Nadie jamás me ha acusado de tener buena mano para las plantas. De niña, recogía tomatitos de las plantas y me preguntaba por qué la planta no producía más. De joven adulto, podé los rosales hasta la base, y observé su muerte en vez de que retoñaran con más rosas. Esta chica de ciudad no tenía ni idea y Google no existía para contestarme las preguntas. Ahora que he estudiado Juan 15, trato de entender más acerca de la jardinería. Estoy segura de que el grupo a quien Jesús se dirigía estaba más familiarizado con los viñedos.

Jesucristo usó la historia de los viñedos para explicar el significado de permanecer conectados a Él. “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). La palabra permanecer es un verbo. Permanecer en Cristo lleva en sí el concepto de adherirse activamente a Jesucristo. Aunque la vid le da vida a las ramas o a los sarmientos, la rama tiene que permanecer conectada para llevar fruto. La viña es la ilustración que Jesús usó para explicar los conceptos que se encuentran en Juan 14. Les dijo a sus discípulos que Él era el único camino a Dios (Juan 14:6), que Él obraría a través de ellos al estar conectados a Él (Juan 14:12), y que si Lo amaban, permanecerían en Él y le permitirían podarlos a través de la obra del Espíritu Santo (Juan 14:15-21). Jesús les mandó que permanecieran o estuvieran vinculados a Él. Ninguna vida se reproduciría espiritualmente aparte de Él. Una vida saturada de Cristo Jesús, que permanece en Él, producirá otras vidas que también dan fruto.

Dios es el labrador, Jesús es la viña y nosotros somos los sarmientos o ramas. El Padre nos poda al corregirnos. La limpieza de la viña se hace para que la viña produzca la mayor cantidad de fruto posible. Cuando permanecemos o nos mantenemos enlazados a Él, Él puede hacer muchas cosas a través de nuestras vidas. Le permitimos remover cosas de nuestra vida que no son las mejores. Le permitimos obrar en nuestras vidas al seguir Sus mandamientos, obedecer y confesar nuestros pecados. Cuando nos arrepentimos y nos apartamos de lo que hemos hecho mal (así como arrepentirnos de lo que deberíamos de haber hecho), se abre el fluir del Espíritu Santo en nuestras vidas. Activamente permanecemos en Jesucristo al hacer lo que debemos y al seguir Su dirección. Conocemos Sus deseos porque pasamos tiempo con Dios en oración y leemos Su Palabra. Cuando se lo pedimos, Él está presente y listo para dirigir cada paso. Crecemos en Él y le permitimos dirigir nuestras vidas. Juan 15:8 dice – “En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así probéis que sois mis discípulos”.

Aquellas plantas de tomatitos y aquellos rosales no produjeron fruto por sí mismos, aunque posiblemente hayan estado en mejores condiciones sin mi intervención. Aquellas plantas necesitaban un labrador que supiera qué hacer y cómo podar las plantas para hacerlas crecer sin destruirlas. El Padre es ese tipo de labrador. Él sabe lo que es mejor y cómo podemos producir más fruto. Él sabe lo que está haciendo. Nuestra respuesta es glorificarle al permanecer en Jesucristo, la prueba sincera del discipulado. Y en esto, existe gran gozo para nosotros y para el Señor.

Jaye Martin
Traducción por Julie Núñez