1 Echa tu pan sobre las aguas, que después de muchos días lo hallarás. 2 Reparte tu porción con siete, o aun con ocho, porque no sabes qué mal puede venir sobre la tierra. 3 Si las nubes están llenas, derraman lluvia sobre la tierra; y caiga el árbol al sur o al norte, donde cae el árbol allí se queda. 4 El que observa el viento no siembra, y el que mira las nubes no siega. 5 Como no sabes cuál es el camino del viento, o cómo se forman los huesos en el vientre de la mujer encinta, tampoco conoces la obra de Dios que hace todas las cosas. 6 De mañana siembra tu simiente y a la tarde no des reposo a tu mano, porque no sabes si esto o aquello prosperará, o si ambas cosas serán igualmente buenas. 7 Agradable es la luz, y bueno para los ojos ver el sol. 8 Ciertamente, si un hombre vive muchos años, que en todos ellos se regocije, pero recuerde que los días de tinieblas serán muchos. Todo lo por venir es vanidad. 9 Alégrate, joven, en tu mocedad, y tome placer tu corazón en los días de tu juventud. Sigue los impulsos de tu corazón y el gusto de tus ojos; mas sabe que por todas estas cosas, Dios te traerá a juicio. 10 Por tanto, aparta de tu corazón la congoja y aleja el sufrimiento de tu cuerpo, porque la mocedad y la primavera de la vida son vanidad.
1 Acuérdate, pues, de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y se acerquen los años en que digas: No tengo en ellos placer; 2 antes que se oscurezcan el sol y la luz, la luna y las estrellas, y las nubes vuelvan tras la lluvia; 3 el día cuando tiemblen los guardas de la casa y los fuertes se encorven, los que muelen estén ociosos porque son pocos, y se nublen los que miran por las ventanas; 4 cuando se cierren las puertas de la calle por ser bajo el sonido del molino, y se levante uno al canto del ave, y todas las hijas del canto sean abatidas; 5 cuando también teman a la altura y a los terrores en el camino, y florezca el almendro, se arrastre la langosta y la alcaparra pierda su efecto ; porque el hombre va a su morada eterna mientras los del duelo andan por la calle. 6 Acuérdate de El antes que se rompa el hilo de plata, se quiebre el cuenco de oro, se rompa el cántaro junto a la fuente, y se haga pedazos la rueda junto al pozo; 7 entonces volverá el polvo a la tierra como lo que era, y el espíritu volverá a Dios que lo dio. 8 Vanidad de vanidades, dice el Predicador, todo es vanidad. 9 El Predicador, además de ser sabio, enseñó también sabiduría al pueblo; y ponderó, investigó y compuso muchos proverbios. 10 El Predicador trató de encontrar palabras agradables, y de escribir correctamente palabras de verdad. 11 Las palabras de los sabios son como aguijones, y como clavos bien clavados las de los maestros de colecciones, dadas por un Pastor. 12 Pero además de esto, hijo mío, estate prevenido: el hacer muchos libros no tiene fin, y demasiada dedicación a ellos es fatiga del cuerpo. 13 La conclusión, cuando todo se ha oído, es ésta: teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto concierne a toda persona. 14 Porque Dios traerá toda obra a juicio, junto con todo lo oculto, sea bueno o sea malo.
1 El cantar de los cantares de Salomón. LA ESPOSA: 2 ¡Que me bese con los besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino. 3 Tus unguentos tienen olor agradable, tu nombre es como unguento purificado; por eso te aman las doncellas. 4 Llévame en pos de ti y corramos juntos. El rey me ha conducido a sus cámaras. EL CORO: Nos regocijaremos y nos alegraremos en ti, exaltaremos tu amor más que el vino. Con razón te aman. LA ESPOSA: 5 Soy morena pero preciosa, oh hijas de Jerusalén, como las tiendas de Cedar, como las cortinas de Salomón. 6 No os fijéis en que soy morena, porque el sol me ha quemado. Los hijos de mi madre se enojaron conmigo; me pusieron a guardar las viñas, y mi propia viña no guardé. 7 Dime, amado de mi alma: ¿Dónde apacientas tu rebaño? ¿Dónde lo haces descansar al mediodía? ¿Por qué he de ser yo como una que se cubre con velo junto a los rebaños de tus compañeros? EL CORO: 8 Si tú no lo sabes, ¡oh la más hermosa de las mujeres!, sal tras las huellas del rebaño, y apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores. EL ESPOSO: 9 A mi yegua, entre los carros de Faraón, yo te comparo, amada mía. 10 Hermosas son tus mejillas entre los adornos, tu cuello entre los collares. EL CORO: 11 Adornos de oro haremos para ti, con cuentas de plata. LA ESPOSA: 12 Mientras el rey estaba a la mesa, mi perfume esparció su fragancia. 13 Bolsita de mirra es mi amado para mí, que reposa toda la noche entre mis pechos. 14 Ramillete de flores de alheña es mi amado para mí en las viñas de En-gadi. EL ESPOSO: 15 Cuán hermosa eres, amada mía, cuán hermosa eres. Tus ojos son como palomas. LA ESPOSA: 16 Cuán hermoso eres, amado mío, y tan placentero. Ciertamente nuestro lecho es de exhuberante verdor. 17 Las vigas de nuestras casas son cedros, nuestros artesonados, cipreses. LA ESPOSA:
1 Yo soy la rosa de Sarón, el lirio de los valles. EL ESPOSO: 2 Como el lirio entre los espinos, así es mi amada entre las doncellas. LA ESPOSA: 3 Como el manzano entre los árboles del bosque, así es mi amado entre los jóvenes. A su sombra placentera me he sentado, y su fruto es dulce a mi paladar. 4 El me ha traído a la sala del banquete, y su estandarte sobre mí es el amor. 5 Sustentadme con tortas de pasas, reanimadme con manzanas, porque estoy enferma de amor. 6 Esté su izquierda bajo mi cabeza y su derecha me abrace. EL ESPOSO: 7 Yo os conjuro, oh hijas de Jerusalén, por las gacelas o por las ciervas del campo, que no levantéis ni despertéis a mi amor, hasta que quiera. LA ESPOSA: 8 ¡Una voz! ¡Mi amado! He aquí, él viene, saltando por los montes, brincando por los collados. 9 Mi amado es semejante a una gacela o a un cervatillo. He aquí, se detiene detrás de nuestro muro, mirando por las ventanas, atisbando por las celosías. 10 Mi amado habló, y me dijo: "Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven conmigo. 11 "Pues mira, ha pasado el invierno, ha cesado la lluvia y se ha ido. 12 "Han aparecido las flores en la tierra; ha llegado el tiempo de la poda , y se oye la voz de la tórtola en nuestra tierra. 13 "La higuera ha madurado sus higos, y las vides en flor han esparcido su fragancia. Levántate amada mía, hermosa mía, y ven conmigo." EL ESPOSO: 14 Paloma mía, en las grietas de la peña, en lo secreto de la senda escarpada, déjame ver tu semblante, déjame oír tu voz; porque tu voz es dulce, y precioso tu semblante. EL CORO: 15 Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas que arruinan las viñas, pues nuestras viñas están en flor. LA ESPOSA: 16 Mi amado es mío, y yo soy suya; él apacienta su rebaño entre los lirios. 17 Hasta que sople la brisa del día y huyan las sombras, vuelve, amado mío, y sé semejante a una gacela o a un cervatillo sobre los montes de Beter . LA ESPOSA:
1 En mi lecho, por las noches, he buscado al que ama mi alma; lo busqué, mas no lo hallé. 2 "Me levantaré ahora, y andaré por la ciudad; por las calles y por las plazas buscaré al que ama mi alma." Lo busqué, mas no lo hallé. 3 Me hallaron los guardas que rondan la ciudad, y les dije: "¿Habéis visto al que ama mi alma?" 4 Apenas los había pasado cuando hallé al que ama mi alma; lo agarré y no quise soltarlo, hasta que lo introduje en la casa de mi madre y en la alcoba de la que me concibió. EL ESPOSO: 5 Yo os conjuro, oh hijas de Jerusalén, por las gacelas o por las ciervas del campo, que no levantéis ni despertéis a mi amor, hasta que quiera. EL CORO: 6 ¿Qué es eso que sube del desierto como columnas de humo, con perfume de mirra e incienso, con todos los polvos aromáticos del mercader? 7 He aquí, es la litera de Salomón; sesenta valientes la rodean, de los valientes de Israel. 8 Todos ellos manejan la espada, son diestros en la guerra, cada uno tiene la espada a su lado, contra los peligros de la noche. 9 El rey Salomón se ha hecho un palanquín de madera del Líbano. 10 Hizo sus columnas de plata, su respaldo de oro y su asiento de púrpura, su interior tapizado con amor por las hijas de Jerusalén. 11 Salid, hijas de Sion, y contemplad al rey Salomón con la corona con la cual su madre lo coronó el día de sus bodas, el día de la alegría de su corazón. EL ESPOSO:
1 Cuán hermosa eres, amada mía. Cuán hermosa eres. Tus ojos son como palomas detrás de tu velo; tu cabellera, como rebaño de cabras que descienden del monte Galaad. 2 Tus dientes son como rebaño de ovejas trasquiladas que suben del lavadero, todas tienen mellizas, y ninguna de ellas ha perdido su cría. 3 Tus labios son como hilo de escarlata, y tu boca, encantadora. Tus mejillas, como mitades de granada detrás de tu velo. 4 Tu cuello, como la torre de David edificada con hileras de piedras; miles de escudos cuelgan de ella, todos escudos de los valientes. 5 Tus dos pechos, como dos crías mellizas de gacela, que pacen entre lirios. 6 Hasta que sople la brisa del día y huyan las sombras, me iré al monte de la mirra y al collado del incienso. 7 Toda tú eres hermosa, amada mía, y no hay defecto en ti. 8 Ven conmigo desde el Líbano, esposa mía, ven conmigo desde el Líbano. Baja desde la cumbre del Amaná, desde la cumbre del Senir y del Hermón, desde las guaridas de leones, desde los montes de leopardos. 9 Has cautivado mi corazón, hermana mía, esposa mía; has cautivado mi corazón con una sola mirada de tus ojos, con una sola hebra de tu collar. 10 ¡Cuán hermosos son tus amores, hermana mía, esposa mía! ¡Cuánto mejores tus amores que el vino, y la fragancia de tus unguentos que todos los bálsamos! 11 Miel virgen destilan tus labios, esposa mía, miel y leche hay debajo de tu lengua, y la fragancia de tus vestidos es como la fragancia del Líbano. 12 Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía, huerto cerrado, fuente sellada. 13 Tus renuevos son paraíso de granados, con frutas escogidas, alheña y nardos, 14 nardo y azafrán, cálamo aromático y canela, con todos los árboles de incienso, mirra y áloes, con todos los mejores bálsamos. 15 Tú eres fuente de huertos, pozo de aguas vivas, y corrientes que fluyen del Líbano. LA ESPOSA: 16 Despierta, viento del norte, y ven, viento del sur; haced que mi huerto exhale fragancia, que se esparzan sus aromas. Entre mi amado en su huerto y coma sus mejores frutas. EL ESPOSO:
1 He entrado en mi huerto, hermana mía, esposa mía; he recogido mi mirra con mi bálsamo. He comido mi panal y mi miel; he bebido mi vino y mi leche. Comed, amigos; bebed y embriagaos, oh amados. LA ESPOSA: 2 Yo dormía, pero mi corazón velaba, ¡Una voz! ¡Mi amado toca a la puerta! "Abreme, hermana mía, amada mía, paloma mía, perfecta mía, pues mi cabeza está empapada de rocío, mis cabellos empapados de la humedad de la noche." 3 Me he quitado la ropa, ¿cómo he de vestirme de nuevo? He lavado mis pies, ¿cómo los volveré a ensuciar? 4 Mi amado metió su mano por la abertura de la puerta, y se estremecieron por él mis entrañas. 5 Yo me levanté para abrir a mi amado; y mis manos destilaron mirra, y mis dedos mirra líquida, sobre los pestillos de la cerradura. 6 Abrí yo a mi amado, pero mi amado se había retirado, se había ido. Tras su hablar salió mi alma. Lo busqué, y no lo hallé; lo llamé, y no me respondió. 7 Me hallaron los guardas que rondan la ciudad, me golpearon y me hirieron; me quitaron de encima mi chal los guardas de las murallas. 8 Yo os conjuro, oh hijas de Jerusalén, si encontráis a mi amado, ¿qué le habéis de decir? Que estoy enferma de amor. EL CORO: 9 ¿Qué clase de amado es tu amado, oh la más hermosa de las mujeres? ¿Qué clase de amado es tu amado, que así nos conjuras? LA ESPOSA: 10 Mi amado es resplandeciente y rubio, distinguido entre diez mil. 11 Su cabeza es como oro, oro puro, sus cabellos, como racimos de dátiles, negros como el cuervo. 12 Sus ojos son como palomas junto a corrientes de agua, bañados en leche, colocados en su engaste. 13 Sus mejillas, como eras de bálsamo, como riberas de hierbas aromáticas; sus labios son lirios que destilan mirra líquida. 14 Sus manos, barras de oro engastadas de berilo; su vientre, marfil tallado recubierto de zafiros. 15 Sus piernas, columnas de alabastro asentadas sobre basas de oro puro; su aspecto, como el Líbano, gallardo como los cedros. 16 Su paladar, dulcísimo, y todo él, deseable. Este es mi amado y éste es mi amigo, hijas de Jerusalén. EL CORO:
1 ¿Adónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de las mujeres? ¿Adónde se ha dirigido tu amado, para que lo busquemos contigo? LA ESPOSA: 2 Mi amado ha descendido a su huerto, a las eras de bálsamo, a apacentar su rebaño en los huertos y recoger lirios. 3 Yo soy de mi amado y mi amado es mío, él apacienta entre los lirios. EL ESPOSO: 4 Eres hermosa como Tirsa, amada mía, encantadora como Jerusalén, imponente como ejército con estandartes. 5 Aparta de mí tus ojos, porque ellos me han confundido; tu cabellera es como rebaño de cabras que descienden de Galaad. 6 Tus dientes son como rebaño de ovejas que suben del lavadero, todas tienen mellizas, y ninguna de ellas ha perdido su cría. 7 Tus mejillas son como mitades de granada detrás de tu velo. 8 Sesenta son las reinas y ochenta las concubinas, y las doncellas, sin número; 9 pero sin igual es mi paloma, mi perfecta, es la hija única de su madre, la preferida de la que la dio a luz. Las doncellas la vieron y la llamaron bienaventurada, también las reinas y las concubinas, y la alabaron, diciendo: 10 "¿Quién es ésta que se asoma como el alba, hermosa como la luna llena, refulgente como el sol, imponente como escuadrones abanderados?" 11 Descendí al huerto de los nogales para ver el verdor del valle, para ver si la vid había retoñado, si los granados habían florecido. 12 Sin que me diera cuenta, mi alma me colocó sobre los carros de mi noble pueblo . EL CORO: 13 Regresa, regresa, oh Sulamita; regresa, regresa, para que te contemplemos. EL ESPOSO: ¿Por qué habéis de contemplar a la Sulamita, como en la danza de los dos coros?
1 ¡Cuán hermosos son tus pies en las sandalias, oh hija de príncipe! Las curvas de tus caderas son como joyas, obra de manos de artífice. 2 Tu ombligo, como una taza redonda que nunca le falta vino mezclado; tu vientre como montón de trigo cercado de lirios. 3 Tus dos pechos, como dos crías mellizas de gacela. 4 Tu cuello, como torre de marfil, tus ojos, como los estanques en Hesbón junto a la puerta de Bat-rabim; tu nariz, como la torre del Líbano que mira hacia Damasco. 5 Tu cabeza te corona como el Carmelo, y la cabellera suelta de tu cabeza es como hilos de púrpura; el rey está preso en tus trenzas. 6 ¡Qué hermosa y qué encantadora eres, amor mío, con todos tus encantos! 7 Tu estatura es semejante a la palmera, y tus pechos, a sus racimos. 8 Yo dije: "Subiré a la palmera, asiré sus frutos. ¡Sean tus pechos como racimos de la vid, el perfume de tu aliento como manzanas, 9 y tu paladar como el mejor vino! LA ESPOSA: Entra suavemente el vino en mi amado, como fluye por los labios de los que se duermen . 10 Yo soy de mi amado, y su deseo tiende hacia mí. 11 Ven, amado mío, salgamos al campo, pasemos la noche en las aldeas. 12 Levantémonos temprano y vayamos a las viñas; veamos si la vid ha brotado, si se han abierto sus flores, y si han florecido los granados. Allí te entregaré mi amor. 13 Las mandrágoras han exhalado su fragancia, y a nuestras puertas hay toda clase de frutas escogidas, tanto nuevas como añejas, que he guardado, amado mío, para ti.
1 ¡Ah, si tú fueras como mi hermano, amamantado a los pechos de mi madre! Si te encontrara afuera, te besaría, y no me despreciarían. 2 Te llevaría y te introduciría en la casa de mi madre, que me enseñaba; te daría a beber vino sazonado del zumo de mis granadas. 3 Esté su izquierda bajo mi cabeza y su derecha me abrace. EL ESPOSO: 4 Quiero que juréis, oh hijas de Jerusalén: que no despertaréis ni levantaréis a mi amor, hasta que quiera. EL CORO: 5 ¿Quién es ésta que sube del desierto, recostada sobre su amado? EL ESPOSO: Debajo del manzano te desperté; allí tu madre tuvo dolores de parto por ti, allí tuvo dolores de parto, y te dio a luz. LA ESPOSA: 6 Ponme como sello sobre tu corazón, como sello sobre tu brazo, porque fuerte como la muerte es el amor, inexorables como el Seol , los celos; sus destellos, destellos de fuego, la llama misma del SEÑOR . 7 Las muchas aguas no pueden extinguir el amor, ni los ríos lo anegarán; si el hombre diera todos los bienes de su casa por amor, de cierto lo menospreciarían. EL CORO: 8 Tenemos una hermana pequeña, y todavía no tiene pechos; ¿qué haremos por nuestra hermana el día en que sea pedida? 9 Si ella es una muralla, edificaremos sobre ella un baluarte de plata; pero si es una puerta, la reforzaremos con tablas de cedro. LA ESPOSA: 10 Yo soy una muralla, y mis pechos como torres, entonces fui a sus ojos como quien halla la paz. 11 Salomón tenía una viña en Baal-hamón, confió la viña a los guardas; cada uno debía traer por su fruto mil siclos de plata. 12 Mi viña, que es mía, está a mi disposición; los mil siclos son para ti, Salomón, y doscientos, para los que guardan su fruto. EL ESPOSO: 13 Oh tú, que moras en los huertos, mis compañeros están atentos a tu voz; déjame que la oiga. LA ESPOSA: 14 Apresúrate, amado mío, y sé como una gacela o un cervatillo sobre los montes de los aromas.
1 Visión que tuvo Isaías, hijo de Amoz, concerniente a Judá y Jerusalén, en los días de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá. 2 Oíd, cielos, y escucha, tierra, porque el SEÑOR habla: Hijos crié y los hice crecer, mas ellos se han rebelado contra mí. 3 El buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su amo; pero Israel no conoce, mi pueblo no tiene entendimiento. 4 ¡Ay, nación pecadora, pueblo cargado de iniquidad, generación de malvados, hijos corrompidos! Han abandonado al SEÑOR, han despreciado al Santo de Israel, se han apartado de El. 5 ¿Dónde más seréis castigados? ¿Continuaréis en rebelión? Toda cabeza está enferma, y todo corazón desfallecido. 6 De la planta del pie a la cabeza no hay en él nada sano, sino golpes, verdugones y heridas recientes; no han sido curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite. 7 Vuestra tierra está desolada, vuestras ciudades quemadas por el fuego, vuestro suelo lo devoran los extraños delante de vosotros, y es una desolación, como destruida por extraños. 8 Y la hija de Sion ha quedado como cobertizo en una viña, como choza en un pepinar, como ciudad sitiada. 9 Si el SEÑOR de los ejércitos no nos hubiera dejado algunos sobrevivientes, seríamos como Sodoma, y semejantes a Gomorra. 10 Oíd la palabra del SEÑOR, gobernantes de Sodoma; escuchad la instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra: 11 ¿Qué es para mí la abundancia de vuestros sacrificios? dice el SEÑOR. Harto estoy de holocaustos de carneros, y de sebo de ganado cebado; y la sangre de novillos, corderos y machos cabríos no me complace. 12 Cuando venís a presentaros delante de mí, ¿quién demanda esto de vosotros, de que pisoteéis mis atrios? 13 No traigáis más vuestras vanas ofrendas, el incienso me es abominación. Luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas: ¡no tolero iniquidad y asamblea solemne! 14 Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas señaladas las aborrece mi alma; se han vuelto una carga para mí, estoy cansado de soportarlas. 15 Y cuando extendáis vuestras manos, esconderé mis ojos de vosotros; sí, aunque multipliquéis las oraciones, no escucharé. Vuestras manos están llenas de sangre. 16 Lavaos, limpiaos, quitad la maldad de vuestras obras de delante de mis ojos; cesad de hacer el mal, 17 aprended a hacer el bien, buscad la justicia, reprended al opresor, defended al huérfano, abogad por la viuda. 18 Venid ahora, y razonemos dice el SEÑOR aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, como blanca lana quedarán. 19 Si queréis y obedecéis, comeréis lo mejor de la tierra; 20 pero si rehusáis y os rebeláis, por la espada seréis devorados. Ciertamente, la boca del SEÑOR ha hablado. 21 ¡Cómo se ha convertido en ramera la ciudad fiel, la que estaba llena de justicia! Moraba en ella la rectitud, mas ahora, asesinos. 22 Tu plata se ha vuelto escoria, tu vino está mezclado con agua. 23 Tus gobernantes son rebeldes y compañeros de ladrones; cada uno ama el soborno y corre tras las dádivas. No defienden al huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda. 24 Por tanto, declara el Señor, DIOS de los ejércitos, el Poderoso de Israel: ¡Ah!, me libraré de mis adversarios, y me vengaré de mis enemigos. 25 También volveré mi mano contra ti, te limpiaré de tu escoria como con lejía, y quitaré toda tu impureza. 26 Entonces restauraré tus jueces como al principio, y tus consejeros como al comienzo; después de lo cual serás llamada ciudad de justicia, ciudad fiel. 27 Sion será redimida con juicio, y sus arrepentidos con justicia. 28 Pero los transgresores y los pecadores serán aplastados a una, y los que abandonan al SEÑOR perecerán. 29 Ciertamente os avergonzaréis de las encinas que habéis deseado, y os abochornaréis de los jardines que habéis escogido. 30 Porque seréis como encina cuya hoja está marchita, y como jardín en que no hay agua. 31 El fuerte se convertirá en estopa, y su trabajo en chispa. Arderán ambos a una, y no habrá quien los apague.
1 Lo que vio Isaías, hijo de Amoz, concerniente a Judá y Jerusalén. 2 Y acontecerá en los postreros días, que el monte de la casa del SEÑOR será establecido como cabeza de los montes; se alzará sobre los collados, y confluirán a él todas las naciones. 3 Vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, subamos al monte del SEÑOR, a la casa del Dios de Jacob; para que nos enseñe acerca de sus caminos, y andemos en sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del SEÑOR. 4 Juzgará entre las naciones, y hará decisiones por muchos pueblos. Forjarán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. 5 Casa de Jacob, venid y caminemos a la luz del SEÑOR. 6 Ciertamente has abandonado a tu pueblo, la casa de Jacob, porque están llenos de costumbres del oriente, son adivinos como los filisteos, y hacen tratos con hijos de extranjeros. 7 Se ha llenado su tierra de plata y de oro, y no tienen fin sus tesoros; su tierra se ha llenado de caballos, y no tienen fin sus carros. 8 También su tierra se ha llenado de ídolos; adoran la obra de sus manos, lo que han hecho sus dedos. 9 Ha sido humillado el hombre común, y ha sido abatido el hombre de importancia; pero no los perdones. 10 Métete en la roca, y escóndete en el polvo del terror del SEÑOR y del esplendor de su majestad. 11 La mirada altiva del hombre será abatida, y humillada la soberbia de los hombres; el SEÑOR solo será exaltado en aquel día. 12 Porque el día del SEÑOR de los ejércitos vendrá contra todo el que es soberbio y altivo, contra todo el que se ha ensalzado, y será abatido. 13 Y esto será contra todos los cedros del Líbano altos y erguidos, contra todas las encinas de Basán, 14 contra todos los montes encumbrados, contra todos los collados elevados, 15 contra toda torre alta, contra toda muralla fortificada, 16 contra todas las naves de Tarsis y contra toda obra de arte preciada. 17 Será humillado el orgullo del hombre y abatida la altivez de los hombres; el SEÑOR solo será exaltado en aquel día, 18 y los ídolos desaparecerán por completo. 19 Se meterán los hombres en las cuevas de las rocas y en las hendiduras de la tierra, ante el terror del SEÑOR y ante el esplendor de su majestad, cuando se levante para hacer temblar la tierra. 20 Aquel día el hombre arrojará a los topos y a los murciélagos, sus ídolos de plata y sus ídolos de oro que se había hecho para adorarlos; 21 y se meterá en las cavernas de las rocas y en las hendiduras de las peñas, ante el terror del SEÑOR y ante el esplendor de su majestad, cuando El se levante para hacer temblar la tierra. 22 Dejad de considerar al hombre, cuyo soplo de vida está en su nariz; pues ¿en qué ha de ser él estimado?
1 Porque he aquí, el Señor, DIOS de los ejércitos, quitará de Jerusalén y de Judá el sustento y el apoyo: todo sustento de pan y todo sustento de agua; 2 al poderoso y al guerrero, al juez y al profeta, al adivino y al anciano, 3 al capitán de cincuenta y al hombre respetable, al consejero, al diestro artífice y al hábil encantador. 4 Les daré muchachos por príncipes, y niños caprichosos gobernarán sobre ellos. 5 Y el pueblo será oprimido, el uno por el otro y cada cual por su prójimo; el joven se alzará contra el anciano, y el indigno contra el honorable. 6 Cuando un hombre eche mano a su hermano en la casa de su padre, diciendo: Tú tienes manto, serás nuestro jefe, y estas ruinas estarán bajo tu mando, 7 ese día el otro se indignará, diciendo: No seré vuestro sanador, porque en mi casa no hay ni pan ni manto; no debéis nombrarme jefe del pueblo. 8 Pues Jerusalén ha tropezado y Judá ha caído, porque su lengua y sus obras están contra el SEÑOR, rebelándose contra su gloriosa presencia. 9 La expresión de su rostro testifica contra ellos, y como Sodoma publican su pecado; no lo encubren. ¡Ay de ellos!, porque han traído mal sobre sí mismos. 10 Decid a los justos que les irá bien, porque el fruto de sus obras comerán. 11 ¡Ay del impío! Le irá mal, porque lo que él merece se le hará. 12 ¡Oh pueblo mío! Sus opresores son muchachos, y mujeres lo dominan. Pueblo mío, los que te guían te hacen desviar y confunden el curso de tus sendas. 13 El SEÑOR se levanta para contender, está en pie para juzgar a los pueblos. 14 El SEÑOR entra en juicio con los ancianos de su pueblo y con sus príncipes: Pues vosotros habéis devorado la viña, el despojo del pobre está en vuestras casas. 15 ¿Qué pensáis al aplastar a mi pueblo y al moler la cara de los pobres? declara el Señor, DIOS de los ejércitos. 16 Además, dijo el SEÑOR: Puesto que las hijas de Sion son orgullosas, andan con el cuello erguido y los ojos seductores, y caminan con paso menudo haciendo tintinear las ajorcas en sus pies, 17 el Señor herirá con tiña el cráneo de las hijas de Sion, y el SEÑOR desnudará su frente. 18 Aquel día el Señor les quitará el adorno de las ajorcas, los tocados y las lunetas, 19 los pendientes, los brazaletes y los velos, 20 las redecillas, las cadenillas de los pies, las cintas, las cajitas de perfume y los amuletos, 21 los anillos y aretes de nariz, 22 las ropas de gala, las túnicas, los mantos y las bolsas, 23 los espejos, la ropa interior, los turbantes y los velos. 24 Y sucederá que en vez de perfume aromático habrá podredumbre; en vez de cinturón, cuerda; en vez de peinado artificioso, calvicie; en vez de ropa fina, ceñidor de cilicio; cicatriz en vez de hermosura. 25 Tus hombres caerán a espada, y tus poderosos en batalla. 26 Sus puertas se lamentarán y estarán de luto; y ella, desolada, se sentará en tierra.
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