1 Cuando clamo, respóndeme, oh Dios de mi justicia. En la angustia me has aliviado; ten piedad de mí, escucha mi oración. 2 Hijos de hombres, ¿hasta cuándo cambiaréis mi honra en deshonra? ¿Hasta cuándo amaréis la vanidad y buscaréis la mentira? (Selah) 3 Sabed, pues, que el SEÑOR ha apartado al piadoso para sí; el SEÑOR oye cuando a El clamo. 4 Temblad, y no pequéis; meditad en vuestro corazón sobre vuestro lecho, y callad. (Selah) 5 Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en el SEÑOR. 6 Muchos dicen: ¿Quién nos mostrará el bien? ¡Alza, oh SEÑOR, sobre nosotros la luz de tu rostro! 7 Alegría pusiste en mi corazón, mayor que la de ellos cuando abundan su grano y su mosto. 8 En paz me acostaré y así también dormiré; porque sólo tú, SEÑOR, me haces habitar seguro. flauta. Salmo de David.
1 Escucha mis palabras, oh SEÑOR; considera mi lamento. 2 Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque es a ti a quien oro. 3 Oh SEÑOR, de mañana oirás mi voz; de mañana presentaré mi oración a ti, y con ansias esperaré. 4 Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el mal no mora contigo. 5 Los que se jactan no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad. 6 Destruyes a los que hablan falsedad; el SEÑOR abomina al hombre sanguinario y engañador. 7 Mas yo, por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa; me postraré en tu santo templo con reverencia. 8 SEÑOR, guíame en tu justicia por causa de mis enemigos; allana delante de mí tu camino. 9 Porque no hay sinceridad en lo que dicen; destrucción son sus entrañas, sepulcro abierto es su garganta; con su lengua hablan lisonjas. 10 Tenlos por culpables, oh Dios; ¡que caigan por sus mismas intrigas! Echalos fuera por la multitud de sus transgresiones, porque se rebelan contra ti. 11 Pero alégrense todos los que en ti se refugian; para siempre canten con júbilo, porque tú los proteges; regocíjense en ti los que aman tu nombre. 12 Porque tú, oh SEÑOR, bendices al justo, como con un escudo lo rodeas de tu favor.
1 SEÑOR, no me reprendas en tu ira, ni me castigues en tu furor. 2 Ten piedad de mí, SEÑOR, pues languidezco; sáname, SEÑOR, porque mis huesos se estremecen. 3 Mi alma también está muy angustiada; y tú, oh SEÑOR, ¿hasta cuándo? 4 Vuélvete, SEÑOR, rescata mi alma; sálvame por tu misericordia. 5 Porque no hay en la muerte memoria de ti; en el Seol ¿quién te alabará? 6 Cansado estoy de mis gemidos; todas las noches inundo de llanto mi lecho, con mis lágrimas riego mi cama. 7 Se consumen de sufrir mis ojos; han envejecido a causa de todos mis adversarios. 8 Apartaos de mí, todos los que hacéis iniquidad, porque el SEÑOR ha oído la voz de mi llanto. 9 El SEÑOR ha escuchado mi súplica; el SEÑOR recibe mi oración. 10 Todos mis enemigos serán avergonzados y se turbarán en gran manera; se volverán, y de repente serán avergonzados. de Cus, el Benjamita.
16 Y sucedió que mientras íbamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una muchacha esclava que tenía espíritu de adivinación, la cual daba grandes ganancias a sus amos, adivinando. 17 Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, gritaba diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os proclaman el camino de salvación. 18 Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando esto a Pablo, se volvió y dijo al espíritu: ¡Te ordeno, en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella! Y salió en aquel mismo momento. 19 Pero cuando sus amos vieron que se les había ido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los arrastraron hasta la plaza, ante las autoridades; 20 y después de haberlos presentado a los magistrados superiores, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad, 21 y proclaman costumbres que no nos es lícito aceptar ni observar, puesto que somos romanos. 22 La multitud se levantó a una contra ellos, y los magistrados superiores, rasgándoles sus ropas, ordenaron que los azotaran con varas. 23 Y después de darles muchos azotes, los echaron en la cárcel, ordenando al carcelero que los guardara con seguridad; 24 el cual, habiendo recibido esa orden, los echó en el calabozo interior y les aseguró los pies en el cepo. 25 Como a medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios, y los presos los escuchaban. 26 De repente se produjo un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel fueron sacudidos; al instante se abrieron todas las puertas y las cadenas de todos se soltaron. 27 Al despertar el carcelero y ver abiertas todas las puertas de la cárcel, sacó su espada y se iba a matar, creyendo que los prisioneros se habían escapado. 28 Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. 29 Entonces él pidió luz y se precipitó adentro, y temblando, se postró ante Pablo y Silas, 30 y después de sacarlos, dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? 31 Ellos respondieron: Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y toda tu casa. 32 Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. 33 Y él los tomó en aquella misma hora de la noche, y les lavó las heridas; enseguida fue bautizado, él y todos los suyos. 34 Llevándolos a su hogar, les dio de comer, y se regocijó grandemente por haber creído en Dios con todos los suyos. 35 Cuando se hizo de día, los magistrados superiores enviaron a sus oficiales, diciendo: Suelta a esos hombres. 36 El carcelero comunicó a Pablo estas palabras, diciendo: Los magistrados superiores han dado orden de que se os suelte. Así que, salid ahora e id en paz. 37 Mas Pablo les dijo: Aunque somos ciudadanos romanos, nos han azotado públicamente sin hacernos juicio y nos han echado a la cárcel; ¿y ahora nos sueltan en secreto? ¡De ninguna manera! Que ellos mismos vengan a sacarnos. 38 Y los oficiales informaron esto a los magistrados superiores, y al saber que eran romanos, tuvieron temor. 39 Entonces vinieron, y les suplicaron, y después de sacarlos, les rogaban que salieran de la ciudad. 40 Cuando salieron de la cárcel, fueron a casa de Lidia, y al ver a los hermanos, los consolaron y partieron.
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