Marzo 16/17
Alabar al Cordero de Dios
La revelación que hace Juan del trono celestial es una imagen impactante de auténtica alabanza. El lugar estalla de adoración al Señor Jesús. Los presentes —los ancianos y los “millones de millones” de ángeles (v. 11) son motivados a cantar su amor a Cristo, porque saben quién es Él. Es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (v. 6; Jn 1.29). Y es el León de Judá (Ap 5.5), el único digno de juzgar a la tierra y renovarla. Jesucristo es maravilloso, y estos hombres y los seres creados no pueden resistirse a decirlo.
¿Qué le motiva a usted a adorar? ¿No debe ser la alabanza a nuestro Salvador por ser Él quien es, la razón para levantar nuestras manos y voces? Para hacerlo, debemos tomarnos el tiempo para conocerle. No basta con leer la Biblia solo los domingos y orar en forma esporádica. Tenemos que comprometernos a descubrirle por medio del estudio regular de la Biblia, la oración abnegada, y el servicio a su reino.
Una vez que un creyente ha vislumbrado otro aspecto del carácter de Cristo, más grande y más sorprendente de lo que se había percatado antes, anhelará saber más. Tendrá hambre y sed de Dios, porque sólo el Señor puede satisfacer (Mt 5.6). Es en la adoración que el corazón del cristiano se llena.
La alabanza es parte de un ciclo: se aprende más del carácter de Dios; se le ama más profundamente; se le adora y se le sirve mejor; y se logra satisfacción espiritual. Lo asombroso es que cuando estamos satisfechos anhelamos más de su presencia en nuestra vida, y entonces ahondamos en su Palabra para tener más de ella, y para comenzar de nuevo el ciclo.
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