Ojalá fuera una persona matutina. De cientos de formas, me haría la vida mucho mejor. Pero antes de tomar mí primera o a veces mi tercera taza de café, mis palabras durante esas horas tempranas son pocas.

Hay una que otra cosa diferente de los horarios escolares y las actividades de los niños que me hacen salir de cama antes de que salga el sol. Incluso en las vacaciones cuando mis niños aún duermen, me salgo de la cama en puntillas y me coloco mis pantuflas. Es un amanecer. Más específicamente, un amanecer sobre el océano. Mi amor por la fotografía y la naturaleza me hacen ignorar el vicio de las sábanas tibias, bostezando en todo el camino al paseo marítimo.

El año pasado al inicio del verano, sabía que solo nos quedaban un par de días en nuestro viaje a la playa. Salí a horas de la mañana, con mi cámara Nikon y lentes amplios conmigo, Tan pronto sentí la arena, el aire húmedo me golpeó como una capa húmeda y los mosquitos tocaron mi cara. La cómoda cama me atraía de vuelta.

Caminé por la orilla y entendí que ya estaba claro. ¿Me había perdido el sol? Salude a otros vacacionistas que caminaban por el agua, sin querer inmiscuirme en una conversación. Pausándome frente al agua, me incliné y tomé algunas fotografías de algunas gaviotas buscando su desayuno. Mi estómago rugió y me pregunté si ya los niños se habrían levantado.

Mi suspiro fue sonoro mientras me di la vuelta para caminar de regreso por el paseo marítimo. Fue entonces que lo noté. Asomándose en el horizonte, como un iris, estaba allí. Me retó con irme de su esplendor ámbar. Tomé mi cámara y rápidamente comencé a tomar fotos mientras se elevaba sobre las olas, haciéndose cada vez más grande en el momento.  

En toda mi impaciencia e inquietud, casi me pierdo el sol. Y el mensaje que su Creador habló a mi corazón fue indiscutiblemente claro: Cuando Dios nos pide que esperemos, siempre hay una razón. Aunque no podamos entenderlo en el momento, aquellas temporadas en las que se siente que Dios está silencioso o que no responde son a menudo las que él usa para moldear nuestro carácter.

Si te encuentras en una temporada de espera, acá hay tres verdades que recordar:

1. Dios te escucha. Independientemente de si se siente como que no, Dios escucha nuestras oraciones. Puede que no responda de la forma que nos gustaría, pero Él se deleita cuando nosotros vamos a Él con nuestras necesidades, requerimientos y esperanzas. Él no se cansa de escucharnos repetir el mismo favor o hacernos impacientes porque estamos necesitados. A menudo cuando repito cosas a Dios lo imagino viéndome como un hijo quejón, pero Él es santo y amoroso, y sus formas no son como nuestras formas. Si de verdad lo estamos buscando a Él y a su voluntad, Él responderá.

 

“Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho.” 1 Juan 5:15

 

2. Dios tiene tus mejores intereses en su corazón. Ya que Dios es omnisciente, Él puede ver circunstancias y problemas potenciales que nosotros no podemos ver. Él no está limitado por el tiempo o las leyes físicas que gobiernan nuestra existencia aquí en la tierra, y Él puede ver lo que ocurrirá un año o diez años a partir de ahora. Cuando se siente como que Dios ha contestado nuestras oraciones con un “no”, podría ser porque Él sabe que un “sí” no es lo mejor para nosotros y las situaciones únicas que estamos enfrentando. Aunque no entendamos sus razones, podemos confiar en el carácter amoroso y la perfecta voluntad de Dios.

 

“Porque es aún visión para el tiempo señalado; se apresura hacia el fin y no defraudará. Aunque tarde, espérala; porque ciertamente vendrá, no tardará.” Habacuc 2:3

 

3. Dios es proveedor de buenos dones. Como humanos a menudo nos impacientamos y nos establecemos por lo que es “suficientemente bueno”, pero Dios quiere mucho más para nosotros. Él quiere bendecirnos con abundancia y una vida rica con propósito y dirección. Podemos estar contentos de establecernos con lo que parece suficientemente bueno por ahora, pero Él quiere que esperemos por algo que sobrepase nuestra imaginación y sueños más salvajes. No hablo acerca de cosas meramente materiales, sino bendiciones que nos llenan y recuerdan lo que fuimos puestos en esta tierra para hacer: glorificarlo.

 

“Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación.” Santiago 1:17

 

Lo que sea que hagas no dejes de acudir a Dios. Si hay algún pecado sin confesar en tu corazón, tráelo ante Él y confía en que Él será justo y fiel para perdonar (1 Juan 1:9). Como cualquier otra relación, la comunicación abierta es clave para hacer que nuestras conexiones con Él crezcan saludables.

 

A menudo nos cansamos de esperar, nos encontramos en la cúspide de un quebranto o una bendición que puede lucir completamente diferente de lo que habíamos anticipado. No cedas. Sigue acudiendo a nuestro Salvador. Puedo prometer que si lo haces, no te arrepentirás.


Abby McDonald es una madre, esposa y escritora que desea mostrar a las mujeres la esperanza de Cristo en medio de la vida diaria. Cuando no está persiguiendo a sus dos hijos pequeños, puedes encontrarla liderando su ministerio MOPS local, escribiendo acerca de sus aventuras en Purposeful Faith y en su blog, Fearfully Made Mom. A Abby le encantaría conectarse contigo en su blog o en su comunidad de Facebook.