“Dejar a Dios ser Dios” fue la frase ardiente que exclamó Martin Lutero a favor de la soberanía divina. A lo largo de la historia cristiana y como se refleja en el debate entre Lutero y el humanista Desiderius Erasmus el hombre, aún hoy día, insiste en no admitir la supremacía de la voluntad divina. Los “defensores de Dios” a fin de deslindarlo de de los asuntos como los actos de maldad o el destino final de los hombres, describen estos eventos como inusitados o sorprendentes de un dios cuyo dominio sobre las acciones humanas no tiene relevancia. Tales concepciones tan bajas a veces confunden a Dios con el universo. Siguiendo esta lógica Dios es comparado con una especie de agente secreto que va por ahí conspirando hasta que de repente algo sucede. A veces obra a favor y a veces en contra, el mismo universo gira tranquilo en torno a un movimiento evolutivo irresistible en dirección de un bien supremo.  Precisamente Lutero se levantó en contra de este concepto de las cosas divinas.

Sin embargo es preciso reconocer que también cometen errores aquellos que exaltan por demás la voluntad divina. La postulan de tal modo tan implacable que hace del pecado y de los hombres meros juguetes. Los reformadores protestantes también rechazaron esta noción puesto que conduce a un principio aún más deplorable. En esta perspectiva el ser divino se vuelve en una especie de representante del universo. Como si Dios entregara los asuntos de toda materia a una clase de leyes por él creadas interviniendo en las ocasiones donde la mezcla de las cosas llega a límites insoportables.

Tanto aquellos que reducen la voluntad divina en la indolencia de un señor bonachón asi como los que escalan las cosas al punto de transformar a Dios en un distante ingeniero mecánico que de vez en cuando arregla la maquina, producen el mismo efecto sobre la conducta humana: el relativismo. Por la proximidad Dios se vuelve sugestionable a los caprichos de la voluntad humana y por la distancia se vuelve indiferente. Haciendo del resultado ético el mismo.

Con todo esto, asumir un sistema teológico no es suficiente para ser inmune a estas concepciones erróneas. Nada impide que en la práctica un calvinista se vuelva hipercalvinista, o deísta y como consecuencia en un disoluto. Como tampoco nada evita que un arduo defensor de las doctrinas de gracia haga de la gracia razón para su libertinaje. La voluntad divina para ese incauto solamente significa una debilidad del Santo Padre de Luces. Se declara calvinista pero vive como un pagano supersticioso. Aceptar conceptos sin al mismo tiempo percibir sus implicaciones éticas constituye el dilema del auto engaño derivado del pecado en el corazón humano. No hay ni un solo calvinista que esté inmune a estas inconsistencias.  

Entretanto separar la doctrina de la experiencia cristiana es quedarse con una forma sofisticada de existencialismo cristiano. Aunque el peligro esté a lado, despojar la práctica cristiana de la santa doctrina es separar aquello que Dios unió lo que profundiza el engaño. Por esta causa hay una consideración bíblica exacta de la voluntad divina que nos debe de dirigir a una vida cristiana auténtica. Si así no fuere los discípulos ávidos no recurrirían a la práctica de la oración para acercarse al Maestro, como fue dicho: enséñanos a orar. Para los fines de este artículo, recuerde que nuestro Señor comenzó la lección demostrando que el acto de dirigirse a Dios afirma como último objetivo la gloria del nombre divino, el dominio de su reino, y llama para que la voluntad de Dios prevalezca por todo el cosmos (Mateo 6:9-13).                                                                       

La voz de Lutero solo fue reverberación de lo que el propio Cristo enseñó al respeto de la supremacía de la voluntad de Dios. Lutero verbalizó lo que la iglesia siempre apreció en su corazón, especialmente desde Agustin de Hipona, expresando asi sus obras teológicas, creencias y confesiones.

Discutiré un poco más a profundidad sobre la soberanía de Dios en el próximo post tomando en cuenta la ecuación: doctrina bíblica acerca de la voluntad de Dios y sus efectos sobre la conducta cristiana. Hasta entonces reflexione si usted usa la voluntad divina y soberana como pretexto por la irresponsabilidad.

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Esta es la traducción de un artículo escrito por Wellington Costa originalmente publicado en el blog de Inconformados. Traducido y publicado con permiso del autor.

Encuentre el artículo original en Portugués aquí: A Vontade De Deus

**Traducido al Español por Ernesto Santiago