1 Y llegaron al otro lado del mar, a la tierra de los gadarenos. 2 Y cuando El salió de la barca, enseguida vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo 3 que tenía su morada entre los sepulcros; y nadie podía ya atarlo ni aun con cadenas; 4 porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie era tan fuerte como para dominarlo. 5 Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y en los montes dando gritos e hiriéndose con piedras. 6 Cuando vio a Jesús de lejos, corrió y se postró delante de El; 7 y gritando a gran voz, dijo<***>: ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te imploro por Dios que no me atormentes. 8 Porque Jesús le decía: Sal del hombre, espíritu inmundo. 9 Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y él le dijo<***>: Me llamo Legión, porque somos muchos. 10 Entonces le rogaba con insistencia que no los enviara fuera de la tierra. 11 Y había allí una gran piara de cerdos paciendo junto al monte. 12 Y los demonios le rogaron, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos. 13 Y El les dio permiso. Y saliendo los espíritus inmundos, entraron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se precipitó por un despeñadero al mar, y en el mar se ahogaron. 14 Y los que cuidaban los cerdos huyeron y lo contaron en la ciudad y por los campos. Y la gente vino a ver qué era lo que había sucedido. 15 Y vinieron<***> a Jesús, y vieron<***> al que había estado endemoniado, sentado, vestido y en su cabal juicio, el mismo que había tenido la legión; y tuvieron miedo. 16 Y los que lo habían visto les describieron cómo le había sucedido esto al endemoniado, y lo de los cerdos. 17 Y comenzaron a rogarle que se fuera de su comarca. 18 Al entrar El en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejara acompañarle. 19 Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo<***>: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho por ti, y cómo tuvo misericordia de ti. 20 Y él se fue, y empezó a proclamar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho por él; y todos se quedaban maravillados. 21 Cuando Jesús pasó otra vez en la barca al otro lado, se reunió una gran multitud alrededor de El; y El se quedó junto al mar. 22 Y vino uno de los oficiales de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle se postró<***> a sus pies. 23 Y le rogaba<***> con insistencia, diciendo: Mi hijita está al borde de la muerte; te ruego que vengas y pongas las manos sobre ella para que sane y viva. 24 Jesús fue con él; y una gran multitud le seguía y le oprimía. 25 Y una mujer que había tenido flujo de sangre por doce años, 26 y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía sin provecho alguno, sino que al contrario, había empeorado; 27 cuando oyó hablar de Jesús, se llegó a El por detrás entre la multitud y tocó su manto. 28 Porque decía: Si tan sólo toco sus ropas, sanaré. 29 Al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su aflicción. 30 Y enseguida Jesús, dándose cuenta de que había salido poder de El, volviéndose entre la gente, dijo: ¿Quién ha tocado mi ropa? 31 Y sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te oprime, y dices: "¿Quién me ha tocado?" 32 Pero El miraba a su alrededor para ver a la mujer que le había tocado. 33 Entonces la mujer, temerosa y temblando, dándose cuenta de lo que le había sucedido, vino y se postró delante de El y le dijo toda la verdad. 34 Y Jesús le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz y queda sana de tu aflicción. 35 Mientras estaba todavía hablando, vinieron<***> de casa del oficial de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas aún al Maestro? 36 Pero Jesús, oyendo lo que se hablaba, dijo<***> al oficial de la sinagoga: No temas, cree solamente. 37 Y no permitió que nadie fuera con El sino sólo Pedro, Jacobo y Juan, el hermano de Jacobo. 38 Fueron<***> a la casa del oficial de la sinagoga, y Jesús vio<***> el alboroto, y a los que lloraban y se lamentaban mucho. 39 Y entrando les dijo<***>: ¿Por qué hacéis alboroto y lloráis? La niña no ha muerto, sino que está dormida. 40 Y se burlaban de El. Pero El, echando fuera a todos, tomó<***> consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con El, y entró<***> donde estaba la niña. 41 Y tomando a la niña por la mano, le dijo<***>: Talita cumi (que traducido significa: Niña, a ti te digo, ¡levántate!). 42 Al instante la niña se levantó y comenzó a caminar, pues tenía doce años. Y al momento se quedaron completamente atónitos. 43 Entonces les dio órdenes estrictas de que nadie se enterara de esto; y dijo que le dieran de comer a la niña.
1 Abraham era viejo, entrado en años; y el SEÑOR había bendecido a Abraham en todo. 2 Y Abraham dijo a su siervo, el más viejo de su casa, que era mayordomo de todo lo que poseía: Te ruego que pongas tu mano debajo de mi muslo, 3 y te haré jurar por el SEÑOR, Dios de los cielos y Dios de la tierra, que no tomarás mujer para mi hijo de las hijas de los cananeos, entre los cuales yo habito; 4 sino que irás a mi tierra y a mis parientes, y tomarás mujer para mi hijo Isaac. 5 Y el siervo le dijo: Tal vez la mujer no quiera seguirme a esta tierra. ¿Debo volver y llevar a tu hijo a la tierra de donde viniste? 6 Y Abraham le dijo: Guárdate de llevar allá a mi hijo. 7 El SEÑOR, Dios de los cielos, que me tomó de la casa de mi padre y de la tierra donde nací, y que me habló y me juró, diciendo: "A tu descendencia daré esta tierra", El mandará su ángel delante de ti, y tomarás de allí mujer para mi hijo. 8 Si la mujer no quiere seguirte, quedarás libre de este mi juramento; sólo que no lleves allá a mi hijo. 9 Y el siervo puso la mano debajo del muslo de Abraham su señor, y le juró sobre este asunto. 10 Entonces el siervo tomó diez camellos de entre los camellos de su señor, y partió con toda clase de bienes de su señor en su mano; y se levantó y fue a Mesopotamia , a la ciudad de Nacor. 11 E hizo arrodillar a los camellos fuera de la ciudad junto al pozo de agua, al atardecer, a la hora en que las mujeres salen por agua, 12 y dijo: Oh SEÑOR, Dios de mi señor Abraham, te ruego que me des éxito hoy, y que tengas misericordia de mi señor Abraham. 13 He aquí, estoy de pie junto a la fuente de agua, y las hijas de los hombres de la ciudad salen para sacar agua. 14 Que sea la joven a quien yo diga: "Por favor, baja tu cántaro para que yo beba", y que responda: "Bebe, y también daré de beber a tus camellos", la que tú has designado para tu siervo Isaac; y por ello sabré que has mostrado misericordia a mi señor. 15 Y sucedió que antes de haber terminado de hablar, he aquí que Rebeca, hija de Betuel, hijo de Milca, mujer de Nacor, hermano de Abraham, salió con el cántaro sobre su hombro. 16 La joven era muy hermosa, virgen, ningún hombre la había conocido; bajó ella a la fuente, llenó su cántaro y subió. 17 Entonces el siervo corrió a su encuentro, y dijo: Te ruego que me des a beber un poco de agua de tu cántaro. 18 Y ella dijo: Bebe, señor mío. Y enseguida bajó el cántaro a su mano, y le dio de beber. 19 Cuando había terminado de darle de beber, dijo: Sacaré también para tus camellos hasta que hayan terminado de beber. 20 Y rápidamente vació el cántaro en el abrevadero, y corrió otra vez a la fuente para sacar agua, y sacó para todos sus camellos. 21 Entretanto el hombre la observaba en silencio, para saber si el SEÑOR había dado éxito o no a su viaje. 22 Y aconteció que cuando los camellos habían terminado de beber, el hombre tomó un anillo de oro que pesaba medio siclo, y dos brazaletes que pesaban diez siclos de oro, 23 y dijo: ¿De quién eres hija? Dime, te ruego, ¿hay en la casa de tu padre lugar para hospedarnos? 24 Ella le respondió: Soy hija de Betuel, el hijo que Milca dio a luz a Nacor. 25 Y le dijo además: Tenemos suficiente paja y forraje, y lugar para hospedarse. 26 Entonces el hombre se postró y adoró al SEÑOR, 27 y dijo: Bendito sea el SEÑOR, Dios de mi señor Abraham, que no ha dejado de mostrar su misericordia y su verdad hacia mi señor; y el SEÑOR me ha guiado en el camino a la casa de los hermanos de mi señor. 28 La joven corrió y contó estas cosas a los de la casa de su madre. 29 Y Rebeca tenía un hermano que se llamaba Labán; y Labán salió corriendo hacia el hombre, afuera, a la fuente. 30 Y sucedió que cuando él vio el anillo y los brazaletes en las manos de su hermana, y cuando oyó las palabras de su hermana Rebeca, diciendo: Esto es lo que el hombre me dijo, Labán fue al hombre; y he aquí que estaba con los camellos junto a la fuente. 31 Y le dijo: Entra, bendito del SEÑOR. ¿Por qué estás fuera? Yo he preparado la casa y un lugar para los camellos. 32 Entonces el hombre entró en la casa, y Labán descargó los camellos y les dio paja y forraje, y agua para lavar los pies de él y los pies de los hombres que estaban con él. 33 Pero cuando la comida fue puesta delante de él para que comiera, dijo: No comeré hasta que haya dicho el propósito de mi viaje. Y Labán le dijo: Habla. 34 Entonces dijo: Soy siervo de Abraham. 35 Y el SEÑOR ha bendecido en gran manera a mi señor, que se ha enriquecido, y le ha dado ovejas y vacas, plata y oro, siervos y siervas, camellos y asnos. 36 Y Sara, la mujer de mi señor, le dio a luz un hijo a mi señor en su vejez; y mi señor le ha dado a él todo lo que posee. 37 Mi señor me hizo jurar, diciendo: "No tomarás mujer para mi hijo de entre las hijas de los cananeos, en cuya tierra habito; 38 sino que irás a la casa de mi padre y a mis parientes, y tomarás mujer para mi hijo." 39 Y dije a mi señor: "Tal vez la mujer no quiera seguirme." 40 Y él me respondió: "El SEÑOR, delante de quien he andado, enviará su ángel contigo para dar éxito a tu viaje, y tomarás mujer para mi hijo de entre mis parientes y de la casa de mi padre; 41 entonces cuando llegues a mis parientes quedarás libre de mi juramento; y si ellos no te la dan, también quedarás libre de mi juramento." 42 Y llegué hoy a la fuente, y dije: "Oh SEÑOR, Dios de mi señor Abraham, si ahora quieres dar éxito a mi viaje en el cual ando, 43 he aquí, estoy parado junto a la fuente de agua; que la doncella que salga a sacar agua, y a quien yo diga: 'Te ruego que me des de beber un poco de agua de tu cántaro', 44 y ella me diga, 'Bebe, y también sacaré para tus camellos', que sea ella la mujer que el SEÑOR ha designado para el hijo de mi señor." 45 Antes de que yo hubiera terminado de hablar en mi corazón, he aquí, Rebeca salió con su cántaro al hombro, y bajó a la fuente y sacó agua, y yo le dije: "Te ruego que me des de beber." 46 Y ella enseguida bajó el cántaro de su hombro, y dijo: "Bebe, y daré de beber también a tus camellos"; de modo que bebí, y ella dio de beber también a los camellos. 47 Entonces le pregunté: "¿De quién eres hija?" Y ella contestó: "Hija de Betuel, hijo de Nacor, que le dio a luz Milca"; y puse el anillo en su nariz, y los brazaletes en sus manos. 48 Y me postré y adoré al SEÑOR, y bendije al SEÑOR, Dios de mi señor Abraham, que me había guiado por camino verdadero para tomar la hija del pariente de mi señor para su hijo. 49 Ahora pues, si habéis de mostrar bondad y sinceridad con mi señor, decídmelo; y si no, decídmelo también, para que vaya yo a la mano derecha o a la izquierda. 50 Labán y Betuel respondieron, y dijeron: Del SEÑOR ha salido esto; no podemos decirte que está mal ni que está bien. 51 He aquí, Rebeca está delante de ti, tómala y vete, y que sea ella la mujer del hijo de tu señor, como el SEÑOR ha dicho. 52 Y sucedió que cuando el siervo de Abraham escuchó sus palabras, se postró en tierra delante del SEÑOR. 53 Y el siervo sacó objetos de plata, objetos de oro y vestidos, y se los dio a Rebeca; dio también cosas preciosas a su hermano y a su madre. 54 Después él y los hombres que estaban con él comieron y bebieron y pasaron la noche. Cuando se levantaron por la mañana, él dijo: Enviadme a mi señor. 55 Pero el hermano y la madre de ella dijeron: Permite que se quede la joven con nosotros unos días, quizá diez; después se irá. 56 Y él les dijo: No me detengáis, puesto que el SEÑOR ha dado éxito a mi viaje; enviadme para que vaya a mi señor. 57 Y ellos dijeron: Llamaremos a la joven y le preguntaremos cuáles son sus deseos. 58 Entonces llamaron a Rebeca y le dijeron: ¿Te irás con este hombre? Y ella dijo: Me iré. 59 Y enviaron a su hermana Rebeca y a su nodriza con el siervo de Abraham y sus hombres. 60 Y bendijeron a Rebeca y le dijeron: Que tú, hermana nuestra, te conviertas en millares de miríadas, y posean tus descendientes la puerta de los que los aborrecen. 61 Y se levantó Rebeca con sus doncellas y, montadas en los camellos, siguieron al hombre. El siervo, pues, tomó a Rebeca y partió. 62 Isaac había venido a Beer-lajai-roi, pues habitaba en la tierra del Neguev. 63 Y por la tarde Isaac salió a meditar al campo; y alzó los ojos y miró, y he aquí, venían unos camellos. 64 Rebeca alzó los ojos, y cuando vio a Isaac, bajó del camello, 65 y dijo al siervo: ¿Quién es ese hombre que camina por el campo a nuestro encuentro? Y el siervo dijo: Es mi señor. Y ella tomó el velo y se cubrió. 66 Y el siervo contó a Isaac todo lo que había hecho. 67 Entonces Isaac la trajo a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca y ella fue su mujer, y la amó. Así se consoló Isaac después de la muerte de su madre.
1 Yo, pues, prisionero del Señor, os ruego que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, 2 con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor, 3 esforzándoos por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. 4 Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también vosotros fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; 5 un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, 6 un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos. 7 Pero a cada uno de nosotros se nos ha concedido la gracia conforme a la medida del don de Cristo. 8 Por tanto, dice: CUANDO ASCENDIO A LO ALTO, LLEVO CAUTIVA UNA HUESTE DE CAUTIVOS, Y DIO DONES A LOS HOMBRES. 9 (Esta expresión: Ascendió, ¿qué significa, sino que El también había descendido a las profundidades de la tierra? 10 El que descendió es también el mismo que ascendió mucho más arriba de todos los cielos, para poder llenarlo todo.) 11 Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, 12 a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; 13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; 14 para que ya no seamos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error; 15 sino que hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo, 16 de quien todo el cuerpo (estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen), conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor. 17 Esto digo, pues, y afirmo juntamente con el Señor: que ya no andéis así como andan también los gentiles, en la vanidad de su mente, 18 entenebrecidos en su entendimiento, excluidos de la vida de Dios por causa de la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su corazón; 19 y ellos, habiendo llegado a ser insensibles, se entregaron a la sensualidad para cometer con avidez toda clase de impurezas. 20 Pero vosotros no habéis aprendido a Cristo de esta manera, 21 si en verdad lo oísteis y habéis sido enseñados en El, conforme a la verdad que hay en Jesús, 22 que en cuanto a vuestra anterior manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, 23 y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente, 24 y os vistáis del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad. 25 Por tanto, dejando a un lado la falsedad, HABLAD VERDAD CADA CUAL CON SU PROJIMO, porque somos miembros los unos de los otros. 26 AIRAOS, PERO NO PEQUEIS; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, 27 ni deis oportunidad al diablo. 28 El que roba, no robe más, sino más bien que trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, a fin de que tenga qué compartir con el que tiene necesidad. 29 No salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan. 30 Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, por el cual fuisteis sellados para el día de la redención. 31 Sea quitada de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos, maledicencia, así como toda malicia. 32 Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo.
1 Tú, pues, hijo mío, fortalécete en la gracia que hay en Cristo Jesús. 2 Y lo que has oído de mí en la presencia de muchos testigos, eso encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros. 3 Sufre penalidades conmigo, como buen soldado de Cristo Jesús. 4 Ningún soldado en servicio activo se enreda en los negocios de la vida diaria, a fin de poder agradar al que lo reclutó como soldado. 5 Y también el que compite como atleta, no gana el premio si no compite de acuerdo con las reglas. 6 El labrador que trabaja debe ser el primero en recibir su parte de los frutos. 7 Considera lo que digo, pues el Señor te dará entendimiento en todo. 8 Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, conforme a mi evangelio; 9 por el cual sufro penalidades, hasta el encarcelamiento como un malhechor; pero la palabra de Dios no está presa. 10 Por tanto, todo lo soporto por amor a los escogidos, para que también ellos obtengan la salvación que está en Cristo Jesús, y con ella gloria eterna. 11 Palabra fiel es ésta: Que si morimos con El, también viviremos con El; 12 si perseveramos, también reinaremos con El; si le negamos, El también nos negará; 13 si somos infieles, El permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo. 14 Recuérdales esto, encargándoles solemnemente en la presencia de Dios, que no contiendan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha y lleva a los oyentes a la ruina. 15 Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad. 16 Evita las palabrerías vacías y profanas, porque los dados a ellas, conducirán más y más a la impiedad, 17 y su palabra se extenderá como gangrena; entre los cuales están Himeneo y Fileto, 18 que se han desviado de la verdad diciendo que la resurrección ya tuvo lugar, trastornando así la fe de algunos. 19 No obstante, el sólido fundamento de Dios permanece firme, teniendo este sello: El Señor conoce a los que son suyos, y: Que se aparte de la iniquidad todo aquel que menciona el nombre del Señor. 20 Ahora bien, en una casa grande no solamente hay vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro, y unos para honra y otros para deshonra. 21 Por tanto, si alguno se limpia de estas cosas, será un vaso para honra, santificado, útil para el Señor, preparado para toda buena obra. 22 Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que invocan al Señor con un corazón puro. 23 Pero rechaza los razonamientos necios e ignorantes, sabiendo que producen altercados. 24 Y el siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido, 25 corrigiendo tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad, 26 y volviendo en sí, escapen del lazo del diablo, habiendo estado cautivos de él para hacer su voluntad.
1 Entonces respondió Bildad suhita, y dijo: 2 Dominio y pavor pertenecen al que establece la paz en sus alturas. 3 ¿Tienen número sus ejércitos? ¿Y sobre quién no se levanta su luz? 4 ¿Cómo puede un hombre, pues, ser justo con Dios? ¿O cómo puede ser limpio el que nace de mujer? 5 Si aun la luna no tiene brillo y las estrellas no son puras a sus ojos, 6 ¡cuánto menos el hombre, esa larva, y el hijo del hombre, ese gusano!
1 Oye, oh Dios, mi clamor; atiende a mi oración. 2 Desde los confines de la tierra te invoco, cuando mi corazón desmaya. Condúceme a la roca que es más alta que yo. 3 Porque tú has sido refugio para mí, torre fuerte frente al enemigo. 4 Que more yo en tu tienda para siempre; y me abrigue en el refugio de tus alas. (Selah) 5 Porque tú, oh Dios, has escuchado mis votos; tú me has dado la heredad de los que temen tu nombre. 6 Tú añadirás días a los días del rey; sus años serán como muchas generaciones. 7 El reinará para siempre delante de Dios; concédele misericordia y verdad para que lo guarden. 8 Así cantaré alabanzas a tu nombre para siempre, cumpliendo mis votos día tras día.
1 También éstos son proverbios de Salomón, que transcribieron los hombres de Ezequías, rey de Judá: 2 Es gloria de Dios encubrir una cosa, pero la gloria de los reyes es investigar un asunto. 3 Como la altura de los cielos y la profundidad de la tierra, así es el corazón de los reyes, inescrutable. 4 Quita la escoria de la plata, y saldrá un vaso para el orfebre; 5 quita al malo de delante del rey, y su trono se afianzará en la justicia. 6 No hagas ostentación ante el rey, y no te pongas en el lugar de los grandes; 7 porque es mejor que te digan: Sube acá, a que te humillen delante del príncipe a quien tus ojos han visto. 8 No te apresures a litigar; pues ¿qué harás al final, cuando tu prójimo te averguence? 9 Discute tu caso con tu prójimo y no descubras el secreto de otro, 10 no sea que te reproche el que lo oiga y tu mala fama no se acabe. 11 Como manzanas de oro en engastes de plata es la palabra dicha a su tiempo. 12 Como pendiente de oro y adorno de oro fino es el sabio que reprende al oído atento. 13 Como frescura de nieve en tiempo de la siega es el mensajero fiel para los que lo envían, porque refresca el alma de sus señores. 14 Como las nubes y el viento sin lluvia es el hombre que se jacta falsamente de sus dones. 15 Con la mucha paciencia se persuade al príncipe, y la lengua suave quebranta los huesos. 16 ¿Has hallado miel? Come sólo lo que necesites, no sea que te hartes y la vomites. 17 No frecuente tu pie la casa de tu vecino, no sea que él se hastíe de ti y te aborrezca. 18 Como maza y espada y aguda saeta es el hombre que levanta falso testimonio contra su prójimo. 19 Como diente malo y pie que resbala es la confianza en el hombre pérfido en tiempo de angustia. 20 Como el que se quita la ropa en día de frío, o como el vinagre sobre la soda, es el que canta canciones a un corazón afligido. 21 Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer pan, y si tiene sed, dale de beber agua; 22 porque así amontonarás brasas sobre su cabeza, y el SEÑOR te recompensará. 23 El viento del norte trae la lluvia, y la lengua murmuradora, el semblante airado. 24 Mejor es vivir en un rincón del terrado que en una casa con mujer rencillosa. 25 Como agua fría para el alma sedienta, así son las buenas nuevas de una tierra lejana. 26 Como manantial hollado y pozo contaminado es el justo que cede ante el impío. 27 No es bueno comer mucha miel, ni el buscar la propia gloria es gloria. 28 Como ciudad invadida y sin murallas es el hombre que no domina su espíritu.
1 Y cuando todo esto había terminado, todos los de Israel que estaban presentes, salieron a las ciudades de Judá, despedazaron los pilares sagrados, cortaron las Aseras y derribaron los lugares altos y los altares por todo Judá y Benjamín, y también en Efraín y Manasés, hasta acabar con todos ellos. Entonces todos los hijos de Israel volvieron a sus ciudades, cada cual a su posesión. 2 Y Ezequías designó las clases de los sacerdotes y de los levitas, cada uno en su clase, según su servicio, tanto sacerdotes como levitas, para los holocaustos y para las ofrendas de paz, para que ministraran, dieran gracias y alabaran en las puertas del campamento del SEÑOR. 3 También designó de sus propios bienes la porción del rey para los holocaustos, es decir, para los holocaustos de la mañana y de la tarde, y los holocaustos de los días de reposo, de las lunas nuevas y de las fiestas señaladas, como está escrito en la ley del SEÑOR. 4 También ordenó al pueblo que habitaba en Jerusalén que diera la porción correspondiente a los sacerdotes y levitas, a fin de que se dedicaran a la ley del SEÑOR. 5 Tan pronto como se divulgó la orden, los hijos de Israel proveyeron en abundancia las primicias de grano, mosto, aceite, miel y de todo producto del campo; y trajeron el diezmo de todo en abundancia. 6 Y los hijos de Israel y de Judá que habitaban en las ciudades de Judá, también trajeron el diezmo de bueyes y ovejas y el diezmo de las cosas sagradas consagradas al SEÑOR su Dios, y los depositaron en montones. 7 En el mes tercero comenzaron a formar los montones y los terminaron en el mes séptimo. 8 Cuando Ezequías y los jefes vinieron y vieron los montones, bendijeron al SEÑOR y a su pueblo Israel. 9 Ezequías preguntó a los sacerdotes y a los levitas acerca de los montones, 10 y el sumo sacerdote Azarías, de la casa de Sadoc, le dijo: Desde que se comenzaron a traer las ofrendas a la casa del SEÑOR, hemos tenido bastante para comer y ha sobrado mucho, porque el SEÑOR ha bendecido a su pueblo; y esta gran cantidad ha sobrado. 11 Entonces Ezequías ordenó que prepararan cámaras en la casa del SEÑOR, y las prepararon. 12 Fielmente llevaron allí las ofrendas y los diezmos y las cosas consagradas; y el levita Conanías era el intendente encargado de ellas, y su hermano Simei era el segundo. 13 Y Jehiel, Azazías, Nahat, Asael, Jerimot, Jozabad, Eliel, Ismaquías, Mahat y Benaía eran inspectores bajo el mando de Conanías y de Simei, su hermano, por nombramiento del rey Ezequías, y Azarías era el oficial principal de la casa de Dios. 14 Y el levita Coré, hijo de Imna, portero de la puerta oriental, estaba a cargo de las ofrendas voluntarias hechas a Dios, para repartir las ofrendas dedicadas al SEÑOR y las cosas santísimas. 15 Bajo su mando estaban Edén, Miniamín, Jesúa, Semaías, Amarías y Secanías en las ciudades de los sacerdotes, para distribuir fielmente las porciones, por clases, a sus hermanos, fueran grandes o pequeños, 16 sin tener en cuenta su registro genealógico, a los varones de treinta años arriba, todos los que entraban en la casa del SEÑOR para las tareas diarias, por su trabajo en sus oficios según sus clases; 17 así como a los sacerdotes que estaban inscritos genealógicamente conforme a sus casas paternas, y a los levitas de veinte años arriba, según sus oficios y sus clases. 18 Y el registro genealógico incluía todos los niños, las mujeres, los hijos y las hijas de toda la asamblea, porque se consagraban fielmente en santidad. 19 También para los hijos de Aarón, los sacerdotes que estaban en las tierras de pasto de sus ciudades, o en cualquiera de las ciudades, había hombres que estaban designados por nombre para distribuir porciones a todo varón entre los sacerdotes, y a todos los inscritos genealógicamente entre los levitas. 20 Así hizo Ezequías por todo Judá; y él hizo lo bueno, lo recto y lo verdadero delante del SEÑOR su Dios. 21 Y toda obra que emprendió en el servicio de la casa de Dios por ley y por mandamiento, buscando a su Dios, lo hizo con todo su corazón y prosperó.
1 Vino palabra del SEÑOR a Jonás, hijo de Amitai, diciendo: 2 Levántate, ve a Nínive, la gran ciudad, y proclama contra ella, porque su maldad ha subido hasta mí. 3 Pero Jonás se levantó para huir a Tarsis, lejos de la presencia del SEÑOR. Y descendiendo a Jope, encontró un barco que iba a Tarsis, pagó el pasaje y entró en él para ir con ellos a Tarsis, lejos de la presencia del SEÑOR. 4 Y el SEÑOR desató sobre el mar un fuerte viento, y hubo una tempestad tan grande en el mar que el barco estuvo a punto de romperse. 5 Los marineros tuvieron miedo y cada uno clamaba a su dios; y arrojaron al mar la carga que estaba en el barco para aligerarlo. Pero Jonás había bajado a la bodega del barco, se había acostado y dormía profundamente. 6 El capitán se le acercó y le dijo: ¿Cómo es que estás durmiendo? ¡Levántate, invoca a tu Dios! Quizás tu Dios piense en nosotros y no pereceremos. 7 Y cada uno dijo a su compañero: Venid, echemos suertes para saber por causa de quién nos ha venido esta calamidad. Y echaron suertes, y cayó la suerte sobre Jonás. 8 Entonces le dijeron: Decláranos ahora por causa de quién nos ha venido esta calamidad. ¿Qué oficio tienes, y de dónde vienes? ¿Cuál es tu tierra, y de qué pueblo eres? 9 Y él les respondió: Soy hebreo, y temo al SEÑOR Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra. 10 Los hombres se atemorizaron en gran manera y le dijeron: ¿Qué es esto que has hecho? Porque ellos sabían que él huía de la presencia del SEÑOR, por lo que él les había declarado. 11 Entonces le dijeron: ¿Qué haremos contigo para que el mar se calme en torno nuestro? Pues el mar se embravecía más y más. 12 Y él les dijo: Tomadme y lanzadme al mar, y el mar se calmará en torno vuestro, pues yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros. 13 Los hombres se pusieron a remar con afán para volver a tierra firme, pero no pudieron, porque el mar seguía embraveciéndose contra ellos. 14 Entonces invocaron al SEÑOR, y dijeron: Te rogamos, oh SEÑOR, no permitas que perezcamos ahora por causa de la vida de este hombre, ni pongas sobre nosotros sangre inocente; porque tú, SEÑOR, has hecho como te ha placido. 15 Tomaron, pues, a Jonás y lo lanzaron al mar; y el mar cesó en su furia. 16 Y aquellos hombres temieron en gran manera al SEÑOR; ofrecieron un sacrificio al SEÑOR y le hicieron votos. 17 Y el SEÑOR dispuso un gran pez que se tragara a Jonás; y Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches.
1 Y algunos descendieron de Judea y enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos. 2 Como Pablo y Bernabé tuvieran gran disensión y debate con ellos, los hermanos determinaron que Pablo y Bernabé, y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén a los apóstoles y a los ancianos para tratar esta cuestión. 3 Así que, siendo enviados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, relatando detalladamente la conversión de los gentiles, y causaban gran gozo a todos los hermanos. 4 Cuando llegaron a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia, los apóstoles y los ancianos, e informaron de todo lo que Dios había hecho con ellos. 5 Pero algunos de la secta de los fariseos que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la ley de Moisés. 6 Entonces los apóstoles y los ancianos se reunieron para considerar este asunto. 7 Y después de mucho debate, Pedro se levantó y les dijo: Hermanos, vosotros sabéis que en los primeros días Dios escogió de entre vosotros que por mi boca los gentiles oyeran la palabra del evangelio y creyeran. 8 Y Dios, que conoce el corazón, les dio testimonio dándoles el Espíritu Santo, así como también nos lo dio a nosotros; 9 y ninguna distinción hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. 10 Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios poniendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 11 Creemos más bien que somos salvos por la gracia del Señor Jesús, de la misma manera que ellos también lo son. 12 Toda la multitud hizo silencio, y escuchaban a Bernabé y a Pablo, que relataban las señales y prodigios que Dios había hecho entre los gentiles por medio de ellos. 13 Cuando terminaron de hablar, Jacobo respondió, diciendo: Escuchadme, hermanos. 14 Simón ha relatado cómo Dios al principio tuvo a bien tomar de entre los gentiles un pueblo para su nombre. 15 Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, tal como está escrito: 16 DESPUES DE ESTO VOLVERE, Y REEDIFICARE EL TABERNACULO DE DAVID QUE HA CAIDO. Y REEDIFICARE SUS RUINAS, Y LO LEVANTARE DE NUEVO, 17 PARA QUE EL RESTO DE LOS HOMBRES BUSQUE AL SEÑOR, Y TODOS LOS GENTILES QUE SON LLAMADOS POR MI NOMBRE, 18 DICE EL SEÑOR, QUE HACE SABER TODO ESTO DESDE TIEMPOS ANTIGUOS. 19 Por tanto, yo juzgo que no molestemos a los que de entre los gentiles se convierten a Dios, 20 sino que les escribamos que se abstengan de cosas contaminadas por los ídolos, de fornicación, de lo estrangulado y de sangre. 21 Porque Moisés desde generaciones antiguas tiene en cada ciudad quienes lo prediquen, pues todos los días de reposo es leído en las sinagogas. 22 Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, escoger de entre ellos algunos hombres para enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, hombres prominentes entre los hermanos, 23 y enviaron esta carta con ellos: Los apóstoles, y los hermanos que son ancianos, a los hermanos en Antioquía, Siria y Cilicia que son de los gentiles, saludos. 24 Puesto que hemos oído que algunos de entre nosotros, a quienes no autorizamos, os han inquietado con sus palabras, perturbando vuestras almas, 25 nos pareció bien, habiendo llegado a un común acuerdo, escoger algunos hombres para enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo, 26 hombres que han arriesgado su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. 27 Por tanto, hemos enviado a Judas y a Silas, quienes también os informarán las mismas cosas verbalmente. 28 Porque pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros mayor carga que estas cosas esenciales: 29 que os abstengáis de cosas sacrificadas a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación. Si os guardáis de tales cosas, bien haréis. Pasadlo bien. 30 Así que ellos, después de ser despedidos, descendieron a Antioquía; y reuniendo a la congregación, entregaron la carta; 31 y cuando la leyeron, se regocijaron por el consuelo que les impartía. 32 Siendo Judas y Silas también profetas, exhortaron y confortaron a los hermanos con un largo mensaje. 33 Y después de pasar allí algún tiempo, fueron despedidos en paz por los hermanos para volver a aquellos que los habían enviado. 34 Pero a Silas le pareció bien quedarse allí. 35 Mas Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía, enseñando y predicando con muchos otros, la palabra del Señor. 36 Después de algunos días Pablo dijo a Bernabé: Volvamos y visitemos a los hermanos en todas las ciudades donde hemos proclamado la palabra del Señor, para ver cómo están. 37 Bernabé quería llevar también con ellos a Juan, llamado Marcos, 38 pero Pablo consideraba que no debían llevar consigo a quien los había desertado en Panfilia y no los había acompañado en la obra. 39 Se produjo un desacuerdo tan grande que se separaron el uno del otro, y Bernabé tomó consigo a Marcos y se embarcó rumbo a Chipre. 40 Mas Pablo escogió a Silas y partió, siendo encomendado por los hermanos a la gracia del Señor. 41 Y viajaba por Siria y Cilicia confirmando a las iglesias.
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