9 Se han reunido los príncipes de los pueblos como el pueblo del Dios de Abraham; porque de Dios son los escudos de la tierra; El es ensalzado en gran manera.
1 Grande es el SEÑOR, y muy digno de ser alabado en la ciudad de nuestro Dios, su santo monte. 2 Hermoso en su elevación, el gozo de toda la tierra es el monte Sion, en el extremo norte, la ciudad del gran Rey. 3 Dios en sus palacios se dio a conocer como baluarte. 4 Pues, he aquí, los reyes se reunieron; pasaron juntos. 5 Ellos la vieron y quedaron pasmados; se aterrorizaron y huyeron alarmados. 6 Allí se apoderó de ellos un temblor; dolor como el de mujer que está de parto. 7 Con el viento solano tú destrozas las naves de Tarsis. 8 Como lo hemos oído, así lo hemos visto en la ciudad del SEÑOR de los ejércitos, en la ciudad de nuestro Dios; Dios la afirmará para siempre. (Selah) 9 En tu misericordia, oh Dios, hemos meditado, en medio de tu templo. 10 Oh Dios, como es tu nombre, así es tu alabanza hasta los confines de la tierra; llena de justicia está tu diestra. 11 Alégrese el monte Sion, regocíjense las hijas de Judá, a causa de tus juicios. 12 Andad por Sion e id alrededor de ella; contad sus torres; 13 considerad atentamente sus murallas, recorred sus palacios, para que lo contéis a la generación venidera. 14 Porque este es Dios, nuestro Dios por siempre jamás; El nos guiará hasta la muerte .
1 Oíd esto, pueblos todos; escuchad, habitantes todos del mundo, 2 tanto humildes como encumbrados, ricos y pobres juntamente. 3 Mi boca hablará sabiduría, y la meditación de mi corazón será entendimiento. 4 Inclinaré al proverbio mi oído, con el arpa declararé mi enigma. 5 ¿Por qué he de temer en los días de adversidad cuando la iniquidad de mis enemigos me rodee, 6 de los que confían en sus bienes y se jactan de la abundancia de sus riquezas? 7 Nadie puede en manera alguna redimir a su hermano, ni dar a Dios rescate por él, 8 porque la redención de su alma es muy costosa, y debe abandonar el intento para siempre, 9 para que viva eternamente, para que no vea corrupción . 10 Porque él ve que aun los sabios mueren; el torpe y el necio perecen de igual manera, y dejan sus riquezas a otros. 11 Su íntimo pensamiento es que sus casas serán eternas , y sus moradas por todas las generaciones; y a sus tierras han dado sus nombres. 12 Mas el hombre, en su vanagloria, no permanecerá; es como las bestias que perecen. 13 Este es el camino de los insensatos, y de los que después de ellos aprueban sus palabras. (Selah) 14 Como ovejas son destinados para el Seol, la muerte los pastoreará, los rectos los regirán por la mañana; su forma será para que el Seol la consuma, de modo que no tienen morada. 15 Pero Dios redimirá mi alma del poder del Seol, pues El me recibirá. (Selah) 16 No temas cuando alguno se enriquece, cuando la gloria de su casa aumenta; 17 porque nada se llevará cuando muera, ni su gloria descenderá con él. 18 Aunque mientras viva, a sí mismo se felicite (y aunque los hombres te alaben cuando prosperes), 19 irá a reunirse con la generación de sus padres, quienes nunca verán la luz. 20 El hombre en su vanagloria, pero sin entendimiento, es como las bestias que perecen.
1 El poderoso Dios , el SEÑOR, ha hablado, y convocado a la tierra, desde el nacimiento del sol hasta su ocaso. 2 Desde Sion, perfección de hermosura, Dios ha resplandecido. 3 Que venga nuestro Dios y no calle; el fuego consume delante de El, y a su derredor hay gran tempestad. 4 El convoca a los cielos desde lo alto, y a la tierra, para juzgar a su pueblo, 5 y dice: Juntadme a mis santos, los que han hecho conmigo pacto con sacrificio. 6 Y los cielos declaran su justicia, porque Dios mismo es el juez. (Selah) 7 Oye, pueblo mío, y hablaré; Israel, yo testificaré contra ti. Yo soy Dios, tu Dios. 8 No te reprendo por tus sacrificios, ni por tus holocaustos, que están continuamente delante de mí. 9 No tomaré novillo de tu casa, ni machos cabríos de tus apriscos. 10 Porque mío es todo animal del bosque, y el ganado sobre mil colinas. 11 Toda ave de los montes conozco, y mío es todo lo que en el campo se mueve. 12 Si yo tuviera hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y todo lo que en él hay. 13 ¿Acaso he de comer carne de toros, o beber sangre de machos cabríos? 14 Ofrece a Dios sacrificio de acción de gracias, y cumple tus votos al Altísimo; 15 e invócame en el día de la angustia; yo te libraré, y tú me honrarás. 16 Pero al impío Dios le dice: ¿Qué derecho tienes tú de hablar de mis estatutos, y de tomar mi pacto en tus labios? 17 Pues tú aborreces la disciplina, y a tus espaldas echas mis palabras. 18 Cuando ves a un ladrón, te complaces con él, y con adúlteros te asocias. 19 Das rienda suelta a tu boca para el mal, y tu lengua trama engaño. 20 Te sientas y hablas contra tu hermano; al hijo de tu propia madre calumnias. 21 Estas cosas has hecho, y yo he guardado silencio; pensaste que yo era tal como tú; pero te reprenderé, y delante de tus ojos expondré tus delitos. 22 Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios, no sea que os despedace, y no haya quien os libre. 23 El que ofrece sacrificio de acción de gracias me honra; y al que ordena bien su camino, le mostraré la salvación de Dios.
1 Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a lo inmenso de tu compasión, borra mis transgresiones. 2 Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado. 3 Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí. 4 Contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos, de manera que eres justo cuando hablas, y sin reproche cuando juzgas.
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