19 Pero todos los jefes dijeron a la congregación: Nosotros les hemos jurado por el SEÑOR, Dios de Israel, y ahora no podemos tocarlos. 20 Esto es lo que haremos con ellos: los dejaremos vivir, para que no venga sobre nosotros la ira por el juramento que les hemos hecho. 21 Y los jefes les dijeron: Dejadlos vivir. Y fueron leñadores y aguadores para toda la congregación, tal como los jefes les habían dicho. 22 Entonces Josué los mandó llamar y les habló, diciendo: ¿Por qué nos habéis engañado, diciendo: "Habitamos muy lejos de vosotros", cuando habitáis en nuestra tierra? 23 Ahora pues, malditos sois y nunca dejaréis de ser esclavos, leñadores y aguadores para la casa de mi Dios. 24 Y ellos respondieron a Josué, y dijeron: Porque ciertamente tus siervos fueron informados de que el SEÑOR tu Dios había mandado a su siervo Moisés que os diera toda la tierra, y que destruyera a todos los habitantes de la tierra delante de vosotros; por tanto, temimos en gran manera por nuestras vidas a causa de vosotros, y hemos hecho esto. 25 Ahora pues, he aquí estamos en tus manos; haz con nosotros lo que te parezca bueno y justo. 26 Y así hizo él con ellos, y los libró de las manos de los hijos de Israel, y éstos no los mataron. 27 Y aquel día Josué los hizo leñadores y aguadores para la congregación y para el altar del SEÑOR, en el lugar que el SEÑOR escogiera, hasta el día de hoy.
1 Y sucedió que cuando Adonisedec, rey de Jerusalén, oyó que Josué había capturado a Hai y que la había destruido por completo (como había hecho con Jericó y con su rey, así había hecho con Hai y con su rey), y que los habitantes de Gabaón habían concertado la paz con Israel y estaban dentro de su tierra, 2 tuvo gran temor, porque Gabaón era una gran ciudad, como una de las ciudades reales, y porque era más grande que Hai, y todos sus hombres eran valientes. 3 Por tanto, Adonisedec, rey de Jerusalén, envió mensaje a Hoham, rey de Hebrón, a Piream, rey de Jarmut, a Jafía, rey de Laquis y a Debir, rey de Eglón, diciendo: 4 Subid a mí y ayudadme, y ataquemos a Gabaón, porque ha hecho paz con Josué y con los hijos de Israel. 5 Se reunieron, pues, los cinco reyes de los amorreos, el rey de Jerusalén, el rey de Hebrón, el rey de Jarmut, el rey de Laquis y el rey de Eglón, y subieron ellos con todos sus ejércitos, y acamparon junto a Gabaón y lucharon contra ella. 6 Entonces los hombres de Gabaón enviaron mensaje a Josué al campamento de Gilgal, diciendo: No abandones a tus siervos; sube rápidamente a nosotros, sálvanos y ayúdanos, porque todos los reyes de los amorreos que habitan en los montes se han reunido contra nosotros. 7 Y Josué subió de Gilgal, él y toda la gente de guerra con él, y todos los valientes guerreros. 8 Y el SEÑOR dijo a Josué: No les tengas miedo, porque los he entregado en tus manos; ninguno de ellos te podrá resistir. 9 Vino, pues, Josué sobre ellos de repente, habiendo marchado toda la noche desde Gilgal. 10 Y el SEÑOR los desconcertó delante de Israel, y los hirió con gran matanza en Gabaón, y los persiguió por el camino de la subida de Bet-horón, y los hirió hasta Azeca y Maceda. 11 Y sucedió que mientras huían delante de Israel, cuando estaban en la bajada de Bet-horón, el SEÑOR arrojó desde el cielo grandes piedras sobre ellos hasta Azeca, y murieron; y fueron más los que murieron por las piedras del granizo que los que mataron a espada los hijos de Israel. 12 Entonces Josué habló al SEÑOR el día en que el SEÑOR entregó a los amorreos delante de los hijos de Israel, y dijo en presencia de Israel: Sol, detente en Gabaón, y tú luna, en el valle de Ajalón. 13 Y el sol se detuvo, y la luna se paró, hasta que la nación se vengó de sus enemigos. ¿No está esto escrito en el libro de Jaser? Y el sol se detuvo en medio del cielo y no se apresuró a ponerse como por un día entero. 14 Y ni antes ni después hubo día como aquel, cuando el SEÑOR prestó atención a la voz de un hombre; porque el SEÑOR peleó por Israel. 15 Entonces Josué, y todo Israel con él, volvió al campamento en Gilgal. 16 Y aquellos cinco reyes habían huido y se habían escondido en la cueva de Maceda. 17 Y fue dado aviso a Josué, diciendo: Los cinco reyes han sido hallados escondidos en la cueva de Maceda. 18 Y Josué dijo: Rodad piedras grandes hacia la entrada de la cueva, y poned junto a ella hombres que los vigilen, 19 pero vosotros no os quedéis ahí; perseguid a vuestros enemigos y atacadlos por la retaguardia. No les permitáis entrar en sus ciudades, porque el SEÑOR vuestro Dios los ha entregado en vuestras manos. 20 Y sucedió que cuando Josué y los hijos de Israel terminaron de herirlos con gran matanza, hasta que fueron destruidos, y que los sobrevivientes que de ellos quedaron habían entrado en las ciudades fortificadas, 21 todo el pueblo volvió en paz al campamento y a Josué en Maceda. Nadie profirió palabra alguna contra ninguno de los hijos de Israel. 22 Entonces Josué dijo: Abrid la entrada de la cueva y sacadme de ella a esos cinco reyes. 23 Así lo hicieron, y le trajeron de la cueva a estos cinco reyes: el rey de Jerusalén, el rey de Hebrón, el rey de Jarmut, el rey de Laquis y el rey de Eglón. 24 Y sucedió que cuando llevaron estos reyes a Josué, Josué llamó a todos los hombres de Israel, y dijo a los jefes de los hombres de guerra que habían ido con él: Acercaos, poned vuestro pie sobre el cuello de estos reyes. Ellos se acercaron y pusieron los pies sobre sus cuellos. 25 Entonces Josué les dijo: No temáis ni os acobardéis. Sed fuertes y valientes, porque así hará el SEÑOR a todos vuestros enemigos con quienes lucháis. 26 Después Josué los hirió, les dio muerte y los colgó de cinco árboles, y quedaron colgados de los árboles hasta la tarde. 27 Y sucedió que a la hora de la puesta del sol, Josué dio órdenes y los bajaron de los árboles, y los echaron en la cueva donde se habían escondido; y sobre la boca de la cueva pusieron grandes piedras que permanecen hasta el día de hoy.
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