15-31 de Enero
 

Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente. 3 Juan 1:2

Después de la Segunda Guerra Mundial, el mariscal Montgomery estaba sentado en una sesión de la Cámara de los Lores en Inglaterra cuando se volvió hacia el hombre que estaba a su lado y dij «Disculpe, pero estoy teniendo una trombosis coronaria". A continuación se fue de la cámara en silencio para buscar ayuda médica.

Hay que admitirlo, los ataques al corazón y otras enfermedades no siempre son precedidos por señales de aviso tan claras. Pero si las señales estuvieran ahí, ¿las reconocería? Parafraseando el dicho del viejo comercial de los relojes Timex, es increíble cuánta sangre puede perder nuestro cuerpo e incluso así seguir funcionando. El estrés, la falta de sueño y ejercicio, las demasiadas calorías... consideramos la buena salud como algo garantizado. La habilidad del cuerpo para mantenerse sano es en realidad un regalo de Dios.

Ninguno de nosotros disfrutamos ahora de la salud perfecta que esperamos con ansias en el momento en que lleguemos al cielo. Pero hasta entonces, podemos expresar nuestra gratitud hacia Dios por la salud que tenemos siendo buenos administradores de los maravillosos «trajes terrenales» en los cuales trabajamos, servimos y jugamos cada día. El dar gracias por la salud (ya sea buena o mala) es la evidencia de que entendemos esta verdad: no somos dueños de nuestros cuerpos (1 Corintios 6:19).

@ 2007 Editorial Vida  

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