1 ¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? 2 ¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? 3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 4 Por tanto, hemos sido sepultados con El por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. 5 Porque si hemos sido unidos a El en la semejanza de su muerte, ciertamente lo seremos también en la semejanza de su resurrección, 6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con El, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; 7 porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado. 8 Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con El, 9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, no volverá a morir; ya la muerte no tiene dominio sobre El. 10 Porque por cuanto El murió, murió al pecado de una vez para siempre; pero en cuanto vive, vive para Dios. 11 Así también vosotros, consideraos muertos para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús. 12 Por tanto, no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal para que no obedezcáis sus lujurias; 13 ni presentéis los miembros de vuestro cuerpo al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. 14 Porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros, pues no estáis bajo la ley sino bajo la gracia. 15 ¿Entonces qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ningún modo! 16 ¿No sabéis que cuando os presentáis a alguno como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia? 17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, os hicisteis obedientes de corazón a aquella forma de doctrina a la que fuisteis entregados; 18 y habiendo sido libertados del pecado, os habéis hecho siervos de la justicia. 19 Hablo en términos humanos, por causa de la debilidad de vuestra carne. Porque de la manera que presentasteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y a la iniquidad, para iniquidad, así ahora presentad vuestros miembros como esclavos a la justicia, para santificación. 20 Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres en cuanto a la justicia. 21 ¿Qué fruto teníais entonces en aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de esas cosas es muerte. 22 Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como resultado la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
1 SEÑOR, no me reprendas en tu ira, ni me castigues en tu furor. 2 Ten piedad de mí, SEÑOR, pues languidezco; sáname, SEÑOR, porque mis huesos se estremecen. 3 Mi alma también está muy angustiada; y tú, oh SEÑOR, ¿hasta cuándo? 4 Vuélvete, SEÑOR, rescata mi alma; sálvame por tu misericordia. 5 Porque no hay en la muerte memoria de ti; en el Seol ¿quién te alabará? 6 Cansado estoy de mis gemidos; todas las noches inundo de llanto mi lecho, con mis lágrimas riego mi cama. 7 Se consumen de sufrir mis ojos; han envejecido a causa de todos mis adversarios. 8 Apartaos de mí, todos los que hacéis iniquidad, porque el SEÑOR ha oído la voz de mi llanto. 9 El SEÑOR ha escuchado mi súplica; el SEÑOR recibe mi oración. 10 Todos mis enemigos serán avergonzados y se turbarán en gran manera; se volverán, y de repente serán avergonzados. de Cus, el Benjamita.
1 Hijo mío, si has salido fiador por tu prójimo, si has dado promesa a un extraño, 2 si te has enredado con las palabras de tu boca, si con las palabras de tu boca has sido atrapado, 3 haz esto ahora, hijo mío, y líbrate, ya que has caído en la mano de tu prójimo: ve, humíllate e importuna a tu prójimo; 4 no des sueño a tus ojos ni adormecimiento a tus párpados; 5 líbrate como la gacela de la mano del cazador, y como ave de la mano del que caza. 6 Ve, mira la hormiga, perezoso, observa sus caminos, y sé sabio. 7 La cual sin tener jefe, ni oficial ni señor, 8 prepara en el verano su alimento, y recoge en la cosecha su sustento. 9 ¿Hasta cuándo, perezoso, estarás acostado? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? 10 Un poco de dormir, un poco de dormitar, un poco de cruzar las manos para descansar, 11 y vendrá como vagabundo tu pobreza, y tu necesidad como un hombre armado. 12 La persona indigna, el hombre inicuo, es el que anda con boca perversa, 13 el que guiña los ojos, el que hace señas con los pies, el que señala con los dedos, 14 el que con perversidad en su corazón, continuamente trama el mal, el que siembra discordia. 15 Por tanto su desgracia vendrá de repente; al instante será quebrantado, y no habrá remedio. 16 Seis cosas hay que odia el SEÑOR, y siete son abominación para El: 17 ojos soberbios, lengua mentirosa, manos que derraman sangre inocente, 18 un corazón que maquina planes perversos, pies que corren rápidamente hacia el mal, 19 un testigo falso que dice mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos. 20 Hijo mío, guarda el mandamiento de tu padre, y no abandones la enseñanza de tu madre; 21 átalos de continuo en tu corazón, enlázalos a tu cuello. 22 Cuando andes, te guiarán; cuando duermas, velarán por ti; y al despertarte, hablarán contigo. 23 Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza luz, y camino de vida las reprensiones de la instrucción, 24 para librarte de la mujer mala, de la lengua suave de la desconocida. 25 No codicies su hermosura en tu corazón, ni dejes que te cautive con sus párpados. 26 Porque por causa de una ramera uno es reducido a un pedazo de pan, pero la adúltera anda a la caza de la vida preciosa. 27 ¿Puede un hombre poner fuego en su seno sin que arda su ropa? 28 ¿O puede caminar un hombre sobre carbones encendidos sin que se quemen sus pies? 29 Así es el que se llega a la mujer de su prójimo; cualquiera que la toque no quedará sin castigo. 30 No se desprecia al ladrón si roba para saciarse cuando tiene hambre; 31 mas cuando es sorprendido, paga siete veces; tiene que dar todos los bienes de su casa. 32 El que comete adulterio no tiene entendimiento; destruye su alma el que lo hace. 33 Heridas y verguenza hallará, y su afrenta no se borrará. 34 Porque los celos enfurecen al hombre, y no perdonará en el día de la venganza. 35 No aceptará ningún rescate, ni se dará por satisfecho aunque le des muchos presentes.
1 Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. 2 Por eso, cuando des limosna, no toques trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. 3 Pero tú, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, 4 para que tu limosna sea en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará . 5 Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. 6 Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 7 Y al orar, no uséis repeticiones sin sentido, como los gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería. 8 Por tanto, no os hagáis semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes que vosotros le pidáis. 9 Vosotros, pues, orad de esta manera: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 10 "Venga tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. 11 "Danos hoy el pan nuestro de cada día. 12 "Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores. 13 "Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre jamás. Amén." 14 Porque si perdonáis a los hombres sus transgresiones, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros. 15 Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras transgresiones. 16 Y cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas; porque ellos desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que están ayunando. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. 17 Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, 18 para no hacer ver a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 19 No os acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban; 20 sino acumulaos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban; 21 porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. 22 La lámpara del cuerpo es el ojo; por eso, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz. 23 Pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Así que, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande no será la oscuridad! 24 Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas . 25 Por eso os digo, no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa? 26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas? 27 ¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida ? 28 Y por la ropa, ¿por qué os preocupáis? Observad cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan; 29 pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos. 30 Y si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe? 31 Por tanto, no os preocupéis, diciendo: "¿Qué comeremos?" o "¿qué beberemos?" o "¿con qué nos vestiremos?" 32 Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que vuestro Padre celestial sabe que necesitáis todas estas cosas. 33 Pero buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. 34 Por tanto, no os preocupéis por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástele a cada día sus propios problemas.
1 Pero Jericó estaba muy bien cerrada a causa de los hijos de Israel; nadie salía ni entraba. 2 Y el SEÑOR dijo a Josué: Mira, he entregado a Jericó en tu mano, y a su rey con sus valientes guerreros. 3 Marcharéis alrededor de la ciudad todos los hombres de guerra rodeando la ciudad una vez. Así lo harás por seis días. 4 Y siete sacerdotes llevarán siete trompetas de cuerno de carnero delante del arca; y al séptimo día marcharéis alrededor de la ciudad siete veces, y los sacerdotes tocarán las trompetas. 5 Y sucederá que cuando toquen un sonido prolongado con el cuerno de carnero, y cuando oigáis el sonido de la trompeta, todo el pueblo gritará a gran voz, y la muralla de la ciudad se vendrá abajo; entonces el pueblo subirá, cada hombre derecho hacia adelante. 6 Y Josué, hijo de Nun, llamó a los sacerdotes, y les dijo: Tomad el arca del pacto, y que siete sacerdotes lleven siete trompetas de cuerno de carnero delante del arca del SEÑOR. 7 Entonces dijo al pueblo: Pasad, y marchad alrededor de la ciudad, y que los hombres armados vayan delante del arca del SEÑOR. 8 Y sucedió que después que Josué había hablado al pueblo, los siete sacerdotes que llevaban las siete trompetas de cuerno de carnero delante del SEÑOR, se adelantaron y tocaron las trompetas; y el arca del pacto del SEÑOR los seguía. 9 Los hombres armados iban delante de los sacerdotes que tocaban las trompetas, y la retaguardia iba detrás del arca, mientras ellos continuaban tocando las trompetas. 10 Pero Josué dio órdenes al pueblo, diciendo: No gritaréis ni dejaréis oír vuestra voz, ni saldrá palabra de vuestra boca, hasta el día que yo os diga: "¡Gritad!" Entonces gritaréis. 11 Así hizo que el arca del SEÑOR fuera alrededor de la ciudad, rodeándola una vez; entonces volvieron al campamento, y pasaron la noche en el campamento. 12 Y Josué se levantó muy de mañana, y los sacerdotes tomaron el arca del SEÑOR. 13 Y los siete sacerdotes llevando las siete trompetas de cuerno de carnero iban delante del arca del SEÑOR, andando continuamente y tocando las trompetas; y los hombres armados iban delante de ellos y la retaguardia iba detrás del arca del SEÑOR mientras ellos seguían tocando las trompetas. 14 Así marcharon una vez alrededor de la ciudad el segundo día y volvieron al campamento; así lo hicieron por seis días. 15 Al séptimo día se levantaron temprano, al despuntar el día, y marcharon alrededor de la ciudad de la misma manera siete veces. Sólo aquel día marcharon siete veces alrededor de la ciudad. 16 Y sucedió que, a la séptima vez, cuando los sacerdotes tocaron las trompetas, Josué dijo al pueblo: ¡Gritad! Pues el SEÑOR os ha dado la ciudad. 17 Y la ciudad será dedicada al anatema, ella y todo lo que hay en ella pertenece al SEÑOR; sólo Rahab la ramera y todos los que están en su casa vivirán, porque ella escondió a los mensajeros que enviamos. 18 Pero en cuanto a vosotros, guardaos ciertamente de las cosas dedicadas al anatema, no sea que las codiciéis y tomando de las cosas del anatema, hagáis maldito el campamento de Israel y traigáis desgracia sobre él. 19 Mas toda la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro, están consagrados al SEÑOR; entrarán en el tesoro del SEÑOR. 20 Entonces el pueblo gritó y los sacerdotes tocaron las trompetas; y sucedió que cuando el pueblo oyó el sonido de la trompeta, el pueblo gritó a gran voz y la muralla se vino abajo, y el pueblo subió a la ciudad, cada hombre derecho hacia adelante, y tomaron la ciudad. 21 Y destruyeron por completo, a filo de espada, todo lo que había en la ciudad: hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, bueyes, ovejas y asnos. 22 Pero Josué dijo a los dos hombres que habían reconocido la tierra: Entrad en la casa de la ramera, y sacad de allí a la mujer y todo lo que posea, tal como se lo jurasteis. 23 Entraron, pues, los jóvenes espías y sacaron a Rahab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y todo lo que poseía; también sacaron a todos sus parientes, y los colocaron fuera del campamento de Israel. 24 Y prendieron fuego a la ciudad y a todo lo que en ella había. Sólo pusieron en el tesoro de la casa del SEÑOR, la plata, el oro y los utensilios de bronce y de hierro. 25 Pero Josué dejó vivir a Rahab la ramera, a la casa de su padre y todo lo que ella tenía; y ella ha habitado en medio de Israel hasta hoy, porque escondió a los mensajeros a quienes Josué había enviado a reconocer a Jericó. 26 Entonces Josué les hizo un juramento en aquel tiempo, diciendo: Maldito sea delante del SEÑOR el hombre que se levante y reedifique esta ciudad de Jericó; con la pérdida de su primogénito echará su cimiento, y con la pérdida de su hijo menor colocará sus puertas. 27 Y el SEÑOR estaba con Josué, y su fama se extendió por toda la tierra.
1 Entonces respondió Job y dijo: 2 ¡Oh, si pudiera pesarse mi sufrimiento, y ponerse en la balanza junto con mi calamidad! 3 Porque pesarían ahora más que la arena de los mares: por eso mis palabras han sido precipitadas. 4 Porque las flechas del Todopoderoso están clavadas en mí, cuyo veneno bebe mi espíritu, y contra mí se juntan los terrores de Dios. 5 ¿Rebuzna el asno montés junto a su hierba, o muge el buey junto a su forraje? 6 ¿Se come sin sal lo insípido, o hay gusto en la clara del huevo? 7 Mi alma se niega a tocar estas cosas; son para mí alimento repugnante. 8 ¡Quién me diera que mi petición se cumpliera, que Dios me concediera mi anhelo, 9 que Dios consintiera en aplastarme, que soltara su mano y acabara conmigo! 10 Mas aún es mi consuelo, y me regocijo en el dolor sin tregua, que no he negado las palabras del Santo. 11 ¿Cuál es mi fuerza, para que yo espere, y cuál es mi fin, para que yo resista? 12 ¿Es mi fuerza la fuerza de las piedras, o es mi carne de bronce? 13 ¿Es que mi ayuda no está dentro de mí, y está alejado de mí todo auxilio? 14 Para el abatido, debe haber compasión de parte de su amigo; no sea que abandone el temor del Todopoderoso. 15 Mis hermanos han obrado engañosamente como un torrente, como las corrientes de los arroyos que se desvanecen, 16 que a causa del hielo están turbios y en los que la nieve se derrite. 17 Cuando se quedan sin agua, están silenciosos, cuando hace calor, desaparecen de su lugar. 18 Serpentean las sendas de su curso, se evaporan en la nada y perecen. 19 Las caravanas de Temán los buscaron, los viajeros de Sabá contaban con ellos. 20 Quedaron frustrados porque habían confiado, llegaron allí y fueron confundidos. 21 Ciertamente, así sois vosotros ahora, veis algo aterrador y os espantáis. 22 ¿Acaso he dicho: "Dadme algo", "De vuestra riqueza ofrecedme un soborno", 23 "Libradme de la mano del adversario", o: "Rescatadme de la mano de los tiranos"? 24 Instruidme, y yo callaré; mostradme en qué he errado. 25 ¡Cuán dolorosas son las palabras sinceras! Pero ¿qué prueba vuestro argumento? 26 ¿Pensáis censurar mis palabras, cuando las palabras del desesperado se las lleva el viento? 27 Aun echaríais suerte sobre los huérfanos, y especularíais con vuestro amigo. 28 Y ahora, tratad de mirarme y ved si miento en vuestra cara. 29 Desistid, por favor; que no haya injusticia; sí, desistid; en ello está aún mi justicia. 30 ¿Acaso hay injusticia en mi lengua? ¿No puede mi paladar discernir calamidades?
1 En el año de la muerte del rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y la orla de su manto llenaba el templo. 2 Por encima de El había serafines; cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. 3 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, Santo, Santo, es el SEÑOR de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria. 4 Y se estremecieron los cimientos de los umbrales a la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. 5 Entonces dije: ¡Ay de mí! Porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos y en medio de un pueblo de labios inmundos habito, porque han visto mis ojos al Rey, el SEÑOR de los ejércitos. 6 Entonces voló hacia mí uno de los serafines con un carbón encendido en su mano, que había tomado del altar con las tenazas; 7 y con él tocó mi boca, y dijo: He aquí, esto ha tocado tus labios, y es quitada tu iniquidad y perdonado tu pecado. 8 Y oí la voz del Señor que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí: Heme aquí; envíame a mí. 9 Y El dijo: Ve, y di a este pueblo: "Escuchad bien, pero no entendáis; mirad bien, pero no comprendáis." 10 Haz insensible el corazón de este pueblo, endurece sus oídos, y nubla sus ojos, no sea que vea con sus ojos, y oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y se arrepienta y sea curado. 11 Entonces dije yo: ¿Hasta cuándo, Señor? Y El respondió: Hasta que las ciudades estén destruidas y sin habitantes, las casas sin gente, y la tierra completamente desolada; 12 hasta que el SEÑOR haya alejado a los hombres, y sean muchos los lugares abandonados en medio de la tierra. 13 Pero aún quedará una décima parte en ella, y ésta volverá a ser consumida como el terebinto o la encina, cuyo tronco permanece cuando es cortado: la simiente santa será su tronco.
1 Y aconteció que cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, 2 los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron para sí mujeres de entre todas las que les gustaban. 3 Entonces el SEÑOR dijo: No contenderá mi Espíritu para siempre con el hombre, porque ciertamente él es carne. Serán, pues, sus días ciento veinte años. 4 Y había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres y ellas les dieron a luz hijos. Estos son los héroes de la antiguedad, hombres de renombre. 5 Y el SEÑOR vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era sólo hacer siempre el mal. 6 Y le pesó al SEÑOR haber hecho al hombre en la tierra, y sintió tristeza en su corazón. 7 Y el SEÑOR dijo: Borraré de la faz de la tierra al hombre que he creado, desde el hombre hasta el ganado, los reptiles y las aves del cielo, porque me pesa haberlos hecho. 8 Mas Noé halló gracia ante los ojos del SEÑOR. 9 Estas son las generaciones de Noé. Noé era un hombre justo, perfecto entre sus contemporáneos; Noé andaba con Dios. 10 Y Noé engendró tres hijos: Sem, Cam y Jafet. 11 Y la tierra se había corrompido delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. 12 Y miró Dios a la tierra, y he aquí que estaba corrompida, porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra. 13 Entonces Dios dijo a Noé: He decidido poner fin a toda carne, porque la tierra está llena de violencia por causa de ellos; y he aquí, voy a destruirlos juntamente con la tierra. 14 Hazte un arca de madera de ciprés; harás el arca con compartimientos, y la calafatearás por dentro y por fuera con brea. 15 Y de esta manera la harás: de trescientos codos la longitud del arca, de cincuenta codos su anchura y de treinta codos su altura. 16 Harás una ventana en el arca y la terminarás a un codo del techo, y pondrás la puerta del arca en su costado; la harás con piso bajo, segundo y tercero. 17 Y he aquí, yo traeré un diluvio sobre la tierra, para destruir toda carne en que hay aliento de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra perecerá. 18 Pero estableceré mi pacto contigo; y entrarás en el arca tú, y contigo tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos. 19 Y de todo ser viviente, de toda carne, meterás dos de cada especie en el arca, para preservarles la vida contigo; macho y hembra serán. 20 De las aves según su especie, de los animales según su especie y de todo reptil de la tierra según su especie, dos de cada especie vendrán a ti para que les preserves la vida. 21 Y tú, toma para ti de todo alimento que se come, y guárdatelo, y será alimento para ti y para ellos. 22 Y así lo hizo Noé; conforme a todo lo que Dios le había mandado, así hizo.
1 Por aquellos días, al multiplicarse el número de los discípulos, surgió una queja de parte de los judíos helenistas en contra de los judíos nativos, porque sus viudas eran desatendidas en la distribución diaria de los alimentos. 2 Entonces los doce convocaron a la congregación de los discípulos, y dijeron: No es conveniente que nosotros descuidemos la palabra de Dios para servir mesas. 3 Por tanto, hermanos, escoged de entre vosotros siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encargar esta tarea. 4 Y nosotros nos entregaremos a la oración y al ministerio de la palabra. 5 Lo propuesto tuvo la aprobación de toda la congregación, y escogieron a Esteban, un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás, un prosélito de Antioquía; 6 los cuales presentaron ante los apóstoles, y después de orar, pusieron sus manos sobre ellos. 7 Y la palabra de Dios crecía, y el número de los discípulos se multiplicaba en gran manera en Jerusalén, y muchos de los sacerdotes obedecían a la fe. 8 Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo. 9 Pero se levantaron algunos de la sinagoga llamada de los Libertos, incluyendo tanto cireneos como alejandrinos, y algunos de Cilicia y de Asia, y discutían con Esteban. 10 Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. 11 Entonces, en secreto persuadieron a algunos hombres para que dijeran: Le hemos oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios. 12 Y alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y cayendo sobre él, lo arrebataron y lo trajeron en presencia del concilio. 13 Y presentaron testigos falsos que dijeron: Este hombre continuamente habla en contra de este lugar santo y de la ley; 14 porque le hemos oído decir que este nazareno, Jesús, destruirá este lugar, y cambiará las tradiciones que Moisés nos legó. 15 Y al fijar la mirada en él, todos los que estaban sentados en el concilio vieron su rostro como el rostro de un ángel.
1 Pablo, Silvano y Timoteo: A la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo: 2 Gracia a vosotros y paz de Dios el Padre y del Señor Jesucristo. 3 Siempre tenemos que dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es justo, porque vuestra fe aumenta grandemente, y el amor de cada uno de vosotros hacia los demás abunda más y más; 4 de manera que nosotros mismos hablamos con orgullo de vosotros entre las iglesias de Dios, por vuestra perseverancia y fe en medio de todas las persecuciones y aflicciones que soportáis. 5 Esta es una señal evidente del justo juicio de Dios, para que seáis considerados dignos del reino de Dios, por el cual en verdad estáis sufriendo. 6 Porque después de todo, es justo delante de Dios retribuir con aflicción a los que os afligen, 7 y daros alivio a vosotros que sois afligidos, y también a nosotros, cuando el Señor Jesús sea revelado desde el cielo con sus poderosos ángeles en llama de fuego, 8 dando retribución a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesús. 9 Estos sufrirán el castigo de eterna destrucción, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, 10 cuando El venga para ser glorificado en sus santos en aquel día y para ser admirado entre todos los que han creído; porque nuestro testimonio ha sido creído por vosotros. 11 Con este fin también nosotros oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os considere dignos de vuestro llamamiento y cumpla todo deseo de bondad y la obra de fe, con poder, 12 a fin de que el nombre de nuestro Señor Jesús sea glorificado en vosotros, y vosotros en El, conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.
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