1 Levantaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? 2 Mi socorro viene del SEÑOR, que hizo los cielos y la tierra. 3 No permitirá que tu pie resbale; no se adormecerá el que te guarda. 4 He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel. 5 El SEÑOR es tu guardador; el SEÑOR es tu sombra a tu mano derecha. 6 El sol no te herirá de día, ni la luna de noche. 7 El SEÑOR te protegerá de todo mal; El guardará tu alma. 8 El SEÑOR guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre.
1 Ati levanto mis ojos, ¡oh tú que reinas en los cielos! 2 He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de su señor, como los ojos de la sierva a la mano de su señora, así nuestros ojos miran al SEÑOR nuestro Dios hasta que se apiade de nosotros. 3 Ten piedad de nosotros, oh SEÑOR, ten piedad de nosotros, porque muy hartos estamos de desprecio. 4 Harta en extremo está nuestra alma del escarnio de los que están en holgura, y del desprecio de los soberbios.
1 Si el SEÑOR no hubiera estado a nuestro favor, diga ahora Israel 2 si el SEÑOR no hubiera estado a nuestro favor cuando los hombres se levantaron contra nosotros, 3 vivos nos hubieran tragado entonces cuando su ira se encendió contra nosotros; 4 entonces las aguas nos hubieran anegado, un torrente hubiera pasado sobre nuestra alma, 5 hubieran pasado entonces sobre nuestra alma las aguas impetuosas. 6 Bendito sea el SEÑOR, que no nos ha entregado como presa de los dientes de ellos. 7 Nuestra alma ha escapado cual ave del lazo de los cazadores; el lazo se rompió y nosotros escapamos. 8 Nuestro socorro está en el nombre del SEÑOR, que hizo los cielos y la tierra.
1 Los que confían en el SEÑOR son como el monte Sion, que es inconmovible, que permanece para siempre. 2 Como los montes rodean a Jerusalén, así el SEÑOR rodea a su pueblo desde ahora y para siempre. 3 Pues el cetro de la impiedad no descansará sobre la tierra de los justos, para que los justos no extiendan sus manos para hacer el mal. 4 Haz bien, SEÑOR, a los buenos, y a los rectos de corazón. 5 Mas a los que se desvían por sus caminos torcidos, el SEÑOR los llevará con los que hacen iniquidad. Paz sea sobre Israel.
1 Bienaventurado todo aquel que teme al SEÑOR, que anda en sus caminos. 2 Cuando comas del trabajo de tus manos, dichoso serás y te irá bien. 3 Tu mujer será como fecunda vid en el interior de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa. 4 He aquí que así será bendecido el hombre que teme al SEÑOR. 5 El SEÑOR te bendiga desde Sion, veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida, 6 y veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz sea sobre Israel!
1 Muchas veces me han perseguido desde mi juventud, diga ahora Israel 2 muchas veces me han perseguido desde mi juventud, pero no han prevalecido contra mí. 3 Sobre mis espaldas araron los aradores; alargaron sus surcos. 4 El SEÑOR es justo; ha cortado las coyundas de los impíos. 5 Sean avergonzados y vueltos atrás todos los que odian a Sion. 6 Sean como hierba en los techos, que se seca antes de crecer. 7 Con la cual el segador no llena su mano, ni el recogedor de gavillas sus brazos. 8 Y no digan los que pasan: La bendición del SEÑOR sea sobre vosotros; os bendecimos en el nombre del SEÑOR.
1 Desde lo más profundo, oh SEÑOR, he clamado a ti. 2 ¡Señor, oye mi voz! Estén atentos tus oídos a la voz de mis súplicas. 3 SEÑOR, si tú tuvieras en cuenta las iniquidades, ¿quién, oh Señor, podría permanecer? 4 Pero en ti hay perdón, para que seas temido. 5 Espero en el SEÑOR; en El espera mi alma, y en su palabra tengo mi esperanza. 6 Mi alma espera al Señor más que los centinelas a la mañana; sí, más que los centinelas a la mañana. 7 Oh Israel, espera en el SEÑOR, porque en el SEÑOR hay misericordia, y en El hay abundante redención; 8 El redimirá a Israel de todas sus iniquidades.
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