En un ya recurrente evento de apostasía, los israelitas habían hecho “lo que era malo a los ojos de Dios, por lo que Dios los entregó en manos de los madianitas.” Estos invasores atacaron y quemaron todos los sembradíos de Israel afligiéndolos con gran pena y dolor. Tiempo después, llenos de llanto los israelitas se dieron cuenta de su error y ofensa contra Dios por lo que se arrepintieron y clamaron a Dios por ayuda, a lo que Dios respondió con un profeta que les ayudaría a salir de la opresión, así como había hecho con Moisés.

 

El espíritu de Dios vino a Gedeón cuando éste trabajaba en el campo para esconder la cosecha de los madianitas. El ángel de Dios le dijo a Gedeón que lo enviaría a él para liberar a los israelitas de la mano de los madianitas. Pero, aunque Gedeón duda de su habilidad para poder realizar tal cosa, Dios le dice que siempre estará a su lado. La primera cosa que Dios le ordena a Gedeón es destruir el altar que los israelitas le habían construido a Baal y que era evidencia de la apostasía. Durante una noche Gedeón y sus hombres rompieron y quitaron el altar a Baal lo que encendió la ira de los habitantes de aquel pueblo quienes pedían la muerte al responsable. Joás el padre de Gedeón les dijo que si Baal es en verdad un Dios que fuera él mismo quien matara a su hijo Gedeón.

 

Buscando aún más confirmación del Señor, Gedeón le pide a Dios que le diera pruebas de su poder utilizando un pedazo de lana y lluvia. Tras ver que Dios hizo todo lo que Gedeón le pidió, él y sus hombres se preparan para la batalla contra los madianitas. Dios queriendo demostrar otra vez su poderío y majestad le dice a Gedeón que solo lleve con él un ejército de 300 hombres para luchar contra los miles de madianitas.

 

Gedeón mandó que sus 300 soldados rodeen el campo de los madianitas para hacer como si estuvieran rodeados y sobrepasados en número. Los 300 hombres comenzaron a sonar trompetas y a gritar “Por el Señor y por Gedeón”, al ver las antorchas y escuchar los gritos, los madianitas se retiraron de aquel lugar, dándole una enorme victoria a Gedeón para la gloria de Dios.    

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