Con Diseño Divino

La mujer que lo tuvo todo

De la Palabra de Dios: “El propósito del ladrón es robar y matar y destruir; mi propósito es darles una vida plena y abundante” (Juan 10:10).

Ella fue la única mujer que, literalmente, lo tenía todo. Piénsalo. Eva no necesitaba nada, en ningún sentido. No la conocimos ni hemos visto su foto pero, ya que fue Dios mismo quien la creó, estoy segura de que tenía la piel perfecta sin ninguna mancha, ni venas varicosas que le molestaran. Tampoco tenía que preocuparse por celulitis, ni canas, ni problemas con los dientes. Eva no tenía desajustes hormonales ni acné. Su medio era el ecosistema perfecto, un sueño para cualquier ambientalista. La humedad no era una amenaza para su cabello. Todo lo que comía era orgánico sin fertilizantes ni químicos dañinos. La vejez no era parte de su diccionario, ni tampoco la enfermedad. Y, como si fuera poco, Eva tenía un esposo que, literalmente, ¡solo tenía ojos para ella!

En su mundo no había crisis económicas, ni desempleo, ni problemas de carácter, ni conflictos familiares. Eva vivía y caminaba en perfección, ¡lo tenía todo! Sin embargo… lo cambió y el resto es historia. Algún día, tal vez, muchas de nosotros tengamos una largar conversación con ella.

La verdad es que en la Biblia no se dan muchos detalles de esta “varona”, la primera mujer a quien su esposo, y no sus padres, le puso nombre.

Pero vayamos al día que cambió la vida de Eva, y la de nosotras también. Todo comenzó por una conversación, un diálogo funesto en el que Satanás, disfrazado de serpiente, le hace una pregunta, y es en esa conversación donde encontramos la clave de la lección que Eva nos dejó.

La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios el Señor había hecho, así que le preguntó a la mujer:

—¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?

—Podemos comer del fruto de todos los árboles —respondió la mujer—. 3 Pero, en cuanto al fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: “No coman de ese árbol, ni lo toquen; de lo contrario, morirán.”

Pero la serpiente le dijo a la mujer:

—¡No es cierto, no van a morir! Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal.

La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió.

Eva tenía acceso a todo lo que Dios les había dado, excepto un único árbol al que la Biblia llama el árbol del conocimiento del bien y del mal. Dicho sea de paso, no era un árbol de manzanas. Entonces, ¿por qué desobedeció, por qué escuchó la mentira de Satanás y comió aquel fruto? ¿Por qué se dejó engañar?  

Sin pretender hacer de esto un análisis exegético, me atrevo a decir que el problema estuvo en las ansias del corazón de Eva. “Llegar a ser como Dios”, que dicho de otra manera sería: “no lo eres todo, puedes ser más, no te conformes”. Y Eva se comparó… ¡con Dios! ¿Te imaginas? 

Quizá tú y yo no hemos hecho nunca esa comparación, aunque tal vez, si hurgamos un poco, encontraremos que a veces nos creemos que sabemos más que él… ¡pero eso es tema para otro día! El asunto es que cuando Eva se miró a sí misma y pensó en lo que podía obtener, ¡se sintió inferior! Y dijo, lo que nosotras si no decimos, muchas veces pensamos: “¡Yo quiero lo que él o ella tiene!”

Una mujer que lo tenía todo, y lo cambió por una efímera ilusión envuelta en una gran mentira. Analiza. Eva conocía a Dios “de tú a tú”, podía conversar con él cuando quería, preguntarle cualquier cosa. Tenía el padre mejor y más sabio que alguien pudiera tener. Sabía que él la amaba, y sin embargo, la duda, la comparación, la llevaron a cerrar los ojos y cambiar lo perfecto por lo  imperfecto, lo eterno por lo perecedero. La felicidad por el dolor.

Muchas veces nosotras hacemos el mismo cambio. Tenemos todo lo que el Señor nos ofrece, lo que nos enseña, lo que ya nos ha mostrado en su Palabra y lo cambiamos por un plan aparentemente mucho más atractivo, que termina en un desastre. Nos miramos al espejo y pensamos que tal vez una nueva relación nos llenará el corazón, o tal vez un par de zapatos nuevo nos quite la tristeza o la frustración. A lo mejor es ese puesto en la compañía que tanto hemos peleado, y que alcanzamos para luego descubrir que no todo lo que brilla es oro.

La lista podría seguir pero se resume en esto: Eva cambió la plenitud de Dios por la mediocridad del enemigo de su alma, que es también el nuestro. Y nosotras corremos el mismo riesgo porque llevamos sus genes, lamentablemente. Ella y nosotras tenemos mucho más en común que la capacidad de tener hijos o las curvas en nuestro cuerpo. Todas necesitamos creer la verdad que Dios nos dice de muchas maneras: no tenemos que ser más, no tenemos que hacer más, no tenemos que lograr más. Somos su obra maestra, creadas para hacer cosas que él planeó hace mucho tiempo. ¡No hay necesidad de andar dudando y comparándonos a cada minuto!

Aprendamos de ella y cambiemos nosotras. Su historia no es solo un recuento histórico, es una lección de vida que si decidimos entenderla y aplicarla, podremos vivir un poco más cerca de la plenitud que fue parte del plan original de Dios, y que ahora nos ofrece en Cristo.

(Publicado originalmente en wendybello.com)

© 2015 Wendy Bello

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