¿El infierno en la tierra?

Los lazos de la muerte me rodearon, y los terrores del Seol (infierno) vinieron sobre mí; angustia y tristeza encontré. Invoqué entonces el nombre del Señor, diciendo: Te ruego, oh Señor: salva mi vida. Clemente y justo es el Señor; sí, compasivo es nuestro Dios. El Señor guarda a los sencillos; estaba yo postrado y me salvó. Salmo 116:3-6 (LBLA)

Los lazos de la muerte me enredaron; me sorprendió la angustia del sepulcro, y caí en la ansiedad y la aflicción. Entonces clamé al Señor: «¡Te ruego, Señor, que me salves la vida!» El Señor es compasivo y justo; nuestro Dios es todo ternura. El Señor protege a la gente sencilla; estaba yo muy débil, y él me salvó. Salmo 116:3-6

Hace varios años Australia fue acosada por los peores incendios de su historia, habiendo destruido cientos de casas, arrasado miles de hectáreas de tierra, y costado o alterado la vida de miles de personas.

Hablando del desastre causado por los incendios, Kevin Rudd, el Primer Ministro australiano, dijo que era como el “infierno con toda su furia”. Y en una entrevista con la prensa, agregó: “El infierno con toda su furia ha visitado en las últimas 24 horas a la buena gente de Victoria”.

Probablemente usted también haya pasado por momentos difíciles y dolorosos que lo hayan llevado a pensar: “Esto es un infierno. Ya no hay nada peor que me pueda pasar.”

Si usted, al igual que el Primer Ministro, piensa que sus problemas son ‘el infierno en la tierra’, no es el primero en pensarlo. Hace ya muchos siglos, angustiado y desanimado, David, el Rey de Israel, dijo: “... los terrores del Seol (infierno) vinieron sobre mí; angustia y tristeza encontré.”

Para salvarnos de los fuegos de la vida y de los fuegos eternos del infierno, el Señor envió a su Hijo al mundo. Jesús vivió como uno de nosotros, y dio su vida inocente para que nosotros, los culpables, pudiéramos ser salvos del infierno. Es por eso que ahora, junto con el perdón y la garantía de la vida eterna en el cielo, los creyentes podemos, al igual que el Rey David, invocar al Señor.

Después de orar a su misericordioso Dios, David pudo decir: “... estaba yo postrado, y me salvó”.

Dios promete hacer lo mismo por las personas en Australia, y va a hacer lo mismo por usted, sin importar los fuegos que puedan estar acosándole.

ORACIÓN:  Padre celestial, en este mundo hay fuegos muy calientes... fuegos que pueden abatirnos y destruir todo lo que amamos. Ayúdanos y ayuda a quienes están sufriendo en estos momentos, para que todos podamos confiar en ti como la fuente de toda misericordia. En el nombre de tu Hijo. Amén.

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