1 ¿Adónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de las mujeres? ¿Adónde se ha dirigido tu amado, para que lo busquemos contigo? LA ESPOSA: 2 Mi amado ha descendido a su huerto, a las eras de bálsamo, a apacentar su rebaño en los huertos y recoger lirios. 3 Yo soy de mi amado y mi amado es mío, él apacienta entre los lirios. EL ESPOSO: 4 Eres hermosa como Tirsa, amada mía, encantadora como Jerusalén, imponente como ejército con estandartes. 5 Aparta de mí tus ojos, porque ellos me han confundido; tu cabellera es como rebaño de cabras que descienden de Galaad. 6 Tus dientes son como rebaño de ovejas que suben del lavadero, todas tienen mellizas, y ninguna de ellas ha perdido su cría. 7 Tus mejillas son como mitades de granada detrás de tu velo. 8 Sesenta son las reinas y ochenta las concubinas, y las doncellas, sin número; 9 pero sin igual es mi paloma, mi perfecta, es la hija única de su madre, la preferida de la que la dio a luz. Las doncellas la vieron y la llamaron bienaventurada, también las reinas y las concubinas, y la alabaron, diciendo: 10 "¿Quién es ésta que se asoma como el alba, hermosa como la luna llena, refulgente como el sol, imponente como escuadrones abanderados?" 11 Descendí al huerto de los nogales para ver el verdor del valle, para ver si la vid había retoñado, si los granados habían florecido. 12 Sin que me diera cuenta, mi alma me colocó sobre los carros de mi noble pueblo . EL CORO: 13 Regresa, regresa, oh Sulamita; regresa, regresa, para que te contemplemos. EL ESPOSO: ¿Por qué habéis de contemplar a la Sulamita, como en la danza de los dos coros?
1 Miré, y he aquí que el Cordero estaba de pie sobre el Monte Sion, y con El ciento cuarenta y cuatro mil que tenían el nombre de El y el nombre de su Padre escrito en la frente. 2 Y oí una voz del cielo, como el estruendo de muchas aguas y como el sonido de un gran trueno; y la voz que oí era como el sonido de arpistas tocando sus arpas. 3 Y cantaban<***> un cántico nuevo delante del trono y delante de los cuatro seres vivientes y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico, sino los ciento cuarenta y cuatro mil que habían sido rescatados de la tierra. 4 Estos son los que no se han contaminado con mujeres, pues son castos. Estos son los que siguen al Cordero adondequiera que va. Estos han sido rescatados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero. 5 En su boca no fue hallado engaño; están sin mancha. 6 Y vi volar en medio del cielo a otro ángel que tenía un evangelio eterno para anunciarlo a los que moran en la tierra, y a toda nación, tribu, lengua y pueblo, 7 diciendo a gran voz: Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. 8 Y le siguió otro ángel, el segundo, diciendo: ¡Cayó, cayó la gran Babilonia!; la que ha hecho beber a todas las naciones del vino de la pasión de su inmoralidad. 9 Entonces los siguió otro ángel, el tercero, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe una marca en su frente o en su mano, 10 él también beberá del vino del furor de Dios, que está preparado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y en presencia del Cordero. 11 Y el humo de su tormento asciende por los siglos de los siglos; y no tienen reposo, ni de día ni de noche, los que adoran a la bestia y a su imagen, y cualquiera que reciba la marca de su nombre. 12 Aquí está la perseverancia de los santos que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. 13 Y oí una voz del cielo que decía: Escribe: "Bienaventurados los muertos que de aquí en adelante mueren en el Señor." Sídice el Espíritupara que descansen de sus trabajos, porque sus obras van con ellos. 14 Y miré, y he aquí una nube blanca, y sentado en la nube estaba uno semejante a hijo de hombre , que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz afilada. 15 Entonces salió del templo otro ángel clamando a gran voz al que estaba sentado en la nube: Mete tu hoz y siega, porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura. 16 Y el que estaba sentado en la nube blandió su hoz sobre la tierra, y la tierra fue segada. 17 Salió otro ángel del templo que está en el cielo, que también tenía una hoz afilada. 18 Y otro ángel, el que tiene poder sobre el fuego, salió del altar; y llamó a gran voz al que tenía la hoz afilada, diciéndole: Mete tu hoz afilada y vendimia los racimos de la vid de la tierra, porque sus uvas están maduras. 19 El ángel blandió su hoz sobre la tierra, y vendimió los racimos de la vid de la tierra y los echó en el gran lagar del furor de Dios. 20 Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre que subió hasta los frenos de los caballos por una distancia como de trescientos veinte kilómetros .
1 Yo me alegré cuando me dijeron: Vamos a la casa del SEÑOR. 2 Plantados están nuestros pies dentro de tus puertas, oh Jerusalén. 3 Jerusalén, que está edificada como ciudad compacta, bien unida, 4 a la cual suben las tribus, las tribus del SEÑOR, (lo cual es ordenanza para Israel) para alabar el nombre del SEÑOR. 5 Porque allí se establecieron tronos para juicio, los tronos de la casa de David. 6 Orad por la paz de Jerusalén: Sean prosperados los que te aman. 7 Haya paz dentro de tus muros, y prosperidad en tus palacios. 8 Por amor de mis hermanos y de mis amigos diré ahora: Sea la paz en ti. 9 Por amor de la casa del SEÑOR nuestro Dios procuraré tu bien.
1 El hombre que después de mucha reprensión endurece la cerviz, de repente será quebrantado sin remedio. 2 Cuando los justos aumentan, el pueblo se alegra; pero cuando el impío gobierna, el pueblo gime. 3 El que ama la sabiduría alegra a su padre, pero el que anda con rameras malgasta su fortuna. 4 El rey con la justicia afianza la tierra, pero el hombre que acepta soborno la destruye. 5 El hombre que adula a su prójimo tiende una red ante sus pasos. 6 El hombre malo es atrapado en la transgresión, pero el justo canta y se regocija. 7 El justo se preocupa por la causa de los pobres, pero el impío no entiende tal preocupación . 8 Los escarnecedores agitan la ciudad, pero los sabios alejan la ira. 9 Cuando un sabio tiene controversia con un necio, éste se enoja o se ríe, y no hay sosiego. 10 Los hombres sanguinarios odian al intachable, pero los rectos se preocupan por su alma. 11 El necio da rienda suelta a su ira, pero el sabio la reprime. 12 Si un gobernante presta atención a palabras mentirosas, todos sus servidores se vuelven impíos. 13 El pobre y el opresor tienen esto en común: el SEÑOR da la luz a los ojos de ambos. 14 El rey que juzga con verdad a los pobres afianzará su trono para siempre. 15 La vara y la reprensión dan sabiduría, pero el niño consentido averguenza a su madre. 16 Cuando aumentan los impíos, aumenta la transgresión, pero los justos verán su caída. 17 Corrige a tu hijo y te dará descanso, y dará alegría a tu alma. 18 Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena, pero bienaventurado es el que guarda la ley. 19 Un siervo no se corrige sólo con palabras; aunque entienda, no responderá. 20 ¿Ves a un hombre precipitado en sus palabras? Más esperanza hay para el necio que para él. 21 El que mima a su siervo desde la niñez, al final lo tendrá por hijo. 22 El hombre airado suscita rencillas, y el hombre violento abunda en transgresiones. 23 El orgullo del hombre lo humillará, pero el de espíritu humilde obtendrá honores. 24 El que se asocia con un ladrón aborrece su propia vida; oye la imprecación, pero no dice nada. 25 El temor al hombre es un lazo, pero el que confía en el SEÑOR estará seguro. 26 Muchos buscan el favor del gobernante, pero del SEÑOR viene la justicia para el hombre. 27 Abominación para los justos es el inicuo, y abominación para el impío el recto en su camino.
1 Y habló el SEÑOR a Moisés, diciendo: 2 Manda a los hijos de Israel que echen del campamento a todo leproso, a todo el que padece de flujo y a todo el que es inmundo por causa de un muerto. 3 Echaréis tanto a hombres como a mujeres; los echaréis fuera del campamento para que no contaminen su campamento, donde yo habito en medio de ellos. 4 Y así lo hicieron los hijos de Israel, y los echaron fuera del campamento; tal como el SEÑOR había dicho a Moisés, así lo hicieron los hijos de Israel. 5 Entonces el SEÑOR habló a Moisés, diciendo: 6 Habla a los hijos de Israel: "El hombre o la mujer que cometa cualquiera de los pecados de la humanidad, actuando pérfidamente contra el SEÑOR, esa persona es culpable; 7 entonces confesará los pecados que ha cometido, y hará completa restitución por el daño causado, añadirá un quinto y lo dará al que él perjudicó. 8 "Pero si la persona no tiene pariente a quien se le haga la restitución por el daño, la restitución hecha por el daño debe ir al SEÑOR, para el sacerdote, además del carnero de expiación, con el cual se hace expiación por él. 9 "También toda ofrenda correspondiente a todas las cosas consagradas de los hijos de Israel que ofrecen al sacerdote, serán suyas. 10 "Las cosas consagradas de toda persona serán del sacerdote; lo que una persona dé al sacerdote será de él." 11 El SEÑOR habló además a Moisés, diciendo: 12 Habla a los hijos de Israel, y diles: "Si la mujer de alguno se desvía y le es infiel, 13 teniendo alguno relaciones carnales con ella sin que su marido se dé cuenta, ni sea descubierta (aunque ella se haya contaminado y no haya testigo contra ella, ni haya sido sorprendida en el acto mismo), 14 y un espíritu de celo viene sobre él y tiene celos de su mujer, habiéndose ella contaminado, o si viene un espíritu de celos sobre él y tiene celos de su mujer, no habiéndose ella contaminado, 15 el hombre llevará su mujer al sacerdote y llevará como ofrenda por ella un décimo de un efa de harina de cebada; no derramará aceite sobre la ofrenda, ni pondrá sobre ella incienso, porque es una ofrenda de cereal, de celos, una ofrenda memorial de cereal, un recordatorio de iniquidad. 16 "Entonces el sacerdote hará que ella se acerque y la pondrá delante del SEÑOR, 17 y el sacerdote tomará agua santa en una vasija de barro; y tomará del polvo que está sobre el piso del tabernáculo, y lo pondrá en el agua. 18 "Luego el sacerdote hará que la mujer esté delante del SEÑOR y descubrirá la cabeza de la mujer, y pondrá en sus manos la ofrenda memorial de cereal, que es la ofrenda de celos, y en la mano del sacerdote estará el agua de amargura que trae maldición. 19 "Y el sacerdote hará que ella pronuncie juramento, y dirá a la mujer: 'Si ningún hombre se ha acostado contigo, y si no te has desviado a la inmundicia, estando sujeta a tu marido, sé inmune a esta agua de amargura que trae maldición; 20 pero si te has desviado, estando sujeta a tu marido, y te has corrompido, y otro hombre que no es tu marido se ha llegado a ti', 21 (entonces el sacerdote hará que la mujer jure con el juramento de maldición, y el sacerdote dirá a la mujer): 'El SEÑOR te haga maldición y juramento entre tu pueblo, haciendo el SEÑOR que tu muslo se enjute y tu vientre se hinche; 22 y esta agua que trae maldición entrará en tus entrañas, y hará que tu vientre se hinche y tu muslo se enjute.' Y la mujer dirá: 'Amén, amén.' 23 "Entonces el sacerdote escribirá estas maldiciones en un rollo, y las lavará en el agua de amargura. 24 "Después hará que la mujer beba el agua de amargura que trae maldición, para que el agua que trae maldición entre a ella para causar amargura. 25 "Y el sacerdote tomará la ofrenda de cereal de los celos de la mano de la mujer, y mecerá la ofrenda de cereal delante del SEÑOR y la llevará al altar; 26 tomará el sacerdote un puñado de la ofrenda de cereal como su ofrenda memorial y la quemará en el altar, y después hará que la mujer beba el agua. 27 "Cuando le haya hecho beber el agua, sucederá que si ella se ha contaminado y ha sido infiel a su marido, el agua que trae maldición entrará en ella para producir amargura, y su vientre se hinchará, su muslo se enjutará y la mujer vendrá a ser una maldición en medio de su pueblo. 28 "Mas si la mujer no se ha contaminado y es limpia, quedará libre y concebirá hijos. 29 "Esta es la ley de los celos: cuando una mujer que esté sujeta a su marido, se desvíe y se contamine, 30 o cuando un espíritu de celos venga sobre alguno y esté celoso de su mujer, entonces hará que la mujer se presente delante del SEÑOR, y el sacerdote le aplicará a ella toda esta ley. 31 "Además, el marido quedará libre de culpa, pero la mujer llevará su culpa."
1 Y llegaron al otro lado del mar, a la tierra de los gadarenos. 2 Y cuando El salió de la barca, enseguida vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo 3 que tenía su morada entre los sepulcros; y nadie podía ya atarlo ni aun con cadenas; 4 porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie era tan fuerte como para dominarlo. 5 Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y en los montes dando gritos e hiriéndose con piedras. 6 Cuando vio a Jesús de lejos, corrió y se postró delante de El; 7 y gritando a gran voz, dijo<***>: ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te imploro por Dios que no me atormentes. 8 Porque Jesús le decía: Sal del hombre, espíritu inmundo. 9 Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y él le dijo<***>: Me llamo Legión, porque somos muchos. 10 Entonces le rogaba con insistencia que no los enviara fuera de la tierra. 11 Y había allí una gran piara de cerdos paciendo junto al monte. 12 Y los demonios le rogaron, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos. 13 Y El les dio permiso. Y saliendo los espíritus inmundos, entraron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se precipitó por un despeñadero al mar, y en el mar se ahogaron. 14 Y los que cuidaban los cerdos huyeron y lo contaron en la ciudad y por los campos. Y la gente vino a ver qué era lo que había sucedido. 15 Y vinieron<***> a Jesús, y vieron<***> al que había estado endemoniado, sentado, vestido y en su cabal juicio, el mismo que había tenido la legión; y tuvieron miedo. 16 Y los que lo habían visto les describieron cómo le había sucedido esto al endemoniado, y lo de los cerdos. 17 Y comenzaron a rogarle que se fuera de su comarca. 18 Al entrar El en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejara acompañarle. 19 Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo<***>: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho por ti, y cómo tuvo misericordia de ti. 20 Y él se fue, y empezó a proclamar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho por él; y todos se quedaban maravillados. 21 Cuando Jesús pasó otra vez en la barca al otro lado, se reunió una gran multitud alrededor de El; y El se quedó junto al mar. 22 Y vino uno de los oficiales de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle se postró<***> a sus pies. 23 Y le rogaba<***> con insistencia, diciendo: Mi hijita está al borde de la muerte; te ruego que vengas y pongas las manos sobre ella para que sane y viva. 24 Jesús fue con él; y una gran multitud le seguía y le oprimía. 25 Y una mujer que había tenido flujo de sangre por doce años, 26 y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía sin provecho alguno, sino que al contrario, había empeorado; 27 cuando oyó hablar de Jesús, se llegó a El por detrás entre la multitud y tocó su manto. 28 Porque decía: Si tan sólo toco sus ropas, sanaré. 29 Al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su aflicción. 30 Y enseguida Jesús, dándose cuenta de que había salido poder de El, volviéndose entre la gente, dijo: ¿Quién ha tocado mi ropa? 31 Y sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te oprime, y dices: "¿Quién me ha tocado?" 32 Pero El miraba a su alrededor para ver a la mujer que le había tocado. 33 Entonces la mujer, temerosa y temblando, dándose cuenta de lo que le había sucedido, vino y se postró delante de El y le dijo toda la verdad. 34 Y Jesús le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz y queda sana de tu aflicción. 35 Mientras estaba todavía hablando, vinieron<***> de casa del oficial de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas aún al Maestro? 36 Pero Jesús, oyendo lo que se hablaba, dijo<***> al oficial de la sinagoga: No temas, cree solamente. 37 Y no permitió que nadie fuera con El sino sólo Pedro, Jacobo y Juan, el hermano de Jacobo. 38 Fueron<***> a la casa del oficial de la sinagoga, y Jesús vio<***> el alboroto, y a los que lloraban y se lamentaban mucho. 39 Y entrando les dijo<***>: ¿Por qué hacéis alboroto y lloráis? La niña no ha muerto, sino que está dormida. 40 Y se burlaban de El. Pero El, echando fuera a todos, tomó<***> consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con El, y entró<***> donde estaba la niña. 41 Y tomando a la niña por la mano, le dijo<***>: Talita cumi (que traducido significa: Niña, a ti te digo, ¡levántate!). 42 Al instante la niña se levantó y comenzó a caminar, pues tenía doce años. Y al momento se quedaron completamente atónitos. 43 Entonces les dio órdenes estrictas de que nadie se enterara de esto; y dijo que le dieran de comer a la niña.
1 ¡Cómo se ha ennegrecido el oro, cómo ha cambiado el oro puro! Esparcidas están las piedras sagradas por las esquinas de todas las calles. 2 Los hijos preciados de Sion, que valían su peso en oro puro, ¡cómo son tenidos por vasijas de barro, obra de manos de alfarero! 3 Aun los chacales dan las ubres, dan de mamar a sus crías; pero la hija de mi pueblo se ha vuelto cruel como los avestruces en el desierto. 4 La lengua del niño de pecho se le pega al paladar por la sed; los pequeños piden pan, pero no hay quien lo reparta. 5 Los que comían manjares andan desolados por las calles; los que se criaron entre púrpura abrazan estercoleros. 6 La iniquidad de la hija de mi pueblo es mayor que el pecado de Sodoma, que fue derribada en un instante sin que manos actuaran contra ella. 7 Sus consagrados eran más puros que la nieve, más blancos que la leche, más rojizos de cuerpo que los corales, como el zafiro su apariencia. 8 Más negro que el hollín es su aspecto, no se les reconoce por las calles; se ha pegado su piel a sus huesos, se ha marchitado, se ha vuelto como madera. 9 Más dichosos son los muertos a espada que los que murieron de hambre, que se consumen, extenuados, por falta de los frutos de los campos. 10 Las manos de mujeres compasivas cocieron a sus propios hijos, que les sirvieron de comida a causa de la destrucción de la hija de mi pueblo. 11 El SEÑOR ha cumplido su furor, ha derramado su ardiente ira; y ha encendido un fuego en Sion que ha consumido sus cimientos. 12 No creyeron los reyes de la tierra, ni ninguno de los habitantes del mundo, que pudieran entrar el adversario y el enemigo por las puertas de Jerusalén. 13 A causa de los pecados de sus profetas y de las iniquidades de sus sacerdotes, quienes derramaron en medio de ella la sangre de los justos, 14 vagaron ciegos por las calles, manchados de sangre, sin que nadie pudiera tocar sus vestidos. 15 ¡Apartaos! ¡Inmundos! gritaban de sí mismos. ¡Apartaos, apartaos, no toquéis! Así que huyeron y vagaron; entre las naciones se decía: No seguirán residiendo entre nosotros. 16 La presencia del SEÑOR los dispersó, no volverá a mirarlos. No honraron a los sacerdotes, ni tuvieron piedad de los ancianos. 17 Aun nuestros ojos desfallecían, buscar ayuda fue inútil. En nuestro velar hemos aguardado a una nación incapaz de salvar. 18 Ponían trampas a nuestros pasos para que no anduviéramos por nuestras plazas. Se acercó nuestro fin, se cumplieron nuestros días, porque había llegado nuestro fin. 19 Nuestros perseguidores eran más veloces que las águilas del cielo; por los montes nos persiguieron, en el desierto nos tendieron emboscadas. 20 El aliento de nuestras vidas, el ungido del SEÑOR, fue atrapado en sus fosos, aquel de quien habíamos dicho: A su sombra viviremos entre las naciones. 21 Regocíjate y alégrate, hija de Edom, la que habitas en la tierra de Uz; también a ti pasará la copa, te embriagarás y te desnudarás. 22 Se ha completado el castigo de tu iniquidad, hija de Sion: no volverá El a desterrarte; mas castigará tu iniquidad, hija de Edom; pondrá al descubierto tus pecados.
1 Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la cohorte llamada la Italiana, 2 piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, que daba muchas limosnas al pueblo judío y oraba a Dios continuamente. 3 Como a la hora novena del día, vio claramente en una visión a un ángel de Dios que entraba a donde él estaba y le decía: Cornelio. 4 Mirándolo fijamente y atemorizado, Cornelio dijo: ¿Qué quieres, Señor? Y él le dijo: Tus oraciones y limosnas han ascendido como memorial delante de Dios. 5 Despacha ahora algunos hombres a Jope, y manda traer a un hombre llamado Simón, que también se llama Pedro. 6 Este se hospeda con un curtidor llamado Simón, cuya casa está junto al mar . 7 Y después que el ángel que le hablaba se había ido, Cornelio llamó a dos de los criados y a un soldado piadoso de los que constantemente le servían, 8 y después de explicarles todo, los envió a Jope. 9 Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar como a la hora sexta . 10 Tuvo hambre y deseaba comer; pero mientras le preparaban algo de comer, le sobrevino un éxtasis; 11 y vio<***> el cielo abierto y un objeto semejante a un gran lienzo que descendía, bajado a la tierra por las cuatro puntas; 12 había en él toda clase de cuadrúpedos y reptiles de la tierra, y aves del cielo. 13 Y oyó una voz: Levántate, Pedro, mata y come. 14 Mas Pedro dijo: De ninguna manera, Señor, porque yo jamás he comido nada impuro o inmundo. 15 De nuevo, por segunda vez, llegó a él una voz: Lo que Dios ha limpiado, no lo llames tú impuro. 16 Y esto sucedió tres veces, e inmediatamente el lienzo fue recogido al cielo. 17 Mientras Pedro estaba perplejo pensando en lo que significaría la visión que había visto, he aquí, los hombres que habían sido enviados por Cornelio, después de haber preguntado por la casa de Simón, aparecieron a la puerta; 18 y llamando, preguntaron si allí se hospedaba Simón, el que también se llamaba Pedro. 19 Y mientras Pedro meditaba sobre la visión, el Espíritu le dijo: Mira, tres hombres te buscan. 20 Levántate, pues, desciende y no dudes en acompañarlos, porque yo los he enviado. 21 Pedro descendió a donde estaban los hombres, y les dijo: He aquí, yo soy el que buscáis; ¿cuál es la causa por la que habéis venido? 22 Y ellos dijeron: A Cornelio el centurión, un hombre justo y temeroso de Dios, y que es muy estimado por toda la nación de los judíos, le fue ordenado por un santo ángel que te hiciera venir a su casa para oír tus palabras. 23 Entonces los invitó a entrar y los hospedó. Al día siguiente se levantó y fue con ellos, y algunos de los hermanos de Jope lo acompañaron. 24 Al otro día entró en Cesarea. Cornelio los estaba esperando y había reunido a sus parientes y amigos íntimos. 25 Y sucedió que cuando Pedro iba a entrar, Cornelio salió a recibirlo, y postrándose a sus pies, lo adoró. 26 Mas Pedro lo levantó, diciendo: Ponte de pie; yo también soy hombre. 27 Y conversando con él, entró y halló<***> mucha gente reunida. 28 Y les dijo: Vosotros sabéis cuán ilícito es para un judío asociarse con un extranjero o visitarlo, pero Dios me ha mostrado que a ningún hombre debo llamar impuro o inmundo; 29 por eso, cuando fui llamado, vine sin poner ninguna objeción. Pregunto, pues, ¿por qué causa me habéis enviado a llamar? 30 Y Cornelio dijo: A esta misma hora, hace cuatro días, estaba yo orando en mi casa a la hora novena ; y he aquí, un hombre con vestiduras resplandecientes, se puso delante de mí, 31 y dijo<***>: "Cornelio, tu oración ha sido oída, y tus obras de caridad han sido recordadas delante de Dios. 32 "Envía, pues, a Jope, y haz llamar a Simón, que también se llama Pedro; él está hospedado en casa de Simón el curtidor, junto al mar ." 33 Por tanto, envié por ti al instante, y has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí presentes delante de Dios, para oír todo lo que el Señor te ha mandado. 34 Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: Ciertamente ahora entiendo que Dios no hace acepción de personas, 35 sino que en toda nación el que le teme y hace lo justo, le es acepto. 36 El mensaje que El envió a los hijos de Israel, predicando paz por medio de Jesucristo (El es Señor de todos), 37 vosotros sabéis lo que ocurrió en toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que Juan predicó. 38 Vosotros sabéis cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, el cual anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con El. 39 Y nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. Y también le dieron muerte, colgándole en una cruz. 40 A éste Dios le resucitó al tercer día e hizo que se manifestara, 41 no a todo el pueblo, sino a los testigos que fueron escogidos de antemano por Dios, es decir, a nosotros que comimos y bebimos con El después que resucitó de los muertos. 42 Y nos mandó predicar al pueblo, y testificar con toda solemnidad que este Jesús es el que Dios ha designado como Juez de los vivos y de los muertos. 43 De éste dan testimonio todos los profetas, de que por su nombre, todo el que cree en El recibe el perdón de los pecados. 44 Mientras Pedro aún hablaba estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban el mensaje. 45 Y todos los creyentes que eran de la circuncisión, que habían venido con Pedro, se quedaron asombrados, porque el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles, 46 pues les oían hablar en lenguas y exaltar a Dios. Entonces Pedro dijo: 47 ¿Puede acaso alguien negar el agua para que sean bautizados éstos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros? 48 Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedara con ellos unos días.
1 El gloriarse es necesario, aunque no es provechoso; pasaré entonces a las visiones y revelaciones del Señor. 2 Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (no sé si en el cuerpo, no sé si fuera del cuerpo, Dios lo sabe) el tal fue arrebatado hasta el tercer cielo. 3 Y conozco a tal hombre (si en el cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe) 4 que fue arrebatado al paraíso, y escuchó palabras inefables que al hombre no se le permite expresar. 5 De tal hombre sí me gloriaré; pero en cuanto a mí mismo, no me gloriaré sino en mis debilidades. 6 Porque si quisiera gloriarme, no sería insensato, pues diría la verdad; mas me abstengo de hacerlo para que nadie piense de mí más de lo que ve en mí, u oye de mí. 7 Y dada la extraordinaria grandeza de las revelaciones, por esta razón, para impedir que me enalteciera, me fue dada una espina en la carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca. 8 Acerca de esto, tres veces he rogado al Señor para que lo quitara de mí. 9 Y El me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. 10 Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. 11 Me he vuelto insensato; vosotros me obligasteis a ello. Pues yo debiera haber sido encomiado por vosotros, porque en ningún sentido fui inferior a los más eminentes apóstoles, aunque nada soy. 12 Entre vosotros se operaron las señales de un verdadero apóstol, con toda perseverancia, por medio de señales, prodigios, y milagros. 13 Pues ¿en qué fuisteis tratados como inferiores a las demás iglesias, excepto en que yo mismo no fui una carga para vosotros? ¡Perdonadme este agravio! 14 He aquí, esta es la tercera vez que estoy preparado para ir a vosotros, y no os seré una carga, pues no busco lo que es vuestro, sino a vosotros; porque los hijos no tienen la responsabilidad de atesorar para sus padres, sino los padres para sus hijos. 15 Y yo muy gustosamente gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré por vuestras almas. Si os amo más, ¿seré amado menos? 16 Pero, en todo caso, yo no os fui carga; no obstante, siendo astuto, os sorprendí con engaño. 17 ¿Acaso he tomado ventaja de vosotros por medio de alguno de los que os he enviado? 18 A Tito le rogué que fuera, y con él envié al hermano. ¿Acaso obtuvo Tito ventaja de vosotros? ¿No nos hemos conducido nosotros en el mismo espíritu y seguido las mismas pisadas? 19 Todo este tiempo habéis estado pensando que nos defendíamos ante vosotros. En realidad, es delante de Dios que hemos estado hablando en Cristo; y todo, amados, para vuestra edificación. 20 Porque temo que quizá cuando yo vaya, halle que no sois lo que deseo, y yo sea hallado por vosotros que no soy lo que deseáis; que quizá haya pleitos, celos, enojos, rivalidades, difamaciones, chismes, arrogancia, desórdenes; 21 temo que cuando os visite de nuevo, mi Dios me humille delante de vosotros, y yo tenga que llorar por muchos que han pecado anteriormente y no se han arrepentido de la impureza, inmoralidad y sensualidad que han practicado.
1 Y sucedió que después de muchos días, la palabra del SEÑOR vino a Elías en el tercer año, diciendo: Ve, muéstrate a Acab, y enviaré lluvia sobre la faz de la tierra. 2 Y Elías fue a mostrarse a Acab. Y el hambre era intensa en Samaria. 3 Y Acab llamó a Abdías que era mayordomo de la casa. (Y Abdías temía en gran manera al SEÑOR; 4 pues sucedió que cuando Jezabel destruyó a los profetas del SEÑOR, Abdías tomó a cien profetas y los escondió de cincuenta en cincuenta en una cueva, y los sustentó con pan y agua.) 5 Entonces Acab dijo a Abdías: Ve por la tierra a todas las fuentes de agua y a todos los valles; quizá hallaremos hierba y conservaremos con vida los caballos y los mulos, y no tendremos que matar parte del ganado. 6 Y dividieron la tierra entre ellos para recorrerla; Acab se fue solo por un camino, y Abdías se fue solo por otro. 7 Y estando Abdías en el camino, he aquí, Elías le salió al encuentro, y Abdías lo reconoció y cayó sobre su rostro, y dijo: ¿Eres tú Elías, mi señor? 8 Y él le respondió: Yo soy. Ve, di a tu señor: "Aquí está Elías." 9 Y él dijo: ¿Qué pecado he cometido, que entregas a tu siervo en manos de Acab para que me mate? 10 Vive el SEÑOR tu Dios, que no hay nación ni reino adonde mi señor no haya enviado a buscarte; y cuando decían: "No está aquí", hacía jurar al reino o a la nación que no te habían hallado. 11 Y ahora dices: "Ve, di a tu señor: 'Aquí está Elías.'" 12 Y sucederá que cuando te deje, el Espíritu del SEÑOR te llevará adonde yo no sepa; así que cuando yo vaya y se lo diga a Acab y él no pueda encontrarte, me matará, aunque yo tu siervo he temido al SEÑOR desde mi juventud. 13 ¿No le han contado a mi señor lo que hice cuando Jezabel mató a los profetas del SEÑOR, que escondí a cien de los profetas del SEÑOR de cincuenta en cincuenta en una cueva, y los sustenté con pan y agua? 14 Y ahora dices: "Ve, di a tu señor: 'Aquí está Elías'"; entonces me matará. 15 Y Elías dijo: Vive el SEÑOR de los ejércitos, delante de quien estoy, que hoy ciertamente me mostraré a él. 16 Abdías fue al encuentro de Acab, y le dio aviso; y Acab fue al encuentro de Elías. 17 Y sucedió que cuando Acab vio a Elías, Acab le dijo: ¿Eres tú, perturbador de Israel? 18 Y él respondió: Yo no he perturbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, porque habéis abandonado los mandamientos del SEÑOR y habéis seguido a los baales. 19 Ahora pues, envía a reunir conmigo a todo Israel en el monte Carmelo, junto con cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y cuatrocientos profetas de la Asera que comen a la mesa de Jezabel. 20 Acab envió mensaje a todos los hijos de Israel y reunió a los profetas en el monte Carmelo. 21 Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: ¿Hasta cuándo vacilaréis entre dos opiniones? Si el SEÑOR es Dios, seguidle; y si Baal, seguidle a él. Pero el pueblo no le respondió ni una palabra. 22 Entonces Elías dijo al pueblo: Solo yo he quedado como profeta del SEÑOR, pero los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta hombres. 23 Que nos den, pues, dos novillos; que escojan un novillo para ellos y lo despedacen, y lo coloquen sobre la leña, pero que no le pongan fuego debajo; y yo prepararé el otro novillo y lo colocaré sobre la leña, y no le pondré fuego. 24 Entonces invocad el nombre de vuestro dios, y yo invocaré el nombre del SEÑOR; y el Dios que responda por fuego, ése es Dios. Y todo el pueblo respondió y dijo: La idea es buena. 25 Y Elías dijo a los profetas de Baal: Escoged un novillo para vosotros y preparadlo primero, pues sois los más, e invocad el nombre de vuestro dios, pero no le pongáis fuego. 26 Entonces tomaron el novillo que les dieron y lo prepararon, e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: Oh Baal, respóndenos. Pero no hubo voz ni nadie respondió. Y danzaban alrededor del altar que habían hecho. 27 Y sucedió que ya al mediodía, Elías se burlaba de ellos y decía: Clamad en voz alta, pues es un dios; tal vez estará meditando o se habrá desviado, o estará de viaje, quizá esté dormido y habrá que despertarlo. 28 Y gritaban a grandes voces y se sajaban, según su costumbre, con espadas y lanzas hasta que la sangre chorreaba sobre ellos. 29 Y sucedió que pasado el mediodía, se pusieron a gritar frenéticamente hasta la hora de ofrecerse el sacrificio de la tarde; pero no hubo voz, ni nadie respondió ni nadie hizo caso. 30 Entonces Elías dijo a todo el pueblo: Acercaos a mí. Y todo el pueblo se acercó a él. Y reparó el altar del SEÑOR que había sido derribado. 31 Elías tomó doce piedras conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, a quien había venido la palabra del SEÑOR, diciendo: Israel será tu nombre. 32 Y con las piedras edificó un altar en el nombre del SEÑOR, e hizo una zanja alrededor del altar, suficientemente grande para contener dos medidas de semilla. 33 Dispuso después la leña, cortó el novillo en pedazos y lo colocó sobre la leña. 34 Y dijo: Llenad cuatro cántaros de agua y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña. Después dijo: Hacedlo por segunda vez; y lo hicieron por segunda vez. Y añadió: Hacedlo por tercera vez; y lo hicieron por tercera vez. 35 El agua corría alrededor del altar, y también llenó la zanja de agua. 36 Y sucedió que a la hora de ofrecerse el sacrificio de la tarde, el profeta Elías se acercó y dijo: Oh SEÑOR, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que se sepa hoy que tú eres Dios en Israel, que yo soy tu siervo y que he hecho todas estas cosas por palabra tuya. 37 Respóndeme, oh SEÑOR, respóndeme, para que este pueblo sepa que tú, oh SEÑOR, eres Dios, y que has hecho volver sus corazones. 38 Entonces cayó el fuego del SEÑOR, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y lamió el agua de la zanja. 39 Cuando todo el pueblo lo vio, se postraron sobre su rostro y dijeron: El SEÑOR, El es Dios; el SEÑOR, El es Dios. 40 Entonces Elías les dijo: Prended a los profetas de Baal, que no se escape ninguno de ellos. Los prendieron, y Elías los hizo bajar al torrente Cisón y allí los degolló. 41 Y Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque se oye el estruendo de mucha lluvia. 42 Acab subió a comer y a beber, pero Elías subió a la cumbre del Carmelo; y allí se agachó en tierra y puso su rostro entre las rodillas. 43 Y dijo a su criado: Sube ahora, y mira hacia el mar. Y él subió, miró y dijo: No hay nada. Y Elías dijo siete veces: Vuelve a mirar. 44 Y sucedió que a la séptima vez, él dijo: He aquí, una nube tan pequeña como la mano de un hombre sube del mar. Y dijo: Sube, y di a Acab: "Prepara tu carro y desciende, para que la fuerte lluvia no te detenga." 45 Y sucedió que al poco tiempo, el cielo se oscureció con nubes y viento, y hubo gran lluvia. Y Acab montó en su carro y fue a Jezreel. 46 Y la mano del SEÑOR estaba sobre Elías, el cual ciñó sus lomos y corrió delante de Acab hasta Jezreel.
No Venda Mi Información Personal (CA Solamente)   California - Aviso de la CCPA