injustas prolongará sus días. 17 El hombre cargado con culpa de sangre humana, fugitivo será hasta la muerte; que nadie lo apoye. 18 El que anda en integridad será salvo, mas el que es de camino torcido caerá de repente. 19 El que labra su tierra se saciará de pan, pero el que sigue propósitos vanos se llenará de pobreza. 20 El hombre fiel abundará en bendiciones, pero el que se apresura a enriquecerse no quedará sin castigo. 21 Hacer acepción de personas no es bueno, pues por un bocado de pan el hombre pecará. 22 El hombre avaro corre tras la riqueza, y no sabe que la miseria vendrá sobre él. 23 El que reprende al hombre hallará después más favor que el que lo lisonjea con la lengua. 24 El que roba a su padre o a su madre y dice: "No es transgresión", es compañero del hombre destructor. 25 El hombre arrogante suscita rencillas, mas el que confía en el SEÑOR prosperará. 26 El que confía en su propio corazón es un necio, pero el que anda con sabiduría será librado. 27 El que da al pobre no pasará necesidad, pero el que cierra sus ojos tendrá muchas maldiciones. 28 Cuando los impíos se levantan, los hombres se esconden; mas cuando perecen, los justos se multiplican.
1 Aquella noche el rey no podía dormir y dio orden que trajeran el libro de las Memorias, las crónicas, y que las leyeran delante del rey. 2 Y fue hallado escrito lo que Mardoqueo había informado acerca de Bigtán y Teres, dos de los eunucos del rey, guardianes del umbral, de que ellos habían procurado echar mano al rey Asuero. 3 Y el rey preguntó: ¿Qué honor o distinción se le ha dado a Mardoqueo por esto? Respondieron los siervos del rey que le servían: Nada se ha hecho por él. 4 Entonces el rey preguntó: ¿Quién está en el atrio? Y Amán acababa de entrar al atrio exterior del palacio del rey, para pedir al rey que hiciera ahorcar a Mardoqueo en la horca que él le había preparado. 5 Y los siervos del rey le respondieron: He aquí, Amán está en el atrio. Y el rey dijo: Que entre. 6 Cuando Amán entró, el rey le preguntó: ¿Qué se debe hacer para el hombre a quien el rey quiere honrar? Y Amán se dijo: ¿A quién desearía el rey honrar más que a mí? 7 Y Amán respondió al rey: Para el hombre a quien el rey quiere honrar, 8 traigan un manto real con que se haya vestido el rey, y un caballo en el cual el rey haya montado y en cuya cabeza se haya colocado una diadema real; 9 y el manto y el caballo sean entregados en mano de uno de los príncipes más nobles del rey, y vistan al hombre a quien el rey quiere honrar, le lleven a caballo por la plaza de la ciudad y pregonen delante de él: "Así se hace al hombre a quien el rey quiere honrar." 10 Entonces el rey dijo a Amán: Toma presto el manto y el caballo como has dicho, y hazlo así con el judío Mardoqueo, que está sentado a la puerta del rey; no omitas nada de todo lo que has dicho. 11 Y Amán tomó el manto y el caballo, vistió a Mardoqueo y lo llevó a caballo por la plaza de la ciudad, y pregonó delante de él: Así se hace al hombre a quien el rey quiere honrar. 12 Después Mardoqueo regresó a la puerta del rey, pero Amán se apresuró a volver a su casa, lamentándose, con la cabeza cubierta. 13 Y Amán contó a su mujer Zeres y a todos sus amigos todo lo que le había acontecido. Entonces sus sabios y su mujer Zeres le dijeron: Si Mardoqueo, delante de quien has comenzado a caer, es de descendencia judía, no podrás con él, sino que ciertamente caerás delante de él. 14 Aún estaban hablando con él, cuando llegaron los eunucos del rey y llevaron aprisa a Amán al banquete que Ester había preparado.
1 Aquel día habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para lavar el pecado y la impureza. 2 Y sucederá aquel díadeclara el SEÑOR de los ejércitosque eliminaré de la tierra los nombres de los ídolos, y nunca más serán recordados; también yo quitaré de la tierra a los profetas y al espíritu inmundo. 3 Y sucederá que si alguno profetiza todavía, su padre y su madre que lo engendraron le dirán: "No vivirás porque has hablado falsamente en el nombre del SEÑOR"; y su padre y su madre que lo engendraron lo traspasarán mientras profetiza. 4 También sucederá aquel día que los profetas se avergonzarán cada uno de su visión cuando profetice, y no se vestirán el manto de pelo para engañar, 5 sino que cada uno dirá: "No soy profeta, soy labrador de la tierra, porque un hombre me vendió como esclavo en mi juventud." 6 Y alguien le dirá: "¿Qué son esas heridas en tu cuerpo ?" Y él responderá: "Son aquéllas con que fui herido en casa de mis amigos." 7 Despierta, espada, contra mi pastor, y contra el hombre compañero mío declara el SEÑOR de los ejércitos. Hiere al pastor y se dispersarán las ovejas, y volveré mi mano contra los pequeños. 8 Y sucederá en toda la tierra declara el SEÑOR que dos partes serán cortadas en ella, y perecerán; pero la tercera quedará en ella. 9 Y meteré la tercera parte en el fuego, los refinaré como se refina la plata, y los probaré como se prueba el oro. Invocará él mi nombre, y yo le responderé; diré: "El es mi pueblo", y él dirá: "El SEÑOR es mi Dios."
1 Después de separarnos de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo directo a Cos, al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara; 2 y encontrando un barco que partía para Fenicia, subimos a bordo y nos hicimos a la vela. 3 Cuando avistamos Chipre, dejándola a la izquierda, navegamos hacia Siria, y desembarcamos en Tiro porque la nave debía dejar su cargamento allí. 4 Después de hallar a los discípulos, nos quedamos allí siete días, y ellos le decían a Pablo, por el Espíritu, que no fuera a Jerusalén. 5 Y pasados aquellos días partimos y emprendimos nuestro viaje mientras que todos ellos, con sus mujeres e hijos, nos acompañaron hasta las afueras de la ciudad. Después de arrodillarnos y orar en la playa, nos despedimos unos de otros. 6 Entonces subimos al barco y ellos regresaron a sus hogares. 7 Terminado el viaje desde Tiro, llegamos a Tolemaida, y después de saludar a los hermanos, nos quedamos con ellos un día. 8 Al día siguiente partimos y llegamos a Cesarea, y entrando en la casa de Felipe, el evangelista, que era uno de los siete, nos quedamos con él. 9 Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban. 10 Y deteniéndonos allí varios días, descendió de Judea cierto profeta llamado Agabo, 11 quien vino a vernos, y tomando el cinto de Pablo, se ató las manos y los pies, y dijo: Así dice el Espíritu Santo: "Así atarán los judíos en Jerusalén al dueño de este cinto, y lo entregarán en manos de los gentiles." 12 Al escuchar esto, tanto nosotros como los que vivían allí le rogábamos que no subiera a Jerusalén. 13 Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis, llorando y quebrantándome el corazón? Porque listo estoy no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. 14 Como no se dejaba persuadir, nos callamos, diciéndonos: Que se haga la voluntad del Señor. 15 Después de estos días nos preparamos y comenzamos a subir hacia Jerusalén. 16 Y nos acompañaron también algunos de los discípulos de Cesarea, quienes nos condujeron a Mnasón, de Chipre, un antiguo discípulo con quien deberíamos hospedarnos. 17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con regocijo. 18 Y al día siguiente Pablo fue con nosotros a ver a Jacobo , y todos los ancianos estaban presentes. 19 Y después de saludarlos, comenzó a referirles una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles mediante su ministerio. 20 Y ellos, cuando lo oyeron, glorificaban a Dios y le dijeron: Hermano, ya ves cuántos miles hay entre los judíos que han creído, y todos son celosos de la ley; 21 y se les ha contado acerca de ti, que enseñas a todos los judíos entre los gentiles que se aparten de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni observen las tradiciones. 22 Entonces, ¿qué es lo que se debe hacer? Porque sin duda la multitud se reunirá pues oirán que has venido. 23 Por tanto, haz esto que te decimos: Tenemos cuatro hombres que han hecho un voto; 24 tómalos y purifícate junto con ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos sabrán que no hay nada cierto en lo que se les ha dicho acerca de ti, sino que tú también vives ordenadamente, acatando la ley. 25 Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito, habiendo decidido que deben abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación. 26 Entonces Pablo tomó consigo a los hombres, y al día siguiente, purificándose junto con ellos, fue al templo, notificando de la terminación de los días de purificación, hasta que el sacrificio se ofreciera por cada uno de ellos. 27 Cuando estaban para cumplirse los siete días, los judíos de Asia, al verlo en el templo, comenzaron a incitar a todo el pueblo, y le echaron mano, 28 gritando: ¡Israelitas, ayudadnos! Este es el hombre que enseña a todos, por todas partes, contra nuestro pueblo, la ley y este lugar; además, incluso ha traído griegos al templo, y ha profanado este lugar santo. 29 Pues anteriormente habían visto a Trófimo el efesio con él en la ciudad, y pensaban que Pablo lo había traído al templo. 30 Se alborotó toda la ciudad, y llegó el pueblo corriendo de todas partes; apoderándose de Pablo lo arrastraron fuera del templo, y al instante cerraron las puertas. 31 Mientras procuraban matarlo, llegó aviso al comandante de la compañía romana que toda Jerusalén estaba en confusión. 32 Inmediatamente tomó consigo algunos soldados y centuriones, y corrió hacia ellos; cuando vieron al comandante y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo. 33 Entonces el comandante llegó y lo prendió, y ordenó que lo ataran con dos cadenas; y preguntaba quién era y qué había hecho. 34 Pero entre la muchedumbre unos gritaban una cosa y otros otra, y como él no pudo averiguar con certeza los hechos, debido al tumulto, ordenó que lo llevaran al cuartel. 35 Cuando llegó a las gradas, sucedió que los soldados tuvieron que cargarlo por causa de la violencia de la turba; 36 porque la multitud del pueblo lo seguía, gritando: ¡Muera! 37 Cuando estaban para meter a Pablo en el cuartel, dijo al comandante: ¿Puedo decirte algo? Y él dijo<***>: ¿Sabes griego? 38 ¿Entonces tú no eres el egipcio que hace tiempo levantó una revuelta, y capitaneó los cuatro mil hombres de los asesinos al desierto? 39 Pablo respondió: Yo soy judío de Tarso de Cilicia, ciudadano de una ciudad no sin importancia; te suplico que me permitas hablar al pueblo. 40 Cuando le concedió el permiso, Pablo, de pie sobre las gradas, hizo señal al pueblo con su mano, y cuando hubo gran silencio, les habló en el idioma hebreo, diciendo:
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